INTRODUCCIÓN
La importancia de las estrategias para el trabajo educativo en la formación de los profesionales de la salud demanda la búsqueda de modelos que promuevan valores y contribuyan a enriquecer el acervo cultural.1,2 La presencia de profesionales de la salud cubanos en Italia para cooperar con el enfrentamiento a la pandemia por la COVID-19, que causó verdaderas tragedias sanitarias en algunas regiones del país,3 fue el motivo para investigar la historiografía médica del país mediterráneo en búsqueda de modelos para el trabajo educativo.
Los valores y las acciones para promoverlos han estado presentes en obras filosóficas y religiosas desde la antigüedad.4 En la Biblia, el antiguo libro de los hebreos, se reconoce en su narrativa, con significativa presencia en los Diez Mandamientos que Jehová entregó a Moisés en el monte Sinaí en pasajes del Viejo Testamento.5 En el Evangelio del Nuevo Testamento se trasmiten los valores promovidos por Jesús en su labor educativa, en la que visualizó al hombre inmerso en la bondad.5
José Julián Martí Pérez6 conceptuó el Cristo de los evangelios por la pureza de su doctrina moral, que debe servir de inspiración al hombre para que pueda hacer el bien con la entereza de aquel. Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana, en este sentido expresó: Nunca percibí una contradicción en este terreno político y revolucionario, entre las ideas que yo sustentaba y la idea de aquel símbolo, de aquella figura extraordinaria que tan familiar había sido para mí desde que tuve uso de razón, y más bien proyecté mi atención hacia los aspectos revolucionarios de la doctrina cristiana y del pensamiento de Cristo; más de una vez, a lo largo de estos años, he tenido la oportunidad de expresar la coherencia que existe entre el pensamiento cristiano y el pensamiento revolucionario.7
Para quien educa, el mejor modo de lograrlo es con el ejemplo en su conducta diaria. Sobre este tema el insigne pedagogo cubano José de la Luz y Caballero (1800-1862) expuso el convincente aforismo: Instruir puede cualquiera, educar, solo quien sea un evangelio vivo.8,9 A través de la historia, las religiones han ofrecido modelos de personas que inspiran valores éticos y morales, trasmitidos a numerosas generaciones. El Cristianismo se extendió desde sus inicios por las regiones del Mediterráneo, con fuerte arraigo en Italia, país donde dejó imborrables huellas en su historia e inspiró a muchos, que adoptaron modos de vidas, basados en sus preceptos.
Un ejemplo en el ámbito de la medicina es el doctor Giussepe Moscati, quien escogió el camino de la espiritualidad y optó por evadir lo que podría conducirlo al pecado, así inspiró sus actos y obró en conformidad con el evangelio. Como médico rechazó ofertas que le prometían una carrera académica de renombre y fortuna. Pudo tener ganancias materiales, sin embargo, se alejó de las riquezas y comodidades para adoptar un modo de vida sencillo, dedicado a los necesitados.10
El objetivo de esta investigación es presentar la obra de Giussepe Moscati como un modelo para el trabajo educativo dirigido a promover valores humanísticos y buenas prácticas en el ámbito de la ética médica en la formación del personal de la salud.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se empleó el método historiográfico, el analítico-sintético y la revisión bibliográfica empleando las técnicas de la informática y las comunicaciones.
DESARROLLO
Giussepe Moscati nació el 25 de julio de 1880, en la ciudad de Benevento, en la provincia de Campania al sur de Italia. Fue el séptimo de nueve hijos de una familia católica de posición aristocrática, su padre era licenciado en derecho y ejercía como juez. Vivió en Ancona, luego su familia se trasladó en 1884 a Nápoles, donde el padre ocupó el puesto de director de la Corte de Apelaciones. Giussepe Moscati recibió la Primera Comunión a los ocho años y dos años después fue confirmado en la iglesia de las Hermanas del Sagrado Corazón.
La muerte del hermano mayor en 1892 por un trauma craneoencefálico causado por un accidente ecuestre durante un ejercicio en cumplimiento del servicio militar, motivó su decisión de estudiar medicina y la iniciación en la fe cristiana. El fallecimiento de su padre por una hemorragia cerebral lo alentó aún más en su firme vocación humanista de asumir un proyecto de vida hacia la completa entrega a los enfermos.
