SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.6 número14Tecnologías de Información y Mediación Comunicacional en el Gobierno del Estado de Minas Gerais: el caso de la Secretaría de Estado de EducaciónPropuestas de indicadores para Manuales de Gestión de la Comunicación en Organizaciones actuales índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Alcance

versión On-line ISSN 2411-9970

ARCIC vol.6 no.14 La Habana set.-dic. 2017

 

DOSSIER MONOGRÁFICO

 

Resilencia de la organización de la información en la era de la posverdad

 

Resilience of the organization of information in the The Post-Truth Era

 

 

Dra. Ania R. Hernández Quintana

Facultad de Comunicación, Universidad de la Habana, Cuba.

 

 


RESUMEN

La posverdad es un neologismo fuertemente discutido, con prevalencia en el ecosistema digital, que alude al proceso de manipulación creativa de la verdad, embellecida y configurada al gusto de las audiencias, determinada por una postura social o política, y aceptada como la propia verdad de los hechos. En virtud de representar un escenario de vulnerabilidad para el acceso y uso confiable de los recursos web, se revisa el estado de la Organización de la información y el papel de la curaduría de contenidos, como espacios para la continuidad de los diálogos interdisciplinares, la profundización del pensamiento crítico y la fragua de la ciudadanía digital.

Palabras Clave: Posverdad; ciencias de la información; organización de la información; curaduría de contenidos


ABSTRACT

Post-thuth is a strongly discussed neologism, with prevalence in the digital ecosystem, which refers to the process of creative manipulation of truth, embellished and configured to the taste of audiences, determined by a social or political stance, and accepted as the truth of the facts. By virtue of representing a vulnerability scenario for the access and reliable use of web resources, the status of the Organization of information and the role of the curatorship of contents are reviewed, as spaces for the continuity of the interdisciplinary dialogues, the deepening of critical thinking and the forge of digital citizenship.

Keywords: post truth; information sciences; organization of information; curatory of contents.


 

 

1. INTRODUCCIÓN

1.1 De la palabra al hecho

El Diccionario Oxford revisa cada año las palabras más utilizadas o las que generan mayores intereses. En 2016 fue seleccionada posverdad ("post-truth", en inglés) [1], palabra que aumentó su uso en un 2.000% respecto al año 2015,como resultado del impacto de varios acontecimientos de naturaleza política, por ejemplo, el Brexit, las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el rechazo colombiano en el referéndum sobre el acuerdo de paz con las FARC.

La posverdad refiere las "circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal a la hora de modelar la opinión pública" [2], y se equipara con el "mundo al revés", especialmente notorio en Política y en mediaciones infocomunicacionales del ciberespacio, como las redes sociales. El prefijo pos remite a un tiempo en el que el concepto se ha vuelto trivial, por lo que, en síntesis, la posverdad se refiere a la poca importancia de la verdad en los tiempos digitales que corren.

La popularidad del ecosistema digital y el consumo creciente de información terciado por algoritmos y motores de búsqueda propician las "burbujas de filtro" (Viner, 2016), estado donde los intereses compartidos de los usuarios refuerzan conjuntos de versiones de la realidad a través de discursos autorreferenciales, enfáticos y emotivos que suelen prescindir de las reglas de la lógica y la contrastación de la realidad. En estas islas afectivas se juntan toda suerte de contribuciones y se mezclan indistintamente hechos, ficción y fantasía.

La fuerza de los credos y la banalización desplaza preocupantemente en el ciberespacio el peso del "qué" hacia el "cómo" se informa, apoyado en nuevas y virales entidades que juegan constantemente con (y entre) las certidumbres y las falsedades. Artefactos como los memes, el rango opinático de influencers, youtubers y blogueros, los premios a la cantidad de likes y las batallas por los trendic topic caracterizan, entre otros ejemplos, la neodemocratización mediática que desdibuja las concepciones tradicionales de fuentes, expertos, relevancia, transferencia y posicionamiento de la información.

