Introducción
El periodo adolescente es uno de los más decisivos para la adquisición de estilos de vida, en el que tiene lugar la consolidación de algunos comportamientos provenientes de la infancia, así como la incorporación de otros nuevos adquiridos en sus contextos de socialización.1
La importancia de la adolescencia para el establecimiento del estilo de vida tiene que ver con los importantes cambios psicológicos y contextuales que tienen lugar durante estos años en los que chicos y chicas realizan sus primeras salidas y reuniones con sus iguales sin la presencia de sus padres y en los que van ganando autonomía para tomar algunas decisiones relacionadas con el ocio y el estilo de vida. Estos momentos de transición ofrecen muchas oportunidades para el desarrollo personal pero también son de gran vulnerabilidad y riesgo, puesto que se trata de una edad crítica para el ensayo y aprendizaje de hábitos perjudiciales para la salud.1,2,3
Se han establecido claras diferencias de género en relación con los estilos de vida, que pueden estar influenciados y delimitados por la cultura, la historia y la propia sociedad actual que interpreta y define de forma distinta y refuerza o reprime patrones de actuación, con una importante evidencia empírica acumulada que indica que el fracaso académico suele ser más frecuente entre los chicos y que las chicas muestran una mayor motivación y rendimiento en la escuela.1,4
El sueño es un proceso complejo que involucra múltiples sistemas, es una función fisiológica indispensable para la vida, fundamental para garantizar el bienestar físico y emocional del individuo, así como la armonía con su medio externo. Se ha visto que los efectos de dormir bien no se limitan al propio organismo (necesidad de restauración neurológica y la salud), sino que influyen en el desarrollo y funcionamiento normal de un individuo en la sociedad porque puede afectar el rendimiento laboral o escolar, el bienestar psicosocial y la seguridad vial, entre otras.5,6,7,8
Hay algunos datos que indican que con la llegada de la pubertad y de la educación secundaria disminuye el número de horas que chicos y chicas destinan al sueño, lo que supone un incremento de la somnolencia diurna que puede tener algunas consecuencias negativas sobre sus actividades cotidianas.9,10,11
A esos cambios asociados a la pubertad y la educación secundaria hay que sumar algunos factores psicosociales que también van a interferir con el sueño adolescente, como son la menor supervisión parental, la mayor autonomía para decidir el momento de irse a la cama, el incremento de tareas escolares para casa, las alteraciones emocionales que suelen ser frecuentes en los primeros años de la adolescencia, o el fácil acceso a un gran número de actividades estimulantes (internet, videojuegos, o televisión), por lo que el sueño insuficiente se asocia a una alta dedicación para ver la televisión y a una baja participación en actividades deportivas de tiempo libre.1,12
Todas las investigaciones en el campo del sueño y el neurodesarrollo, derivan de las variaciones propias del nuevo concepto de “psicopatología del desarrollo”, observado en las generaciones de nativos digitales nacidos con el nuevo milenio. En Cuba, aún son insuficientes los estudios realizados que relacionen el sueño, con variaciones en el neurodesarrollo, el desempeño escolar y la conducta de los adolescentes.
El objetivo de este trabajo es relacionar hábitos de sueño y ambiente familiar en adolescentes con rendimiento académico y conductual.
Métodos
Estudio observacional, descriptivo transversal, en estudiantes de la Secundaria Básica (ESBU) “Conrado Duany Pulido”, entre septiembre de 2016 y mayo de 2018 (cursos escolares 2016-2017 y 2017-2018). Se tomaron en cuenta las calificaciones obtenidas por los estudiantes tanto de los trabajos de control parcial (TCP), como de los acumulados, que incluye la valoración de trabajos ejecutados en clase como los extraclase, y las tareas realizadas en el hogar.
A la totalidad de los estudiantes se les aplicó el modelo de encuesta, en diferentes momentos del curso escolar, que llenaron de forma personal y bajo supervisión de la autora y profesores guías (anexo). Posteriormente, se entrevistaron a los profesores para identificar, según sus criterios, la caracterización psicopedagógica de aquellos estudiantes con trastornos de conducta o aprendizaje. Al final de cada curso se recogieron las calificaciones certificadas por la secretaría de la ESBU “Conrado Duany Pulido”.
Se utilizaron variables familiares: (tipo de familia, número de hermanos, nivel educacional de los padres, acceso a medios electrónicos, ambiente físico relacionado al sueño y actividad vespertina); variables cualitativas y cuantitativas del sueño, rutinas y despertares, trastornos del sueño referidos por el encuestado y trastornos de conducta referidos por el educador.
