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versión On-line ISSN 2411-9970

ARCIC vol.10 no.26 La Habana mayo.-ago. 2021  Epub 01-Ago-2021

 

Itinerarios de investigación

Una relación mutuamente interesada entre Historia y Periodismo

A mutually interested relationship between History and Journalism

José Manuel Pérez González1  * 
http://orcid.org/0000-0001-6812-7786

1Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

El conocimiento de la Historia aporta a los productos periodísticos profundidad y ofrece patrones para establecer comparaciones y determinar posibles derroteros. Sin embargo, más allá de este empleo con fines contextualizadores, el periodismo histórico es una forma de especialización con códigos y exigencias, cuya importancia aumenta en escenarios de agresión y crisis como el cubano. Una de las técnicas y géneros más empleados por los cultores de este tipo de periodismo es la entrevista, que ofrece al investigador un testimonio de primera mano. No obstante ser una técnica interdisciplinar validada por la práctica, requiere que se recurran a técnicas complementarias a fin de ofrecer productos más objetivos y sólidos.

Palabras clave: periodismo; historia; especialización; entrevista; objetividad

ABSTRACT

The knowledge of history contributes to the journalistic products depth and offers patterns to establish comparisons and determine possible directions. However, beyond this use for contextualizing purposes, historical journalism is a form of specialization with codes and demands, whose importance increases in scenarios of aggression and crisis such as the Cuban one. One of the techniques and genres most used by the cultivators of this type of journalism is the interview, which offers the investigator a first-hand testimony. Despite being an interdisciplinary technique validated by practice, it requires the use of complementary techniques in order to offer more objective and solid products.

Keywords: journalism; history; specialization; interview; objectivity

Introducción

El historiador y filósofo griego Plutarco comenzó una de sus obras más destacadas con la declaración de que, dado que los hechos y nombres que en ella trata se pierden en la distancia del tiempo, mucho de lo que dirá en Vidas paralelas no es completamente cierto. “(…) de aquí arriba no hay más que sucesos prodigiosos y trágicos, materia propia de poetas y mitólogos, en la que no se encuentra certeza ni seguridad” (1978, p.3), dice a sus lectores.

Esa lejanía temporal y falta de datos fiables que el sabio advierte como preámbulo a lo que cuenta, y que lo torna más ficcional que verídico, es un problema que arrastra los estudios históricos desde sus albores. En la época actual de la información y la comunicación, aun con la existencia de una sobreabundancia de datos de fuentes diversas, la investigación se encuentra ante similares situaciones que la limitan o imposibilitan no pocas veces.

Sin embargo, la modernidad ha dado a las ciencias históricas un gran aliado: el periodismo. Entre ambos se establece una relación bidireccional, dado que por una parte, los historiadores utilizan los productos periodísticos como fuente para estudiar la historia y, por otra, los periodistas emplean archivos o fuentes orales e incluso el trabajo de los historiadores para difundir en los medios de comunicación hechos y personajes (Gallego Vicente, 2019, p.7). A ello puede agregarse que los géneros y técnicas del periodismo son también medios útiles para los historiadores, quienes asumen no solo el rol de cronistas, sino también el de reporteros o entrevistadores.

No por ello incurre alguna de las dos partes en el intrusismo. Del lado del periodismo, la transmisión de la herencia social es una de las funciones del proceso comunicativo que fueron identificadas en 1948 por Harold Lasswell. Más recientemente, Denis McQuail (2001, p. 136) también menciona como una de dichas funciones la continuidad de valores y cultura, y agrega, entre otras, el entretenimiento.

Ese último elemento, que da cuenta del carácter lúdico de las producciones mediáticas, le otorga un punto de diferenciación a los resultados de las investigaciones históricas destinadas al consumo de expertos o académicos, y los que se generan desde el periodismo. Según Isabel Burdiel, Premio Nacional de Historia española 2011, “para que sirva para algo, la Historia no tiene que quedarse en el círculo de especialistas” (Aguilera Povedano, M. y Durán Mañes, A, 2014, p.12). No extraña entonces que historiadores recurran a los medios masivos como vías para dar a conocer sus trabajos.