Con 17 años, matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nápoles. Como estudiante se interesó por la investigación biomédica y escribió artículos que muestran su motivación por la medicina y la ciencia. Obtuvo las mejores calificaciones en su promoción, para concluir la carrera presentó la tesis Urogénesis en el hígado,10 trabajo que publicó en la prensa local de la época. El 4 de agosto de 1903 se graduó con honores. Tenía 23 años.
Luego de un corto entrenamiento como médico novel, se presentó a exámenes de oposición para auxiliares y asistentes en el Hospital de Incurables de Nápoles, los aprobó para ocupar la plaza de asistente ordinario y poco después la de coadjutor extraordinario en la sala de enfermos terminales,11 donde prestó servicios con completa dedicación. En 1911, fue nombrado director del Hospital.
Asumió la docencia médica. Los estudiantes y médicos jóvenes reconocían la didáctica en su forma de enseñar, lo seguían de una cama a la otra para aprender de sus conocimientos y habilidades. Se destacaba por sus habilidades para diagnosticar con certeza y en el generoso trato a los enfermos. La importancia de la educación en el trabajo estuvo implícita en su concepción pedagógica sobre la formación de los médicos, sobre lo que manifestó: Creo que todos los jóvenes que han emprendido el camino de la medicina, tienen derecho a perfeccionarse mediante la lectura de un libro que no ha sido impreso con caracteres negros sobre el papel, sino que tiene como soporte las camas del hospital y las salas de laboratorio, y como contenido la carne doliente de los hombres y el material científico. Un libro para leer con infinito amor y gran sacrificio hacia el prójimo.10
Tenía el hábito de madrugar para asistir a la misa y recibir la comunión cada día, luego se dirigía a los barrios pobres para atender a los necesitados. Temprano en la mañana iniciaba el trabajo en el hospital, realizaba operaciones, consultaba y pasaba visita a los enfermos ingresados, muchos en estado terminal. Se interesaba por el ambiente y condiciones en que vivían sus pacientes. Por la tarde atendía en su consultorio a los que lo requerían. Además, dedicaba tiempo al estudio y la investigación, de modo que supo conciliar la ciencia con la fe cristiana.12
Se destacó como profesor de varias asignaturas: patología, fisiología y química fisiológica. Su labor educativa quedó patentizada en palabras que dirigió a uno de sus alumnos: Ama la verdad; muéstrate cuál eres, sin fingimientos, sin miedos, sin miramientos. Y si la verdad te cuesta persecución, acéptala; y si tormento, sopórtalo. Y si por la verdad tuvieras que sacrificarte a ti mismo y a tu vida, sé fuerte en el sacrificio.13
Sobresalió en la investigación, con notables resultados en el campo del metabolismo del glucógeno y las proteínas. Profundizó en el conocimiento de la bioquímica y la fisiología de órganos como el hígado, la placenta, el intestino, el cerebro, los pulmones, el bazo y las glándulas endocrinas. Entre 1903 y 1923, escribió más de treinta artículos científicos para revistas en Italia y otros países, en diversos idiomas y temas, varios de estos aparecen en Actas de la Real Academia Quirúrgica de Nápoles y en la Reforma Médica.
Estudió con apasionamiento las hormonas y las acciones sobre el metabolismo. Fue de los primeros en aplicar la insulina para el tratamiento de la Diabetes mellitus, enfermedad que padeció su madre y él mismo trató. Asimismo, publicó trabajos sobre hemostasia, sepsis, enfermedades infecciosas como el cólera y la tuberculosis.10 Obtuvo el doctorado en Clínica General por votación unánime de la comisión evaluadora; mostró vastos conocimientos sobre la química fisiológica del metabolismo y temas afines, materias que impartió como docente en el Instituto de Química Biológica, donde fue director de investigaciones.13
Por su experiencia, el doctor Giussepe Moscati (Figura 1) fue supervisor del Instituto de Anatomía Patológica de Nápoles, director de la Sección de Tuberculosis de los hospitales de la región y desde 1911 integró la Real Academia Italiana de Medicina Quirúrgica.
La sensibilidad ante el dolor, la preocupación por los problemas de los pacientes y la acertada praxis médica, los acompañó con valores éticos y humanistas, así como la dedicación absoluta a los enfermos, basada en una sólida convicción en las virtudes teologales. Fue un médico consagrado, que mostró vocación en su actuar profesional.