Criterios de inclusión:
Adolescentes que acepten participar en el estudio y se encuentren presentes en algún momento de aplicación de la encuesta.
Ausencia de enfermedades crónicas que afecten el sueño, la conducta o el desempeño académico.
Criterios de exclusión:
Adolescentes reprobados en 8vo. grado del curso 2016-2017 que hayan sido encuestados con anterioridad.
Aquellos adolescentes que no aportaron datos completos y fiables en las encuestas realizadas.
Criterios de salida:
La muestra de estudio, quedó constituida por 178 estudiantes, después de 19 salidas del estudio. Se obtuvo consentimiento informado de los estudiantes, profesores, padres y directivos.
El presente trabajo, fue aprobado por el Comité de Ética de las Investigaciones y Consejo Científico, del Hospital Pediátrico “Juan Manuel Márquez”.
Se utilizó el software estadístico Graphpad InStat v: 2.03. Las variables cuantitativas y cualitativas llevadas a escala ordinal se describieron estadísticamente mediante cifras frecuenciales y porcentuales. En las tablas diseñadas con dos filas y dos columnas, se utilizó el Test de la Probabilidad Exacta de Fisher con Aproximación de Wolf con nivel de significación 0,05, con cálculo de Odds Ratio (OR).
Resultados
De la muestra estudiada, 41 varones (67,2 %) obtuvieron calificaciones entre 41 y 84 puntos de promedio, y que el 60,7 % de las hembras obtuvieron calificaciones promedio entre 85 y 100 puntos, con diferencias estadísticamente significativas (p= 0,0005, OR= 3,16)
De la muestra estudiada 43,2 % provienen de un hogar biparental, 33,7 % son hijos únicos con discreto predominio del sexo femenino (37,2 %). La escolaridad de las madres no mostró diferencias significativas entre niños y niñas (75,8 % y 76,9 %, respectivamente), con igual comportamiento en la escolaridad de los padres (55,2 % y 58,2 %, respectivamente). En ambos sexos se encontró mayor escolaridad en las madres (76,4 % de nivel medio superior) que en los padres (56,7 %) (Tabla 2).
Utilizan teléfono móvil 151 adolescentes (84,8 %), 92,3 % del sexo femenino y 77,0 % del masculino. El uso de la computadora personal o de mesa (PC)o computadora portátil (laptops) fue referido por 73,0 % de adolescentes (77,0 % de niños y 69,2 % de niñas); la frecuencia de tablets en el hogar fue de 65,7 %. Aunque las consolas de juegos (fijas o portátiles), fueron referidas en 48,3 % de los adolescentes estudiados, se muestran diferencias estadísticamente significativas en su uso por cada sexo, 70,1 % de varones y 27,5 % de féminas (p< 0,0001 OR 6,19).
En la tabla 3, se muestra el ambiente físico y la actividad vespertina relacionada al sueño. De la muestra estudiada, 53,4 % adolescentes duermen solos (58,6 % de niños y 48,3 % de niñas). La climatización de las habitaciones fue referida por 120 adolescentes (67,4 %) con discreto predominio en varones (71,3 % y 63,7 % respectivamente). La presencia de televisores en las habitaciones se documentó en 64,0 % de los adolescentes (66,7 % del sexo masculino y 61,5 % del sexo femenino) y las PC o laptops en las habitaciones, en 84 adolescentes (47,2 %).
Con respecto a la actividad vespertina habitual, 70,2 % refiere ver televisión con predominio del sexo femenino (83,5 %), el estudio en la tarde mostró ser la segunda actividad más frecuente, declarada por 123 adolescentes (69,1 %). En el juego físico en grupos en 50,6 % de los adolescentes, hubo predominio significativo en niños (68,9 %) que en niñas (32,9 %).
En 46 adolescentes (25,8 %), el sueño nocturno fue menor de 8 horas con mayor frecuencia en varones (33,4 %). Los trastornos en el inicio del sueño estuvieron presentes en 28,6 % y las dificultades en el despertar en 48,3 % de adolescentes estudiados sin diferencias en relación con el sexo (Tabla 4).
Las rutinas de sueño estuvieron presentes en 84 adolescentes (47,2 %) con predominio significativo de las niñas, que la declararon en 48,3 %. Entre los motivos del despertar el más frecuente fue la necesidad de ir al baño (81,4 %) con predominio en el sexo femenino (91,4 %); en segundo lugar, despiertan para comer (39,4 %) a predominio significativo de los varones (48,1 %). En tercer lugar, los adolescentes despiertan en la madrugada para jugar con equipos electrónicos o ver televisión en 37,4 %. Esta actividad fue realizada por 49,3 % de niños y 25,7 % de niñas, con diferencias que debemos considerar (p= 0,0007 OR 3,14).