Sin embargo, no son esas las únicas relaciones de colaboración que se establecen entre ambos campos. Una definición que ofrece el sabio español José Ortega y Gasset (2016) en su libro La rebelión de las masas, arroja luz sobre el particular:

La historia es la realidad del hombre. No tiene otra. En ella se ha llegado a hacer tal como es. Negar el pasado es absurdo e ilusorio, porque el pasado es “lo natural del hombre y vuelve al galope”. El pasado no está ahí y no se ha tomado el trabajo de pasar para que lo neguemos, sino para que lo integremos. (p.17)

Es imprescindible para la comprensión del presente el conocimiento del pasado. El primero es el terreno por excelencia del periodismo, el segundo, de la historia. No obstante, aunque pueda parecer una verdad de Perogrullo, la necesidad que tienen los profesionales de la prensa de una preparación sólida en cuestiones históricas y de sumar un enfoque desde lo pretérito a sus productos es algo que muchas veces se deja de lado, bien por desconocimiento o por un deseo manifiesto de manipular realidades.

En el caso cubano, por mencionar un ejemplo: ¿es posible explicar los sucesos del 11 de julio de 2021 sin conocer no solo los acontecimientos económicos y políticos del último lustro, sino también lo acaecido en los primeros años de la Revolución, en que se configuró el pacto social que sustenta el actual sistema? ¿Puede entenderse a cabalidad lo que pasó en esa fecha, sus antecedentes y hechos posteriores, si se ignora la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba? La respuesta, por supuesto, es negativa.

De forma capsular lo deja claro la presentación del blog Historia(s), del periódico español El País: “Dado que el presente se levanta sobre lo que ya pasó, no es mala idea echar un vistazo atrás para entender lo que está pasando. Cicerón lo dijo antes y mejor: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser eternamente niños”.

Por estas razones, el presente ensayo tiene como objetivo reflexionar sobre el periodismo histórico como forma de especialización, a partir de identificar las herramientas que el periodismo ofrece para ello.

Desarrollo

¿Periodismo histórico o la historia en el periodismo?

Ryszard Kapuscinski, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2003, constituye un paradigma en el periodismo, pese a haber recibido una formación como historiador. Su explicación del estrecho vínculo que existe entre las dos ciencias sociales es esclarecedor:

Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista. El buen y el mal periodismo se diferencia fácilmente: en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. Encontramos el relato del mero hecho, pero no conocemos ni las causas ni los precedentes. La historia responde simplemente a la pregunta: ¿por qué? (2002, p. 58)

No son pocos los ejemplos de periodistas haciendo historia o de historiadores empleando las herramientas del periodismo para contar. Además de Kapuściński, uno de los más referenciados, autor de textos como El Emperador, sobre Haile Selassie de Etiopía, El Sha, acerca del monarca Mohamed Reza Pahlevi de Irán, y El Imperio, donde habla de la desaparecida URSS; también puede mencionarse la italiana Oriana Fallaci, a quien se deben títulos como Los siete pecados capitales de Hollywood, en el cual retrata la vida de las estrellas del cine norteamericano, y Entrevista con la historia, que recoge sus conversaciones con figuras importantes de la política internacional del siglo XX.

En Cuba existen igualmente numerosos nombres que han legado a la posteridad piezas de valor. Destacan, por ejemplo, los trabajos de periodismo histórico de Guillermo Cabrera Infante, las crónicas -recogidas en varios libros- de Ciro Bianchi Ross, los volúmenes de entrevistas de Luis Báez, autor de títulos como Los que se fueron y Los que se quedaron, o Monseñor Carlos Manuel se confiesa.

Muchas obras de las mencionadas y otras, fueron escritas atendiendo a la inmediatez, o sea, versaron sobre temáticas que en su momento fueron noticia, pero dada su forma y profundidad terminaron trascendiendo. El escritor cubano Alejo Carpentier (2019) explica este bregar en los límites de dos disciplinas de la siguiente manera:

(…) el periodista es en sí una forma de historiador. Él es el cronista de su tiempo y es el que recoge la participación inmediata del acontecimiento. Él es el que nos entrega el estado vivo, el estado primero, el acontecimiento que después habrá de situarse en dicha perspectiva y dimensión en un análisis histórico determinado.

