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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versão On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.10 no.1 La Habana jan.-abr. 2022  Epub 01-Abr-2022

 

Artículo original

Aprendizajes que nos deja la COVID-19. Una mirada sociológica

Learning that COVID-19 leaves us. A Sociological Look

Leopoldo Hernández Freeman1  * 
http://orcid.org/0000-0002-2633-5517

Iris Margarita Benítez Ávila1 
http://orcid.org/0000-0003-2841-8073

Martha Tamara Labarta Varona1 
http://orcid.org/0000-0002-5370-9211

Marcelino Roberto Almaguer Guerrero2 
http://orcid.org/0000-0002-8676-8074

1Universidad de Holguín, Cuba

2Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Programa Cuba, Universidad de La Habana, Cuba

RESUMEN

Muchos son los análisis que se han realizado sobre la pandemia COVID-19 desde diferentes ciencias. En sentido general, estos se han centrado, fundamentalmente, en las causas que la generaron, sus características y su impacto. También se han emitido diversos criterios sobre los aprendizajes que nos deja como sociedad la crisis total que ha generado. La mirada sociológica que se propone, más que brindar un análisis teórico, pretende sintetizar aquellas aristas que tienen que ver con su impacto social, y, en especial, identificar aprendizajes que sirvan para perfeccionar el funcionamiento, la organización y la responsabilidad social de las instituciones del Estado. Son, sencillamente, algunas referencias que, investigadores, decisores, líderes y población en general pudieran tomar como punto de partida para el diseño de políticas sociales, y estrategias de cambio y desarrollo social.

Palabras clave: COVID-19; crisis social; aprendizajes; perspectiva sociológica; cambio social

ABSTRACT

The analysis of the COVID-19 pandemic has been approached from different sciences, mainly focused on its causes, features and impact. The knowledge and learning that the crisis contributed as a society has also generated different criteria. The proposed sociological approach, rather than providing a theoretical analysis, focuses on social impact and mainly, identify knowledge that improves the functioning, organization and social responsibility of the State institutions involved. Researchers, decision makers, leaders and the general population could consider our reference as a benchmark to design social policies and strategies for change and social development.

Keywords: COVID-19; social crisis; learning; sociological perspective; social change

INTRODUCCIÓN

El siglo xxi, que ya vislumbraba un futuro incierto para los destinos de la humanidad, heredó un mundo convulso y complejo, lleno de conflictos políticos, económicos y sociales; se añade una super pandemia que vino a sumar mayor incertidumbre, turbulencia e inseguridad en el contexto mundial. Lo insólito resulta que, en este pleno siglo, en el que la ciencia ha tenido un ritmo acelerado de desarrollo y se han logrado grandes descubrimientos, se ponga de manifiesto lo que dijo el sociólogo Habermas, hace un siglo, ante una situación similar: «nunca antes habíamos sabido tanto de nuestra propia ignorancia» (Entrevista a Jürgen Habermas, 2020).

Pero, más que ignorancia, ha predominado amnesia, pues no se explica cómo es posible que esta pandemia haya tomado por sorpresa a todo el mundo, a pesar de que fue presagiada con mucha anterioridad por científicos, organizaciones internacionales y otras instituciones.1

Muchas resultan las hipótesis del origen de la pandemia: ¿un arma de guerra entre superpotencias?, ¿un mecanismo de control demográfico?, ¿una forma de sometimiento económico a partir de la crisis socioeconómica que se genera?, ¿una jugada de las trasnacionales farmacéuticas para alcanzar mayores ganancias?, ¿la promoción del miedo ante el poder como mecanismo de sometimiento?

Sí está claro que, aparejado al descubrimiento de las causas que generaron esta pandemia, el impacto de las medidas que exigen su enfrentamiento y las temibles consecuencias que de ella se derivan, está ocurriendo, de forma vertiginosa, un cambio de la perspectiva con la que muchas personas han asumido la realidad que les rodea. Si en un momento muchos encontraban la felicidad en tener, en consumir, en una espiral creciente de egoísmo e individualismo, a costa, incluso, de la precariedad de una gran mayoría, en la actualidad esto no es del todo suficiente.

Esta pandemia ha puesto al descubierto una cruda realidad: el egoísmo, el afán de lucro, los dañinos efectos de la desigualdad y el gravísimo error de convertir en mercancía los servicios médicos o los resultados científicos han cobrado un saldo elevado de muertos, familias destrozadas, y sociedades inseguras y vulnerables.

