INTRODUCCIÓN
El desempeño de los médicos en las guerras por la independencia de Cuba en el siglo XIX, ofrece una valiosa fuente de experiencias para la medicina militar contemporánea. Los valores patrióticos de aquellos profesionales, son paradigmas para la preparación de los médicos militares en la defensa del país.(1)
Los médicos del Ejército Libertador son reconocidos por el ejercicio de su profesión en las difíciles condiciones de campaña, así como por ser valerosos combatientes y avezados jefes militares. Uno de los participantes en la heroica gesta independentista del 1895 fue el doctor Gustavo Pérez Abreu, médico del Estado Mayor General y de Máximo Gómez.(2)
El objetivo del presente trabajo es evocar la labor del doctor Gustavo Pérez Abreu como miembro de la sanidad militar en la guerra por la independencia de Cuba que se inició en 1985 y resaltar su ejemplo para las nuevas generaciones de médicos militares.
DESARROLLO
El doctor Gustavo Pérez Abreu nació el 10 de octubre de 1872 en La Habana. Cursó la primera enseñanza y el bachillerato en el colegio San Francisco de Paula y la carrera de medicina en la Universidad de La Habana. Durante sus estudios realizó prácticas en el Asilo San José, un reclusorio para menores y en una de Casa de Socorro de La Habana. En la universidad se vinculó con las ideas independentistas propagadas por Juan Gualberto Gómez y otros patriotas. Se graduó, el 24 de junio de 1895 con magníficas notas y premios, ejerció en Melena del Sur.
Al pasar la columna invasora mandada por Gómez y Maceo por Melena del Sur, el doctor Pérez Abreu se incorporó el 3 de enero de 1896 al Regimiento “Calixto García” al mando del coronel Juan Masó Parra. Participó en los ataques a Güira de Melena, Alquízar, Ceiba del Agua, Vereda Nueva, Hato de San Antonio, Bejucal y a los ingenios Mi Rosa, San Agustín y Lucía. Por la destacada participación en las acciones, fue ascendido a comandante. Al separarse los dos gloriosos generales, el doctor Pérez Abreu fue asignado al Estado Mayor del General en Jefe Máximo Gómez Báez como médico personal, así lo acompañó casi hasta el final de la contienda.(3)
Participó junto al Generalísimo en el combate de Moralitos, en el que se destacó como combatiente y médico, por lo que es ascendido a teniente coronel. Estuvo en otras acciones armadas como las de Cascorro, El Desmayo, Guáimaro, Juan Criollo, Santa Teresa, La Reforma y Las Delicias. El de Guayacansito en marzo de 1898 fue el último combate junto a Máximo Gómez. Fue testigo excepcional de la participación del General en Jefe en combates y de momentos en la guerra de gran peligro.(4)
Durante la contienda bélica, participó en la creación y organización de hospitales de campaña para la atención a los combatientes heridos y enfermos. Se destacó en la lucha contra enfermedades infecciosas que afectaban la tropa, como la fiebre amarilla, el paludismo y la viruela, esta última con alta incidencia en la población y en las filas del Ejército Libertador, en las que hacía verdaderos estragos.(5)
A tal punto afectó la viruela a la tropa, máxime en la región de Camagüey, que el Consejo de Gobierno de la República de Cuba en Armas el 11 de octubre de 1896 dedicó una sesión de trabajo para analizar las medidas para evitar la propagación de la enfermedad en las condiciones de la guerra. La misión de elaborar un plan de medidas sanitarias y velar por su cumplimiento, fue asignada a los doctores Gustavo Pérez Abreu médico del cuartel general y Eugenio Molinet Amorós, jefe de sanidad militar del 3er Cuerpo, que operaba en Camagüey.(6)
El plan elaborado por los dos médicos planteó la necesidad de adoptar enérgicas medidas antiepidémicas, además fue preciso en los medios requeridos para combatir la enfermedad y el modo de hacerlo. En primer término, se colocaron cordones sanitarios para impedir la propagación de la viruela y se decretó la vigilancia estricta del movimiento de personas que pudiesen trasmitirla, cuando se presentaba un enfermo se consideraba como un foco infeccioso y así se actuaba. En los casos de traslados indispensables por necesidad de la guerra, se estableció que las personas procedentes de zonas infectadas dispusieran en su destino de condiciones adecuadas de aseo y salubridad. Preveía el aislamiento inmediato de casos diagnosticados con la viruela, la incineración de la ropa y otros objetos de uso personal, con excepción del armamento y enseres contaminados, que les aplicaban la desinfección con soluciones de bicloruro y se fumigaban con azufre, permanganato y formol. Además, propusieron la creación en campaña de un centro de cría de animales para el suministro de suero y elaborar vacunas contra la enfermedad, para el que designaron como director al doctor Guillermo Fernández Mascaró, coronel del Ejército Libertador.(2,7)