Si bien "el pensamiento alternativo obviamente debe tender a sus opuestos: descentralizador, inclusivo, político; con profundo compromiso social, y sobre todo participativo (Vizer, 2013), el reto de la colaboración web es que responda a formas complejas de interpretación y no solamente a fórmulas emotivas desde las cuales pueda señorear la posverdad.

Anthony C. Grayling, filósofo inglés nacido en Zambia, uno de los pensadores más influyentes de la actualidad y autor del libro El poder de las ideas. Claves para entender el siglo XXI, apunta la importancia de las ideas y teorías como dispositivos (positivos y negativos) de la evolución histórica y del empoderamiento ciudadano, una suerte de compendio que permite minimizar las brechas entre ciencia y humanidades.

La posverdad, o la mentira emotiva, se relaciona con fenómenos sociales de larga data pero con denominaciones no tan suntuosas, como la manipulación, la propaganda o la demagogia, y reaviva la discusión sobre la responsabilidad y la transparencia de los medios, sistemas y servicios de información en múltiples dimensiones: lo epistémico, lo ético, lo educacional, lo metodológico o lo tecnológico.

Cuando los resultados científicos son ignorados por políticos y políticas, por medios y usuarios, los científicos y la ciencia deberían recordar a la sociedad la importancia de su misión social: propiciar la mejor información posible como base de las políticas públicas, modelando el pensamiento crítico, la investigación sostenida y la revisión de las creencias sobre la base de la evidencia. Palabras como estas utilizó Kathleen Higgins [3], profesora de Filosofía de la Universidad de Austin, Texas, para tratar el tema de la mentira como una rutina social sin sanción alguna, materializada en prácticas discursivas dependientes de intereses extradiscursivos (institucionales, políticos, modelos de negocio, etc.), que tienen en las plataformas de la Web 2.0 y en sus procesos de comunicación, otros (y los mismos) escenarios de imposición de valores.

La tendencia del consumo de información en Internet, las estrategias para transmitir información y la desconfianza en los discursos públicos conforman el nuevo contexto general de la posverdad. La proliferación de noticias falsas, comentarios insultantes, tergiversaciones y la pasión por el descrédito que se propaga por las redes, son algunas de sus manifestaciones particulares. Incluso el contenido científicamente mejor demostrado puede ser pretendidamente desarticulado por la desconfianza que genera la posverdad, tal y como la propaganda desarticula la razón.

La discriminación hacia el pensamiento crítico, las egolatrías, la falta de rigor en el uso de las fuentes de información y el poco o desinteresado estudio sobre la realidad fertilizan el territorio de la posverdad. Cuando "el conocimiento se convierte en producto de lo enunciado y no al contrario (…) la realidad se convierte en un estorbo o en una anécdota decorativa –o prescindible- del enunciado" (Buen Abad, 2017).

En una somera revisión bibliográfica con la etiqueta posverdad se constata la prolífera atención sobre el tema por parte de estudiosos de la Comunicación política y el Periodismo. De hecho, fue la prensa norteamericana (Steve Tesich en The Nation, 1992) quien primero utilizó el término, al comparar el caso Watergate con la guerra de Irak para aludir a la discriminación y el ocultamiento de los hechos.

En 2004, Ralph Keyes desarrolló conceptualmente el término en su libro The Post-Truth Era: Dishonesty and Deception in Contemporary Life, e indicó que su esencia es la manipulación creativa de la verdad, embellecida y configurada al gusto de las audiencias, determinada por una postura social o política, y aceptada como la propia verdad de los hechos.

