INTRODUCCIÓN
A finales de 2019 se reportó en Wuhan (provincia de Hubei, China), la presencia de un nuevo coronavirus, denominado SARS-CoV-2, causante de diversas manifestaciones clínicas comprendidas bajo el término de COVID-19.1
En la casi totalidad de los países del mundo, entre los que se incluye Cuba, se han sufrido los efectos de este padecimiento, convertido en pandemia, que fue considerado una emergencia sanitaria, de enormes consecuencias, que ha generado un alto grado de malestar y un gran impacto en la salud mental de las personas durante los últimos 3 años.
Es esta una enfermedad que no solo tiene su presentación a nivel somático, sino que puede tener repercusión en el estado de salud mental de los que la padecen que, en algunos casos, puede llegar a ser de importancia clínica y nosológica. Entre las principales manifestaciones clínico-psicológicas que la acompañan se encuentran: el miedo, el enojo, la frustración, labilidad afectiva, conductas desorganizadas, alteraciones neurocognitivas, tristeza, que conducen a un estado de depresión y ansiedad en muchos casos.2
Es así, como los estados de alerta generados por la COVID-19 y sus efectos, se han constituido en un conjunto de estresores nuevos que pueden generar alteraciones en diferentes esferas de la salud mental, sobre todo, en grupos especialmente vulnerables como lo constituyen los niños y adolescentes.3
La vulnerabilidad es la condición interna, en la que se está expuesto a un evento traumático que tiene como disposición intrínseca, ser dañado, por lo cual se toma en cuenta el grado de percepción de la severidad y gravedad del daño; la comprensión del evento traumático y su comunicación; las emociones negativas que genera; así como las respuesta para enfrentarlo, se tendría como resultante un proceso dinámico en el que los procesos cognitivos-afectivos-comportamentales están interrelacionados e insertados en un momento crítico como lo ha constituido la pandemia de la COVID-19.
En estas circunstancias, se producen respuestas que no solo afectan la salud física, sino también la salud mental, acompañándose de desajustes emocionales y conductuales de diferente grado de severidad y que pueden tener gran significación durante el periodo de convalecencia.4
Por todo ello, estudiar este fenómeno, puede contribuir a comprender la forma en la que este grupo poblacional vivencia y expresa la experiencia que constituye enfermar de COVID-19 lo cual, va a permitir, plantearse mejores formas de abordarla, si se proponen intervenciones efectivas que les permita a los niños, adolescentes y sus familias, dotarse de nuevas estrategias de afrontamiento para anticipar posibles mecanismos psicopatológicos que pudiesen aparecer.
Por todo lo anteriormente señalado el objetivo de este estudio es: caracterizar el estado de salud mental presente en pacientes en edad pediátrica convalecientes de la COVID-19 en Cienfuegos.
MÉTODOS
Se realizó un estudio exploratorio, cualitativo-cuantitativo, sobre el estado de salud mental en pacientes en edad pediátrica convalecientes a la COVID-19.
El universo de estudio estuvo constituido por todos los pacientes en edad pediátrica de 3-18 años que asistieron a la consulta multidisciplinaria provincial para convalecientes de la COVID-19 que se desarrolló en el Hospital Pediátrico Universitario Paquito González Cueto de Cienfuegos durante el periodo enero-diciembre del 2021, sumando estos 153.
Para la obtención de la información, se aplicó una entrevista semiestructurada, un examen psiquiátrico y la versión española del Cuestionario de Capacidades y Dificultades.
La entrevista semiestructurada
Fue elaborada para los efectos de la investigación.
Esta entrevista permitió identificar las características sociodemográficas: (edad, sexo) y clínicas (antecedentes de enfermedad mental, manifestaciones psicopatológicas) de los involucrados.
En el caso de los niños de 3-10 años se les aplicó a los padres (teniendo en cuenta la etapa del desarrollo psicológico en la cual se encontraban).
A los adolescentes se les aplicó a ellos directamente.
Examen psiquiátrico
Se realizó un examen psiquiátrico a cada uno de los pacientes para determinar la presencia o no de alteraciones psicopatológicas o de alguno de los trastornos mentales codificables en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition (DSM-V).
Cuestionario de Capacidades y Dificultades
A cada uno de los tutores principales de los pacientes que asistieron a la consulta multidisciplinaria provincial, se les administró un test de tamizaje inicial para determinar la presencia o no de alteraciones clínico-psicológicas en sus hijos, siendo este, la versión española del Cuestionario de Capacidades y Dificultades (SDQ).
Este es un instrumento de medida dimensional de la salud mental y de cribado de dificultades emocionales y comportamentales. Se trata de un cuestionario que puede ser aplicado a padres, compuesto de 25 incisos en una escala Likert de 3 puntos (Normal, Límite y Anormal) divididos en 5 escalas:
Síntomas emocionales.
Problemas de comportamiento.
Hiperactividad.
Problemas de relaciones con iguales.
Conducta prosocial.
La base de datos y el procesamiento estadístico se realizó a través del sistema SPSS. en su versión 21.0. Se utilizaron pruebas estadísticas descriptivas.
