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versión On-line ISSN 2411-9970

ARCIC vol.10 no.25 La Habana ene.-abr. 2021  Epub 01-Abr-2021

 

Invitado

Las humanidades digitales en 2021

Digital Humanities in 2021

1 King College of London. England

Introducción

Hace 15 años se organizó el congreso internacional de humanidades digitales en Paris, Sorbonne. Este evento en julio de 2006 no fue el primer acto que llevó la etiqueta de ‘humanidades digitales’ - ya se había publicado el nombrado volumen Blackwell Companion to Digital Humanities en 2004 (Schreibman et al., 2004) - pero fue un evento simbólico al ser el primer congreso que uniera los varios hilos provenientes de la informática humanística a través de la recién formada alianza ADHO1 (en 2005). Mucha gente ha debatido si esto fue realmente un nuevo comienzo, puesto que las primeras organizaciones integrantes de ADHO llevaban años organizando congresos y una de las figuras de referencias para el campo, Padre Busa, empezó su labor en los años cuarenta del siglo pasado, pero no es de dudar que este cambio de nombre, y esta mayor integración de organismos y recursos, supuso un auge importante en la historia y la proyección de las humanidades digitales.

Es difícil averiguar las causas precisas del aumento en perfil de las humanidades digitales, pero basta con reconocer la gran transformación cultural y social provocada por los dispositivos móviles, el concepto algo nuboso de Web 2.0, los medios sociales, la datificación de la sociedad, la influencia de la inteligencia artificial y otra cantidad de factores provocados por las tecnologías digitales. Mientras que, en 2006, la cultura digital era algo ajena a gran parte de la sociedad a nivel mundial, en 2021, no obstante brechas importantes, es ahora entendida como un hecho que en gran parte condiciona nuestra forma de ser y vivir.

Si lo miramos ahora con perspectiva histórica, ¿cuáles son las características principales que han definido el desarrollo de las humanidades digitales? y ¿cuáles son los retos principales que le acechan en este momento de su historia? Con esta breve contribución, pretendo sugerir algunas respuestas iniciales a estos interrogantes.

Una definición problemática

Lo primero de anotar es que, después de años de intentar definir el campo de las humanidades digitales, todavía no se puede observar un consenso claro sobre su identidad. El mismo crecimiento del campo, y la creciente diversificación geográfica y lingüística, sin duda habrán dificultado la tarea, pero la misma fluidez en su definición, lo que Kirschenbaum llamaba ‘tactical term’, o ‘termino táctico’ en castellano (Kirschenbaum, 2012), a la vez ha facilitado el florecimiento de una amplia gama de posibilidades, cada una adecuada a su contexto local. Dentro de cada país y región hay diversas ‘versiones’ de las humanidades digitales, pero también se pueden observar mayores grados de énfasis sobre determinadas cuestiones - la crítica cultural, los métodos computacionales avanzados, la construcción de infraestructura digital en humanidades y ciencias sociales, la cultura ‘fuente abierta’, la codificación creativa, la digitalización de contenidos analógicos, la cultura ‘nacida en digital’, los retos institucionales de una era digital, la pedagogía digital, el activismo digital o la diversidad en su varias facetas (por nombrar solamente unos ejemplos) - entre distintas zonas geográficas.

Durante años, esta ‘agilidad’ de las humanidades digitales, su capacidad de reaccionar ante un proceso fluido de cambios tecnológicos, culturales y sociales ha sido hasta cierto punto una ventaja, y ha significado que, muchas veces, un campo en gran parte libre de compromisos rígidos y anclaje institucional, se haya podido situar al frente de los debates sobre la comunicación digital, nuevos sujetos culturales, la influencia algorítmica y la economía de la atención.

Hasta ahora, ha sido posible esquivar cuestiones difíciles sobre su identidad para crecer de manera orgánica según las oportunidades, con el argumento de que es un campo joven, libre de compromisos con algo así como ‘espíritu de amateur’. En 2021, al menos en países con mayor consolidación institucional en el campo, esta posición es cada vez más difícil de sostener. Como decía Quinn Dombrowski en una intervención reciente, ya es hora de que dejemos de argumentar que “las humanidades digitales son un campo nuevo” para evitar enredarse en debates espinosos. “Los problemas están delante de nosotros”, concluyó (Dombrowski, 2021).