En Cuba desde 1804 existía experiencia en la vacunación antivariólica cuando el doctor Tomás Romay Chacón la aplicó en La Habana y el médico francés Vignard en Santiago de Cuba. La vacuna se aplicó por la Junta Central de Vacunación y sus dependencias y la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, que fue después la Junta Superior de Sanidad. Más tarde otros centros contribuyeron a generalizar la vacuna, como la Real Academia de Ciencias Médicas y Naturales de La Habana desde 1869 y las Casas de Socorro a partir de 1871.(8)
En un inicio los doctores Abreu y Molinet recomendaron aplicar el plan antiepidémico en la región de Camagüey, la más afectado, pero el Consejo de Gobierno decidió extenderlo a todo el territorio de la República de Cuba en Armas. Las medidas antiepidémicas resultaron exitosas y controlaron la viruela en la tropa, lo que significó un mérito para quienes combatían por la independencia y un logro de la sanidad militar del Ejército Libertador. Al mismo tiempo que se luchaba al colonialismo español con las armas, los médicos emplearon la ciencia para combatir las enfermedades infecciosas, mantener la disposición combativa y preservar la vida de los combatientes y de la población en zonas liberadas.(9)
A pesar de los éxitos, una desavenencia con el jefe superior del cuerpo de sanidad, el general de brigada Eugenio Sánchez Agramonte, llevó al doctor Pérez Abreu a solicitar la renuncia como médico del cuartel general en abril de 1898. El hecho conmovió al General en Jefe, quien le envió en respuesta una carta con sinceras muestras de estimación (se cita con la ortografía original de la referencia).(10)
“Doctor: He leído con pena la renuncia que usted hace del destino de médico a mi lado, y con cuánta razón lo siento, porque las causas que me privan de sus servicios y de su compañía, aunque nos la creo de importancia, y sin embargo bien hubiera querido evitarlas. No creo que el jefe de Sanidad, Dr. Eugenio Sánchez, haya tenido intención preconcebida de lastimarlo a usted, ni nadie es capaz de considerarle así, con las palabras que ayer se cruzaron entre ustedes dos, y más bien habrá que considerar aquel sencillo incidente como una mala inteligencia sobre un asunto de poca monta, entre dos hombres dignos y honrados, que gozan de mi consideración oficial y de mi respeto personal. No quiero ocuparme de su renuncia, pero si usted Insiste tendré que atenderla, pero al quedarme sin usted me quedaré con el curandero de Holguín, pues no sé a cuál de los médicos puedo traer a mi lado, porque sin querer ofender a ninguno, ya usted sabe cómo anda el Cuerpo de Sanidad Militar, a pesar de haber tantos médicos en la Revolución, y dadas las condiciones de mi natural intolerancia, (lo conozco) a fuerza de ver tantas faltas cometidas, siento mucha desconfianza en los médicos, como antes tenía inclinación y disposición a colocarlos a la altura que creía les corresponde. Piense y ayude a pensar a su General. M. Gómez”
El doctor Pérez Abreu mantuvo firme su posición y lo designaron jefe de la Sanidad del 6to Cuerpo. Para ocupar la nueva responsabilidad, se trasladó de Holguín a Pinar del Río, con una tropa al mando del general de división Mario García Menocal Deep, con la que cruzó con arrojo la trocha Júcaro - Morón. Por su desempeño en la región occidental fue ascendido a coronel en julio de 1898.(11,12)
Al finalizar la guerra, el doctor Pérez Abreu integró la comisión liquidadora del Ejército Libertador y la directiva del consejo nacional de veteranos de las guerras de independencia. En 1899 fue nombrado inspector general de higiene por el gobierno de ocupación norteamericano, así trabajo por el control de las enfermedades infecciosas, entre estas la viruela. Militó en el Partido Moderado, fue fundador del Partido Republicano y representante a la cámara por La Habana desde 1902 hasta 1906.