En estos momentos, en medio de la pandemia, la mayor preocupación de todos los habitantes del planeta no radica en conocer qué la provocó, sino qué realidad nos espera. Muchas cosas cambiarán cuando todo esto termine, pues nos exigió transformar, radicalmente, nuestra forma de trabajar, socializar, disfrutar, en definitiva, vivir. En otras palabras, nuestra vida personal, profesional y social ya no será igual.

En varias publicaciones se han recopilado diferentes opiniones sobre el impacto del coronavirus. Expertos y personalidades coinciden en que constituye uno de los mayores fenómenos disruptivos de nuestra historia, y abogan por aprender de esta experiencia y aprovechar la crisis para el cambio que la humanidad necesita.

Para Harari,

la COVID-19 se perfila como el momento decisivo de nuestra era, ya que hemos entrado en ˋun agujero de gusano históricoˊ, es decir un momento en que ˋlas leyes normales de la historia están suspendidasˊ; en otras palabras, en cuestión de pocas semanas ˋlo imposible se convirtió en ordinarioˊ. (Entrevista a Yuval Noah Harari, 2020)

La COVID-19 se ha convertido en un mecanismo revelador de dilemas y aprendizajes, y ha puesto al desnudo nuestros fallos y aciertos como sociedad. Briones (2020) lo analiza como

un conjunto de positividades en las cuales hacer pie, al enfatizar en que tanto las actitudes que deban ser corregidas como las que deban ser reforzadas requieren una práctica social constante que las desapruebe o que, por el contrario, las estimule. (p. 1)

En esa misma línea, Recalde (2020) afirma que

la epidemia permite ver muchos de los rasgos que definen a una sociedad. Desnuda las capacidades y las dificultades del Estado y de la dirigencia política. También refleja el comportamiento de las personas, de las empresas y de los grupos de presión. La solidaridad y el egoísmo, la acción consciente y el terror irracional, la seguridad y la angustia, el patriotismo y la usura son comportamientos y actitudes que aparecen en una comunidad. (p. 1)

Por su parte, Cortina (2020) considera que «deberíamos estar aprendiendo de esta experiencia, inédita para muchos de nosotros, que la vulnerabilidad y la fragilidad nos constituyen, que somos radicalmente interdependientes» (p. 1).

El análisis anterior nos demuestra la urgencia del estudio, a profundidad, desde las diferentes ciencias, no solo del propio fenómeno de la pandemia, sino también de los elementos que la generaron y su impacto en la sociedad. En nuestro caso, centraremos la mirada, desde una perspectiva sociológica, en aquellos elementos que nos permitan entender aspectos esenciales del proceso de la pandemia, su implicación social y, en particular, qué aprendizajes podemos sacar de este análisis.

DESARROLLO

Generalmente, los estudios de los riesgos, vulnerabilidades e impactos de los desastres, entre los que están las enfermedades, han sido abordados desde las llamadas Ciencias de la Tierra, y la epidemiología, la inmunología y otras ramas de la medicina y las ciencias naturales, que han aportado conocimientos fundamentales para entender la dinámica endógena y exógena del planeta; en menor medida, se han tenido en cuenta sus dimensiones sociales, políticas, culturales, históricas y económicas, campos de interés para las ciencias sociales.

Entre las ciencias sociales que más participan en estos estudios, están la geografía humana, la sociología, la antropología, la economía y la psicología. Estas han demostrado que, en muchos casos, los grupos humanos somos causantes y víctimas de estos fenómenos. En este caso nos centraremos en la mirada sociológica al fenómeno de la pandemia de COVID-19.

Las teorías sociológicas permiten comprender la especificidad histórica del momento que vivimos y por qué el coronavirus hace que modifiquemos nuestra vida cotidiana. Al resumir los principales estudios sociológicos realizados sobre este fenómeno, nos percatamos de que varios autores coinciden en afirmar que estamos en presencia de un «hecho social total». El concepto «hecho social total», acuñado por el sociólogo y antropólogo francés Mauss (citado por Santoro, 2020), hace referencia a aquellos fenómenos que ponen en juego la totalidad de las dimensiones de lo social. Esto también se aborda desde los planteamientos de la teoría del actor-red, que considera que los actantes no-humanos, como el COVID-19, pueden tener incidencia directa en el cambio social.