No doy por sentado que las humanidades digitales como campo transdisciplinar sea una condición permanente, imprescindible en el futuro panorama científico, pero parece probable que tenga cada vez más influencia en el mundo de la investigación en humanidades y ciencias sociales en los siguientes años, por varios motivos. Primero, porque el modelo básico ‘humanista + informático’ no ha resultado fructífero en la gran mayoría de los casos, puesto que las diferencias epistemológicas y los distintos sistemas de validación académica impiden una colaboración significante sin un papel mediador. Las humanidades digitales facilitan una colaboración transdisciplinaria que va más allá del instrumentalismo y que requiere un compromiso profundo e integrado, tanto con las bases críticas de las humanidades y ciencias sociales como con las potencialidades (en inglés affordances) digitales. Como decía Nuria Rodríguez Ortega en 2014: “[l]o que define, pues, las Humanidades Digitales frente al conjunto de disciplinas humanísticas que ‘utilizan’ herramientas tecnológicas es la búsqueda de nuevos modelos interpretativos, nuevos paradigmas disruptivos en la compresión de la cultura y del mundo”, y ella a la vez subrayó el hecho de que las ‘disrupciones’ que esto suponía, tienen su origen en las mismas humanidades y las ciencias sociales, y no en los planes tecnopositivas de las grandes empresas de medios digitales (Rodríguez Ortega, 2014) .

Las humanidades digitales han posibilitado una serie de colaboraciones más profundas y sostenidas entre varias áreas de pericia y conocimiento (entre ellas, las mismas disciplinas en humanidades y ciencias sociales, diseño de interfaz, técnicas y teorías de representación digital, la programación computacional). Está claro que las disciplinas tradicionales en las humanidades cada vez valen más de estas nuevas perspectivas, pero el papel ‘puente’ de las humanidades digitales seguirá siendo clave como motor de debate y experimentación, al menos en un futuro cercano y mediano. Y será cada vez más importante su capacidad para afrontar las cuestiones sociales y culturales más notable de esta época.

La institucionalización de las humanidades digitales

¿Dónde caben las humanidades digitales en las instituciones académicas y culturales? Esta pregunta ha sido continua en su historia, pero ahora podemos vislumbrar los cauces de una resolución definitiva. El grado de aumento en los programas de humanidades digitales, sobre todo a nivel posgrado; la mayor implantación institucional de centros o departamentos de humanidades digitales; el brote de cátedras y otros puestos de trabajo académicos estables; el mayor reconocimiento de su contribución científica; todos estos elementos conducen a una mayor institucionalización de las humanidades digitales. No obstante, esta tendencia hacia el reconocimiento oficial requiere mayor claridad en varios aspectos de su funcionamiento como campo, empezando por su carácter institucional.

Hasta ahora, el modelo de cada centro de humanidades digitales (centro, laboratorio o departamento) y su perfil (centro interdisciplinar o integrado en otro departamento; conectado a la biblioteca o a una facultad etcétera) han dependido en buena medida de su contexto local. No pretendemos ofrecer aquí una fórmula única e idónea para su inscripción institucional, pero sí identificar algunos de los retos que tendrá que afrontar para avanzar en los siguientes pasos de su historia.

Si las humanidades digitales hasta ahora han tenido que lidiar con la contradicción entre su agilidad y su inseguridad institucional, las instituciones académicas cada vez requieren una transdisciplinariedad y agilidad que choca con sus estructuras formales. Las humanidades digitales parecen estar en buena posición para reconciliar estas contradicciones y contribuir a estructuras universitarias que sepan combinar investigación de rigor con capacidad de reacción rápida ante los retos corrientes de la sociedad.

Como hemos observado antes, las humanidades digitales muchas veces han servido como puente entre las humanidades, por una parte, y la cultura digital, por otra. Sobre este puente han transitado, y han sido negociados, no solamente métodos y herramientas prácticos, sino también interpretaciones, teorías y bases epistemológicas, frutos todos de colaboraciones entre varios actores. Pero estas colaboraciones implican interacciones cada vez más complejas, y el modelo ‘puente’ tal vez ya no sea tan imprescindible en el futuro, conforme las generaciones nuevas de investigadores y estudiantes adquieran una mayor formación en medios digitales, diseño y programación (en algunos países materias como diseño y programación son obligatorias o fundamentales en la educación primaria o secundaria).