Su existencia se puede sintetizar como la de un apasionado por la medicina, que identificó con el sacerdocio, un creyente fiel dotado de principios éticos, una persona misericordiosa que comprendía la pobreza ajena y compartía sus desventuras. Lo que recibía como honorario, lo dirigía a los pobres: El haber salvado un alma será para mí el mejor honorario que puedo apetecer.10
Con una concepción personal de la relación entre la fe y la ciencia, estaba convencido de que no existía contradicción entre estas, porque ambas debían contribuir al bienestar humano. Consideró que el entendimiento, la memoria y la voluntad se identifican entre sí y con el alma. Para él la caridad y la ciencia han transformado el mundo, lo que patentizó con la expresión: La ciencia nos promete el bienestar y como máximo el placer; la religión y la fe nos dan el bálsamo del consuelo y la felicidad verdadera, que es una con la moralidad y el sentido del deber.12
Ayudó al prójimo con devoción, atendió las necesidades del cuerpo y del alma, dio testimonio de su confianza en la fe y convencido de que los pacientes con enfermedades en etapa terminal, también deben ser tratados con el sosiego espiritual.11 En cada enfermo del hospital sostiene y enseña el amor a la ciencia, en el servicio al dolor, como expresó: Bienaventurados nosotros los médicos, incapaces muchas veces de curar una enfermedad. Dichosos si nos acordamos de que, además de los cuerpos, tenemos ante nosotros almas inmortales, ante las cuales nos urge el precepto evangélico de amarlas como a nosotros mismos. Los enfermos son la imagen de Jesucristo.10 Su principal arsenal terapéutico fue la bondad; protagonizó y se anticipó a la humanización de la medicina, que cada vez más se reclama hoy como condición necesaria para la atención y la asistencia a los que padecen y sufren, lo que lo reafirma como un paradigma para la actual deontología médica.14
Uno de sus más cercanos colegas afirmó sobre su desempeño: El Profesor Moscati no cultiva las ciencias médicas para el uso comercial, pero sí para el alivio y consuelo a su espíritu noble, de igual manera tuvo el consuelo del culto religioso: Con la firme intención de ayudar por igual a los pobres y a los ricos, se enorgullecía de cómo llegaba a él la bendición de los Cielos.15
Se mantuvo al margen de la agitación social en su época en Italia, que en 1898 llegó a poner en estado de sitio la ciudad de Nápoles. Sin embargo, en varias oportunidades protagonizó actos heroicos en los que salvó vidas.10 En 1906 durante una erupción del volcán en el Monte Vesubio organizó, dirigió y participó en la evacuación del Hospital de incurables donde laboraba, con lo que evitó muertes ya que el techo se derrumbó poco después de retirados los últimos pacientes, en su mayoría ancianos y paralíticos. En 1911 durante una epidemia de cólera en Nápoles asistió a muchos contagiados cuando otros médicos evadían la responsabilidad. Además, durante la Primera Guerra Mundial quiso alistarse como voluntario, lo designaron como médico al mismo centro asistencial donde laboraba, convertido en aquel contexto en un hospital militar para la atención y cuidado de los soldados del ejército italiano enfermos y heridos, personalmente asistió y operó a más de mil durante el conflicto bélico.10
La nefasta época del fascismo en Italia fue inclemente con él. No se doblegó a la dictadura militarista imperante en su país, a pesar de las presiones y las restricciones a su actividad docente debido a las normativas impuestas por el régimen de ideología totalitaria, que él no aceptó, aunque afectó su salud.
El doctor Moscati falleció en Nápoles el 12 de abril de 1927 a los 46 años de edad, apaciblemente sentado en la butaca del consultorio, cuando esperaba a los pacientes. Aquella mañana, como siempre, asistió al hospital y pasó visita a los enfermos. Estaba preparado para la muerte, con la serenidad del deber cumplido como médico y cristiano.
La noticia se difundió con rapidez: ¡Ha muerto el médico de los pobres! Los agradecidos sintieron la defunción de aquel benefactor. El funeral fue en Nápoles, con masiva participación popular. Fue inhumado en el Cementerio de Poggioreale. El 16 de noviembre de 1930 los restos fueron trasladados a una urna de bronce en la Iglesia de Jesús Nuevo, lugar de exvotos y veneración por los fieles.
El 16 de noviembre de 1975 fue beatificado por el Papa Pablo VI, que lo exaltó de este modo: ¿Quién es este que hoy se nos propone como modelo de imitación y veneración para todos? Es un laico, que ha hecho de su vida una misión asumida con autenticidad evangélica. Es un médico, que ha hecho de la profesión un instrumento de apostolado, una misión de caridad. Es un profesor universitario, que ha dejado entre sus alumnos una estela de profunda admiración. Es un científico de primer grado, famoso por sus contribuciones científicas de alcance internacional. Esta ha sido su existencia.16
Los devotos le atribuyen milagros. Uno significativo ocurrió en 1979 en la Iglesia de Jesús Nuevo, cuando la madre de un joven con leucemia, afligida por la vaticinada muerte de su hijo a causa de la enfermedad, pidió ante la urna de bronce la intervención del beato, tras lo cual el joven se recuperó de la grave dolencia.