En las Ciencias de la Información, la veracidad (con sus varios sinónimos, metáforas y antónimos) se ha estudiado desde un tipo de informatividad simbólica, más o menos explícita y tangible, que va desde los cuños y las citas hasta los sistemas de metadatos y los nodos de coocurrencia. Ha sido una categoría mayormente atendida desde las marcas que interesan, por ejemplo, a la Diplomática Archivística, la Propiedad Intelectual, la Edición de documentos y la Evaluación de la ciencia. En el último decenio y bajo el influjo del paradigma poscustodial, los programas y estrategias para garantizar mayores índices de veracidad producen importantes investigaciones para la consolidación de la Archivística digital.

En la medida que la tecnología puede ocultar (y a la vez evidenciar) marcas más sofisticadas de instalación dela posverdad, y que las preocupaciones teóricas y metodológicas se aproximan a los derechos, a los ciudadanos, a los gobiernos, a la cultura social, a la memoria digital, en un contexto donde todo es potencialmente falseable, verificable/refutable y reutilizable, las Ciencias de la Información profundizan su función informativa y recomprende el carácter social de la información.

Sin embargo, la conformación de la opinión pública, los problemas de la recepción y las reacciones por el uso de la información, resultan capítulos pendientes de profundizar y generalizar en toda su valía en este campo, cuando el acceso confiable a las fuentes de la memoria social es uno de los pilares de su embestidura. Las Ciencias de la Información tienen un amplio historial teórico-metodológico para tratar la información retrospectiva, pero no está igualmente preparada para lidiar con la discusión viva en la Web, donde el proceso de verificación de contenidos ocurre de forma sincrónica y a través de multiplicidad de elementos simbólicos, sensitivos, sensoriales y opináticos.

Uno de los retos de las Ciencias de la Información, entonces, es adaptar el saber acumulado y recrear métodos y técnicas para el análisis de información en todos los contextos temporales, en especial de la información en tiempo real, con todo tipo de fuentes y multiplataformas informacionales, profundizando en los necesarios diálogos interdisciplinares.

1.2 Sostenibilidad de la Organización de la información

Afirmar que la ciencia es la búsqueda de la verdad es un reduccionismo que podría excusarse si se recuerda que esa verdad no es ni definitiva ni universal, pero comunicable siempre a través de argumentos y afirmaciones asociadas a proposiciones particulares respecto a una u otra teoría.

Ha sido necesario un largo recorrido paradigmático en las Ciencias de la Información, que va de la materialidad a lo intangible, de los productos a los procesos, de los soliloquios a la interacción, y la importación de varios modelos metodológicos, para que además de estudiar cómo se crean y se acumulan los dispositivos informacionales, sea de interés estratégico conocer cómo se evalúan y se interpretan, en medio de "todas las variables posibles de los contenidos digitales y de la información navegable, manipulable e intervenible en su seno" (Alonso y Cordón, 2015).

En la conformación de la legitimidad epistémica de las Ciencias de la Información participan entidades como la información, el conocimiento, la comunicación, las políticas y las instituciones todas apellidadas "científicas", por una parte, y las técnicas documentales, por la otra. Para las primeras, el saber radica en lo que investigan otras ciencias y sus conclusiones no refutables; para las segundas, el saber hacer no alcanza a desarrollar un cuerpo de conocimientos propiamente científico, pero sí específico, sobre los artefactos informacionales.

En todo caso, ciencia y técnica documental, en su devenir, auparon el racionalismo con el objetivo de disminuir los daños colaterales del sentido común, y evitaron trabajar con las sensaciones, la imaginación y la creatividad "debido a la reducción de la complejidad de la información, desperdiciando la experiencia que va más allá de la demostración factible y objetiva" (Francelin, 2013).

Las alianzas de las Ciencias de la Información con los postulados de las disciplinas científicas como garantes de objetividad, con la matematización como entidad comprobatoria y las formalizaciones de los argumentos, con las habilidades y experiencias de los investigadores, posibilitó el tratamiento de conocimiento contextualizado, lo mismo astronómico que agrícola. Por esa razón, cuando el análisis de dominio se empodera de las tendencias de investigación, las Ciencias de la Información también lo adoptan como un ejemplo de su adaptabilidad teórica y metodológica en medio de su aspiración posmoderna.