Entonces, ¿constituye este tipo de periodismo una forma de especialización?

Para el español José Martínez de Sousa (1981, p 125), la especialización es una tendencia moderna consistente en el hecho de que no hay materia de la cual los periodistas no se ocupen. Por otro lado, Javier Fernández del Moral y Francisco Esteve (Citados de Sanmartí, 2004, p.8), explican que esta tendencia no ocurre para convertir a los profesionales de los medios en falsos especialistas, ni para obligar al periodismo a parcelarse, sino al contrario, para hacer de cada especialidad algo comunicable, objeto de información periodística, susceptible de codificación para mensajes universales.

A la respuesta planteada, Manuel Aguilera Povedano y Ángeles Durán Mañes responden: el periodismo puede ir y va en ocasiones más allá del contexto histórico y llega a la producción histórica. (…) No es historia periodística, sino periodismo especializado en Historia o periodismo de investigación en Historia” (2014, p.12).

Es periodismo especializado porque aborda los temas en profundidad, lleva firma y su objetivo es la “difusión social del conocimiento” (Fernández del Moral, 2004, p.22). Igualmente, se ajusta a la definición que hace del mismo Berganza (2005, p.60) puesto que “se caracteriza por analizar, explicar e interpretar procesos con rigurosidad utilizando un lenguaje adaptado al público receptor”.

La entrevista y el arte de “conversar” la historia

Al analizar las obras de los autores mencionados y de otros, es posible notar que de las técnicas del periodismo, la entrevista es una de las más empleadas. Se trata de una práctica interdisciplinar que reivindica su papel como técnica de investigación en diversos campos. Pero no solo es una técnica cualitativa, constituye también un género que ha tenido numerosos cultores.

En el prólogo de su libro Entrevista con la historia, la italiana Oriana Fallaci (2007, p.11) vierte una reflexión interesante:

¿Quién nos asegura que en la escuela no nos han enseñado mentiras? ¿Quién nos aporta pruebas capaces de demostrar la verdadera naturaleza de Jerjes, de Julio César, o de Espartaco? Lo sabemos todo sobre sus batallas y nada sobre su dimensión humana, sus debilidades o sus mentiras o, por ejemplo, sobre sus chirridos intelectuales o morales.

(…) ¡Ah! ¡Si alguien los hubiese entrevistado con un magnetófono para conservar su voz, sus ideas, sus palabras! (…) No me fío de las crónicas transmitidas de oído, de los relatos redactados demasiado tarde y sin posibilidad de pruebas. La historia de ayer es una novela llena de hechos que nadie puede controlar, de juicios a los que nadie puede replicar. La historia de hoy, no. Porque la historia de hoy se escribe en el mismo instante de su acontecer. Se puede fotografiar, filmar, grabar en cinta, como las entrevistas con los pocos que controlan el mundo y cambian su curso.

Por sus características distintivas, es entonces la entrevista método y género sumamente válido para la reconstrucción y comprensión de la historia.

El argentino Jorge Halperín (2012, p.12) la define, de modo original, como “la más pública de las conversaciones privadas”. Señala que funciona con las reglas del diálogo privado, entendidas estas como proximidad, intercambio, exposición discursiva con interrupciones, un tono marcado por la espontaneidad, presencia de lo personal y atmósfera de intimidad, pero se diferencia en que está construida para el ámbito de lo público. Concluye caracterizándola como una conversación en la que “uno tiene el derecho de preguntar y el otro el de ser escuchado” (Halperín, 2012, p. 12).

En torno a la entrevista existe una interesante discusión que rodea su tratamiento teórico: la dicotomía entre los que afirman que es un género y los que dicen que no lo es.

En este segundo grupo, los que la niegan como un género del periodismo, el caso más conocido es el de Gabriel García Márquez (2001, web) quien aseguró que él “siempre la he tenido aparte, como esos floreros de las abuelas que cuestan una fortuna y son el lujo de la casa, pero nunca se sabe dónde ponerlos”. Pese a esa opinión, afirmó que “es imposible no reconocer que la entrevista -no como género sino como método- es el hada madrina de la cual se nutren todos” (2001, web).