Una fórmula popular para describir el campo es la ‘carpa grande’ (‘big tent’ en inglés), resultado del congreso HD en Stanford en 2011, una etiqueta que intentaba reconocer la diversidad mayor del campo, tanto a nivel social como metodológico. Pero en su presentación sobre la diversidad lingüística en las humanidades digitales para UCLDH en 2021 (Dombrowski, 2021), Quinn Dombrowski proponía como alternativa la palabra crossroads en inglés (cruce o intersección en castellano), y este término ofrece otra perspectiva - un momento álgido en su historia, múltiples viajes posibles y una posible separación de destinos. El desafío para las humanidades digitales será cómo consolidarse como campo de acción e innovación crítica y a la vez mantenerse abierto a nuevos modelos de actuación, nuevas formas de hacer las humanidades digitales.

¿Qué requiere el campo para poder consolidarse en estos momentos? En general, las humanidades en su conjunto no han tenido curiosidad por la comprensión de la investigación en humanidades digitales (Svensson, 2016). Aunque las humanidades digitales han conseguido más visibilidad en los últimos años, los humanistas digitales no siempre consiguen el reconocimiento intelectual de su esfuerzos, y a menudo sus contrapartes en las humanidades o las ciencias sociales siguen viendo el campo como un ‘servicio técnico’ o como un campo auxiliar al ‘compromiso intelectual’ principal ofrecido por otros. Por ende, una cosa que urge para el campo es esbozar con mayor claridad, y con mayor frecuencia, su contribución particular a la ciencia, su aporte intelectual a la investigación y su impacto social concreto. Las humanidades digitales deben estar preparados para no solamente ofrecer colaboraciones ricas y recursos innovadores, sino también argumentos influyentes que transformen la trayectoria teórica de las humanidades y ciencias sociales.

Las publicaciones digitales

En las instituciones académicas se suele decir ‘publicar, publicar, publicar’, y el reconocimiento se consigue a través de publicación de las ideas en libros o revistas prestigiosas, pero ¿cómo concebimos el acto de publicar en las humanidades digitales? William G. Thomas III ha observado que, en el periodo de 1993 a 2013, donde se vio un aumento importante en debates sobre el campo, fue más bien escasa la producción científica “interpretativa” o razonada (en inglés “argumentative”), y que más bien se vio un florecimiento de varias formas de producción alternativa definida por los medios digitales, como obras híbridas, ediciones digitales y visualizaciones (Thomas III, 2016).

En 2021 es más dudoso que esto sea el caso. En los últimos diez años se han publicado decenas de monográficos sobre las humanidades digitales, y a medida se han abierto nuevos puestos de profesor en el campo, la demanda por publicaciones tradicionales se ha incrementado.

En mi departamento en King’s College London, hace diez o quince años, cuando queríamos proponer publicaciones para las evaluaciones nacionales (que se hacen cada cinco o seis años), los proyectos y obras digitales conformaban un porcentaje alto de nuestra producción evaluada. Hoy en día, un muy alto porcentaje sería de publicaciones ‘tradicionales’ como libros o artículos en revistas, y es una tendencia que se ven en otras instituciones también. En varios congresos, en varios países en los últimos años, he oído a humanistas digitales lamentar ‘la doble labor’ de crear bases de datos o ediciones innovadoras, y a la veztener que escribir artículos tradicionales sobre estas, para que su trabajo sea aceptado por las agencias nacionales de validación, que sugiere que las publicaciones digitales todavía suponen un problema en los procesos formales de evaluación.

No está claro en qué dirección puede ir la producción científica en las humanidades y ciencias sociales en el futuro. Algunos, como Marilyn Deegan en el proyecto The Academic Book of the Future (El libro académico del futuro), han argumentado que el monográfico sigue teniendo vigencia como una forma idónea para el argumento crítico y narrado, pero parece probable que las transformaciones provocadas por los medios digitales tengan mayor influencia en el futuro, como argumenté en 2018 (Spence, 2018). En los primeros años de las humanidades digitales, la conexión entre proyecto innovador y argumento/narración a menudo quedaba por articular, o solamente era implícitamente entendido entre su diseño y documentación, pero ha habido avances importantes en los últimos años, y se puede percibir una mayor rigor en la presentación de muchos proyectos, sin duda influido por la mayor cantidad de pensamiento crítico en el campo y su mayor confianza como foro de debate sobre las transformaciones mediáticas de nuestra era.

Un gran escollo ha sido la actitud generalmente conservadora de las editoriales académicas y de las agencias de validación nacional, pero la integración de obras digitales en la lista de obras admitidas para la evaluación (por ejemplo, en el Reino Unido, donde se admiten bases de datos y ediciones digitales ahora, entra otros formatos) abre espacio para la diversificación en la producción científica.