Trabajo como director del laboratorio nacional hasta 1926, luego como inspector general de sanidad de la República, en el periodo en que se erradicó la viruela en Cuba. En 1932 renunció al puesto por discrepancias con la tiránica forma de gobierno del presidente Gerardo Machado Morales.(13) Después de la caída de Machado, lo nombraron director de profilaxis de enfermedades venéreas y miembro de la comisión de enfermedades infecciosas. Además, integró la Sociedad de Estudios Clínicos y la Sociedad de Medicina Tropical.(14) En reconocimiento a su destacada trayectoria en 1938 recibió la Gran Cruz de la Orden Nacional de Mérito “Carlos Manuel de Céspedes” en grado de Comendador.
El doctor Pérez Abreu presidió el comité por el monumento a Máximo Gómez; el 18 de noviembre de 1935 en el acto de inauguración con motivo al aniversario 99 del natalicio del Generalísimo, rememoró la heroica trayectoria del recto militar, su jefe en la gloriosa gesta y amigo personal. Más tarde, el 30 de julio de 1944, participó en la develación en Guáimaro del obelisco erigido en honor a los constituyentes de 1869 y a los libertadores. En el solemne acto pronunció un discurso patriótico sobre la trascendencia de aquellos hechos.(10)
Ejerció la profesión hasta 1947, cuando se retiró por razones de salud. En 1952 publicó su diario de campaña con el título: En la guerra con Máximo Gómez. Este histórico documento lo comenzó a redactar durante la guerra.(15) Incluyó también pasajes del periodo de la intervención y ocupación norteamericana en 1898 y la etapa de instauración de la República en 1902.
En el libro de más de 400 páginas rememora episodios relevantes de la lucha por la independencia del país. Además, presenta vivencias personales de sus relaciones con el Generalísimo,(15) al que reseñó de este modo: “Máximo Gómez muy sobrio en las comidas, no fumaba, ni profería malas palabras, ni permitía tampoco que las dijeran en su cuartel”. Es una obra histórica testimonial de contenido patriótico, con inmenso valor para el conocimiento de la guerra de independencia, el desempeño de los médicos y de la sanidad militar del Ejército Libertador.(16) En la Guerra del 95 sirvieron también como médicos en el Cuartel General en diferentes momentos de la contienda los doctores Eusebio Hernández Pérez, Fermín Valdez Domínguez, Pedro E. Betancourt Dávalos, Juan Bruno Zayas, Eugenio Sánchez Agramante, Lucas Álvarez Cérice, José Figueroa Véliz y Sebastián Cuervo Serrano.(2,3,17)
El doctor Gustavo Pérez Abreu falleció por causa natural en La Habana el 13 de noviembre de 1953 con 81 años de edad. Fue sepultado con los honores correspondientes en la necrópolis de Colón.(18) En los momentos actuales de enfrentamiento a la pandemia(19) causada por el nuevo coronavirus se deben rememorar estos pasajes de la medicina militar cubana, protagonizados por los miembros de la sanidad militar del Ejército Libertador en la guerra de independencia, médicos que supieron cumplir la misión sanitaria del enfrentamiento a epidemias que afectaron a los combatientes en plena guerra.(20,21,22) En condiciones de campaña aplicaron los principios epidemiológicos para evitar la propagación de enfermedades contagiosas y mantener la disposición combativa de la tropa.
Desde las guerras por la independencia de Cuba, los médicos actuaron para evitar pérdidas de vidas por las enfermedades contagiosas, aspecto tan importante como enfrentar al adversario con las armas. La organización de la asistencia médica a los heridos y enfermos, constituye la raíz de los principios humanitarios arraigados a través de la historia en la medicina militar cubana.(23,24)
En el presente trabajo se rememora la meritoria participación del doctor Gustavo Pérez Abreu en la Guerra de 95. Fue médico del Estado Mayor General y del Generalísimo Máximo Gómez, más tarde fue jefe de Sanidad del 6to Cuerpo de Ejército que operó en la región occidental del país. Cumplió misiones en la organización de hospitales de campaña y se destacó en la elaboración y aplicación exitosa de un plan de medidas antiepidémicas para combatir la viruela que afectó a las tropas. Alcanzó el grado de coronel por su desempeño como médico y combatiente. Su semblanza ofrece un modelo autóctono para el trabajo educativo, la formación de valores en el personal de la salud y la preparación de los médicos para la defensa.