El doctor Moscati fue canonizado el 25 de octubre de 1987.17,18) El Papa Juan Pablo II, en su homilía al proclamarlo Santo lo exaltó: El hombre que invocaremos de hoy en adelante como Santo de la Iglesia universal, se presenta a nosotros como una realización concreta del ideal del cristiano laico. Desde todos los puntos de vista Moscati constituye un ejemplo para admirar y seguir sobre todo por los médicos, él es un ejemplo hasta para los que no comparten su fe”.16 El Papa Francisco visitó la Basílica de Jesús Nuevo, donde lo veneró y dirigió palabras de aliento a un nutrido grupo de enfermos.17 La fiesta litúrgica del Santo Patrón de la Anatomía y la Patología se celebra el 16 de noviembre.
En los momentos actuales muchos creyentes piden al médico santo para su buen oficio y rezan por las numerosas muertes ocurridas por la pandemia causada por el nuevo coronavirus, acrecentadas aún más por desacertadas acciones de algunos gobiernos para enfrentarla y controlarla.19 Se ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los sistemas de salud, lo que es una alerta de peligro para el sistema sanitario global.
El presente trabajo no es una hagiografía, en su lugar enfatiza que el ejemplo del doctor Giussepe Moscati debe traspasar la simple instancia de la evocación mítica para hacer reflexionar sobre la interpretación del Evangelio y las virtudes teologales, con un enfoque social dirigido a la solución de los acuciantes problemas de salud que padece la humanidad. Como señaló el doctor Ernesto Guevara de la Serna: Es patente que donde las condiciones sociales no lo permiten, el esfuerzo y el sacrificio aislado, aun para el más noble ideal, no logrará los resultados deseados.20
Los profesionales de la salud cubanos (Figura 2) trabajaron junto a los colegas italianos para enfrentar la actual pandemia en el país mediterráneo; de este modo mostraron que los valores humanistas, éticos y morales son virtudes que se expresan en la conducta humana a través de la solidaridad. Un divino homenaje al médico de los pobres, además es un ejemplo desde el punto de vista metodológico de los valores que se deben trasmitir en el proceso formativo en las Ciencias Médicas para desarrollar una ética profesional orientada al humanismo.
La vida y obra de este notable médico consagrado a su profesión corresponden a sucesos pasados, desconocidos por muchos. Sin embargo, su importancia y trascendencia en lo cultural, social y político hace que sea oportuno recordarlo, para buscar su imbricación con el actual panorama médico y científico cubano.
Es una realidad que los componentes del sistema de valores están determinados por el contexto social e histórico concreto, pero hay valores que trascienden este estrecho marco para alcanzar una dimensión universal. Lo contextual del tema tratado y la firme convicción internacionalista de los profesionales de la salud cubanos, hacen recordar lo que afirmó el líder histórico de la Revolución Cubana en 1985, en la entrevista que le realizó el fraile dominico brasileño Frei Betto: Hay diez mil veces más coincidencias entre el cristianismo y el comunismo que entre el cristianismo y el capitalismo.21
CONCLUSIONES
El doctor Giussepe Moscati fue un médico italiano de principios del siglo XX, destacado por asistir a los pacientes según las virtudes teologales, con lo que ayudó a curar y aliviar el sufrimiento de muchos enfermos, sin interés material o monetario. Fue además un catedrático e investigador convencido de que la ciencia y la fe buscan en común el bienestar para el enfermo. Más allá de las creencias religiosas y las posiciones filosóficas, el doctor Moscati es un ejemplo para los médicos que prestan servicios asistenciales en los hospitales y en la comunidad, para los científicos que laboran en los centros de investigaciones en el desarrollo de vacunas que ayuden a luchar contra las enfermedades y atenuar los efectos de la actual pandemia, para los docentes encargados de educar en el compromiso social, con el sentido de la solidaridad como profesionales de la salud. Este trabajo les ofrece una concepción integradora de los valores humanos, que resulta útil para el trabajo educativo dirigido a la formación de los estudiantes en las carreras de Ciencias Médicas.