Las bases filosóficas de las Ciencias de la Información han transitado por distintas corrientes. Entre las más recurrentes, las realistas/objetivas, estrechamente vinculadas con la documentación y la información científica; y las idealistas/subjetivas, resultado de la impronta de las disciplinas que se agrupan en las ciencias cognitivas, conectadas con las teorías de la percepción.

En el análisis de información multimodal (Assumpção y Lopez, 2016), en la discusión sobre la relevancia de la información y en las teorías de la Recuperación de Información, por ejemplo, se describen distintos grados de realismo e idealismo para tratar las experiencias y expectativas de los sujetos de conocimiento o las distancias semánticas entre demandas y documentos.

Hjorland (2004) precisa las condiciones del realismo pragmático en las dinámicas objetivas-subjetivas de la Organización de información. La objetividad implica un acuerdo con el objeto a ser representado, mientras que la subjetividad es un acuerdo con el sujeto que produce el objeto. La objetividad empero no debe confundirse con la intersubjetividad.

La indización, por ejemplo, no es objetiva porque los indizadores acuerden un descriptor, es objetiva porque identifica el contenido a ser usado en un recurso específico. Sin embargo, el criterio todavía vigente para evaluar este proceso no está en la calidad del uso posterior, radica en los grados de acuerdo entre los indizadores (consistencia), una huella del empirismo en el procesamiento de la información. Incluso cuando todos los miembros de una comunidad compartan las mismas ideas, su conocimiento es intersubjetivo pero no necesariamente objetivo.

El constructivismo social, para Hjorland, representa la ideología dominante y por eso las alternativas al positivismo radican en comprender las variaciones en diferentes contextos teóricos y epistémicos que multiplican los caminos para llegar y compartir el conocimiento.

La Organización de la información se ha alineado desde sus orígenes al racionalismo de las sistematizaciones enciclopédicas y metodológicas de las ciencias porque no trabaja con información abstracta, sino registrada y estructurada. De hecho, las relaciones establecidas por esta disciplina con el desarrollo y comunicación de las ciencias, y con las teorías que progresivamente se acercan a la verdad, fueron el anclaje de las clasificaciones bibliográficas del conocimiento y de los métodos de indización de asuntos. La visión decimonónica de las ciencias, que está en la base de las estrategias de la indización profesional, es la excusa de una práctica que aún hoy es pretendida y globalmente centralizadora, excluyente y apolítica.

Los métodos y técnicas para el análisis y síntesis de los contenidos han intentado protegerse de la subjetividad dudosa a través de la reducción semántica y de la selección de términos que trasciendan las épocas, como herramientas de un conocimiento universal. Pero, si las mismas palabras sirven unas veces para lo cierto y otras para la falsedad, uno de los sesgos analíticos de la indización es no terminar de trascender a lo discursivo y a la intertextualidad y continuar aupando sistemas metodológicos que identifiquen exclusivamente "contenido" y no "contenido descriptivo", contenido inferido, lo cual estudió Marandin desde los 80 en sus dimensiones de la tematización.

Antes de que terminara el siglo XX, Landry (1998) cuestiona la discusión entre el contenido manifiesto y el latente. Para el análisis de la mentira sutil, por ejemplo, que conlleva una elaboración discursiva persuasiva y un juego con las estructuras profundas de la significación, ambas dimensiones pueden ser altamente complejas de identificar y tratar. El análisis de lo explícito debiera ser, en efecto, la primera etapa del programa de investigación, a la que seguiría el análisis de lo latente, que puede ocurrir -y de hecho, ocurre- más allá de la palabra y que requiere ventilar otras categorías, generalmente paralingüísticas.

Los peligros de la posverdad vuelven a colocar en la discusión teórica de la Organización de la información si es más importante conocer la palabra o el hecho que la palabra designa, distinción a la que alude Putnam en su "división lingüística del trabajo" y que renueva el escenario de las designaciones múltiples o las contradicciones entre los modelos léxicos (palabras), terminológicos (cosas) y semióticos (la relación entre palabras y cosas, el sentido).