Otras aristas han sido abordadas desde el punto de vista sociológico: por ejemplo, el efecto de la desigualdad social y las diferencias de clase y de capital (económico, social, educativo, etcétera), que van a generar consecuencias extremadamente dispares; la centralidad social de la institución de salud (trabajo invisible de cuidados); las transformaciones en la microsociología de las interacciones cotidianas (saludos, nuevas formas de contactos a distancia), con la diversidad que aportan las diferentes culturas; las nuevas formas de colaboración científica y los sistemas de expertos, que tan relevantes están siendo en la investigación sobre el virus y que, según nos dice la sociología de la ciencia, modifican profundamente la manera en la que se han organizado las comunidades científicas.

Los análisis sociológicos también se han centrado en su impacto en las relaciones familiares; en este contexto de crisis y confinamiento, se ponen a prueba las relaciones de pareja y aumentan los conflictos intergeneracionales. La discusión está en si esta situación será beneficiosa o traumática para las familias; en qué van a predominar, los divorcios o los «coronabebés». Ciertamente, algunas van a salir fortalecidas y otras, que ya vienen resquebrajadas, podrían agrietarse al punto de no resistir más.

También se incorporan a los análisis realizados los conceptos sociológicos de «disrupción» y «anomia». La disrupción que produce el fenómeno de la COVID-19 ha generado una situación de confusión normativa, ausencia de parámetros de comportamientos, y ha provocado un proceso de anomia. El concepto de «anomia», aportado por el sociólogo Durkheim, se refiere, fundamentalmente, a la ausencia de reglas que medien la relación de las diversas partes de una sociedad. Por esta razón, la anomia no significa solo y, literalmente, falta de normas que regulen entre las partes del todo social, sino que también puede implicar el cese de vigencia de las normas tradicionales y la no puesta en vigencia aún del nuevo mundo normativo o el incumplimiento de las nuevas normas que se establezcan.

Las regulaciones y normativas, que fue necesario establecer y ajustar en el proceso de enfrentamiento a la pandemia, no han ocurrido de la misma forma en todos los países, por el debilitamiento del papel del Estado y la ausencia de un tejido social integrado. Por ello, en los países con mayores afectaciones, ocurrió lo que Isuani (1999) ha llamado «una anomia social», debido a una anemia estatal.

Sin lugar a dudas, esta pandemia ha generado una ruptura, un estado de crisis que no solo pone a prueba sistemas políticos y modelos económicos, sino procesos y servicios vitales de la vida cotidiana como la salud, el empleo, los hábitos de vida y la convivencia. En especial, presenta importantes desafíos éticos, tanto a nivel individual como colectivo, y ha puesto a prueba el nivel de madurez, la responsabilidad y el liderazgo de los Gobiernos en todos los países. A partir del presupuesto de que las grandes crisis han sido históricamente momentos de cambio radical, aparece la oportunidad de cambiar todo lo que deba cambiarse para proyectarnos por una sociedad mejor.

La COVID-19 resulta una dolorosa muestra de los grandes retos que nos reserva el nuevo milenio: pensar y actuar como raza humana, más allá de credos, ideologías y niveles de desarrollo, si queremos sobrevivir; cambiar para transformar el mundo, o la transformación global nos cambiará a nosotros y nos situará al borde del abismo.

En la medida en que se profundiza en las causas y consecuencias de la pandemia, el mundo identifica las lecciones, las paradojas y los aprendizajes que nos permitirán desarrollar las estrategias para defendernos mejor en el futuro.

¿Cuáles son los principales aprendizajes a tener en cuenta?

Preservación del equilibrio sociedad-naturaleza

El ser humano, dueño y señor del planeta, en su evolución, no pudo aceptar solo lo que la madre naturaleza le ofrecía para satisfacer las necesidades básicas. A pesar de que la sabiduría heredada de las grandes civilizaciones que nos antecedieron, aconsejaba proteger y cuidar de nuestra casa común, el hombre moderno se convirtió en su principal depredador, en una espiral creciente de consumismo y derroche.