Precisamente por ser una de las bases primordiales de toda investigación periodística es que algunos prestigiosos teóricos no la ubican como un género per se, sino como cantera de todos. Juan Cantavella (2002, p.31) advierte que autores como José Luis Martínez Albertos y Gonzalo Martín Vivaldi, la consideran como un “reportaje de citas”.

Más allá del disenso, el académico Lorenzo Gómis (2008, p.118) cierra con la siguiente sentencia: “La clasificación no es más que un recurso didáctico, o una manera de entenderse y de significar el tipo de funciones que atribuimos a un género”.

Dejando a un lado esta pequeña digresión, la entrevista es empleada como aproximación al pasado por historiadores puesto que consideran que aporta al relato histórico la materialización de una experiencia, un testimonio, una mirada capaz de contar cambios, condiciones socioculturales de una época, relaciones entre diferentes sectores de clase, comportamientos y, sobre todo, ayuda a comparar con fuen tes documentales y dar respuesta a los problemas que se derivan de la ausencia de dichas fuentes (Eiroa, p.258).

No obstante, debe tratarse con cuidado lo que mediante el empleo de esta técnica se consiga. La implicación de los entrevistados en los hechos que cuentan o de los cuales opinan hace que no pueda tomarse cada palabra como portadora de la verdad. En la introducción de su libro El Emperador, Kapuscinski (p.7) lo destaca y apunta un camino a seguir para subvertir sus efectos nocivos: “Puesto que no pude contar con la objetividad de mis interlocutores y varias veces sospeché que la memoria les engañaba, volví a los archivos a examinar la historia del Emperador y de su monarquía”.

Es oportuno señalar que pese a constituir esta carencia de objetividad un problema no menor, los matices personales y las visiones -aun cuando puedan tener sesgos que las conviertan en caricaturizaciones- son también valores agregados, pues contribuyen a la comprensión de las personas involucradas en tanto personajes de una historia. Ruiz Julién reconoce ese aporte:

(…) se resisten [los entrevistados] a hacerlo [contar la historia] de forma aséptica, porque la realidad, y la verdad, no dejan a un lado los sueños y recuerdos, las pasiones y las desilusiones, las dudas y las culpas. Sería injusto no entenderlos entonces como seres humanos, no tanto como los políticos, los economistas, los intelectuales. (2015, p.13)

La interpretación periodística ofrece la cura para solucionar el problema de la objetividad. Para Abraham Santibáñez (1974, pág. 24), interpretar consiste en situar los hechos en un contexto, darles un sentido y entregarlos al lector no especializado. Esto debe hacerse, además, prescindiendo tanto como sea posible de formular opiniones personales, sino que debe basarse en hechos concretos. Müller González (1990, p. 212), sostiene que “la idea fue y sigue siendo la misma: darle al lector el “hilo conductor” de los acontecimientos, poner ante sus ojos la intrincada red de los hechos noticiosos que día a día, minuto a minuto, se enlazan o entretejen.

El periodista historiador tiene a la mano varios recursos a los cuales recurrir para dar solidez a una investigación y trascender la mirada sesgada que puedan haberle ofrecido sus entrevistados:

  1. Revisión bibliográfico-documental: una técnica de recogida de información de las más empleadas. El investigador debe recurrir a archivos de prensa, datos estadísticos, discursos, declaraciones y cuanto material tenga a su disposición para contrastar las informaciones obtenidas, aportarles exactitud, construir una imagen del contexto en el cual se originaron y desarrollaron, y, dado el caso, desmentirlas si fuera preciso.

  2. Entrevistas complementarias: nada mejor que la polifonía de voces para acercarse a la esencia de un fenómeno. Sobre este particular, los profesores cubanos Iraida Calzadilla y Roger Ricardo Luis defienden el uso del término “retrospección”. Entre las ganancias de esta, destacan:

Hay en la retrospección una contextualidad orientadora, posiciones abundantes y múltiples, así como empleo de las herramientas de investigación propias del análisis, la interpretación y la investigación periodísticas. En ella, la fuente informadora alcanza desempeños de protagonista en su responsabilidad de construir el mensaje; y el periodista es el canalizador, el moderador, y no siempre quien enjuicia. (2017, p. 98)

Sin embargo, pese a la validez de estos esfuerzos, es imposible una disciplina realmente neutral y objetiva, si por esto último se entiende una historia en la cual no se involucre quien la cuenta de ninguna manera, y mantenga desinterés, distancia e indiferencia totales hacia lo examinado (Aquirre Rojas, 2004, p.42).