En 71,9 % de los encuestados se detectó trastornos del sueño, con discreto predominio del sexo femenino. En orden de frecuencia la somniloquia (hablar dormido) y el sonambulismo (levantarse y caminar dormido fue referida en 47, 6 % de los adolescentes, el sueño intranquilo en 42,9 %, las pesadillas en 40,6 %, sin diferencias en relación al sexo (Tabla 5).
Los trastornos de conducta más frecuentes referidos por el maestro, fueron la hiperactividad y aprendizaje lento, ambos correspondieron a 12,9 %. Se encuentran diferencias según el sexo, ya que la hiperactividad es más frecuente en el sexo masculino (21,8 %) que en el femenino (4,4 %) con valor de p= 0,0006.
Otro trastorno de conducta referido por el maestro fue el trastorno de atención, en 5,6 % de los adolescentes, sin diferencias entre los sexos.
Discusión
Nuestros resultados muestran que la mayoría de los estudiantes del sexo masculino fueron los que obtuvieron los resultados académicos más bajos, lo que coincide con Niebla y otros,13 que señalan conductas diferenciadas en el sexo masculino y el femenino en factores asociados con el rendimiento académico. A este respecto las adolescentes parecieran responder con mayor eficacia a las exigencias del entorno escolar y a desenvolverse de mejor forma en ambientes estructurados, ya que estas, en comparación con los varones, presentan mejores calificaciones, se encuentran más interesadas en el estudio, organizan de mejor forma sus actividades escolares, se apoyan con mayor frecuencia en estrategias y técnicas que favorecen su estudio y la comprensión de la lectura, además de presentar mayor habilidad para fijar metas personales y profesionales.13
También nuestros resultados coinciden con lo de otros autores11,14) que plantean que existen diferencias estadísticamente significativas en el rendimiento académico en función del sexo y que las niñas obtienen calificaciones más elevadas en comparación con los niños, con una diferencia de 0,74.
En otros estudios consultados comparan la variable de la hora de irse a la cama de los estudiantes adolescentes en relación con el nivel de concentración y de alerta en la escuela y obtienen resultados que difieren de los alcanzados por Chehri A y otros,15) en una población japonesa, que evaluó el impacto que tenía la menor duración de sueño sobre el funcionamiento diario de los estudiantes. Coincidimos con el planteamiento de considerar la duración del sueño nocturno, más que la hora de ir a la cama, como un mejor predictor en la influencia sobre la concentración y el estado de alerta diurno en adolescentes.
En la muestra estudiada, las 2/3 partes provienen de un hogar biparental, a diferencia de otros autores.16 Aunque no se encuentra significancia estadística (p= 0,88), es un resultado clínicamente importante para este estudio, ya que consideramos que este aspecto influye directamente en el rendimiento académico de los estudiantes, así como de un adecuado control que ejercen ambos padres, sobre las actividades vespertinas que realizan los adolescentes. Existe una tendencia a dejar de un lado el tiempo dedicado al estudio y las rutinas de vida familiar, con incremento del sueño vespertino y el abuso de actividades de ocio, como ver televisión y uso de videojuegos.