Ahora algunos hablan de la necesidad de proteger el medio ambiente como premisa de supervivencia, ante el peligro de que se desencadene un proceso irreversible del que ya somos testigos: el cambio climático, con todas sus implicaciones, grandes inundaciones, sequías, fenómenos naturales, ciclones cada vez más destructivos, pérdida de la productividad de los suelos, entre muchos otros fenómenos. Como una espada de Damocles nos amenaza la destrucción de la capa de ozono o la desaparición de muchas naciones insulares por el deshielo de los polos. Otra amenaza, no menos preocupante, es la aparición de nuevas enfermedades, cada vez más destructivas, como el caso del Coronavirus.

Se ha demostrado que la mayoría de los factores que provocaron su aparición están relacionados con la alteración global de ecosistemas, asociada a la crisis ecosocial y climática que vivimos. Las causas socioambientales de la pandemia muestran que el enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado. Ante la pérdida del control humano sobre el mantenimiento de los ciclos naturales del planeta, estos se han alterado, razón por la cual nuestro sistema socio-ecológico ha perdido resiliencia.

Somos seres intrínsecamente dependientes de nuestro entorno natural y cultural; de nuestros semejantes desde antes de nacer hasta el momento de morir; y de la naturaleza, de la cual formamos parte y sin la cual no podemos sobrevivir.

Desde hace mucho tiempo, personalidades, estadistas y el movimiento ecologista han advertido sobre la «bomba de tiempo» que significaba el deterioro cada vez más creciente del medio ambiente.

La obra de Marx y Engels alertaba ya, en su enfoque dialéctico, de la relación sociedad-naturaleza, lo que implica su interdependencia. Engels (citado por Sierra, s/a) decía: «No nos vanagloriemos demasiado por nuestras victorias sobre la naturaleza. La naturaleza se venga de cada victoria nuestra […] no dominamos la naturaleza […] sino que le pertenecemos con carne, sangre y cerebro y vivimos en su seno» (p.152).

Castro (1992), en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, expresó «[…] una importante especie biológicas está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre» (p. 1).

La pandemia nos deja muy claro que proteger el medio ambiente es la mejor manera de cuidar la salud y el bienestar humanos. No nos queda de otra que buscar un cambio radical en el manejo del desarrollo socioeconómico, que permita hacer frente a la crisis ecosocial y climática que vivimos y, al mismo tiempo, cambiar nuestras vidas individuales y cotidianas para avanzar hacia un mundo más humano y realmente sostenible.

La solidaridad como solución y el egoísmo como causa

La pandemia ha sacado a flote lo mejor y lo peor de la humanidad. Por un lado, los que defienden el egoísmo de las políticas neoliberales mercantilistas, donde el individualismo alcanza su paroxismo. Su expresión más palpable es el afán por apoderarse de los recursos para enfrentar la enfermedad, sin pensar en los más pobres; la búsqueda de un culpable cuando en alguna medida todos lo somos; las compañías farmacéuticas que aspiran a enriquecerse con la producción de mascarillas, desinfectantes y vacunas; y los líderes y las personas que no valoran lo que advierten y recomiendan los científicos.

Las sociedades que se basan en el individualismo y el egoísmo no han podido controlar la pandemia, incluso a pesar de sus riquezas. Sus líderes han priorizado los intereses económicos de unos pocos, aunque implique el peligro y la muerte para muchos. La privatización de los servicios de salud, la desorganización del tejido social, la disminución del papel de las instituciones sociales y el Estado han provocado un alto nivel de vulnerabilidad que ya ha cobrado un alto costo de vidas humanas.

Por otro lado, emerge, con fuerza, toda una avalancha de solidaridad y generosidad de los científicos, trabajadores de la salud, dirigentes y personas sencillas del pueblo que, con una dedicación incansable, más allá de su vida personal, dan muestra de valentía sin límites, se entregan por entero a ayudar al prójimo. Los líderes y Gobiernos que muestran mejores resultados en el enfrentamiento y la vigilancia de la pandemia, le dan más valor a la vida, a la protección de los más débiles, a la organización, la coordinación y el control de la estructura social, a la implementación del conocimiento científico, incluso, con situaciones económicas extremas. Sin lugar a dudas, la historia recogerá el agradecimiento eterno del pueblo por los que tomaron decisiones sabias y contaron en todo momento con su protagonismo.