Antes de iniciar el estudio, a cada paciente y tutor principal, se le solicitó su consentimiento informado para formar parte de él. Se les explicó los objetivos del estudio y la importancia de su participación, se les garantizó la confidencialidad de la información que ellos aportaran y la posibilidad de abandonar la investigación si así lo deseaban, sin repercusión alguna ante la necesidad de atención médica posterior. Esta investigación fue aprobada por el comité de ética de la Institución.
RESULTADOS
De los 153 pacientes convalecientes evaluados, el 49,7 % fueron del sexo femenino, mientras que el 50,3 % del masculino, no existieron diferencias significativas en cuanto al sexo para todos los grupos de edad, excepto el de 12 a 14 años. El grupo etáreo de 15 a 18 años fue el que alcanzó frecuencias absolutas superiores, con el 33,3 % de los casos estudiados, seguido del 12 a 14 y luego el de 9 a 11 años (29 y 28 casos respectivamente). Solo 18 pacientes se encontraron en el grupo de 3 a 5 años, para un 11,8 % del total (Gráfico 1).
En el análisis de los resultados obtenidos en el test de tamizaje inicial SDQ que evalúa la presencia de dificultades emocionales y comportamentales, se pudo constatar que fueron las alteraciones emocionales las que predominaron dentro de este estudio, presentadas en el 34 % de los niños y adolescentes evaluados, seguido por la hiperactividad y los problemas relacionados con los para iguales en el 19 y el 16,3 % respectivamente (Tabla 1).
De igual forma, fueron las funciones afectivas las que más se vieron afectadas al examen psiquiátrico, representadas en el 29,4 % de los casos, seguidas por las necesidades y hábitos de sueño y alimentación (14,4 %). Entre las manifestaciones afectivas que predominaron estuvieron: los síntomas objetivos y subjetivos de ansiedad, las somatizaciones, pensamientos intrusivos, la labilidad afectiva y la tristeza. Por otro lado, el insomnio fue la alteración en los hábitos que prevaleció, representado en el 11,8 % de los casos (Gráfico 2).
Se confirmó la presencia de 41 pacientes que llegaron a desarrollar un trastorno mental luego de haber enfermado de COVID-19 y como consecuencia de haber vivenciado un evento como este, siendo el trastorno del sueño (9,2 %), el trastorno de ajuste (7,8 %) y el trastorno de síntomas somáticos breve (7,8 %) los diagnósticos más frecuentes. Todo ello, con un franco predominio de las hembras sobre los varones (Gráfico 3).
La existencia o no de antecedentes de enfermedad mental fue otra de las variables analizadas, teniendo en cuenta la influencia que pudiese ejercer este factor en la aparición de estados emocionales negativos y/o trastornos mentales como consecuencia de haber enfermado en una epidemia sanitaria. Es así como se constata que el 86,3 % de los pacientes no poseía antecedentes de enfermedad mental, siendo los antecedentes de trastornos mentales que se reportaron con mayor frecuencia: la discapacidad intelectual (4), el trastorno de personalidad en estructuración (3) y la conducta suicida (3).
En un análisis de la asociación entre las variables antecedentes de enfermedad mental y la presencia de trastornos mentales codificables diagnosticados en el periodo de convalecencia de la COVID-19, se obtuvo un valor de Chi-cuadrado de Pearson de 19,724, el cual, luego de transformado según la V de Cramer, se obtiene un valor de 0,359, se puede corroborar que existe una asociación moderada entre ambas variables.
DISCUSIÓN
Los resultados del presente estudio muestran que las cifras de pacientes en edad pediátrica convalecientes de la enfermedad son bastante similares con respecto al sexo, con un ligero predominio del femenino con respecto al masculino, resultados que coinciden con los obtenidos en estudios similares llevados a cabo en el país, como el de Cabrera Ruíz sobre el afrontamiento psicológico de niños y adolescentes convalecientes a la COVID-19, en el que se obtuvo que, el 60 % de los pacientes evaluados fueron del sexo femenino, con un mayor número de pacientes del grupo etáreo de 15-17 años dentro de la muestra estudiada.2
A juicio de las autoras, los adolescentes merecen especial interés como grupo vulnerable a sufrir los efectos psicológicos negativos de eventos como lo son las epidemias sanitarias. Esto se debe a las propias características de la etapa, entre las que se pueden mencionar: la inmadurez psicológica producto de la edad que muchas veces los llevaba a asumir conductas de riesgo como no cumplir con el distanciamiento social y todas las medidas sanitarias para evitar contagiarse; la esfera afectiva-motivacional adquiere un papel rector en sus vidas y es la que se ve afectada en mayor medida ante situaciones de tensión y la personalidad aún en formación que no les permite poseer aún todas las herramientas psicológicas para afrontar dichas situaciones de tensión, etc. Ello pudiese explicar el predominio de los pacientes en edad adolescente dentro de este estudio.