En España, definen que “la telefonía móvil a esta edad tiene unas características de uso completamente diferentes de las del adulto.16) En Andalucía se encuentran diferencias con respecto a la edad y el género, (entre los 14 y 15 años 90,4 % de chicas frente a 80,7 % de chicos).1
Los varones refieren despertarse a jugar videojuegos y ver televisión más que las adolescentes y dedican el tiempo de sueño al juego electrónico. Estos resultados coinciden con los encontrados en un estudio, donde los chicos parecen muy interesados por este tipo de juego, a través del cual pueden demostrar las habilidades, imaginación y competitividad, mientras que las chicas están más interesadas en otro tipo de tecnologías como el móvil, los chats y el correo electrónico.16
Los videojuegos reciben críticas desde su aparición y siguen siendo vistos con la misma desconfianza e inquietud que hace más de veinte años. Las críticas más frecuentes en relación con la adolescencia es que el tiempo de juego es visto en detrimento de tiempo dedicado al estudio o a otras actividades de ocio más positivas y educativas.16
En nuestro estudio se encontró que pocos adolescentes duermen solos, lo que concuerda con el acápite de cohabitación, perteneciente a un estudio realizado en el que reflejan que el 86,7 % (176/203) de las y los niños compartían la habitación con sus padres, con otro adulto o con hermanos.17
El clima, en específico el calor, afecta la calidad del sueño; el calor como problema para dormir los afectó al menos una vez en el último mes, y tuvo una prevalencia de 57,4 %, se encuentra asociación con la calidad del sueño.17,18
Se han obtenido evidencias no solo de la presencia de hábitos poco adecuados, sino también de la carencia de conocimientos sobre la relevancia del buen dormir en el desarrollo de una vida saludable, lo que puede afectar a los preadolescentes, en particular; y existe un desconocimiento generalizado acerca de los beneficios que aporta el sueño en cada etapa del ciclo vital. Lo anterior trae como consecuencia la formación de hábitos inadecuados y una escasa o inexistente valoración del sueño en la vida del ser humano; con lo cual no están dadas las condiciones para generar comportamientos autorregulatorios, que contribuyan en la prevención de las nefastas consecuencias que traen consigo las alteraciones del ciclo normal del sueño, tanto en términos funcionales, orgánicos como psicológicos.19
Diversos estudios apuntan a una disminución de la participación de los adolescentes en actividades físicas y deportivas.1 Los resultados encontrados en el Health Behavior in School Sged Children (HBSC), muestran que los chicos son más activos físicamente que las chicas en todos los países europeos, y es España donde se encuentran mayores diferencias de género.20) El juego colectivo vespertino, aún está presente en la mitad de los adolescentes encuestados, pero con una frecuencia 4 veces superior en el sexo masculino, lo que establece una clara diferencia de género también en adolescentes cubanos.
La Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM), estableció la recomendación que los adolescentes sanos de 13 a 18 años de edad deben dormir de 8 a 10 h por día para promover una salud óptima.21
La influencia del horario escolar en los adolescentes es notoria, ya que más de la mitad refiere problemas para levantarse por las mañanas. Para algunos autores, los adolescentes que no presentan despertares nocturnos tienen mejor rendimiento escolar que los que sí se despiertan a media noche.18,22,23
En lo referente a despertares en la madrugada, coincide con un estudio realizado en Perú donde indican que 44,5 % al menos una vez el mes, se despiertan para ir al sanitario, hecho que está relacionado con la calidad del sueño, inferior a nuestro 81,4 % que utilizan el baño de madrugada.24
García Jiménez detecta que el 38,5 % de adolescentes de Cuenca refiere mala calidad de sueño y 23,1 % tarda en dormirse más de 30 minutos,25) similar a 28,6 % del resultado de nuestra muestra.
El sonambulismo, es el trastorno de sueño más frecuente en la infancia, con una prevalencia del 15 % entre los 3 y los 15 años; 3,4 % de nuestra muestra presentaba sonambulismo, cifra menor a la de otros autores, que informan frecuencias entre 5 y 9,7 %.9,26
La hiperactividad es más frecuente siempre en varones, con razón entre 2:1 a 4:6 según se considere el grupo con predominio de inatención o aquel con conducta hiperactiva-impulsiva.27 Los trastornos de atención se han descrito en el sexo masculino con una proporción de 4 a 5:1;28,29 similar a nuestros resultados donde encontramos diferencias significativas entre sexos (p= 0,0006)
La identificación temprana de los trastornos del sueño, la hora de irse a la cama, tiempo en conciliar el sueño, la hora de levantarse, despertares difíciles y el grado de somnolencia diurna (actividades escolares, conducta), las condiciones socioeconómicas dentro del hogar y específicamente en el dormitorio de los adolescentes, así como los objetos utilizados como tecnologías de la comunicación e información (móvil, computadoras), el uso de videojuegos, actividades vespertinas influyen en el rendimiento académico de los adolescentes.
Las limitaciones fundamentales del estudio, estuvieron determinadas por los datos brindados exclusivamente por los estudiantes, sin participación familiar y aceptamos los trastornos conductuales descritos en la caracterización psicopedagógica del escolar, realizado por su claustro, sin diagnóstico médico confirmado.
Se concluye que las adolescentes tienen tres veces más probabilidades de mejor rendimiento académico, con mayor estudio y entretenimiento con la televisión como actividad vespertina. Los varones juegan más en grupo y despiertan en la noche para jugar con equipos electrónicos. Son muy frecuentes los despertares. Existe alta frecuencia de trastornos del sueño en ambos sexos, mayor hiperactividad en varones y aprendizaje lento en hembras.
Se recomienda, en conjunto con el Ministerio de Educación, realizar actividades de promoción de sueño sano en los adolescentes y estimular la supervisión parental en el uso de medios electrónicos de madrugada. Debe ampliarse la exploración de las características de sueño en otros centros estudiantiles y en otros grupos de edades.