Durante la pandemia por COVID-19, más de 559 millones de personas enfermaron y más de 6,3 millones fallecieron. Todos los continentes sufrieron sus efectos devastadores.
Al cierre de la primera quincena de julio de 2022, aun cuando las cifras mostraban tendencia al descenso en comparación con los dos años precedentes, no se podía decir que la pandemia había finalizado. Se había reportado hasta ese entonces a nivel mundial más de un millón doscientos mil casos nuevos y la presencia de variantes del virus al acecho.1,2
En la actualidad, las autoridades en todos los sectores de la sociedad se preocupan y ocupan por las acciones para enfrentar las nefastas consecuencias derivadas de este azote que ha marcado las primeras décadas del siglo xxi.
El sector salud, en particular Cuba, enfrenta un escenario diferente desde muy diversos ángulos. No hay una rama de su quehacer que no deba replantearse los enfoques y las acciones inmediatas, mediatas y de largo alcance. Muchas pueden ser las interrogantes. Sin pretender ser exhaustivos, algunas pueden ser las siguientes:
Para la salud pública en general: ¿cómo se han comportado las determinantes sociales inherentes al sector de la salud y qué acciones habrá que acometer? ¿Cómo mejorar la dinámica intersectorial?
La epidemiología ha jugado un papel crucial, ha afianzado su importancia como ciencia y ha demostrado su valor práctico en la atención a la salud del pueblo. ¿Qué lecciones se aprendieron? ¿Qué habrá que hacer, y cómo hacerlo, de cara al futuro?
La atención primaria de salud fue, sin dudas, un espacio que permitió desarrollar acciones decisivas en esta batalla. ¿Se hizo todo bien? ¿Qué se pudo hacer mejor? ¿Qué hay que mejorar y cómo? ¿Qué se identificó como superfluo e innecesario que pueda ser sustituido por un nuevo enfoque?
El enfrentamiento a la avalancha de pacientes, muchos de ellos en condiciones críticas, fue un enorme reto para los servicios hospitalarios. Las carencias económicas y de recursos, acrecentadas por el arrecio de las medidas del bloqueo de Estados Unidos de América en ese delicado contexto, hicieron crecer la creatividad, el esfuerzo personal y la entrega del personal involucrado. Desde la organización de los servicios, la administración de los escasos recursos y los protocolos de atención, ¿qué habrá que modificar?
La formación de recursos humanos para la salud sufrió el impacto de la pandemia en sus contenidos y métodos de enseñanza. De una parte, ¿se preparaba lo suficiente a los educandos de pre y posgrado en los diferentes perfiles profesionales para enfrentar una contingencia sanitaria como la actual?
Por otro lado, hay que evaluar la adopción de metodologías educativas menos presenciales que, sin abandonar el obligatorio contacto directo con el paciente, permiten la adquisición de habilidades necesarias para las competencias profesionales. Se han desarrollado nuevas formas de enseñanza y se han retomado otras que pudieron no ser tenidas en cuenta lo suficiente en su momento y que las circunstancias obligaron a hacer uso de ellas.3,4
Sería interminable la lista de cuestionamientos. La Revista Cubana de Salud Pública, como órgano de divulgación científica, invita a investigadores, académicos y profesionales de la salud pública, en general, para que emitan sus comentarios desde su visión particular, sobre las consecuencias de la actual pandemia y los escenarios futuros en que se desarrollará el sistema de salud cubano o de cualquier país. Sin dudas, con la lectura de los textos surgirán criterios divergentes o confirmatorios de las opiniones que se publiquen, y estamos en disposición de recibirlos, pues también deben contribuir a vislumbrar con más claridad el futuro. Esperamos por las contribuciones.