Las editoriales tienen la mucho más difícil tarea de crear publicaciones innovadoras, pero a la vez sostenibles, en un mercado fundamentalmente afectado por las transformaciones digitales, pero sin salidas rentables obvias en muchos casos. En Estados Unidos, la inversión importante en proyectos experimentales por la Fundación Andrew W. Mellon a través de su programa ‘Scholarly Communications’ ha fomentado varios informes, prototipos y plataformas que sugieren nuevos caminos y destinos para las publicaciones académicas, tomando en cuenta los affordances de los medios digitales.

Uno de ellos, la plataforma abierta Manifold, ofrece un modelo nuevo para entender el flujo de una obra académica desde su concepción inicial, pasando por su proceso de creación y la revisión por editores, hasta su publicación final.2 Para los lectores, Manifold permite interactuar con otros lectores y los autores para influir sobre la elaboración de un texto y permite marcar o anotar un texto para crear comunidades de lectura. Mientras tanto, los autores pueden, antes de publicar, compartir con su público textos en borrador, junto con documentación de la investigación de base y contenidos multimedia adicionales. Y tienen acceso directo a información detallada sobre sus usuarios y la manera en que interactúan con su publicación. Finalmente, las editoriales pueden descargar libremente el código de la plataforma para instalarla en sus propios sistemas. La plataforma ofrece salidas en formato digital adaptadas para todos los dispositivos más comunes hoy en día, y permite al lector ver la evolución de una obra. En obras como ‘Metagaming’ de Boluk y LeMieux, la plataforma integra la obra misma junto con versiones descargables del software original de los videojuegos que constituyen la temática del libro, además de capturas de pantalla y enlaces a recursos adicionales en la red.3

Aunque Manifold ofrece salidas en multimedia, comprende flujos de trabajo interactivos y es innovador en el sentido de que está diseñada primeramente como plataforma digital, su producto final sigue siendo principalmente textual, y en términos generales, representa una migración de contenidos y procesos a digital, pero no una disrupción profunda en el carácter mismo de la idea de una publicación académica en sí misma.

Por contraste, supDigital de Stanford University Press ofrece un modelo para publicar obras que solamente pueden existir en formato digital, y que pretende crear argumentos a través de medios interactivos, multimedia y orientados por lo visual.4 En When Melodies Gather por Samuel Liebhaber, uno puede no solamente oír la tradición oral del pueblo Mahra de la Península Arábiga del Sur, sino también experimentar el flujo de decisiones que toman los poetas Mahri en su acto de creación con un juego interactivo que termina en producir una serie de poemas el lengua Mahri adaptados a las decisiones tomadas.5Filming Revolution por Alisa Lebow representa una colección de entrevistas sobre la revolución egipcia que comenzó en 2011, y que pretende capturar las perspectivas y estrategias de varios protagonistas culturales que documentaban estos hechos históricos en formato audiovisual. Más allá de un simple archivo, la publicación entrelaza varios nodos - temas, personas y proyectos - para que la lectora pueda observar relaciones y constelaciones temáticas.

Estas publicaciones representan un modelo avanzado de publicación digital que no podría existir en papel, pero también requieren una inversión significativa en recursos y financiamiento. Uno de los retos claves en el futuro será cómo identificar marcos sostenibles para las publicaciones interactivas, y categorías consensuadas que fomenten una mayor comprensión sobre formas emergentes de publicación.

Andrew Prescott ha argumentado que a medida que la publicación en las humanidades se aleje del modelo libro/artículo, las estructuras administrativas que lo apoyen, van a tener que cambiar, y que estas tendrán más en común con las artes audiovisuales que la publicación tradicional (Prescott, 2016). Está por ver cómo las editoriales y las instituciones académicas van a negociar la transición hacia un proceso de edición más adaptada a los medios digitales, pero es un campo de acción donde las humanidades digitales podría intervenir más en el futuro.

Ejemplos como estos demuestran posibles modelos para la edición nacida en digital, pero en la práctica siguen siendo principalmente proyectos nacionales o regionales, que además favorecen investigadores en países del Norte global. Hacen falta modelos globales, pensados para diversas economías y ecosistemas geolingüísticos, así como atender a los distintos sistemas de validación y acceso a las ediciones digitales. A pesar de los intentos valiosos de algunas asociaciones,6 los sistemas estables para evaluar la investigación digital son inmaduros, poco reconocidos por la investigación formal y, lo que más importa, no suelen transcender las fronteras nacionales de validación académica.