De igual modo, coinciden estos resultados con los obtenidos en un estudio demográfico realizado a la población infantil afectada por la COVID-19 en el país, donde se precisó que, el 50,4 % de los pacientes en edad pediátrica diagnosticados con la enfermedad fueron del sexo masculino, mientras que el 49,6 % del femenino, con un predominio en el subgrupo etáreo de 15-18 años.5
Para el estudio de los estados emocionales en los pacientes en edad pediátrica convalecientes a la COVID-19 se empleó el cuestionario SDQ, la entrevista semiestructurada y el examen psiquiátrico.
Se pudo comprobar que fueron las alteraciones en las emociones las que prevalecieron en sentido general en este estudio, resultados estos que concuerdan con los expuestos en una investigación llevada a cabo en España donde se evaluó el estado psicológico y el miedo en la infancia y adolescencia durante el confinamiento por la COVID-19, por lo que se reportó que las alteraciones emocionales fueron las que prevalecieron, representadas en el 48,6 % de la muestra evaluada.6
Del mismo modo, los resultados están igualmente en correspondencia con los derivados de estudios desarrollados en epidemias anteriores, los cuales, han revelado la aparición de una amplia gama de manifestaciones clínico-psicológicas que se pueden desarrollar como consecuencia de eventos estresantes como lo son las epidemias sanitarias, las cuales, van desde síntomas aislados hasta trastornos mentales complejos y donde las alteraciones emocionales son las que se presentan en mayor medida.
Algunos de los síntomas identificados en la presente investigación son: la irritabilidad, la labilidad emocional y la ansiedad, consecuentes con los presentados por Imran N y cols. sobre los efectos de la COVID-19 sobre la salud mental de niños y adolescentes.4
De igual forma, en estudios realizados en epidemias previas como la del SARS en Hong Kong arrojaron que: la inestabilidad emocional, el ánimo bajo, el estrés, la ansiedad, la irritabilidad, el insomnio y el agotamiento emocional, fueron las manifestaciones psicológicas que con mayor frecuencia se presentaron en edades pediátricas. Resultados estos que se asemejan mucho a los obtenidos en este estudio.7
Estos resultados se corresponden con el criterio de las autoras de que son las funciones afectivas las que se ven afectadas negativamente con mayor frecuencia ante situaciones de crisis como lo ha constituido la pandemia por la COVID-19, sobre todo, cuando estas funciones surgen como resultado de la interacción de las personas con su medio, son responsables de la construcción y mantenimiento de los vínculos con los demás y, además, posibilitan convertir toda experiencia en una vivencia interna. Ello explica su fácil perturbación ante eventos estresantes.
Otro de los resultados que se han presentado en esta investigación es que, más del 60 % de los pacientes evaluados, no llegó a desarrollar ningún trastorno metal, aunque sí indicaron la aparición de reacciones emocionales negativas en un porciento considerable de ellos, lo cual sugiere que el haber enfermado de COVID-19 ha provocado afectación en su bienestar psicológico.
Esto último responde al hecho de que muchas de las manifestaciones psicológicas exhibidas por los pacientes no fueron más que reacciones esperadas ante situaciones anormales y de tensión, por lo que no tienen por qué desencadenar necesariamente en el desarrollo de una enfermedad mental.
En otro orden, los hallazgos obtenidos sugieren, que las personas con enfermedades mentales previas, y en especial los niños y adolescentes, se constituyen en grupos vulnerables de sufrir manifestaciones emocionales cuando se deben enfrentar a situaciones de tensión, ya sea por la inmadurez psicológica que poseen producto a la edad, la propia vulnerabilidad que les da el hecho de padecer una enfermedad mental, o por la personalidad aún en formación que no les permite poseer aún todas las herramientas psicológicas para afrontar dichas situaciones de tensión.
En los pacientes estudiados existió diferencia significativa en cuanto al desarrollo de una enfermedad mental, entre los que tenían previa salud mental y los que no, corroborándose que el presentar un antecedente patológico personal de enfermedad mental aumenta la posibilidad de desarrollar un trastorno mental como consecuencia de un evento estresante como el enfermar de COVID-19.
Referente a los trastornos mentales más frecuentes diagnosticados en los pacientes, algunos de estos resultados tienen puntos en común con los reportados en un estudio de convalecientes de la COVID-19 en la etapa pre-delta llevado a cabo en Villa Clara con 13 adolescentes donde, entre los trastornos mentales diagnosticados en el grupo de pacientes evaluado se encontraban: el trastorno de adaptación (2), trastorno de ansiedad generalizada (1) y trastorno de ansiedad por separación (1).2
Ser parte de cualquier epidemia sanitaria como lo es la generada por la COVID-19, enfermar y ser convaleciente de la enfermedad genera alteraciones psiquiátricas en grupos más vulnerables como lo son los niños y adolescentes. El antecedente de enfermedades mentales previas los hace más propensos a estas manifestaciones. La ansiedad, preocupaciones, irritabilidad y los trastornos del sueño son las principales manifestaciones que se presentan, algunas de ellas, en estrecha relación con el desarrollo de trastornos mentales como los trastornos de ansiedad, trastornos adaptativos y del sueño.