En esta línea, la investigadora francesa Muriel Ashlockadvierte que la práctica discursiva de la indización conlleva la creación de representaciones lingüísticas que pueden no coincidir con las expresiones de los autores o de los usuarios, apoyándose en las bases teóricas de los mundos posibles de Kripke. La legitimidad científica de la indización no se alcanza por la aplicación de rutinas técnicas sino por buscar arduamente los fundamentos teóricos que garanticen la estabilidad de la significación en medio de la inestabilidad de la designación (Amat, 2000). Ciertos frenos a la posverdad pueden encontrarse, también, profundizando en la Lingüística documental como proceso dinámico de relación de la información en diferentes situaciones de reproducción.

Ni la clasificación ni la indización, como procesos reguladores y refractivos de la gestión de contenidos, desaparecen con la disrupción y convergencia de recursos en el contexto digital, pero sí se dinamitan como práctica comunicativa elitista y asincrónica, apegándose a la inmediatez de los dispositivos y a la autorrepresentación de los autores/creadores.

La Organización de la información es el "núcleo duro" (Smith, 2009) de las Ciencias de la Información, aquello que la identifica de otras áreas que trabajan con la información, porque tiene la función de ordenar y estructurar, relegar y diferenciar, contextualizar y globalizar los recursos de información, no solo para propiciar el acceso (que también puede ocurrir en entornos caóticos), sino para que los sistemas de información se justifiquen en determinado ambiente y cumplan su rol social, mediar de forma concentrada e integrada con los activos del conocimiento.

Clasificar los recursos (misión antropológica), atribuir sentido (misión intelectual) y facilitar el acceso (misión social) son procesos exitosos de la Organización de la información cuando el usuario recibe la información correcta, en el nivel correcto y en la cantidad correcta. Para ello se requiere, además de gestionar los contenidos, ir más allá y evaluar si los objetivos del usuario fueron cumplidos (a través de estudios de usabilidad), y si la experiencia del usuario es o no (estéticamente) agradable.

Los patrones de acceso a los contenidos web exigen metainformación asociada a los recursos para interligarlos y ontologías comunes. En todos los casos, las descripciones resultantes provienen de actividades tradicionales como catalogar, clasificar e indizar, adaptadas a las interacciones digitales y a representaciones más dinámicas de la información para las que se requiere, además, el diseño visual.

La creación de un entorno de uso efectivo, eficiente, seguro, útil, memorable, y además placentero, divertido, entretenido, provechoso y motivador, concilia en la Organización de la información dosis de pensamiento científico y artístico; una mayor simplicidad de lo estructurado y márgenes más amplios de lo estructurante, pero sobre todo, alianzas con la reflexión crítica para preservar los valores de la inteligencia humana.

1.3 Implicación de la curaduría de contenidos

El cambio en el orden cognitivo, emocional y sociocultural de las comunidades virtuales se produce a través de nuevas prácticas expresivas (como los emoticonos), de la colaboración -tanto en la escritura (tipo wiki) como en la narrativa [4] (en la producción de mensajes)-, y de las "intermediaciones delgadas" (Ashlock, 2014), es decir, del carácter más fluido de las funciones editoriales.

Los recursos, productos y servicios de información son identificados en Internet con el nombre genérico de contenidos. La nueva relación entre los usuarios y los contenidos está supeditada a la cantidad de interacciones, al número de respuestas, de comentarios, y así se movilizan las consciencias en el mundo digital.

El contenido que se comparte en este ambiente es reconstruido o intervenido continua y libremente por el autor/usuario en cinco aspectos: el físico, el emocional, el sensorial, el histórico y el de la memoria; en una frecuencia instantánea gracias a la utilización de los dispositivos móviles y en una producción en espiral de nuevos contenidos debido a la recurrencia del debate, la crítica y la opinión.

