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versión On-line ISSN 2411-9970

ARCIC vol.7 no.16 La Habana mayo.-ago. 2018

 

Cartas al Editor

El Arte, los Artistas, el Tiempo y la Ciudad

Art, Artists, Time and the City

Nelson Ramírez de Arellano Conde1 

1Oficina del Historiador de la Ciudad, Fototeca de Cuba. La Habana, Cuba. Correo electrónico: liudmila.nelson@gmail.com

He escrito muy poco sobre la Ciudad, pero sin embargo, casi todo mi trabajo está indisolublemente vinculado a la ella. Lo mismo puedo decir de los restantes conceptos que me ocupan en este ecléctico razonamiento. Podría decir que me obsesionan las relaciones entre cada uno de ellos. Y aunque no haya encontrado antes espacio para este análisis, si he pensado mucho sobre estos temas, y creo que mis reflexiones pueden ayudar a comprender muchas de las decisiones que como artista, he tomado a lo largo de los años.

El espacio citadino es de manera general el contexto donde se desarrolla la mayor parte de la vida sociocultural del ser humano, y por esta razón, el Arte. Es la zona geográfica fundamental donde los Artistas, tradicionalmente, desarrollan sus estrategias creativas, productivas, promocionales y de mercadeo. Aquí se definen la mayoría de los escenarios para la relación con el Arte, e invariablemente todo esto resulta afectado por los diferentes ciclos que hemos definido como pasado, presente y futuro. A pesar de que en realidad estos conceptos no son para nada claros, y resulta especialmente difícil definir el alcance temporal del “presente”; porque se nos escapa continuamente en el mismo instante en que lo nombramos.

Por otra parte, el futuro no existe, no tiene la consistencia propia de la realidad hasta que no alcanza el punto en el que transita rápidamente por el estado de presente, para incorporarse a la inmensurable cantidad de información que llamamos pasado. Este extraño fenómeno es una de las características más fascinantes de la fotografía; en el momento en que apretamos el obturador para capturar una imagen, en esa misma fracción de segundo, ya se ha vuelto pasado, aunque nos empeñemos en llamarle presente; una paradoja absoluta cuando intentamos hablar de documentar, o retratar el presente.

Es interesante que el Tiempo sea la única dimensión que no podemos recorrer a voluntad en una u otra dirección. Los ejes espaciales X, Y, Z, que definen el espacio tridimensional, pueden ser recorridos en cualquier momento en cualquiera de sus direcciones, y sin embargo el eje del espacio Tiempo, corre incansablemente en una sola dirección; hacia delante; sin que podamos hacer nada para evitar su trazado. Podemos prever su curso, planificar el mañana, y registrar el presente para poder acceder a toda los datos que contiene cuando ya se ha transformado en pasado. Pero no podemos atraparlo realmente en un estado puro de presente. Me gusta pensar que aún en los momentos en que no me muevo ni un milímetro del lugar donde estoy, aún en ese lapso de quietud máxima, estoy invariablemente viajando en el Tiempo, hacia delante, creo que como no puedo evitarlo de ninguna forma, he optado por disfrutarlo, y desde mi asiento de viajero, observo y analizo, aprendo y luego creo.

Encuentro en las relaciones entre la Ciudad, el Arte, los Artistas y el Tiempo, infinitas combinaciones que se desarrollan en múltiples espacios, abriendo incontables caminos; muchos de los cuales no llegan a ninguna parte, a la par que crean diversos movimientos sociales y culturales que en algunas ocasiones generan cambios reales y tangibles en la vida de las personas, de ahí mi interés fundamental en los procesos del Arte.

Cada vez que pienso en su valor como motor impulsor del pensamiento y la sociedad, recuerdo a mi profesora de Historia del Arte que explicaba vehemente su interpretación de cómo cambió el mundo en el siglo XIV cuando los artistas comenzaron a redescubrir la perspectiva central. Ella nos contaba, que el pensamiento abstracto sobre la idea de Dios, y la doctrina escatológica del medioevo, hacía creer a las personas que la vida en la tierra era solo un corto estadio en el círculo infinito de la vida eterna, una purga necesaria para demostrar nuestra devoción a Dios. Por esa razón la representación pictórica era plana, bidimensional; rechazando la importancia de la tridimensionalidad y lo tangible de la carne, a favor de lo abstracto y lo metafísico. Las catedrales del medioevo demoraban varias generaciones en construirse. Esto ocurría como un hecho normal, porque eran sobre todo construcciones para alabar al creador de la vida eterna, y el Tiempo no era importante. Luego cuando los artistas comenzaron a redescubrir las esculturas romanas y griegas, anteriores al Cristianismo y redescubrieron el uso de la perspectiva, ese punto mágico en el que convergen todas las líneas de fuga se transformó en una metáfora de la finitud de la vida. El hombre, la filosofía, el pensamiento y la cultura, tomaron conciencia de que la vida era también una trayectoria en el Tiempo, con un principio simbólico en la parte inferior del marco y un final en el punto de fuga. Las catedrales comenzaron a ser más pequeñas, aunque no menos hermosas, pero sobre todo, se construyeron en el término de unos pocos años. Es cierto que aún alababan al señor todo poderoso, Dios, pero también al ego de los no menos poderosos que encargaban su construcción. En este momento nacen las ideas que nos llevaron a las actuales configuraciones de la Ciudad, el Arte, y el papel de los Artistas en la sociedad.

Podemos afirmar que antes de que el hombre se reencontrara con la idea de su propia finitud, los planos de planta de las ciudades tenían una suerte de punto de fuga que generalmente estaba emplazado en la plaza de la catedral, el centro del poder religioso que dominaba la vida de todos los habitantes. Las urbes medievales, corrientemente estaban organizadas como una serie de círculos concéntricos y pasajes radiales que llevaban directamente a este centro, de donde emanaba la idea de que la vida no tenía fin, la doctrina de la eternidad de las almas. Poco a poco, la lenta reconciliación con la materialidad de la vida fue dándole más fuerza a otros ejes, el poder político-militar, detentado por los reyes, la nobleza y los ejércitos, y el poder económico, representado por los comerciantes e incipientes burgueses. Estas ciudades comenzaron por evolucionar caóticamente debatiéndose entre la importancia de cada una de las plazas que fueron generando cada uno de estos poderes, hasta que apareció el concepto de la ciudad renacentista, con planta de cuadrícula y generalmente alguna línea diagonal que conecta los puntos más extremos de la ciudad. Las primeras ciudades diseñadas con planta de cuadrícula fueron construidas en América, tierra virgen que permitió la experimentación de los urbanistas, y La Habana, es una de ellas.

Por supuesto, analizó este proceso únicamente en el ámbito del desarrollo de la Ciudad en la llamada cultura “occidental”, y es por una razón fundamental, la idea del Arte que manejamos hoy día es también un concepto nacido dentro de esta cultura particular. El Arte, tiene un valor importante en todos los sistemas culturales que ha desarrollado el ser humano en todas las civilizaciones, ya sea por su contenido mágico-religioso o por su alto grado de especialización en la manufactura. Pero la idea del Arte como lo entendemos hoy en el mundo, es hija legítima de la transformación de la cultura judeo-cristiana en la cultura de la modernidad occidental. El Arte hoy, forma parte de los valores seguros, conocido también como “cielo seguro” en el cual solo están las joyas, el oro, los diamantes, el Arte, y hasta la crisis del 2008, los bienes inmuebles y la propiedad de la tierra. Aunque parezca increíble, el valor del Arte no desciende ni aún en los momentos de mayor crisis. Por supuesto que tiene que ser un Arte probado y aprobado por el Tiempo. Pero igual es significativo que en medio de la crisis del sector inmobiliario con miles de empresas y bancos de inversión quebrando en los centros económicos más poderosos, la caída de los precios del petróleo, etc., las cifras de las ventas de las grandes casas subastadoras, Christies, Sothebys y Phillips De Pury continuaron en ascenso, exceptuando una pequeña contracción en los precios del llamado Arte Contemporáneo, como si el mundo del Arte estuviera por un momento en un universo paralelo, a salvo de la debacle financiera.

Esta es una de las razones que fundan el mito del Artista Contemporáneo, que se convierte en un productor casi mágico, que crea a la vez valor simbólico y financiero. Inmersos en esta realidad, la urgencia del éxito se convierte en una verdadera obsesión, para los Artistas, que ya no está únicamente alimentada por la tradicional necesidad de nutrir el ego, relacionada con el reconocimiento, la trascendencia, el liderazgo e incluso la bonanza económica. Pero las muchas caras del triunfo, la victoria, el dominio y la superioridad, se han ido conectando en la tela de araña de la información dando lugar a combinaciones que tal vez, Andy Warhol anticipó, cuando expresó que en el futuro cada uno tendría acceso a sus quince minutos de fama. Y con esta frase vaticinó que la meta de los Artistas bien podría cambiar y convertirse directamente en la necesidad de notoriedad, gloria y popularidad, en una sola palabra ¨éxito¨ entendido en el sentido contemporáneo, multidimensional, interconectado, y global.

Siempre fue difícil para los artistas complacer a sus benefactores; los mecenas, los reyes, los cardenales, los burgueses, los bancos, los gobiernos, las fundaciones, los museos, los galeristas, los curadores y los coleccionistas. En esta carrera, el público, la mayoría, comenzó a tener cada vez menos importancia. Sin embargo, en la actualidad, ya importa poco la opinión de un grupo selecto de “connoisseurs” capaces de dictaminar si la obra en cuestión es Arte o no, y cuál es su grado de importancia. Galopando tras el éxito, lo más importante vuelve a ser la audiencia, una masa informe de público heterogéneo, que vota ¨likes¨ en Instagram, YouTube, Facebook y Tweeter, o que corren la voz de boca a oreja hasta el infinito, con los últimos chismes del mundo del Arte. En este contexto, el escándalo vuelve a ser la mejor herramienta para validar acciones que pasan a ser consideradas Arte por las masas en virtud de su popularidad y que validan la importancia de esos Artistas que logran utilizar estos mecanismos, que parecen traídos por los pelos desde el universo de los reality shows.

El efecto del escándalo es como un fogonazo, mientras más ruido, más humo y más polvo levante, más grande es la explosión, y mayor es la cantidad de público que atrae. En el Arte, la forma más efectiva de generar este efecto es contradiciendo abiertamente las ideas establecidas, atacando los sistemas ideológicos que se basan en perpetuar un conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad, aquello que conocemos como una parte importante de lo que denominamos ética. Más específicamente dirigiendo el ataque al conjunto de valores que se relacionan con aspectos tan esenciales de la vida diaria como la sexualidad, la religión o la política. Sin embargo, en una sociedad laica, supersticiosa, pero casi atea, a pesar de la importancia cada vez mayor de las religiones en nuestro país; en una sociedad sexualmente liberada como es la cubana, casi el único punto de contacto para una explosión social que pueda generar un escándalo en Cuba, es la política, de ahí que muchos Artistas dirijan sus esfuerzos en la persecución del éxito en esta dirección.

Personalmente, al menos en el campo del Arte, prefiero los que empujan lentamente la rama, aprovechando su flexibilidad, cambiando su dirección sin romperla; a aquellos que la tuercen bruscamente buscando aparentemente un cambio radical, cuando en realidad es evidente que van tras el chasquido de la ruptura, el ruido del estallido, y poco les importan las consecuencias de sus actos, y que al final la rama rota sea aún más rígida, haciendo más difícil el trabajo de los que apuestan por el progreso evolutivo, sin rupturas, y con paciencia. Por esta razón, me cuesta mucho apreciar la obra de los Artistas que usan el escándalo como estrategia para la proyección de sus carreras.

Sin embargo, no puedo negar que con el paso del Tiempo, ambos caminos afectan la forma en la que la Ciudad evoluciona. Es cierto que las explosiones repentinas duran poco, el breve espacio en que se escucha el estruendo, se levanta el polvo que parece humo y se desploma el edificio. En unas horas ya no queda nada del evento dinamizador, pero tampoco queda el edificio, o más bien queda su ausencia, el paisaje cambia, en muchas ocasiones, con un poco de suerte, la Ciudad reverdece con la aparición de parques, pero aquí, ya empieza a entrar en juego otro tipo de cambio que sobreviene siempre a los cambios revolucionarios, porque después de destruirlo todo, no nos queda otro remedio que volver a levantar estructuras y organizar los espacios. Este otro tipo de cambio es el que llamo, ¨constructivo¨, tiene una evolución lenta, pasan meses y a veces años para que se desarrolle un volumen lo suficientemente significativo como para que modifique el paisaje de forma radical. Tiene un desarrollo mucho más orgánico, porque se rige por leyes y tiempos más cercanos a la evolución.

Quizá por esto me fascina el Tiempo, creo que es en la Ciudad donde mejor se aprecia su desarrollo, cuando miro las fotografías de hace 40, 60, u 80 años, y reconozco los lugares, siento una emoción especial. Pienso en todo lo que ha cambiado, y en lo poco que conozco, por más que intento, acerca de ese pasado que teñido por el tiempo se nos antoja hermoso y glamuroso. Lo comparo constantemente con el presente, imagino y superpongo en mi mente las imágenes de múltiples momentos como si fueran capas semi-transparentes. Los cambios son casi tan sorprendentes en ocasiones como su ausencia. Quizá a tono con la irónica insatisfacción humana, espero ver cierto progreso donde no lo ha habido, y lamento la evolución en otros espacios que han perdido de cierta forma la hermosura del pasado. Imagino también el futuro, y acepto que inevitablemente casi todo lo que me importa será diluido en el Tiempo, y a un paso de un milenio, solo unos poco nombres y hechos significativos sobrevivirán. Estos pensamientos me inquietan, provocándome una suerte de vértigo, miedo y atracción, hacia ese mañana lejano en que todo lo que es significativo para mis contemporáneos será un hecho histórico que esos seres del mañana podrán leer en los libros de historia, suponiendo que lean y que aún existan libros de historia. Tantas emociones, alegrías, dolores, encuentros, rupturas, tantos sacrificios, tantos sueños entregados a la construcción de un mañana mejor, para que en ese mañana con mucha buena suerte, solo seamos figuras históricas, o componentes insignificantes de la masa. Puede parecer un poco desalentador este pensamiento, pero me reconforta cada vez que debo tomar una decisión, pensar, si en 500 años podría tener algún tipo de relevancia; la respuesta es casi invariablemente que no.

A pesar de eso, medito, sobre todo qué futuro habrán imaginado otros en todos esos pasados que me asaltan cuando miro las fotografías antiguas. Especulo sobre sus dilemas, sus decisiones, todos esos posibles caminos que pudieron tomar y el que finalmente tomó que nos ha llevado hasta este presente que muchos como yo intentan develar, comprender y hasta vaticinar. Qué gran paradoja, intentar predecir el presente, de cierta forma, así me siento cada vez que tomo una fotografía. La imagen capturada se convierte instantáneamente en pasado, más sin embargo, todo mi esfuerzo va en el sentido de intentar adivinar qué es lo que está sucediendo ahora, en este presente que parece sencillo de entender, pero que sé muy bien no será comprendido hasta años más tarde cuando se convierta en pasado y la historia lo interprete a como dé lugar, en ese momento impredecible del futuro. Pienso también en todo lo que anhelamos y todo lo que tememos de ese mañana inescrutable que solo podemos imaginar. Parece difícil escapar al destino globalizado; tan difícil como escapar al cielo, que es lo único que compartimos por igual en todo el planeta, sin importar las fronteras, los sistemas, ni las ideologías; sin embargo, no pierdo la esperanza de que logremos conservar de cierta forma, casi como por la magia del Arte, un tono de azul particular, único, que identifique exclusivamente al nuestro.

Recibido: 16 de Junio de 2018; Aprobado: 02 de Julio de 2018

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