INTRODUCCIÓN
El 10 de diciembre de 1898 España y Estados Unidos firmaron el Tratado de París, terminando así el dominio colonial español en Cuba, pero sin contar con la presencia de los cubanos para decidir sobre el destino de su país. Como establecía el texto de ese tratado, España cedía la soberanía de un grupo de territorios a los Estados Unidos, pero en el caso de Cuba, esta “renunciaba” a su soberanía, por lo que quedaba ocupado por el imperio triunfante sin que se precisaran tiempo ni condiciones.
De esta forma, el 1 de enero de 1899, se inició la primera ocupación militar norteamericana. Este fue mediado por la presencia directa de Estados Unidos, cuyo objetivo fundamental fue sentar las bases de la futura neocolonia. Se arrió la bandera española y se izó la norteamericana, al tiempo que partieron de la Isla los últimos funcionarios y soldados españoles. John R. Brooke tomó posesión del gobierno de Cuba, quien estuvo en ese cargo hasta diciembre de 1899, cuando fue sustituido por Leonard Wood. Se estableció un gobierno militar que gobernaría por medio de órdenes militares, en un país que había derrotado a la antigua metrópoli, pero no había ganado la revolución.1,2
Como antecedentes del comportamiento de la salud pública cubana durante la intervención norteamericana existe que, en la etapa entre guerras (sobre todo de 1880 a 1894), se produjo un resurgimiento de las ciencias médicas de forma ajena al sistema de salud colonial. Esto se le atribuye a los médicos cubanos formados o especializados en universidades y centros científicos de Europa y Norteamérica que incorporaron los adelantos de las ciencias médicas en la isla.3-5 El inicio de la guerra debilitó el sistema de salud, quedando las tropas mambisas y gran parte de la población expuestas a enfermedades y epidemias.
Es por esto, que el objetivo del presente artículo es describir el comportamiento de la salud pública matancera durante el período de ocupación militar norteamericana 1899-1902.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se utilizó el método histórico descriptivo para estudiar el comportamiento de la salud pública matancera durante la ocupación militar norteamericana 1899-1902. Para ello, se revisaron fuentes documentales en los fondos raros y valiosos de la Biblioteca Provincial Gener y Del Monte, además de distintas bases de datos en Infomed e Internet.
Se revisaron los elementos teóricos inherentes sobre el comportamiento de la salud pública en Cuba, específicamente en la provincia de Matanzas, durante dicho período.
RESULTADOS
Cuando España se retiró de Cuba, dejó un panorama sanitario negativo. Los años de la última guerra habían sido nefastos en cuanto a la presencia de enfermedades transmisibles y epidemias.
Se exponen en la tabla las enfermedades ocurridas en esta etapa, las pérdidas humanas ocurridas y las acciones de sanidad que se realizaron.
Desde el primer día de la nueva administración norteamericana, dejó de existir la Junta Superior de Sanidad (fundada en 1807), así como las que hasta entonces funcionaban a niveles provincial y local, por ser ya instituciones obsoletas.6
Sobre el comportamiento de la salud pública en Cuba, específicamente en la provincia de Matanzas, durante la ocupación militar norteamericana, se constató que las tropas mambisas sufrieron enfermedades que diezmaron a este ejército y se extendieron a la población matancera. Aquí estuvo presente la labor de prestigiosos médicos matanceros, como la del Dr. Juan Guiteras Gener, que realizaron acciones de sanidad para aliviar las precarias condiciones de salud en las que se encontraba la población matancera.
En la figura, se muestra la Junta Superior de Sanidad de la Isla de Cuba, en la que está presente el ilustre médico matancero Juan Guiteras Gener.
Fuente: Fondos raros y valiosos. Biblioteca Provincial Gener y Del Monte.
En Matanzas, el capitán secretario de la Comandancia Militar de la Plaza, Celestino Álvarez, en presencia del gobernador norteamericano Joseph P. Sanger y del alcalde Alfredo Carnot, arrió la bandera española del mástil del Palacio de Gobierno. De inmediato, el teniente coronel John Biddle izó la enseña norteamericana, dejando oficialmente establecido el gobierno interventor en esta provincia. Sanger había entrado al puerto matancero ese mismo día en el vapor Manitoba, procedente de Charleston, Estados Unidos, para asumir el mando de esta región, acompañado por 978 soldados y 43 oficiales.7 El 10 de enero de 1899, llegó por mar a esta ciudad el general James Harrison Wilson, para asumir el cargo de Gobernador Militar de Matanzas, que fue entregado por España al ejército de ocupación.
En junio de 1900 se celebraron las primeras elecciones para alcaldes y concejales. Domingo Lecuona Madam fue electo alcalde por el Partido Republicano Federal. En julio del mismo año, se constituyó el primer Ayuntamiento elegido libremente y el alcalde izó la bandera cubana en el Palacio de Gobierno, en presencia del gobernador civil, general Pedro Betancourt Dávalos.
El gobierno interventor organizó con rapidez el aparato civil de la nación. El gobernador estableció un gabinete civil subordinado a él, compuesto por cuatro secretarías, asumidas por funcionarios cubanos. La Secretaría de Estado y Gobernación fue atendida por el matancero Domingo Méndez Capote; para el gobierno de la ciudad y de la provincia, fueron destinados como alcalde y gobernador, Alfredo Carnot D'Lisle y Pedro Betancourt Dávalos, respectivamente.
La situación general de Matanzas no se diferenciaba de la del resto del país; tenía un alto grado de miseria, el número de desempleados era elevadísimo y no había fuentes de trabajo. La mayor parte de los ingenios azucareros del actual municipio desapareció, quedando prácticamente aniquilada su principal fuente de riqueza. En poblados como Sabanilla, se reportaban 800 personas desamparadas entre viudas, ancianos y niños; en Jagüey Grande 1400; en Cabezas 1000, y en Bolondrón 450. De 30 000 caballerías cultivadas, en 1900 solo estaban sembradas 4902.
Es válido destacar las difíciles condiciones de salud que vivió la población cubana y matancera, las cuales se habían agravado con el desarrollo de la Guerra de Independencia (1895-1898) y las nefastas políticas aplicadas por la metrópoli española, como fue la reconcentración, que surtió mayor efecto en el sector poblacional que vivía en la pobreza y carecía de los más elementales medios de saneamiento. La miseria y las malas condiciones de vida permitían el desarrollo de enfermedades infecciosas. En una epidemia siempre hay un número elevado de víctimas, cuyos organismos no pueden resistir la agresión del germen que la produce y otros que, por abandono o desconocimiento, subestiman el alcance de ese mal, sin contar la ausencia de medicamentos vitales para enfrentarla.8
Por conveniencia para las tropas de ocupación, se creó el Departamento de Sanidad hasta el nivel municipal, llevándose a cabo una labor de higienización general y de combate contra enfermedades endémicas que provocaban altas tasas de mortalidad.
Una de las líneas orientadas por el gobierno interventor fue la higienización de las ciudades a través del alcantarillado, la pavimentación, la construcción de acueductos y el enfrentamiento a epidemias mortales, como la comisión designada para el estudio de esa epidemia que corroboró, en 1899, la fiebre amarilla. El acierto del médico cubano Carlos Juan Finlay de Barrés, quien desde 1881 había advertido con insistencia que el agente trasmisor de la fiebre amarilla era el mosquito Aedes aegypti. A partir de ese momento, se adoptaron medidas de higiene para evitar la contaminación y transmisión de esta epidemia y de otras enfermedades que proliferaban en el país.9
Es importante destacar que, en el caso de Matanzas, los servicios médicos solo se prestaban a pacientes presenciales, y que entre las principales enfermedades del territorio en esos momentos, estaban la tuberculosis, la malaria y la enteritis, y entre los padecimientos más comunes, gripe, tétanos, meningitis, neumonía y bronquitis.10
Las labores de eminentes médicos matanceros ya se llevaban a cabo desde 1894, cuando Guiteras envió cultivos de Corynebacterium difteriae, desde Filadelfia, a Juan Nicolás Dávalos Betancourt y Enrique Acosta, para obtener el suero antitóxico de Behring. De esta forma, se aplicó en Cuba por primera vez el suero antidiftérico en humanos, en la ciudad de Matanzas, por Domingo L. Madam Bebeagua.11
A esto se sumó, en el mismo 1899, una epidemia de paludismo. La campaña de higienización emprendida hacia el mejoramiento de la salud permitía a los norteamericanos, además de crear condiciones sanitarias, mejorar su imagen pública y asegurar condiciones para sus inversionistas.12 El desarrollo de esta campaña en Matanzas permitió organizar la recogida de basura, la limpieza de calles y de espacios domésticos, exigir a los propietarios de carnicerías, bodegas, panaderías y a los del Mercado Santo Tomás, poner letrinas y acatar las estrictas normas de salubridad, entre otras disposiciones, y se erradicaron las chozas existentes entre Pueblo Nuevo y Versalles.13
Con la higiene también protegían a sus tropas; de ahí su actuación profiláctica, pues aún estaba latente la situación que habían atravesado los españoles durante la finalizada guerra independentista, en la cual enfrentaron no solo a sus fuertes adversarios cubanos, sino también a un clima diferente al suyo y a condiciones desfavorables de higiene que hicieron proliferar enfermedades y que costaron un elevado número de víctimas mortales.
Fue destacada en este período la actuación del médico matancero Alfredo Carnot D'Lisle, graduado de Cirugía Dental en el Colegio Dental de Filadelfia, uno de los conspiradores más activos de la Guerra de 1895 en Matanzas y alcalde de esta ciudad entre 1899 y 1900. Este galeno construyó en 1899 dos pequeños hospitales para niños huérfanos, el primero en el barrio de Versalles y el segundo en el de Simpson, los cuales fueron inaugurados el 9 de mayo de ese año. Ese día se realizaron fiestas y asistió en pleno el Ayuntamiento a la apertura de esas instituciones benéficas tan necesarias en aquellos momentos.
DESARROLLO
A pesar de los esfuerzos de los matanceros por mejorar sus condiciones sanitarias y de la actuación de las autoridades norteamericanas en el territorio, que permitió una mejoría en este sentido, la situación de la salud pública era desfavorable. Tanto es así que, en 1901, existían en la ciudad cabecera solo 26 médicos para una población de aproximadamente 30 mil habitantes.14
Un hecho notable para el avance de la salud en el territorio, fue el lanzamiento de la primera convocatoria para el ingreso de alumnas en la Escuela de Enfermeras anexa al Hospital Civil de Santa Isabel, de Matanzas (actual Hospital Docente Ginecobstétrico Julio R. Alfonso Medina). Esta fue realizada en septiembre de 1900 y dio como resultado que en octubre se iniciara el primer curso, aunque con solo nueve alumnas, cuya instrucción estuvo a cargo de los doctores Schweyer, Pinto y Ortiz, y poco después dirigida por la Srta. Eugenia Hibbard. La primera graduación fue en diciembre de 1901. Poco después, la dirección de la escuela pasó a miss Mary Mc Cloud, auxiliada por miss Sara Hollman y miss Marie Hidell y la primera instructora cubana srta. Hortensia Domínguez Páez.15
El 12 de diciembre de ese año, este hospital, que brindaba servicio a varones, se unió con el de San Nicolás, para mujeres, que había sido inaugurado por iniciativa del presbítero Nicolás González de Chávez, el 24 de julio de 1846. En esta unión recibió entonces el nombre de Hospital Santa Isabel y San Nicolás.
Hechos merecedores de recordación ocurridos en el campo de la salud pública matancera durante este período de ocupación, fueron también la creación de la Junta de Patronos del Hospital, encargada de la administración, confección de los reglamentos para el buen funcionamiento del hospital, velar por el alto nivel profesional y técnico, organizar reuniones científicas, entre otras funciones, y cuyo presidente fue el Dr. Miguel A. Beato Font. A pesar de la corrupción administrativa y otros males de la época, el hospital contó con notables y valiosos médicos, y un personal técnico integrado, entre otros, por enfermeras, laboratoristas y farmacéuticos de gran prestigio.16
No obstante a los avances que se lograron desde el punto de vista social y, específicamente, para la salud pública, las medidas y posiciones antinacionales que adoptó el gobierno interventor siempre encontraron el rechazo activo de las clases y sectores interesados en lograr la absoluta soberanía de Cuba, que se frustró con el Tratado de París en 1898, y en 1901 con la imposición de la Enmienda Platt en la Constitución, que regiría los destinos de la nación cubana a partir de la instauración de la república en 1902.17,18
Las autoridades norteamericanas durante el período de ocupación militar crearon condiciones económicas, políticas y sociales, y dejaron abierto el camino para su dominio neocolonial; la lucha de los cubanos por la verdadera independencia nacional continuaba.19-21
En la historia del siglo XIX cubano, Matanzas fue una potencia médica y científica. Arrasada, devastada y frustrada, Cuba, después de varios años de luchas, cerraba un ciclo de treinta años de contradicciones con España y recibía la intervención de los Estados Unidos. Matanzas fue escenario de un poderoso desarrollo económico que impulsó un amplio movimiento cultural.22,23
CONCLUSIONES
Durante el período de ocupación militar norteamericana 1898-1902, la campaña emprendida hacia el mejoramiento de la salud permitía a los interventores, además de crear condiciones favorables de vida, mejorar su imagen pública y asegurar condiciones para sus inversionistas.
Las principales disposiciones orientadas con respecto a la salud pública fueron la higienización de las ciudades a través de la construcción de alcantarillados, la pavimentación de las calles, la construcción de acueductos y el enfrentamiento a epidemias mortales como la fiebre amarilla.
Los matanceros realizaron notables esfuerzos para enfrentar la difícil situación sanitaria a través de la apertura de hospitales e instituciones, que brindaban servicios, sobre todo, a los sectores pobres de la población, y de la campaña de higienización para evitar la propagación de enfermedades y epidemias.