Esta ampliación del contexto enunciativo desequilibra drásticamente la estimación de los efectos interpretativos y, por tanto, la presunción de relevancia. El desplazamiento sistemático de los roles de autor/usuario supone, por una parte, una mayor diversidad en los registros y estilos donde se coloca lo que se sabe o se cree saber para satisfacer determinadas expectativas, y por la otra, una desactivaciónconstante de la incredulidad para asumir las verdades de los textos más diversos.

En este escenario, algunos participantes desarrollan tretas y maniobras discursivas para alcanzar sus propios objetivos, provocando irregularidades informativas, a las que se llega cuando desconocen o infringen intencionalmente las reglas de la praxis lingüística (cantidad, calidad, modo, cortesía y relevancia). Dos de ellas se relacionan directamente con el fenómeno de la posverdad: el incumplimiento de la máxima de calidad es la mentira, el estado en el que ni se comprueba ni se justifican las fuentes de la información aportadas; el incumplimiento de la máxima de relevancia es un engaño, supone pulsar desmesuradamente los estímulos de los usuarios para captar su atención a toda costa y condicionar infererencias desleales.

Las prácticas de producción y circulación de información web, si bien resultan oportunidades para la canalización de la opinión ciudadana pueden distorsionar y ocultar información útil si "no aportan calidad a nivel de contenidos, solo experiencias de producción no-profesional poco fiables" (Carr, 2005). De esta manera, tanto las herramientas como las prácticas que permitan reagrupar contenidos (otra vez la Organización de la información) se imponen para reducir la cacofonía documental, legitimar el uso local e inmediato de información y rentabilizar la industria de la información en un nuevo espacio público.

La curaduría de contenido emerge a inicios del siglo XXI en contextos anglosajones, Estados Unidos e Inglaterra, para contrarrestar los efectos de la recomendación automática de contenidos, en dos vertientes: como proceso de preservación de información digital a largo plazo y como proceso asociado al filtrado humano de información en la red sobre un tema específico. Esta última no se encuentra orientada a la creación de más contenido, sino a dar sentido a lo que otros crean, encontrando el contenido mejor y más relevante atendiendo a los propósitos establecidos (Utrera, 2013).

Desde el punto de vista práctico, se colectan los contenidos en un solo lugar, de la forma más simple posible, se identifican los que se difunden rápidamente y en pocos caracteres, cronológicamente y se crean nuevos punto de vista. El componente más importante de la curaduría de contenidos es la continuidad (Bhargava, 2010), una expresión de la instantaneidad y de la velocidad de los flujos de las creencias y de los deseos sobre determinado evento o asunto. La búsqueda filtrada de contenidos en múltiples medios para reconstruir un acontecimiento o apoyar una hipótesis funciona como un proceso de rescate de la objetividad en un escenario de resistencia ante el influjo dela posverdad.

En la era de la posverdad, la curaduría de contenidos implica, además de conocimientos y habilidades para la búsqueda, selección, caracterización y difusión de la información, una actitud crítica, reflexiva y ética. Esta mediación no puede ser ingenua o mecánica respecto a los intereses culturales e ideológicos que están en el contenido a ser representado. Lo que la curaduría de contenidos puede y debe discernir es cómo usar todas las herramientas posibles para que la verdad impere en los mismos escenarios donde se produce la mentira.

La pluralidad de opiniones informadas es una condición indispensable del desarrollo democrático de nuestras sociedades, afirma Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, en la segunda entrega digital de El Correo en 2017, dedicada a los medios de comunicación: verdad contra mentira. De este modo, la más global de las instituciones culturales reafirma su compromiso fundacional de apoyar la información y la comunicación a fin de construir la paz en la era de la posverdad.

