INTRODUCCIÓN
Cuba es un país en el que no existe un racismo institucional, puesto que el Estado aboga por la igualdad de todos los ciudadanos.
Sin embargo, en relación con la problemática racial, y a tenor con los cambios económicos, políticos y sociales que se han venido sucediendo desde finales de los 90 del siglo pasado, cabe preguntarse aspectos tales como: ¿existe una problemática racial en la Cuba de hoy? ¿Están erradicados realmente el racismo y la discriminación racial en la sociedad cubana actual? ¿Qué causas motivaron la ausencia de debate sobre los problemas raciales después de 1959? ¿Existen nuevas formas de racismo (neo-racismo) en el país? ¿Qué opina una muestra de cubanos sobre el racismo en Cuba en la actualidad? ¿Qué retos debe afrontar el gobierno y Estado cubanos para lograr la deseada equidad racial?
Si bien en la Constitución de la República se aboga por la equidad, y en la Primera Conferencia del Partido Comunista (PCC), celebrada en enero de 2012, fue aprobado el objetivo No. 57 que expresa: “Enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes, atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las personas” (PCC, 2012, p. 6), lo cierto es que los ciudadanos perciben que persisten formas de discriminación racial, expresadas en acciones de rechazo o aceptación por el color de la piel.
Toda esta problemática constituye un reto a afrontar por el gobierno y el Estado en aras de lograr el modelo económico-social cubano propuesto.
Las interrogantes anteriores y la percepción del problema por parte de la autora del presente estudio, han motivado esta investigación que transita por su segunda etapa desde el año 2014, y cuyo objetivo fundamental es valorar las opiniones de una muestra de cubanos sobre la situación racial de la Cuba de hoy, así como de sus criterios acerca de cómo erradicar las actitudes racistas aún existentes en el país.
PROBLEMÁTICA RACIAL EN LA CUBA DE HOY
Muchos estudiosos del tema racial en Cuba, coinciden en que, aunque siempre ha existido una población sobre la cual han recaído las mayores desigualdades estructurales, los desequilibrios en el nivel de vida y la discriminación por el color de la piel, fue la crisis económica de finales de los 80 y principios de los 90, con fuertes atisbos de crisis social, la que hizo reaparecer este fenómeno, no solo como rezago del pasado sino como una peligrosa tendencia a su reproducción, tanto en el marco de la subjetividad individual como del entorno familiar, en las relaciones de poder, en algunas instituciones y en el subconsciente de la sociedad toda.
Comenzaron a surgir corrientes racistas y xenófobas que salían a flote en los países socialistas que se derrumbaban.
En este contexto comienza a estudiarse el problema racial en Cuba, pues aunque fue esa crisis la que hizo aflorar las diferencias entre personas blancas, y negras y mestizas, estas desigualdades siempre estuvieron presentes en el sentir y el imaginario cubanos, pero, luego del triunfo revolucionario de 1959, el problema racial quedó silenciado en Cuba.
No ha sido un silencio premeditado, de voluntad individual o institucional, sino condicionado socio-históricamente por una serie de disímiles y complejos factores que influyeron en que el problema racial no fuera objeto de debate público en nuestro país.
Fue en el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba cuando se sacó el tema del letargo en que estaba sumido, al analizar el censo de población realizado en el año 1980, y dar cuenta de que existían notables desproporciones de negros, mujeres y jóvenes en los puestos de dirección. Ello, según Rodríguez Ruiz (2012), puso en evidencia que, en el proceso de apoderamiento, los grupos que partieron de mejores condiciones históricas se fueron insertando de forma más aventajada en la estructura social.
Y en el año 2000, el líder histórico de la Revolución Cubana, el Comandante Fidel Castro, en un discurso en Nueva York, en la Iglesia Riverside en Harlem, expresó: “No pretendo presentar a nuestra patria como modelo perfecto de igualdad y justicia. (…) tiempo tardamos en descubrir que la marginalidad, y con ella la discriminación racial, de hecho es algo que no se suprime con una ley ni con diez leyes, y aun, en 40 años, nosotros no hemos logrado suprimirla…” (2000, s/p). Con anterioridad, en 1998, el propio Fidel calificó de idealismo y romanticismo el haber considerado erradicado el mal de la discriminación racial y los prejuicios raciales en nuestro país. Y diez años después de aquellos pronunciamientos, el presidente Raúl Castro, llegó a calificar como una vergüenza el insuficiente avance logrado en esta materia.
Entre los factores más generalizados que incidieron en la falta de debate sobre el tema, en la bibliografía especializada se enumeran los siguientes:
El racismo en Cuba, luego de 1959, dejó de tener visibilidad durante un largo período, pues con la eliminación de las formas de discriminación asociadas a instituciones formales del poder se impuso la creencia generalizada de que con las medidas de igualdad social desarrolladas por la Revolución y la educación, este se eliminaba también. Esta forma de pensar, según Rodríguez Ruiz, “está en correspondencia con cierta corriente del pensamiento marxista que considera que el fenómeno racial es parte del clasista, por lo que, la solución del problema de clases conlleva la eliminación de las desigualdades raciales” (2012, p. 167).
Según Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales, la lucha contra el racismo formaba parte de la Revolución, pero no fue una de aquellas banderas suyas que eran asumidas por el pueblo con un ardor avasallador que rendía oposiciones, escollos, tradiciones y prejuicios, y eran organizadas por el poder revolucionario para darles viabilidad y efectos permanentes. Ello provocó prácticamente el abandono de la concientización antirracista y la falta de elaboración de una estrategia de educación de los niños y jóvenes -y de reeducación de los adultos- para una integración socialista entre los grupos raciales en Cuba, a pesar de que las tareas y los logros de la Revolución le hubieran brindado un suelo óptimo. Al contrario, se veía mal referirse a cuestiones ‘raciales’, las cuales eran vistas como «rémoras de la sociedad anterior» que el socialismo en general liquidaría (2011).
Resumiendo, hay coincidencia con Esteban Morales Domínguez en su ensayo Un modelo para el análisis de la problemática racial cubana, cuando al referirse a los factores que conllevaron a silenciar la problemática racial cubana en la actualidad, expone:
De todos los problemas heredados por la Revolución en 1959, la problemática racial nunca fue objeto de un tratamiento específico, consecuente y sistemático en el tiempo y por tanto la política social adoleció de un criterio histórico-científico en toda su magnitud. Se pensó que incluyendo el tema de la racialidad en el programa de justicia social para todos, se resolvería este problema, lo cual nunca fue así. (Morales, 2002, s/p).
Es significativo valorar en torno a este silencio alrededor de la problemática racial cubana, que aún muchos cubanos, blancos o no, que sienten la igualdad de los seres humanos como un derecho inalienable, siguen pensando actualmente que debatir el tema presupone una actitud racista. Muy internamente es un tema tabuizado en su conciencia social, o consideran que traerlo a la palestra propende a la separación de los cubanos y no a la unión como se pretende (muchos ni siquiera están consciente de que existe el problema).
Un ejemplo muy significativo al respecto, es que en un evento científico realizado en la Facultad de Español para No Hispanohablantes de la Universidad de La Habana, en junio del 2014, la autora de este trabajo presentó, en sesión plenaria, el resultado de una investigación que había llevado a cabo sobre racialidad1 y enseñanza de la lengua2.
Para realizar esta investigación había trabajado como informantes con el 72% del total de los profesores negros y mestizos de la Facultad, quienes constituían el 61% de la plantilla total de docentes. Ese mismo trabajo lo había presentado en abril del propio año en Abidjan, Costa de Marfil, en un evento internacional, dirigido y organizado por la Fundación Mujeres por África, al que había asistido como invitada. La acogida de lo expuesto en aquel contexto, fue significativamente positiva, tanto para africanos, como españoles, brasileños y colombianos, así como para académicos, comunicadores sociales y estudiantes.
Sin embargo, en el ámbito de la facultad, fue casi intrascendente, a pesar de que el 61% de los allí presentes, al responder al cuestionario anónimo que se les había entregado, coincidían en la consideración de que en las clases
para nada es suficientemente tratado (el tema del afrodescendiente3y de África), y (…) que el tratamiento del tema pasa, generalmente, por el análisis de elementos histórico-culturales que se limitan al pasado, sin traer la problemática del no blanco a la actualidad; que el tema del africano y sus descendientes actuales ha quedado reducido a asuntos relacionados básicamente con la literatura ya reconocida, la música, la danza y la religión; aun el tema de la religión de origen africano en Cuba es tratado bajo una óptica peyorativa y discriminatoria. Por último, se considera que «la imagen o idea con que sale del aula el estudiante es la del negro esclavo, de baja instrucción, sufrido, vejado; que la influencia de las lenguas subsaharanas en la modalidad del español en nuestra isla tiene escaso prestigio social. Lo negro es lo folclórico, lo marcado. Resuena en la cabeza de ese alumno ‘estilo colonial’ ‘estilo neoclásico o barroco’, o español, francés, árabe, pero no lo negroafricano: no el negro como coactor; más bien el negro como deportista, bailarín, o lascivo» (Cuba, 2014, p. 151)
¿Existe «neo-racismo»4 en la Cuba actual? ¿Cuáles son sus manifestaciones?
Según Gisela Arandia (2011) desde finales del siglo XX ha surgido una tendencia que ha sido bautizada como «neo-racismo» o nuevo racismo para tratar de decodificar la verdadera raíz de los mecanismos de rechazo a identidades diferentes que se articulan desde el racismo.
Roberto Zurbano define «neo-racismo» como:
…fenómeno que integra gestos, frases, chistes, críticas y comentarios devaluadores de la condición racial (negra) de personas, grupos, proyectos, obras o instituciones. No se trata de simples gestos u opiniones personales marcadas por el prejuicio racial, sino de conductas que ejercen tal prejuicio sin miramientos y se producen hoy en espacios públicos institucionales o no -incluyendo los medios de difusión y la publicidad- y que resultan lesivas y humillantes para aquellos contra quienes se dirige, aunque algunos las aceptan acrítica o irremediablemente. (Zurbano, 2012, pp. 270-271)
Hay coincidencia con el criterio del autor en que realmente existen esas manifestaciones «neo-racistas» en nuestro país -más allá de las mencionadas al definir el término- que se evidencian en el contraste que presupone la “excesiva presencia” de afrodescendientes (tanto personas negras como mestizas) en espacios, físicos o no, marcados negativamente por la sociedad: barrios marginales, cárceles, trabajos mal remunerados, etc.
Se conviene, no solo con Zurbano, sino con otros muchos especialistas sobre el tema de la racialidad en Cuba, se asume la idea de que estas manifestaciones «neo-racistas» afloran en la vida social, a pesar de que, como ya se ha expresado, la discriminación racial, luego de 1959 no es aquí un fenómeno institucional; y estas expresiones discriminatorias aparecen tanto de manera sutil como abierta. Ejemplos sobran, por desgracia, en nuestra vida diaria de relaciones, con más frecuencia en unos escenarios que en otros, pero presentes al fin y al cabo.
Se suman a estas manifestaciones otras, tales como: incomprensiones de padres y madres de cualquier color de piel en cuanto a relaciones amorosas o sexuales intercoloriales de sus hijos; reproducción del fenómeno de la exclusión en las propias instituciones estatales y en los negocios de la nueva figura del trabajador por cuenta propia, a partir de la subjetividad del dirigente o el propietario, según el caso; el abordaje de la criminalidad y la marginalidad desde posiciones prejuiciosas racistas; la contradicción entre una mezcla racial evidente y tradicional en el pueblo cubano y la existencia de prejuicios dentro de las propias familias o en las relaciones interpersonales en distintos espacios5.
Opiniones de una muestra de cubanos sobre racismo en la Cuba actual
Luego de leer el artículo de Roberto Zurbano, “Cuba: doce dificultades para enfrentar el (neo) racismo o doce razones para abrir el (otro) debate”, publicado en el número 273 de la revista Universidad de La Habana, y partiendo del análisis que hace el autor sobre las dificultades y modo de enfrentarlas, muchas de las cuales no se consideran acertadas, si el objetivo de todos es erradicar el racismo en Cuba, sobre la base de la unidad de todos sus integrantes, se indagó, en el año 2016, en una muestra de habaneros para conocer en qué medida existe consenso acerca de las mencionadas dificultades y las formas de enfrentarlas expuestas por Zurbano.
Para ello se realizó un cuestionario de siete preguntas. La primera indaga en el término que usan para referirse a las personas no blancas: negro, afrocubano o afrodescendiente. La segunda hace alusión a si consideran que existen actualmente en Cuba formas de racismo. La número tres está referida a si piensan que se trata el tema del racismo como se debiera en la vida pública en general. La cuarta interrogante va dirigida a conocer su opinión acerca de si debe existir en Cuba una institución social propia para las personas no blancas. La quinta está destinada a valorar si los medios de comunicación masiva atienden adecuadamente el problema racial en nuestro país. La número seis interroga sobre la necesidad o no de una legislación y una institución específicas para tratar posibles casos de racismo. La última solicita responder si nuestro sistema educacional contribuye a eliminar casos de racismo si existieran, o a educar para que no renazcan en caso de que no existan dichas prácticas. Todas las respuestas debían ser ejemplificadas o argumentadas según el caso.
Para la selección de los informantes a quienes se aplicó el cuestionario, se tuvo en cuenta las variables sexo, edad, nivel de instrucción (medio y superior), el color de la piel (negra, mestiza y blanca).
Se consideraron dos grupos etarios: de 25 a 45 años (grupo I) y más de 55 (grupo II). Esta distribución de edad estuvo determinada porque las personas del grupo I son las que más lejanas en el tiempo están de la época prerrevolucionaria en la que el racismo era política generalizada. Sucede lo contrario con las del grupo II: su cercanía a esa etapa, lo que les puede permitir establecer diferencias, (tabla 1).
El cuestionario se aplicó a 128 personas, distribuidas por las diferentes variables de la siguiente forma:
Los resultados, grosso modo, son los siguientes:
Hay una preferencia a utilizar el término negro, tanto en un grupo etario como en otro, sin distinciones de edad o nivel de instrucción. Tampoco incide en ello el color de la piel. Apuntan como elemento tenido en cuenta para su elección, que el término hace referencia al color de la piel, o porque es lo más “cubano” y generalizado. Algunos apuntan que la palabra no es lo esencial sino la forma en que se emplee. Afrodescendiente y afrocubano fueron escogidos por solo el 7 y 11% respectivamente.
El 97,6% (125 informantes) coinciden en que en Cuba subsisten hoy en día formas de racismo, y los modos en que se manifiestan se centran, en orden de prevalencia, en la ausencia de las personas negras o mestizas en los principales medios de difusión, fundamentalmente la televisión, y en instituciones como el turismo; discreta presencia en los altos cargos del Estado, gobierno y PCC; el tratamiento estereotipado en varias manifestaciones artísticas; ausencia de negros en instituciones culturales de renombre esencialmente en el Ballet Nacional de Cuba; en comentarios inapropiados que denigran socialmente a las personas negras, subrepresentación de los negros y mestizos en tanto en el sector emergente de la economía como en los espacios de poder del sector no emergente.
Hay consenso en que el tema no es tratado como debería serlo dada la proliferación de manifestaciones racistas, sobre todo de carácter individual y en que faltan espacios institucionales para el debate y el desarrollo de una conciencia antirracial. Son las personas negras y mestizas, y las del primer grupo etario, quienes más coindicen en esta ausencia de tratamiento del tema. La mayor parte de los argumentos que dan los encuestados sobre este silencio y falta de debate, fundamentalmente las personas blancas, es que existe una equivocada creencia de que como el racismo en Cuba no existe institucionalmente, en apariencia tampoco existe en la sociedad y que tratarlo sería sacar a la luz un fenómeno que para muchos ha quedado atrás.
Igualmente, todos los informantes consideran insuficiente el tratamiento que dan los medios de comunicación al problema racial en nuestro país, porque no le dan la importancia que merece, y las contadas veces en que tocan el tema no lo hacen a fondo; además, opinan que como no se valora como una problemática de la actualidad no se le da seguimiento.
Solo un 8% (11 informantes mayoritariamente afrodescendientes del primer grupo etario y de nivel superior) opina que debiera existir una institución social para las personas no blancas porque “permitiría que dichas personas tuvieran un respaldo institucional y poder canalizar sus inquietudes”.
La mayoría (89%) considera que se requiere de una legislación y una institución específicas para tratar las manifestaciones racistas, puesto que “dan una garantía jurídica y constituyen un acto de justicia social”.
El resto de la muestra (11%) no está de acuerdo con la existencia de una legislación particular. Aducen que todos los ciudadanos, a la luz de la ley (la Constitución, el Código Penal en su artículo 120 y acápites correspondientes), tienen los mismos derechos y deberes, por lo que de existir tales particularidades se estaría aprobando que existe desigualdad entre las personas por el color de su piel; otros argumentan que de existir se acentuaría más el racismo existente.
En relación con la contribución de nuestro sistema educacional a la eliminación de las manifestaciones racistas, coincide el 11% anterior en que no existe tal contribución, pues se “debe fortalecer el trabajo de las escuelas para abordar, sin prejuicios, esta práctica y trabajar en función de una igualdad racial”. Sin embargo, el 45% de los encuestados piensa que no obstante, queda mucho aún por hacer en este sentido.
Los resultados de ese estudio permitieron valorar que los encuestados reconocen la insuficiencia del tratamiento de la racialidad y de las relaciones interraciales en Cuba. No se manifiesta una actitud crítica ante los problemas raciales que perviven en nuestra sociedad, los cuales son perfectamente identificados por ellos quienes constatan demostraciones de carácter racista en nuestro país. Tampoco existe una conciencia sólida a favor del análisis del conflicto racial.
Es dable exponer que esta falta de actitud crítica ha llevado, según criterios consensuados, a una callada y “resignada” aceptación por parte de la mayoría de los negros y mestizos hacia las manifestaciones «neo-racistas» que observan en su entorno, quienes confiados en la política gubernamental revolucionaria que aboga por la igualdad, han estado a la espera de un cambio real que termine con el mito de las “igualdades sociales”, que llevó, en más de una oportunidad, a la incomprensión y represión -tácita o explícita- hacia aquellos que levantaron su voz ante el silencio y la desigualdad, voz juzgada para algunos extemporánea y propulsora de la división nacional.
RETOS DEL GOBIERNO Y ESTADO CUBANOS PARA LOGRAR LA EQUIDAD RACIAL
El gobierno cubano tiene entre sus objetivos trabajar para eliminar totalmente cualquier manifestación de racismo en el país. Para ello, de acuerdo con los criterios tanto de estudiosos del tema como de los encuestados, los principales retos que debe enfrentar son los siguientes:
Establecer estrategias de unificación, que impliquen más las igualdades que las desproporciones6.
Que tanto en las instituciones investigativas como en los centros académicos haya una mayor cantidad de estudios teóricos sobre racialidad en la Cuba actual.
Proporcionar un mayor espacio en la escuela a la historia de la gente de piel negra y una mayor participación en los medios.
Desarrollar una conciencia de enfrentamiento público a las acciones racistas; es decir, promover una conducta de sanción pública a cualquiera de esas expresiones o prácticas.
Insistir desde la escuela, la familia y el entorno social en general, en el antirracismo como valor.
Promover el debate público en el que participen todas las instituciones del Estado junto con la sociedad civil y asumir la problemática racial como lo que es “una herencia histórica cultural no superada”.
Realizar una investigación multidisciplinaria que profundice en las formas estereotipadas, discriminatorias, de banalización cultural y exotismo con que se abordan estos tópicos en los medios masivos, la publicidad, el turismo, los espacios digitales, museos y la propia realidad.
La problemática racial tiene que formar parte del currículo docente e investigativo de todas las instituciones de la educación superior fundamentalmente en las carreras pedagógicas.
Debe adoptarse una ley que vele por el cumplimiento de estas políticas antirracistas, de acuerdo con lo que establece la Constitución de la República. Deben erradicar posiciones idealistas que supongan la solución espontánea de estos problemas.
Es oportuno terminar esta presentación, como reafirmación de lo hasta aquí expuesto, con las palabras de Zuleica Romay en su premiado ensayo Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad...
Aunque la Revolución Cubana demolió el racismo estructural de la vieja sociedad y el color de la piel perdió el papel ordenador de antaño, aún no terminamos de barrer todos los escombros; la raza -ese tipo de codificación mental de lo que somos y de lo que son los otros- continúa influyendo en las premisas, formas y consecuencias de ciertas relaciones sociales así como en las posibilidades de realización efectiva de sujetos individuales y colectivos… (Romay, 2012, p. 255)
Y como cierre, vienen muy bien las de Rodrigo Espina en Color de la piel y Educación:
Es cierto, Cuba constituye un paradigma para seguir no solo en el tema de la medicina, sino también y, fundamentalmente, en el de la justicia social. Su aporte a la lucha mundial contra la discriminación racial tanto en el plano nacional, como en el internacional, particularmente su aporte a la eliminación del apartheid y la lucha por la liberación de los pueblos en el continente africano, es incuestionable e incomparable y marca la cota más alta a que los pueblos del mundo aspiran. Pero, precisamente por esa posición que ocupa Cuba en las miras de otros pueblos, debemos seguir perfeccionando nuestro modelo social para poder seguir sosteniendo esa posición, no como resultado de una competencia deportiva, sino como esencia de nuestro sistema. Y en el tema que nos ocupa, aún queda mucho -y podemos y nuestra sociedad tiene ese propósito- por andar. Sigamos caminando. (Espina, 2011, s/p).