Periodistas e historiadores: nivelaciones diferentes

A los profesionales de los medios que se dedican a las investigaciones y la divulgación de la Historia, no obstante algunos han logrado valoraciones importantes, los acompañan determinados estigmas, unos más merecidos que otros.

Uno de ellos asegura que la necesidad del abordaje inmediato no beneficia tener una perspectiva adecuada de los acontecimientos. Dado que el periodista se encuentra impelido por demandas informativas constantes, resulta imposible “dejar enfriar” los temas lo suficiente como para que el distanciamiento ayude a una comprensión cabal.

Por otro lado, si bien ya quedó claro que el periodismo histórico es una forma de especialización, las exigencias de las redacciones dificultan que el periodista se vuelva experto en un período determinado, aun cuando pueda enfocar en él sus intereses. Los historiadores generalmente se dedican a la investigación de espacios temporales (guerras de independencia, lucha revolucionaria), lo que les permite un nivel mayor de profundidad en los conocimientos sobre el tema.

El profesor norteamericano David Abrahamson (2002) apunta algunos elementos para la diferenciación:

  1. La fecha límite de entrega disminuye el rigor del periodista.

  2. Los periodistas suelen usar más fuentes orales.

  3. Los historiadores parten de hipótesis y los periodistas no.

  4. Los historiadores trabajan en ámbitos académicos y los periodistas en los medios.

  5. El trabajo del periodista es más colaborativo (depende del redactor jefe, el productor, etcétera) mientras que el del historiador es más solitario.

  6. El periodista trata de resumir y el historiador de hacer un trabajo “definitivo”.

  7. Los periodistas dependen más del rol del mercado.

Esa dependencia al mercado ha hecho que en no pocas ocasiones se incurra en cierto amarillismo. Es famosa la anécdota de una reputada profesora de historia de la Universidad de La Habana que prohibió a sus alumnos citar siquiera los trabajos de un no menos reputado cronista. “Inventa cosas para ser más atractivo”, fue la justificación usada por la docente. Aun así, la relación entre los profesionales de ambas ciencias sociales es de las más cordiales que se dan entre disciplinas, producto del intrusismo mutuo que se práctica.

Conclusiones

No por obvia, la primera conclusión a la que puede arribarse es menos importante: los periodistas deben saber Historia. El conocimiento del pasado permite aventurar interpretaciones más acertadas gracias a que posibilita establecer relaciones de comparación; facilita la construcción de contextos que expliquen los procesos de una manera integral y no como sucesos aislados; ubica en su justo lugar los acontecimientos. En resumen, parafraseando nuevamente a Kapuscinski, responde al por qué de las cosas.

Más allá del empleo de estos conocimientos para ofrecer un marco contextual, existe también el periodismo histórico como una forma de especialización válida y extendida. Una de las técnicas y géneros que más emplea es la entrevista periodística, que le aporta claras ventajas en tanto pone en boca de sus protagonistas testimonios y opiniones.

Sin embargo, no debe quedarse el periodista especializado en temas históricos solamente con lo que sus fuentes vivas puedan aportar, ya que la implicación personal, las simpatías o antipatías y la formación condicionaran las respuestas y restarán objetividad al producto. Para resolver ese problema, el investigador debe recurrir a otras técnicas mediante las cuales profundizar en la materia en cuestión.

Llevar la Historia a todos es una misión difícil y noble. En las circunstancias actuales de Cuba reviste mucha importancia para entender la realidad y aventurar posibles caminos. Como afirma Ortega y Gasset, “el verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios. Por eso Nietzsche define el hombre superior como el ser “de la más larga memoria”.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 24 de Octubre de 2021; Aprobado: 01 de Noviembre de 2021

*Autor para la correspondencia: jmperezgonzalez94@gmail.com

El autor declara que no existe conflicto de intereses.

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