Es el ciudadano, como usuario y ser cultural, la razón de los contenidos; un agente activo y determinante; libre de escoger el contenido e interactuar con él; con potencial y capacidad para producir y mediar. Para ello, ni la Organización de la información, en general, ni la curaduría de contenidos, en particular, deben basarse en afectos o razonamientos guiados por la emoción sino en información contrastada y transparente, la cual debe constituirse como un elemento estratégico en las políticas públicas de la sociedad de la información, las que existen y las que quedan por formalizarse.

 

2. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Alonso, J. y Cordón, J. A. (2015). El libro como sistema: hacia un nuevo concepto de libro. Cuadernos de Documentación Multimedia. Vol. 26.

Amat, M. (2000). Les Fondements théoriques de l'indexation. Une approche linguistique. Paris: Association des professionnels de l'information et de la documentation (ADBS).

Ashlock, J.A. (2014). Redefining the Middleman. Recuperado de: http://www.digitalbookworld.com/2014/redefining-the-middleman/.

Assumpção, L. y Lopez, A. (2016). O conhecimento científico e a multimodalidade informacional. Inf. Inf., Londrina, 1 (21) , pp. 04 – 28.

Bhargava, R. (2010). "Manifiesto por el curador de contenidos digitales: ¿La mejor profesión de Social Media del futuro?" Recuperado de: http://www.masternewmedia.org/es/2010/11/03/content_curation_por_que_el_content_curator.htm.

Buen Abad, F. (2017). Semiótica de las falacias: ética entre la "Pos-verdad" y la "Plus-mentira". Recuperado de: http://www.papelesdesociedad.info/IMG/pdf/fernando_buen_abad_dominguez-telesur.pdf.

Carr, N. (2005). The amorality of Web 2.0. Recuperado de: http://www.roughtype.com/archives/2005/10/the_amorality_o.php.

Francelin, M. M. (2013). Razão, ciência e os sentidos da informação. DataGramaZero - Revista de Ciência da Informação, 4 (14).

Higgins, K. (2016). Post-Truth: Una guía para los confundidos. Revista Nature. Recuperado de: http://www.scientificamerican.com/espanol/noticias/post-truth-una-guia-para-los-confundidos/

Landry, R. (1998). L´analyse de contenu. Recherche sociale. De la problemátique à la collecte des données. Benoit Gauthier (Ed.). Sillery, Presses de l'Université du Québec. pp. 329-356.

Viner, K. (2016). How technology disrupted the truth. Recuperado de: http://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth

Vizer, E. A. (2013). La metáfora ecológica en la era de la mediatización. En: Ecologia da Midia. Rublecki, Anelise & Barichello, Eugenia Mariano da Rocha. (orgs). Santa Maria: FACOS-UFSM.

Utrera, F. (2013). El curador de contenidos, una nueva profesión. Recuperado de: http://www.homodigital.net/2013/01/curador-decontenidos.html#.VBJNtsJ5N-9

 

 

Recibido: 2 de diciembre de 2017.
Aceptado: 26 de diciembre de 2017.

 

Dra. Ania R. Hernández Quintana. Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana. Cuba. Correo electrónico: aniahdez@fcom.uh.cu 

 

 

3. NOTAS

[1] http://twitter.com/OxfordWords/status/798675738060697601.

[2] Posverdad mejor que post verdad. Recuperado de: http://www.fundeu.es/re¬comendacion/post-truth-post-verdad-posverdad/.

[3] Higgins, K. (2016). "Post-Truth: Una guía para los confundidos". Recuperado de: Revista Nature. Recuperado de: http//www.scientificamerican.com/espanol/noticias/post-truth-una-guia-para-los-confundidos/.

[4] La narrativa colaborativa se articula a través de contenidos clasificados en nodos cuyo núcleo son las etiquetas (tags); estas a su vez funcionan como titulares que se agrupan en líneas de tiempo (timelines), poniendo en evidencia la instantaneidad y la espontaneidad que construye la agenda para los sujetos y las comunidades digitales.

 

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons