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versión On-line ISSN 2411-9970

ARCIC vol.8 no.21 La Habana sept.-dic. 2019  Epub 01-Dic-2019

 

Itinerarios de Investigación

Dinámicas de población, comunicación y sostenibilidad ambiental: nexos para el desarrollo

Population dynamics, communication and environmental sustainability: links for development

Dra. Dixie Edith Trinquete Díaz1  * 

1Profesora Auxiliar. Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Cuba.

RESUMEN

En este artículo se proponen algunas pautas teórico-metodológicas para abordar las interrelaciones entre comunicación, población y sostenibilidad ambiental, desde los postulados de la propuesta de la Comunicación sobre población. El análisis muestra la pertinencia de tomar en cuenta otras variables en el análisis como la educación, los modelos de desarrollo, la pobreza, las relaciones de género, los conceptos de inclusión, entre otros. Cualquier proceso de información y educación vinculado con estos temas requiere de un enfoque holístico, con participación de numerosos espacios y disciplinas que intervienen en la construcción de conocimientos.

Palabras Clave: Comunicación; demografía; ambiente; sostenibilidad; desarrollo; comunicación en temas de población

ABSTRACT

This article proposes some theoretical-methodological guidelines to address the interrelationships between communication, population and environmental sustainability, from the postulates of the proposal of the Communication on population. The analysis shows the relevance of taking into account other variables in the analysis such as education, development models, poverty, gender relations, concepts of inclusion, among others. Any information and education process linked to these issues requires a holistic approach, with the participation of numerous spaces and disciplines involved in the construction of knowledge.

Keywords: Communication; demography; environment; sustainability; development; communication on population issues

1. Introducción

Las interrelaciones entre población y medio ambiente han sido motivo de preocupación a nivel internacional -y de no pocas controversias- en las últimas décadas. Cuando la comunicación se agrega a ese dúo, las polémicas se complejizan.

Tanto en la llamada Agenda 21, plan de acción aprobado por la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (ONU, 2009), como en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (ONU, 1995), se reconoció “la complejidad de las interacciones entre crecimiento demográfico y consumo de recursos, la distribución de las personas y las presiones que éstas ejercen sobre su medio ambiente” (ONU, 1995).

El Plan de Acción de El Cairo -del que este año se acaban de cumplir 25 años de plena vigencia-, definió específicamente que "la satisfacción de las necesidades humanas básicas de una población en aumento depende de que haya un medio ambiente saludable" y que "los factores demográficos, junto a la pobreza y la falta de acceso a los recursos en algunas regiones, pautas de consumo excesivo y de producción derrochadora en otras, provocan o agudizan los problemas de degradación del medio ambiente y agotamiento de recursos y, por ende, impiden el desarrollo sostenible" (ONU, 1995).

El crecimiento y distribución espacial de la población pueden tener repercusiones diversas sobre el medio ambiente y el desarrollo humano sostenible, así como lo que suceda con el ambiente tendrá incidencia en el bienestar de la población. A medida que la población va creciendo y el ritmo de urbanización persiste, es probable que las tecnologías que agotan los recursos, los estilos de vida que generan una excesiva cantidad de desperdicios y las prácticas económicas que a menudo entran en conflicto con la conservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible ejerzan efectos sin precedentes sobre nuestra atmósfera, nuestras tierras y bosques, nuestros recursos minerales y energéticos, nuestros océanos y calidad de nuestra vida.

En Cuba, con tasas de mortalidad y fecundidad muy bajas desde hace más de tres décadas, al extremo de que no se cubre la tasa de reemplazo poblacional desde 1978, y con una migración de saldo negativo, la población está decreciendo ya de manera natural y los indicadores de envejecimiento demográfico tienden al crecimiento vertiginoso. La movilidad interna de la población cubana, por otra parte, a menudo ha estado relacionada, justamente, con políticas que no han tenido en cuenta la relación población-desarrollo; pero también con la ocurrencia de fenómenos meteorológicos como los huracanes, tan comunes a la realidad cotidiana de este archipiélago caribeño, y con el cambio de configuración geográfica de localidades costeras.

“El cambio climático viene agravando -y agravará en el futuro-, los problemas ambientales acumulados en el país, convirtiéndose paulatinamente en un factor determinante del desarrollo sostenible”, asegura la llamada Tarea Vida, plan del Estado cubano para el enfrentamiento al cambio climático (CITMA, 2017).

Los principales conflictos identificados son la degradación de los suelos, afectaciones a la cobertura forestal, contaminación, pérdida de la diversidad biológica y carencia de agua. Actualmente el clima es más cálido y extremo, el régimen de lluvias está cambiando y el nivel del mar está subiendo. “De no tomar las medidas de adaptación que correspondan, para el año 2050 desaparecerían 14 asentamientos, de estos 11 rurales y 100 tendrían afectaciones parciales. Se estima que se afectarían 14.195 viviendas de uso permanente y 3.168 de uso temporal; así como 1.367 instalaciones. Lo anterior implicaría 41.310 personas desplazadas” (CITMA, 2017).

Estas coyunturas demográficas y ambientales obligan a Cuba a planear su futuro teniendo en cuenta la relación entre dinámica de población, ambiente, comunicación y desarrollo. Así, reconocer las interrelaciones entre población y medio ambiente constituye una prioridad para planificar la vida y el desarrollo sostenible de cualquier sociedad, cuyo fin último es el mejoramiento de la calidad de vida de todas las personas, el desarrollo económico y la reducción de la pobreza. En ese sentido, la esencia del desarrollo sostenible es que todas las personas tengan igual acceso a las oportunidades de desarrollo.

El concepto de desarrollo sostenible incorpora también la obligación moral de hacer por las generaciones que nos sucederán por lo menos lo mismo que nuestros predecesores hicieron por nosotros e implica, igualmente que es necesario hacer inversiones suficientes en educación, salud, de manera que no se creen deudas sociales para las generaciones futuras (ONU, 2009).

"Los recursos deben usarse de manera que no se creen deudas económicas, sociales o ecológicas, al explotar excesivamente la capacidad de sustento y producción de la tierra” (PNUD, 1994).

El debate creciente de los últimos años sobre las interrelaciones entre población y ambiente ha mostrado la pertinencia de tomar en cuenta otras variables en el análisis como la comunicación, la educación, los modelos de desarrollo, la pobreza, las relaciones de género, los conceptos de inclusión, entre otros. Pero también se ha pronunciado de manera crítica sobre algunas tesis como, por ejemplo, la que afirma de manera absoluta y un tanto alarmista que el crecimiento de la población es la causa de los problemas ambientales o de desarrollo económico.

Frente a estas posiciones se han opuesto otras líneas de pensamiento que intentan minimizar el crecimiento poblacional y más bien plantean que los problemas más importantes que afronta el mundo moderno no son físicos (por escasez de recursos) o ambientales (por los efectos del clima) sino sociopolíticos y están basados en la desigual distribución del poder, tanto internacional como dentro de cada país en particular.

Ese debate, aún no concluido, y al que a veces suelen faltarle argumentos, información, visibilidad, ha demostrado con creces la complejidad de las relaciones entre comunicación, dinámicas de población y sostenibilidad ambiental.

El nivel de educación que alcancen las poblaciones también es significativo a la hora de analizar los procesos de acuerdo con este acercamiento, no solo porque influye en el número de hijos que una pareja puede desear o procrear, sino porque poblaciones bien informadas y con acceso a vías de comunicación diversas estarán en mejores condiciones de proteger el entorno en que viven.

Otra certeza compartida por la mayor parte de quienes se desempeñan en estos ámbitos de estudio es que, a menos que se enfrenten los problemas de la pobreza, no se podrá garantizar el carácter sostenible del medio ambiente, lo que implica atender las necesidades de salud, educación, nutrición, es decir, mejorar el capital humano.

"Por cuanto la acumulación del capital humano puede reemplazar algunos tipos de recursos agotables, debe considerarse el desarrollo humano como una contribución importante al carácter sostenible" (PNUD, 1994).

Cualquier proceso de información y educación vinculado con estos temas requiere de un enfoque holístico, con participación de numerosos espacios y disciplinas que intervienen en la construcción de conocimientos. A los medios de comunicación, en general, les corresponde desarrollar estas temáticas mediante el intercambio de saberes con sus audiencias, que debe partir de un conocimiento eficiente de los contenidos por parte de los emisores, pero también del estudio de las características y de las necesidades de los grupos receptores (Tuirán, 1996).

Es importante acotar que el concepto de medios de comunicación está hoy en evolución y las más recientes definiciones incluyen en él no sólo a aquellas instituciones especializadas en la captación, procesamiento y presentación de informaciones, sino también a ese otro entramando informativo que se va generando en el entorno de espacios alternativos de información que incluyen a las redes sociales. Ello no solo cambia el concepto de medio de comunicación, sino también el de audiencias, que pasan de ser simples receptores a actores o protagonistas de los procesos comunicativos.

En 1986, el académico e investigador español Manuel Martín Serrano expuso en La producción social de comunicación su Teoría Social de la Comunicación. En ella enfatizó cómo los medios de comunicación son aparatos mediadores de la sociedad y proporcionó, en consecuencia, un referente esencial para valorar su papel como entidades que, articulando procesos referenciales y cognitivos, intervienen en la representación de la realidad, en paralelo a otras instituciones mediadoras que “administran la producción y la oferta de información” (Martín Serrano, 1986), como las instituciones del Estado, la escuela, la iglesia, la familia, y los centros de investigación científica.

Sin embargo, es evidente que en Cuba los medios de prensa no están cumpliendo esos roles. Investigaciones realizadas en el país han constatado problemas como las trabas múltiples que se derivan de rutinas productivas mal estructuradas y excesivamente centralizadas; el difícil acceso de los periodistas a la información científica, por insuficiente preparación y entrenamiento, entre otras causas; y la poco sistemática relación que mantienen con las fuentes de información y producción científica oficiales, institucionales o académicas. Esta larga lista de asuntos está impactando directamente en la eficacia de los productos comunicativos en temas vinculados a las dinámicas de población y el ambiente, vitales para el funcionamiento de la sociedad cubana actual.

A esto se suma la falta de integralidad entre las políticas de población1, comunicación2 y protección ambiental3. Ellas avanzan con lentitud, en paralelo, sin nexos, articulaciones o intersecciones.

En general, existe una fractura entre la generación de conocimiento científico en el ámbito demográfico o ambiental y su amplificación a otros entornos sociales. El país no cuenta con un marco comunicativo institucional, sistemático y oportuno, para que se conozcan con precisión los retos que enfrenta en materia de población y medio ambiente, los informe y promueva reflexiones al respecto. La carencia informativa es también una seria limitante ante cualquier intento de informar y educar a la población en temas que involucran cambios de comportamientos y toma de responsabilidades. En primer lugar, porque la información no equivale al conocimiento. Suministrada en exceso, o mal dirigida, tiende a la saturación y puede generar más confusión que claridad, si no existen en el proceso de comunicación marcos teóricos, conceptuales y organizativos que le otorguen coherencia y equilibrios.

Para que la producción científica se convierta en conocimiento que permita cambiar conductas, requiere de soportes conceptuales que den sentido a ese proceso (Morín, 1984). Y de estructurarse sobre el entramado de la comunicación, entonces también resulta imprescindible conocer cuáles mediaciones actúan en ella, y a través de qué mecanismos lo hacen.

Aunque ha sido demostrado que las personas no toman decisiones relativas a su reproducción y al tamaño de sus familias; en función de coyunturas demográficas o ambientales, cualquier proceso social viene acompañado, también, de una impronta comunicacional que vale la pena estudiar. ¿Cuáles son los fundamentos téorico-metodológicos fundamentales para articular una relación entre comunicación, dinámicas de población, sostenibilidad ambiental y desarrollo? La respuesta a esta interrogante emerge como zona vital de la presente propuesta de sistematización.

DESARROLLO

2. Mix de teorías

Una mirada a las teorías de la comunicación a lo largo de su historia, desde la perspectiva británica de los Estudios Culturales hasta su posterior adaptación al contexto latinoamericano a partir del desarrollo del paradigma de la recepción activa4, puede contribuir a perfilar la relación entre dinámicas de población, comunicación y sostenibilidad ambiental que este estudio busca articular.

Las investigaciones comunicológicas al interior de la Escuela de Birmingham, y en América Latina, apuestan por un concepto de comunicación imbricado con la cultura. Observar e interrogar al público, considerarlo como ente activo, permite estudiar con profundidad los dispositivos que favorecen el proceso de reproducción de lo social. El sujeto, considerado hasta entonces como protagonista de una eterna somnolencia (Bonilla et al, 2012), se convierte a los ojos de teóricos y profesionales de la información en actor y productor de sentido.

La segunda mitad del siglo XX, sobre todo sus últimas décadas, constituyó un escenario para hablar y escribir sobre la experiencia, la ideología, la identidad, la resistencia, la hegemonía; de la cultura “culta”, de la popular; de culturalistas y estructuralistas; de audiencias, contexto y texto; de significados, religión, base y superestructura. Pero también, y con particular protagonismo en el continente latinoamericano, es la época del debate conceptual acerca del deber ser de las investigaciones y de las políticas de población, las aspiraciones dirigidas a conseguir una cultura demográfica5, una cultura ambiental6 y de la relación entre la población, el desarrollo y la sostenibilidad ambiental.

Según el demógrafo y también teórico de la Comunicación Armand Mattelard, “se pasa de lo mecánico a lo fluido. Entre una y otra forma de pensar, las categorías se enfrentan en un riguroso cara a cara: por fuerza, responde el flujo; ante la rigidez, la flexibilidad; ante la estabilización, la renovación permanente; ante la causalidad lineal, la causalidad circular; ante el cierre, la apertura; ante la suma y la yuxtaposición, la transversalidad” (Mattelart, 1987: 75).

Tanto el paradigma comunicativo centrado en los procesos de significación, como las esencias de las teorías difusionistas y de la interacción social asociadas con la transición demográfica, o las claves de la relación población-desarrollo, apuntan a una misma diana: las personas como protagonistas del proceso, generadoras de sentidos propios a partir de la información que reciben, y también “productoras” de contenidos.

"En el horizonte se perfila otro paradigma, el del reconocimiento del sujeto y la pertinencia de una teoría que parte de las percepciones de aquel, de su subjetividad, que acoja las oscilaciones de sentido, que capte la comunicación como un proceso dialogante donde la verdad, que nunca más será única, se desprende de la intersubjetividad" (Mattelart, 1991: 15). Ese es el marco en que se inscribe esta reflexión.

3. Cultura: la gran mediadora

En su modelo comunicativo, Martín Serrano detalla la existencia de actores, instrumentos y expresiones conjugados en la construcción de representaciones (Martín, 1986: 144). Esas representaciones están lo mismo en las expresiones que logran los actores que producen comunicación, como en las que se desencadenan en los receptores a la hora de consumir ese producto, mediante los distintos instrumentos de comunicación.

Por su parte, Martín-Barbero en su obra De los medios a las mediaciones, originada en la década de los 80, hace un doble desplazamiento: de los medios a las mediaciones y de la comunicación a la cultura, pues el sistema mediático -según él- estaba perdiendo su especificidad para convertirse en elemento integrante de otros sistemas de mayor envergadura, como el económico, cultural y político. En el texto se denota un reconocimiento del rol activo y productor de sentido del sujeto, el empleo del concepto gramsciano de hegemonía para explicar la cultura, así como la redefinición de lo popular, no como muestra de museo, sino como marcas de identidad de los grupos en el contexto latinoamericano (Martín-Barbero, 2008).

Pero este autor ha realizado readecuaciones a su interpretación sobre las mediaciones. Si en la primera edición de su obra en 1987, distingue como mediaciones a la cotidianidad familiar frente a la pantalla; la temporalidad social, con un tiempo repetitivo y fragmentado; la competencia cultural determinada por los diversos entramados tejidos por la cultura alrededor de los medios; y los géneros como estrategia de comunicabilidad; ya en el prólogo a la reedición de 1998, el propio autor traza otro mapa de conceptos, argumentando las nuevas complejidades en las relaciones constitutivas entre comunicación, cultura y política. Aquí relaciona elementos como las matrices culturales, los formatos industriales, las lógicas productivas y las competencias de recepción o consumo (Martín-Barbero, 2008).

Los dos enfoques del académico obligan a ubicarse en la realidad latinoamericana con su notable multiplicidad de convivencias histórico-sociales y mestizajes culturales, y a comprender el fenómeno comunicativo dentro de las articulaciones de los procesos sociales y de las mediaciones. Tanto su obra, como la de Martín Serrano y la de Thompson, son paradigmas para entender cómo los medios se imbrican a procesos sociales, ideológicos y culturales.

Un elemento primario de la cultura profesional es la ética de los periodistas. Al establecer la norma de informar de manera veraz, objetiva y oportunamente, implica que el reportero tenga conciencia de que la verdad, la objetividad y el valor periodístico dependen de la complejidad del contexto sociocultural y político. Con su producto comunicativo, el periodista debe procurar que el destinatario también esté consciente de ello (Faundes, 2006). En relación con la oportunidad debe inquietarle las consecuencias probables de la tardanza de una información o su omisión, así como los efectos negativos que pudiera producir una información superficial o apresurada.

La formación de la cultura profesional de los periodistas se concibe como el aprendizaje cotidiano de prácticas donde se mezclan códigos, estereotipos, símbolos, representaciones de roles, rituales y convenciones, en la concepción del producto comunicativo y las modalidades que guían su confección, en función de los medios y de la sociedad.

Así la ven Shoemaker y Reese cuando dicen que consiste en las “orientaciones profesionales moldeadas fundamentalmente en el trabajo (o por la educación) a través de un proceso de socialización” (Shoemaker y Reese, 1994: 87); y del mismo modo reflexiona Cecilia Cervantes, cuando aplicando a la labor de la prensa el concepto de habitus, de Bourdieu, habla de cómo en la práctica periodística se articula una serie de interiorizaciones o apropiaciones culturales que tienen que ver con la legitimación del periodismo a nivel social (Cervantes, 1995: 105-106).

Ciertamente, en los periodistas se ponen de manifiesto los principios universales que animan a una cultura ocupacional compartida, así como valores, creencias, actitudes individuales y elementos que han sido formados tanto en la preparación académica como en las redacciones, sin desligarse de la conciencia de su inserción dentro del contexto social.

4. Comunicación sobre población: articulación de muchas miradas

La necesidad de promover cultura demográfica y ambiental en la población del planeta es reconocida -de forma implícita o explícita- desde la segunda mitad del siglo XX. Las preocupaciones en torno al crecimiento demográfico global impulsaron a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a convocar a la comunidad internacional a una serie de conferencias mundiales sobre población (Trinquete, 2016), que tuvieron en la cita de El Cairo, en 1994, su momento cumbre. Este cónclave tuvo un carácter más político y desde entonces comenzó a dominar una visión de la investigación científica más vinculada al desarrollo humano; una postura cercana a la comprensión de que la ciencia, como proceso social, funciona en indisoluble relación con el contexto social que la envuelve y condiciona (Núñez, 1999).

En El Cairo se consideró que el mensaje esencial del Programa de Acción emanado de la CIPD “fue que los temas de población son asuntos de desarrollo” (Benítez, 1999), una definición que implica la visión plena del carácter social de la ciencia demográfica, pero también una impronta en procesos asociados de educación y comunicación para el desarrollo. Esta interpretación comprende no sólo los factores sociales y económicos vinculados al desarrollo, sino también los culturales y ambientales; la estructura familiar, los recursos y los derechos humanos: la Conferencia de El Cairo, en resumen, posicionó al ser humano en el centro de los análisis de las ciencias de la población.

Justo en el Programa de Acción de El Cairo (ONU, 1995), la educación en población7 aparece, aún de manera indirecta y sin una conceptualización clara, como parte de un conjunto de actividades de información, educación y comunicación en materia de población, identificadas por las siglas IEC; “con lo cual se puso por delante una categoría meramente instrumental como es la IEC, frente a lo que sería un concepto educativo integral y articulado” (Arriaga, 1997).

Sesgada por las ya citadas teorías demográficas de la época, vinculadas al temor del crecimiento excesivo de la población, la necesidad de educar y comunicar trasciende no como concepto integrador y sistémico, sino dirigido casi exclusivamente a la divulgación de aquellos conocimientos necesarios para la planificación familiar y el control de la natalidad.

Sin embargo, un cuarto de siglo después de El Cairo y pasado ya un largo proceso de seguimiento de los acuerdos de la CIPD, la educación y comunicación sobre población han evolucionado y abarcan campos de pensamiento y acción más amplios, con procesos “dirigidos a capacitar a las personas para la mejor comprensión de la naturaleza, las causas y las implicaciones de los fenómenos poblacionales a nivel individual, comunitario, nacional y global, comprendiendo el desarrollo de conocimientos científicos, valores y actitudes en aspectos de población y desarrollo, sexualidad, género, familia, derechos humanos, medio ambiente y otros” (Arriaga, 1997). Onu No deben separarse ambas perspectivas: la comunicación sobre población “forma parte de los esfuerzos de educación en población y de promoción de una nueva cultura demográfica” (Tuirán, 1996), siempre que sea concebida como un proceso permanente, planificado y sistémico.

La emergente teoría de la comunicación sobre población, que articula los ejes de información y educación, pero partiendo de una línea de base sostenida en la producción científica de la Demografía y otras ciencias, se va construyendo como una propuesta transdisciplinar apoyada en la capacidad de usar los conocimientos científicos para promover la toma de decisiones personales o sociales (Núñez, 2006).

Propuesta como el conjunto de acciones que impulsan la construcción de una cultura demográfica8 que actúe a nivel personal y tenga vigencia en el seno de toda la población, la comunicación sobre población, según Tuirán (1996), nace de postulados teóricos que establecen que el acto de comunicar implica la transmisión de mensajes de un emisor a un receptor, a través de canales definidos y con la ocurrencia de mediaciones diversas. Sin embargo, el demógrafo precisa que “esa transmisión de contenidos tiene la intención de obtener ciertos efectos deseados, que pueden consistir en una alteración del conocimiento que el receptor tiene acerca de alguna idea, en un cambio en su actitud hacia la misma y/o en un cambio en sus prácticas o conductas manifiestas” (Tuirán, 1996).

Aunque la mayoría de los teóricos de la Comunicación, sobre todo en épocas recientes, observan los cambios de comportamiento como un fin -generalmente a muy largo plazo- del acto de comunicar, no suele asumirse esta como una condición intrínseca, indispensable, para que ocurra el proceso comunicativo (Vidal, 2006).

Tuirán, entonces, está señalando en su definición conceptual un elemento definitorio de la comunicación sobre población: la concibe como un proceso social que nace de la investigación científica, propone una mirada más abarcadora de las dinámicas demográficas, ambientales, de movilidad, pero también de las decisiones individuales que las impactan.

Como ya se ha apuntado previamente, demógrafos como Gösta Carlsson (1966), John Bongaarts y Susan Watkins (1996) aportan a este análisis los enfoques difusionistas y de las interacciones sociales, incorporando el rol de la transmisión de información y de las redes sociales para la difusión y diseminación de comportamientos, básicamente reproductivos y asociados a la fecundidad, enmarcados en los enunciados de la segunda transición demográfica.

Bongaarts y Watkins, desde un enfoque más cercano al paradigma comunicativo centrado en los procesos de significación, defienden que la información, en tanto base de la comunicación, resulta un eslabón esencial en la cadena de influencias sobre las conductas y decisiones individuales. “De hecho, estará llegando al individuo aun cuando este no lo busque” (Rodríguez, 2013).

Estos demógrafos sostienen que los impactos de la información han trascendido los medios de comunicación convencionales, o asociados a instituciones sociales, políticas o académicas, y subrayan el rol de las redes informales de comunicaciones, tanto horizontales como verticales. O sea, defienden que las personas reciben e intercambian información desde muchos espacios, incluidos los medios de comunicación, pero también de sus grupos formales e informales de pertenencia, conocimientos que también estarán influyendo sobre las decisiones individuales.

Y ese análisis que Bongaarts y Watkins proponen con relación a las conductas reproductivas y la fecundidad en particular, vale para analizar lo que ocurre con cualquier proceso personal de toma de decisiones con impacto en la dinámica demográfica y ambiental, aunque en última instancia el individuo, eslabón final, tomador de las decisiones, siempre lo hará a partir de su situación vital concreta. Esta situación del individuo va a delimitar su actitud ante la información; se moverá entre los extremos de recepción acrítica y pasiva, hasta la búsqueda activa y crítica de aquella información relevante (Rodríguez, 2013).

Casi resulta obvio, por tanto, que para gestar una cultura demográfica y ambiental es preciso hacer uso de la educación formal e informal, así como de la que imparten los medios de comunicación, evitando manipulaciones innecesarias y buscando la apropiación profunda del sentido de los procesos ligados a la vida cotidiana de los individuos (Benítez, 1999).

La ciencia avanza a través de la construcción de consensos comunitarios. La naturaleza, la realidad, proporcionan respuestas, hechos, a las preguntas que se formulan a través de experimentos y observaciones. Pero son los investigadores y otros profesionales quienes deben interpretar, evaluar y adoptar conclusiones respecto a esa información. Luego, ese conocimiento debe ser compartido para llegar a ese individuo que toma, en primera y última instancia, las decisiones sobre su curso de vida. En la medida en que la ciencia es una empresa colectiva, la construcción de consensos, a través del debate, la polémica y las controversias, se convierte en un asunto de suma importancia (Núñez, 1999).

El reto es complejo, pues los procesos de comunicación sobre población y sostenibilidad ambiental deben ser holísticos e integrales, en tanto suponen explicar las funciones del cuerpo humano, las relaciones sexuales y sus consecuencias; propiciar la planificación de la familia y facilitar el acceso a los métodos anticonceptivos, pero también difundir la historia de la población desde sus primeros asentamientos, su distribución, los factores demográficos, geográficos y climatológicos que han determinado su crecimiento y eventos del curso de la vida, como los desplazamientos migratorios, el envejecimiento de las personas y la equidad en las relaciones entre los géneros, el acceso a recursos naturales, el impacto de la contaminación en las historias de vida individuales, entre otros muchos posibles asuntos. Igualmente, se deben analizar las relaciones entre dinámica y estructura de población, teniendo en cuenta, además, los factores condicionantes sociales, económicos, ambientales y culturales (Benítez, 1999).

La ciencia y la cultura emergen como resultado de procesos de construcción social apoyados por procesos comunicacionales. El conocimiento no debe considerarse una representación de situaciones independientes, sino parte de la propia experiencia, es decir, un material accesible, una participación, en que se incorporan elementos de reflexión, nociones de diferencia y semejanza (y, en consecuencia, de diversidad), lo que es posible para todos los individuos como poseedores de conciencia.

Se trata, pues, de alcanzar, por medio de la comunicación y la educación en población, una cultura general que incluya la comprensión de los procesos de transición demográfica y ambiental que se producen en los países y regiones, como parte del conocimiento necesario para explicarnos al ser humano y su historia, y también de los grandes procesos de cambio que se están produciendo a nivel global. Y es que no existe teoría de la ciencia desvinculada de una teoría de la sociedad.

4.1 En el vórtice de varias ciencias

Asegura Núñez (2006) que el siglo XX concluyó con un debate centrado en la necesidad de revisar el “contrato social de la ciencia”. La renegociación de los vínculos ciencia-sociedad plantea un conjunto de problemas epistemológicos, éticos, políticos, sociales que requerirían una revisión profunda de la práctica científica.

Las aspiraciones orientadas a la formación de una cultura demográfica y ambiental moderna obligaron, también, a la evaluación de la práctica científica desde perspectivas bien diferentes a las dominantes hasta fines de los años cincuenta del siglo XX. Una nueva etapa en la construcción del conocimiento acerca de las dinámicas poblacionales y su relación con el medio ambiente comenzó con la creación del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE) en 1958, un espacio académico y de investigación científica que defiende el valor de la comunicación sobre población y medio ambiente y del intercambio de saberes para producir consensos.

Pero para entender la combinación de acciones que deben intervenir en esa masiva ampliación de conocimientos, es necesario partir de una mirada que involucre y sobrepase a los medios de comunicación, pero también a la producción científica: considerar el concepto de cultura, y lo que significa la cultura demográfica y la cultura ambiental como campos de interacción específicos.

El término más general tiene una vasta definición. Entre las más abarcadoras está que cultura es “todo el proceso y el resultado material y espiritual de la especie humana, lo cual implica su historia, las diferentes actividades que realiza, el legado de la transformación física del medio, la conciencia, el lenguaje, los conocimientos, la ética, valores, sistemas de valores, creencias y doctrinas, los símbolos, los significados que atribuye a los objetos y a sus acciones, los referentes, gustos estéticos, las leyes y normas que regulan su vida, los hábitos, costumbres, tradiciones, en fin, el ser humano mismo transformado como resultado de su propia actividad, o sea, su ser físico y su ser espiritual” (Machado, 2009). Todo ello indica la amplia gama de aspectos contenidos en su integración.

Si se reconoce que la cultura es también “conocimiento socialmente adquirido y socialmente compartido y trasmitido” (Lage, 2001), y se retoma la tesis de Martín-Barbero de que es la gran mediadora de los procesos de comunicación, no es difícil entender que constituye uno de los elementos de acción más transversales en la sociedad.

De ahí que, en el caso cubano, para lograr una determinada política cultural -como lo son las demográficas y ambientales-, deben ser concebidas bajo un patrón holístico, mediante el despliegue de todos los procesos que intervienen en la construcción de saberes, incluida la comunicación. Como concepto integrador desde donde se articulan los esfuerzos para alcanzarla, ellas pueden asumirse como propuestas transdisciplinares, que nace en los entornos de la investigación científica (demográfica, ambiental) y se cruzan con las esencias de las teorías de la comunicación, de los estudios culturales; pero también de la educación popular y la comunicación para el desarrollo.

La educación popular (EP), nacida en el marco de la pedagogía crítica en América Latina a finales de los años 70 del siglo XX, es una corriente política y educativa, pero también un movimiento cultural, que busca aprendizajes anclados en el análisis crítico de la realidad. Como principal exponente se considera al pedagogo brasileño Paulo Freire, quienpropone procesos cognoscitivos -y metodologías de trabajo- estructurados a partir del diálogo y la construcción colectiva y participativa de saberes, reconfigurando así el carácter político y vertical que suele caracterizar a las prácticas educativas convencionales (Freire, 2001). La EP promueve prácticas en alfabetización, educación en derechos humanos, educación de género y educación intercultural, altamente pertinentes para articularse en la construcción teórica de la comunicación sobre población.

Igual ocurre con las tesis que defiende la comunicación para el desarrollo (CPD). Nacida en el seno de la Organización de las Naciones Unidas a fines del siglo XX, esta propuesta de formas de comunicar también es una expresión de las mismas preocupaciones que llevaron a la adopción de un Plan de Acción, en la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de El Cairo, en 1994, centrado en la preocupación por las personas. Nace de la certeza de que hace falta construir “otro desarrollo” más inclusivo, basado en procesos horizontales y de participación popular, con lo cual la comunicación toma especial relevancia: “la CPD fue entendida como un proceso recíproco en el que las comunidades podían participar como agentes clave de su propio desarrollo” (PNUD, 2011). Desde entonces, se da cada vez más prioridad a los métodos de comunicación horizontales y multidireccionales, que utilizan una combinación de canales y resaltan la importancia del diálogo para facilitar confianza y entendimiento mutuo, amplifican la voz de las personas y les permiten identificar formas de solventar problemas para mejorar su bienestar.

Sin dudas, el desarrollo científico cada vez más se produce en los puntos de contacto entre diversas disciplinas. La Demografía y las propuestas científicas vinculadas con la ciencia del “ambiente”, por ejemplo, se mueven en la intersección entre las ciencias económicas, geográficas, físicas, pero también, cada vez más, entre la Psicología, la Sociología y la Comunicación. Se habla, por tanto, de “recombinación genética” entre disciplinas y la producción permanente de productos cognitivos híbridos (Morin, 1984).

La transdisciplina es una forma de organización de los conocimientos que trasciende a las diferentes disciplinas de una forma bastante radical, con posibilidad de atravesar a las diversas materias en estudio, e ir más allá de ellas. Persigue un conocimiento lo más completo posible. Por eso el diálogo o interacción de saberes y la complejidad son inherentes a la actitud transdisciplinaria, que se plantea el mundo como pregunta y aspiración. No se trata de una disciplina, sino de un enfoque; un proceso para incrementar el conocimiento mediante la integración y transformación de perspectivas gnoseológicas distintas.

Con la transdisciplina se busca un conocimiento relacional, complejo, nunca acabado, en revisión permanente. Desde esa perspectiva se establecen los postulados de la comunicación sobre población. Al nacer y desarrollarse en los marcos de la investigación demográfica y ambiental, a partir de la necesidad de promover reflexiones -e influir- en las dinámicas de población en contextos diversos, esta propuesta teórica apuesta a la interacción social y demanda una indagación permanente entre múltiples campos de estudio, que los atraviese a todos y supere sus fronteras convencionales. Ya no se circunscribe a la disciplina, sino que intenta una comprensión del mundo bajo los imperativos de la unidad del conocimiento.

De todo lo anterior se desprende, como condición, que para instrumentar la comunicación sobre población se debe partir también de un conocimiento eficaz de las audiencias, de la opinión pública, con la investigación de los mecanismos mediante los cuales el cambio institucional y cultural afecta al comportamiento demográfico a nivel individual, y cómo este cambio es procesado por el individuo en su desarrollo.

Siguiendo esta línea de análisis emerge una interrogante, ¿se deben trazar las estrategias de educación y comunicación a partir de una construcción histórica de los procesos sociales vista desde el nivel macro? ¿O es preferible, como apunta Benítez (1999), “saber de los cambios y las consecuencias expresadas en el ámbito de los individuos y las instituciones en términos contemporáneos, de tal forma que se cuente con referentes empíricos capaces de enfrentar las construcciones teóricas del colectivo científico?”

Las respuestas deben buscarse en las concepciones y opiniones de la población sobre los procesos demográficos y ambientales y sus orígenes; en la dimensión del grupo social, sus instituciones y el individuo; en la manera en que se da el proceso de reproducción social a partir de las personas y la familia, en términos del curso de vida, patrones sociales y de la práctica concreta. (Benítez, 1999).

Toda esta reflexión atraviesa las interacciones generacionales y de género de una sociedad; pero también inciden en ella los planteamientos y acciones de instituciones significativas que intervienen en el proceso de cambio demográfico y ambiental, de instrumentos que puedan ser motores de ese cambio, como los espacios desde donde se emprenden procesos de educación y comunicación: los medios de comunicación, la escuela, la academia, algunas instituciones de salud que ponen en práctica estrategias de prevención, pero también las redes formales e informales en que interactúan las personas, según la propuesta de Bongaarts y Watkins (1996), por sólo citar algunos ejemplos.

Conclusiones

5- Consideraciones finales acerca de los nexos entre comunicación y dinámicas de población y sostenibilidad ambiental

  • La Comunicación sobre Población, como propuesta teórica y científica, es resultado de un proceso eminentemente social y se inscribe en un contexto en el que los retos que la población plantea han comenzado a hacerse socialmente visibles, más allá del dominio de la Demografía, las ciencias ambientales y la Comunicación, lo cual demanda de un enfoque transdisciplinar, entendiendo este como un proceso según el cual los límites de las disciplinas individuales se trascienden, para tratar problemas desde perspectivas múltiples con vista a generar conocimientos emergentes.

  • Para alcanzar una cultura demográfica y ambiental en la población, que tribute a cambios comportamentales vinculados a los ciclos de vida, resulta imprescindible un proceso de producción y adquisición de saberes que parta de una relación establecida sobre estos múltiples tráficos que se cruzan entre sí y producen nuevas verdades científicas. Esa es, justamente, la esencia teórica de la Comunicación sobre Población.

  • Incorporar los análisis de las mediaciones a la propuesta teórica de la Comunicación sobre Población permitiría identificar mecanismos mediante los cuales los medios de prensa, el cambio institucional y cultural afectan el comportamiento individual, y cómo este cambio es procesado por el individuo en relación con los hechos demográficos y ambientales que experimenta en el curso de su vida.

  • En el caso de Cuba, se encuentra desarticulado y disperso el conocimiento sobre la relación entre los procesos demográficos, los ambientales y las percepciones que la población tiene sobre ellos, lo cual confirma la necesidad de políticas integrales de población y de estrategias de comunicación holísticas y coherentes.

  • En ese camino, cualquier proceso de Comunicación sobre Población debe establecerse a partir del conocimiento de las audiencias a las que será dirigido y de los espacios emisores desde donde será estructurado; debe articular a las diversas fuentes de información sobre la Demografía y otras ciencias con los medios de comunicación en general, y los de prensa en particular, y requiere identificar previamente las diferentes mediaciones presentes en todo el proceso, para poder potenciar los efectos de aquellas que sean habilitantes o reducir los impactos que la que intervienen de manera negativamente, o retardataria. El proceso de construcción de la Comunicación sobre Población debe propiciar un “diálogo de saberes” entre la ciencia demográfica, ambiental, las políticas públicas y aquello que conocen, piensan y sienten los públicos.

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Notas

1En su Propuesta de un enfoque estratégico para abordar el envejecimiento de la población para el caso cubano, un colectivo de autores del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana, sostiene que “el país necesita del diseño y ejecución de una Política integral de población, que reconozca a la población en tanto objeto y sujeto del desarrollo para los trazados estratégicos considerando su estructura, tamaño, composición, ubicación y movilidad y que articule políticas diferenciadas según las necesidades y especificidades de los territorios, sectores o ramas de la economía y tipos de familias” (Aja et al; 2014) y define Política de Población como el “conjunto de medidas adoptadas por un Gobierno con el fin de obtener determinados resultados demográficos, en lo cuantitativo y cualitativo” (Aja et al; 2014), advirtiendo que sus medidas pueden ser de carácter preventivo o paliativo.

2Aprobada el 24 de enero de 2018, la Política de Comunicación Social del Estado y el Gobierno cubanos responde a los objetivos de la Primera Conferencia Nacional del Partido y a los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados en el 6to. y 7mo. Congresos. La Política sintetiza el conjunto de objetivos, principios, normas y aspiraciones en el campo de la comunicación social, referidos a intereses de toda la sociedad, que abarcan el Estado, el Gobierno, sus entidades, los medios de comunicación masiva, las formas de propiedad y de gestión económica estatales y no estatales, las organizaciones políticas, de masas y sociales, asociaciones, fundaciones y todos los ciudadanos. Las normas jurídicas que respaldan esta Política se encuentran en proceso de elaboración. En: http://www.cubacrece.gob.cu/politica?id=NTg1Mg==.

3Cuba dispone de un plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático. Identificado como Tarea Vida, la iniciativa debe implementarse mediante un programa de inversiones progresivas con ejecuciones a corto (año 2020), mediano (2030), largo (2050) y muy largo (2100). Entre los antecedentes del plan figuran las investigaciones sobre cambio climático iniciadas por la Academia de Ciencias de Cuba en 1991, las cuales ganaron en intensidad a partir de noviembre de 2004, luego del embate de los huracanes Charley e Iván sobre el occidente del territorio. A partir de entonces, diversos estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo territoriales para la reducción de desastres nutrieron el conocimiento del tema.

4El paradigma de la recepción activa se nutrió de los Cultural Studies británicos originados en la Escuela de Birmingham en la década de 1950, y en Latinoamérica se fortaleció con los trabajos de Barbero, Orozco y Canclini, entre otros teóricos. Esta propuesta teórica defiende la capacidad del receptor para la construcción de sentidos y la resemantización de los mensajes; y también niega la linealidad del proceso comunicativo. Así, coloca al receptor en la posición activa que le da su “saber reconocer”, su libertad de lectura, su habilidad para resistir a los mensajes dominantes, el carácter negociado de los procesos de apropiación”.

5Para este estudio se define como cultura demográfica, al sistema de conocimientos resultante de un proceso cognoscitivo que propicie entre los ciudadanos “la toma de conciencia sobre la naturaleza, causas y consecuencias de los fenómenos demográficos”; ponga en claro -a partir de la propia cotidianeidad y las vivencias y experiencias de los sujetos- que los “hechos de población” no son ajenos ni privativos de los demás sino asunto de todos y aliente la participación de la ciudadanía para impulsar los cambios demográficos definidos socialmente como favorables para promover el bienestar de la población” (Tuirán, 1996).

6Entendemos la cultura ambiental como la manera como los seres humanos se relacionan con el medio ambiente. Según Roque (2003, p. 10), cada pueblo impacta en sus recursos naturales y en su sociedad de manera particular. De ahí que el tratamiento a los problemas ambientales involucre la necesidad no solo de un enfoque educativo, sino también cultural, que se aborde desde los valores, las creencias, las actitudes y los comportamientos ecológicos (Bayón y Morejón, 2005, p. 2)

7La educación en población, por su propia naturaleza, se inscribe en corrientes educativas integrales y transformadoras, ya que no puede remitirse a una mera asignatura o a un conjunto de asignaturas, sino que aspira a construir espacios pedagógicos integrales y participativos, que generen conciencia crítica y actitud propositiva hacia la realidad humana y social (Arriaga, 1997).

8La cultura demográfica, en este contexto, resulta un concepto estrechamente vinculado al curso de vida de las personas y a temas relacionados con el bienestar y la calidad de vida.

Recibido: 29 de Octubre de 2019; Aprobado: 05 de Diciembre de 2019

*Autor para la correspondencia: dixiedith@gmail.com

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