Comunidad global, diversidad local

En su artículo sobre la diversidad geográfica y lingüística en las humanidades digitales publicado en 2014, Isabel Galina tomó los debates ya existentes sobre la diversidad a través de varias perspectivas (que incluían género, raza y orientación sexual) y los extendió al terreno geolingüístico (Galina Russell, 2014) 7“¿Quiénes somos ‘nosotros’?” (“Who is ‘we’” en la versión inglesa original) preguntó, antes de examinar varias iniciativas lingüísticas y regionales que intentaban contrarrestar la dominación de producción anglófona en las humanidades digitales a nivel global, y proponer alternativas.

A primera vista, mucho ha cambiado desde el antes mencionado primer congreso de ADHO en 2006, que suponía la unión de dos asociaciones, ALLC (ahora EADH) y ACH, principalmente de carácter europeo y norteamericano, respectivamente. En estos momentos, el sitio web de ADHO anuncia diez organizaciones constituyentes, que ahora representan África del Sur, Japón, Taiwán, México, Australasia, Canadá y la comunidad francófona. La asociación europea, EADH, organismo integrado en ADHO, a su vez tiene asociadas las organizaciones nacionales de Italia, República Checa, Russia, así como a organizaciones de la región nórdica y la comunidad alemana-hablante. Y esto es sin contar con organismos no asociados a nivel internacional, como por ejemplo la Asociación de Humanidades Digitales Hispánicas.

Esto demuestra no solamente una amplificación en la influencia geográfica de las humanidades digitales, sino un compromiso importante hacia la diversificación geográfica en las estructuras formales del campo. No obstante, quedan retos importantes por resolver todavía. ¿Dónde están las principales líneas de acción donde las humanidades digitales puedan cumplir con su compromiso con la diversidad global en este momento?

Domenico Fiormonte cuestionó la representación de las humanidades digitales en sus propias estructuras ‘oficiales/profesionales’ en su ensayo sobre la crítica cultural en el campo, planteando la falta de diversidad global en manifestaciones públicas como el entonces mapa de centros HD, elaborado por Melissa Terras en base a datos de Centernet, una red internacional de centros en el campo (Fiormonte D, 2012). Esto fue indicio de un desequilibrio general en la visibilidad de centros y redes de HD globales, que en algunos casos (por ejemplo en Italia o Japón) llevaban años de experiencia. Aunque ha habido avance en esta área, las dinámicas geolingüísticas dominantes en la ciencia, junto con brechas digitales y propias características históricas del campo de las humanidades digitales, han fomentado diferentes niveles de acceso y protagonismo en la comunicación y producción científica del campo, que todavía siguen operantes hoy. ¿Cuáles han sido las estrategias del campo para tratar este asunto?

Primero debemos notar un trabajo importante de activismo por parte de organismos como GO::DH (Global Outlook Digital Humanities), que han lanzado campañas impactantes en ámbitos como la traducción, el plurilingüismo en los congresos y el aprovechamiento de tecnologías computacionales en contextos de escasos recursos.8 Los intentos de mapear el campo de las humanidades digitales como ‘Around DH in 80 days’, que suponen ejercicios de documentación del terreno, han sido relativamente modestos en su alcance, pero han tenido un impacto simbólico importante, a desvelar proyectos e iniciativas que no suelen entrar en el canon anglosajón del campo.9

La publicación de libros y otras obras que pretenden examinar el estado del arte en varias regiones geolingüisticas, obras como ‘Exploring Digital Humanities in India’, empieza a mostrar distintos enfoques epistemológicos y pedagógicos que sustentan el campo en su variedad geográfica. La creación de infraestructura y recursos abiertos supone una reorganización inclusiva de las herramientas de investigación bajo criterio acceso abierto - en el caso de OpenMethods, que documenta los métodos digitales usados por humanistas digitales y su impacto en los avances científicos, esto es un compromiso multilingüe.10

Todavía quedan sin resolver algunas cuestiones fundamentales tales como: entender mejor las culturas retóricas que sirven como base para el campo y cómo estas influyen sobre decisiones sobre lo que es aceptado como ciencia de calidad en las publicaciones y los congresos; conseguir que los ‘companions’ y otras obras de alto perfil en el campo a nivel global, representen una amplia gama de voces a nivel mundial; compartir recursos de infraestructura, y construirlos con criterio de diversidad global desde el inicio, en vez de ofrecerlos como ‘un gesto’.

Una perspectiva realmente global levanta contradicciones entre, por ejemplo, la pretensión de las humanidades digitales de ofrecerse como un campo que trata cuestiones complejas de la computación avanzada por un lado, y por otro, la ‘computación mínima’ que crea la condiciones para investigación en humanidades digitales que sea accesible, multivocálica y sostenible. Esto a su vez crea desafíos en la evaluación de la investigación. Un proyecto muy innovador en un lugar o en una lengua determinados puede no serlo tanto en otro lugar u otra lengua. ¿Hasta qué punto debe el contexto figurar en nuestra apreciación de un determinado ‘avance’ científico? Esto es una cuestión que sucede todos los años en los congresos de humanidades digitales, y sucede algo parecido en el Procesamiento de Lenguajes Naturales (PLN), donde algo que no sea transformativo en inglés, puede ser transformativo (e imprescindible) en otra lengua.11

Otro aspecto a tomar en cuenta es el alcance prioritario: si en determinada situación debemos priorizar lo global o lo local. En su libro New Digital Worlds, Risam resaltó la importancia de integrar las tradiciones epistemológicas locales (por ejemplo de las comunidades del Sur global) en la construcción de ecosistemas digitales. Ella toma como ejemplo el trabajo poscolonial de investigadores en Interacción Humano-Computadora (con siglas HCI en inglés), que reemplaza el problemático concepto de ‘diseño universal’ por un diseño sensible a su contexto local (Risam, 2018). En una intervención complementaria, Escobar Varela aboga por adoptar un enfoque ‘émico’ (que se posiciona en la perspectiva del sujeto y no del observador, para tomar prestado un término socio-antropológico) en nuestra creación de interfaces del conocimiento, que incorpore las convenciones retóricas, gestuales y visuales de una determinada comunidad cultural. ¿Seremos capaces de crear interfaces émicas para el intercambio intercultural?, pregunta (Escobar Varela, 2020).

Aunque ha habido bastante investigación sobre la diversidad geográfica en las humanidades digitales en los últimos años, es menos común enfocarse sobre su diversidad lingüística. En un artículo pendiente de revisión, Renata Brandao y yo hemos propuesto tener presente varios marcos teóricos y comunidades de práctica para abordar este tema: las comunidades geolingüísticas en el campo como la Asociación Francófona Humanística o la Red por las Humanidades Digitales en África12; iniciativas con un carácter activista o de presión global como GO::DH; los proyectos en tecnologías de lenguaje; campos que estudian las relaciones transculturales como la sociolingüística o las lenguas modernas; e iniciativas que pretenden fomentar herramientas y buenas prácticas digitales/multilingües como HD Multilingüe (Spence & Brandão, n.d.).

Propusimos un ciclo de actividades para fomentar la diversidad lingüística en humanidades digitales, empezando por la revisión empírica de prácticas multilingües en el campo y la documentación de recursos y lagunas a completar; pasando por la promoción activa de prácticas sensibles a la diversidad lingüística a través de guías, casos de estudio y programas accesibles de formación; y terminando en una mayor presencia y visibilidad de la investigación multilingüe en las prioridades de investigación en el campo. Concluimos que las humanidades digitales pueden y deben incidir en las grandes cuestiones multilingües e transculturales de nuestros tiempos, como por ejemplo la relación socio-cultural entre lenguas humanas y computacionales, o la medida en que Google Translate y dispositivos de interpretación instantánea usando traducción automatizada van a cambiar las dinámicas globales y lingüisticas, y qué podemos hacer para influir sobre las brechas digitales existentes (Spence & Brandão, n.d.).

En un evento en junio de 2020 que se llamaba ‘Disrupting Digital Monolingualism’ (Rompiendo las dinámicas digitales monolingües), reunimos a expertos de varias partes del mundo para presentar y unir a varios campos y enfoques, que incluían: respuestas digitales al peligro de extinción de lenguas o al desplazamiento de poder en los sistemas de escritura; las patrias digitales para lenguas diaspóricas o el multilingüismo como instrumento de diversidad en África del Sur.13

En la segunda parte del evento, invitamos a varios investigadores, profesionales de lengua o practicantes digitales para moderar discusiones virtuales a lo largo de una semana después del taller inicial. El debate transcurrió en cuatro líneas.14

  1. La diversidad lingüística y geocultural en las infraestructuras.

  2. Trabajar con métodos y datos multilingües.

  3. Enfoques transculturales y translingüisticos en el estudio digital.

  4. Inteligencia artificial, aprendizaje automático y PNL (es decir, procesamiento de los lenguajes naturales) en mundos lingüísticos.

En abril de 2021, al escribir estas palabras, se acercaba el Día de humanidades digitales 2021 (Day of DH 2021), que por primera vez tiene un enfoque multilingüe.15 Queda un largo camino por recorrer, pero como decía Quinn Dombrowski en su intervención sobre historias y futuros de la diversidad lingüística, 2021 parece ser el año cuando las humanidades digitales se espabiló con el tema multilingüe (Dombrowski, 2021).

Reflexiones pos-pandémicas

La última reflexión gira alrededor de las transformaciones abruptas que hemos vivido en el último año a raíz del confinamiento forzado y las otras secuelas de un virus que ha roto los esquemas sociales y comunicativos vigentes en varios sentidos. A más de un año ahora desde el comienzo del brote de la pandemia Covid-19, parece digno, después del caos inicial que provocó para muchas personas a todos niveles de la educación, que empecemos a reflexionar sobre las posibles consecuencias para las humanidades digitales, y del papel que deben tomar, en evaluar los futuros posibles de la educación y el conocimiento. No tenemos espacio aquí para una investigación a fondo, que en todo caso requiere más estudio y tiempo de reflexión, pero aquí quiero proponer algunas áreas donde el campo podría tomar un papel más significativo en el futuro.

“La pandemia mi hizo mejor educador” sentenció alguien en un evento reciente sobre la pedagogía digital, y no tengo claro a estas alturas si comparto plenamente el pensamiento (por ahora al menos), pero sí es lógico pensar que el hecho de que, en muchos países la gran mayoría de las personas ha pasado por un periodo forzado de educación a distancia, va a tener repercusiones profundas para la educación a largo plazo.

Mucha gente ha creído que las humanidades digitales en principio deberían haber estado en óptima condición para afrontar los numerosos retos provocados por la pandemia - al ser un campo transdisciplinar, relativamente ágil (en el contexto académico), centrado en sus comunidades de práctica y atento a las herramientas digitales de comunicación o de investigación a varios niveles - pero ¿es acertada esa percepción?

A primera vista, las humanidades digitales no han ejercido un papel importante en el primer año de reacción pos-pandémica en la educación, caracterizado en general por mantener a flote los programas educativos en condiciones de urgencia y precariedad a varios niveles. En otros campos han emergido recursos estructurados como el manual de pedagogía pandémica (https://www.history-uk.ac.uk/the-pandemic-pedagogy-handbook/) en un portal de investigadores Historia, o el recurso #CovidCreativesToolkit (https://docs.google.com/document/d/1iNPPgHO1bQFTey3U4G6LZ4pjb05iM0AyLGYA1We6W5c/edit?pli=1#heading=h.7qp0j5vxispp), que reúne a recursos para permitir a los sectores creativos migrar su trabajo en línea.

En humanidades digitales, no hay pruebas de un compromiso coordinado público mayor, como se podría haber imaginado, fuera de documentos producidos por investigadores en la pedagogía digital como Jacqueline Wernimont Y Cathy Davidson (https://docs.google.com/document/d/1yBE1cCqJ_4M-JZ62K4CefmYsZugqAWkGmZmdwESt0IM/preview#) y acciones puntuales de organismos como HASTAC (https://www.hastac.org/collections/covid-19-resources-and-reflections-teachers-and-learners). En las páginas de asociaciones profesionales como ADHO, EADH, ACH, HDH y RedHD no existe apenas referencia a la crisis y mucho menos consejos o recursos de apoyo.

Los motivos de esta falta de acción pueden ser varios: por ejemplo, la falta, todavía, de compromiso fuerte sobre pedagogía en el campo a nivel teórico y práctico; su sesgo hacia métodos computacionalmente avanzados que le excluye de conversaciones más generales en la educación; y su (auto)marginación en discursos estratégicos sobre el futuro de la educación en general y de las plataformas que hemos de usar. No es una condición inevitable del campo de las humanidades digitales quedarse marginado de estos discursos (véase por ejemplo el trabajo y perfil de Cathy Davidson en los Estados Unidos, alguien que tiene conexión histórica con las humanidades digitales, y que ha sido asesor del entonces presidente Obama), pero por ahora es la tendencia general.

¿Cómo podrían las humanidades digitales aportar algo útil a los debates sobre la educación pos-pandémica? En el plano estrechamente ligado a los programas de educación, es lógico concluir que el confinamiento y la forzada migración a educación en línea supondrá cierta homogeneización en las experiencias y expectativas de estudiantes y profesorado, con menos polarización entre tecnófobos y tecnófilos, como existía en el pasado. La mayoría de las partes interesadas han tenido experiencia con una amplia gama de herramientas, han aprendido a utilizar una variedad de herramientas, y han experimentado en carne propia tanto las ventajas de la pedagogía digital como sus desventajas. El proceso en esta primera fase se ha caracterizado por decisiones urgentes y un uso instrumental, pero también ha dejado en evidencia algunas de las grietas en el sistema de educación pre-pandémica.

El campo de las humanidades digitales no siempre ha estado cómodo con el concepto de digital literacy, pero esto es un reto donde tiene mucho para aportar, en el “aprender a aprender en la era digital” para tomar prestado el concepto de Esperanza Román-Mendoza en su libro dedicado a enseñar las lenguas) (Román-Mendoza, 2018). El conjunto de varios factores durante la pandemia - la transformación obligada a una pedagogía ágil, que sepa reaccionar ante condiciones inestables; el aprendizaje autónomo individuo y común necesario como resultado de la rápida disminución en el tiempo de contacto de estudiantes con sus profesores; la mayor importancia de la colaboración formal e informal entre pares dentro y fuera de la clase; los recursos educativos abiertos; y la mayor conceptualización del alumnado como agente creativo y ciudadano digital - crea condiciones óptimas para el tipo de pedagogía representada por las humanidades digitales, que comprende una educación dirigida no solamente por la lectura o la contemplación crítica individual, sino también por proyectos colaborativos con un impacto social concreto.

Parece además probable que muchos de los profundos cambios provocados por la pandemia - cambios en el grado y tipo de experiencia con medios digitales, agudización de divisiones digitales globales y la creciente concentración de poder y recursos en empresas internacionales de media digital - tendrán consecuencias a largo plazo, y la mayor visibilidad de las humanidades digitales hace cada vez más urgente un debate sobre su compromiso con la reconstrucción pos-pandémica que será necesaria en la educación universitaria. La carta abierta de universidades italianas sobre las plataformas digitales en la educación en 2021, analizada por Domenico Fiormonte, nos muestra el tono del debate que nos puede esperar cuando ‘volvamos a la normalidad’.16 Es probable que el terreno educativo pos-pandémico sea caracterizado por: conflicto entre proponentes de una educación abierta y las grandes empresas de la Tecnología Educativa; la dificultad de distinguir entre transformaciones digitales benévolas e innovadoras en la educación y transformaciones neoliberales que pretenden socavar los cimientos críticos de la universidad; y por la necesidad de reestablecer la confianza del alumnado en la importancia de una educación crítica, creativa y social.

Consideraciones Finales

En este artículo, he intentado resumir algunas de las líneas emergentes en las humanidades digitales, y los principales retos que le esperan en un período pos-pandémico. El terreno de las humanidades digitales siempre está bajo dinámicas de negociación y en estos momentos el compromiso del campo con cuestiones culturales y sociales de gran envergadura parece más importante que nunca. He intentado describir aquí cómo, en términos prácticos, las humanidades digitales puedan entretejerse más con dinámicas fundamentales de la pedagogía y la investigación, para ofrecer una visión progresista de la producción del conocimiento en el espacio entre cultura, tecnología digital y pensamiento crítico.

Agradecimientos

El autor agradece a Dra.C. Sulema Rodríguez Roche, por su colaboración en las recomendaciones para los ajustes idiomáticos en el texto.

Referencias Bibliográficas

Dombrowski, Q. (2021, April 13). Humanités numériques, цифровые гуманитарные науки, デジタル・ヒューマニティーズ: History and Future of DH Linguistic Diversity. UCL Centre for Digital Humanities. https://www.ucl.ac.uk/digital-humanities/events/2021/apr/ucldh-online-histories-and-futures-linguistic-diversity-dh-rescheduledLinks ]

Escobar Varela, M. (2020, April 24). Emic interfaces: UX design for cultural specificity. 2020 Global DH Symposium. https://www.youtube.com/watch?v=tCOVPtKwQG8Links ]

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Notas

7Este artículo de Galina fue procedente de una presentación magistral al congreso de ADHO en 2013.

Recibido: 14 de Marzo de 2021; Aprobado: 20 de Marzo de 2021

*Autor para la correspondencia: paul.spence@kcl.ac.uk

El autor declara que no existe conflicto de intereses.

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