La amenaza global del coronavirus ha puesto a prueba la capacidad de solidaridad y empatía de las personas. Queda claro que, para enfrentar enemigos que nos afectan a todos, solo existe una fórmula: «la unidad del pensamiento y la acción sobre la base de la integración y la amistad», donde cada país aporte sus propias experiencias como una nueva y necesaria lógica del comportamiento humano. El amor en tiempos de coronavirus es la opción más razonable y los resultados en su enfrentamiento así lo demuestran.

Esto resulta una evidencia palpable de que se pueden enfrentar y vencer los retos que nos trae el mundo moderno, cuando la solidaridad, el humanismo, la justicia, la equidad y la participación de todos identifican el accionar de un país, con un Estado que pone como centro el ser humano y determina, por consenso de la mayoría, los objetivos estratégicos para avanzar hacia el futuro.

Pensar siempre en un nosotros

Hay una verdad ineludible de que los seres humanos somos animales sociales «por naturaleza». Esta lección la aprendimos desde los primeros hombres que existieron sobre la tierra. No por gusto las grandes religiones y prominentes pensadores en la historia de la humanidad coinciden en que: «no hemos nacido solamente para nosotros», «no hemos sido creados para vivir solos, sino en relación con el ˋotroˊ», «cuando vivimos en relación y buscando servir al prójimo es cuando descubrimos lo mejor del ser humano».

A pesar de ello, y conscientes de que la naturaleza humana se basa en la cultura de interacción e intercambio, un virus mortal, que utiliza como mecanismo de propagación esas relaciones humanas, nos ha recordado la necesidad de reconocer la interdependencia entre unos y otros, la importancia de la ayuda mutua. La pandemia nos deja lecciones muy claras: nos guste o no, estamos completamente interconectados y somos totalmente interdependientes; y, sin preocuparnos, especialmente de los más vulnerables, todos perderemos.

El reto está en desmontar el paradigma del «Yo individual» de la ética neoliberal, y sustituirlo por el «Nosotros solidario», mecanismo de resistencia y de identidad para la sobrevivencia y para la reconquista de la perspectiva histórica de un mundo mejor para todos y todas.

En otras palabras: el valor de lo común se convierte en la piedra angular de nuestras fortalezas y de la capacidad de resistencia. La resiliencia, como premisa para enfrentar cualquier fenómeno que nos afecte, se construye en las colectividades humanas.

Tenemos que pensar en un nosotros desde nuestra familia, nuestro barrio, nuestro país y nuestro mundo. Ningún país se salvará por sí solo, por más medidas de carácter progresista que implemente. Lo más inteligente, como raza humana, sería asumir un frente mundial común sobre la base del multilateralismo democrático, que genere o fortalezca organizaciones internacionales para alcanzar, desde lo social, económico y ambiental, las agendas de desarrollo sostenible que garanticen nuestra supervivencia.

La ciencia como bandera para asumir los retos que enfrenta el desarrollo

En el presente siglo se abre camino, a pasos agigantados, la sociedad del conocimiento que avanza con los aportes de la ciencia, la tecnología y la innovación, lo que se ha convertido en una prioridad estratégica para lograr el desarrollo sostenible. Ello se explica por una sencilla razón: la necesidad cada vez más creciente de tener conocimientos actualizados que permitan entender procesos históricos complejos, y desajustes del equilibrio ecosocial y sus implicaciones.

La lucha contra el invasor invisible pero nefasto del coronavirus, solo ha sido posible con la aplicación de la ciencia, la tecnología y la creatividad de las sociedades. Incluso, la esperanza de sobrevivir a la pandemia todavía está en manos de los científicos.

Las nuevas tecnologías de la comunicación desempeñaron un papel primordial en esta etapa, pues no solo sirvieron como herramienta para su enfrentamiento, sino también como mecanismo para superar la incomunicación y el aislamiento.

El uso de los resultados científicos y la aplicación de las nuevas tecnologías de las comunicaciones en la práctica deben pasar por el tamiz de la dimensión ética. La cuestión se resume en si hacemos ciencia para enriquecernos o promover el progreso de todos, o si usamos internet y otros medios para orientar y educar a la población o para desinformarla, manipularla y engañarla con mentiras a favor de intereses económicos o fines políticos.

Necesidad de una nueva jerarquía en nuestras prioridades

En estos tiempos de cambios sociales y naturales vertiginosos tenemos que ser flexibles para ajustar nuestras prioridades y, para ello, no podemos pensar únicamente en las necesidades y ambiciones como seres humanos, sino también como miembros de un grupo social que vive en un contexto físico e histórico determinado.

Si somos seres sentipensantes, como diría Fals (2009), tenemos que comenzar por adecuar nuestra representación del mundo y hacer realidad, en las relaciones sociales y con la naruraleza, «el vivir más y mejor con menos» y el «predominio del querer (afectos) sobre el tener (riquezas)».

La COVID-19 nos demostró que todos somos muy vulnerables, no importa la riqueza, raza o clase social. Nos demostró que el mundo puede desmoronarse, incluso, por un enemigo microscópico al que las armas sofisticadas no vencen. Lo que tenemos hoy puede que mañana ya no exista o cambie drásticamente. Cada día debemos aprovecharlo al máximo, como si fuera el último. La dinámica de la vida moderna no puede quitarnos el infinito placer de disfrutar de nuestros hogares, nuestro tiempo en familia. Hoy más que nunca tenemos que desarrollar la capacidad de dar y recibir afecto.

El coronavirus nos enseñó el valor de las pequeñas cosas cotidianas, que muchas veces olvidamos, y que en la dinámica de estos tiempos soslayamos, pues somos incapaces de apreciar lo que nos aportan - «solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos», nos dice De Saint-Exúpery (2019, p. 22) en El Principito-, y de disfrutar de lo bello en la naturaleza, la literatura y el arte en general, pero, especialmente, en las relaciones con los otros.

Sin lugar a dudas, el aprendizaje más importante que nos deja la COVID-19 es que nuestra felicidad y la de los que nos rodean se construye si asumimos el optimismo como escudo, el amor como bandera y la solidaridad como estrategia. Solo así fomentamos con nuestro andar por el mundo una cultura de esperanza, de alegría y de vida.

CONCLUSIONES

Las sociedades deben cambiar la forma de ver el mundo y usar los recursos naturales con la misma visión de equilibrio que nos enseña la naturaleza, y de una vez y por todas, asumirla como lo que es, nuestra casa, la madre tierra venerada por milenios y que ahora destruimos. La fórmula resulta muy sencilla: o vivimos en armonía o nos destruiremos con ella.

Nuestra salvación está en la implementación, a nivel mundial, de un modelo civilizatorio verdaderamente humanista, desde el cual asumamos el compromiso por salvar nuestro planeta, a partir de un desarrollo humano sustentable, con procesos sociales integrales, participativos, democráticos y equitativos, que generen organización social para el bienestar y el bien vivir de todos y todas, sin atentar contra la vida ni contra la naturaleza.

Para que esto ocurra tienen que cambiar también las relaciones intrafamiliares, sociales e internacionales, de tal manera que se respete la integridad del otro, que predominen la equidad y la justicia, y donde la solidaridad y el amor al prójimo sean una realidad y no solo un precepto. Es hora de que demostremos con hechos que somos la especie más inteligente que ha habitado la tierra.

El dolor, el sufrimiento y las pérdidas que nos trajo la pandemia del Coronavirus debe hacernos reconsiderar quiénes somos y qué es mejor para todos y, a la larga, podría ayudarnos a redescubrir la mejor versión de nosotros mismos como seres humanos, a partir de los aprendizajes propuestos, que nos permiten, aún en las peores condiciones, salir fortalecidos y más resilientes como especie.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Notas aclaratorias:

11Quizás, el más importante de estos análisis fue presentado en noviembre de 2008 por el National Intelligence Council (NIC), la oficina de anticipación geopolítica de la CIA, que publicó para la Casa Blanca un informe titulado “Global Trends 2025: A Transformed World”. EsteKen Klippenstein, “Military Knew Years Ago That a Coronavirus Was Coming”, The Nation, New York, 1 de abril de 2020.

Recebido: 18 de Setembro de 2021; Aceito: 04 de Outubro de 2021

*Autor para la correspondencia: leopoldo@uho.edu.cu

Los autores declaran que no existe conflicto de intereses.

Leopoldo Hernández Freeman: Investigación, validación, redacción-borrador original, redacción-revisión y edición, y aprobación de la versión final.

Iris Margarita Benítez Ávila: Investigación, curación de datos, análisis formal y aprobación de la versión final.

Martha Tamara Labarta Varona: Redacción-revisión y edición, y aprobación de la versión final.

Marcelino Roberto Almaguer Guerrero: Redacción-revisión y edición, y aprobación de la versión final.

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