INTRODUCCIÓN
La lógica del capital es la responsable de los problemas globales sociales, la polarización de la riqueza mundial y la desconstrucción del ser humano; todo ello en medio de un creciente proceso de precarización, ya no solo del trabajo, sino de la vida de la mayoría de la población mundial. Trata de seducir a todos con una proposición muy concreta: sumarse al tren de la acumulación capitalista, como único pasaje histórico al futuro, sin pensar en el pasado, pues no hace falta memoria histórica y la que, testarudamente, quede hay que desfigurarla y contarla diferente. A la lógica del capital hoy no le basta con el pensamiento único, necesita que no se piense o que se haga en una versión de historia alejada de la realidad y construida por el capital.
No se debe hablar de socialismo en la contemporaneidad sin entender al imperialismo de estos tiempos. El capitalismo de hoy ha mutado a pasos exponenciales en su envestidura imperialista, colocando nuevos desafíos para la alternativa. A más de cien años de la primera experiencia de construcción del socialismo, es importante recordar que la discusión esencial no es de qué siglo es el socialismo; lo central está en entender su necesidad histórica y discutir cómo construir, en cada momento, los principios que lo sustentan. No se trata de la crisis del proyecto socialista revolucionario ni la imposibilidad de la transición socialista -crisis que fue el agotamiento de una forma histórico concreta de transición, de una forma determinada de ruptura con la lógica del capital-, se trata de romper con la versión mistificada que identifica al socialismo «real» con el proyecto social de pensamiento socialista revolucionario. Por eso, se prefiere reflexionar sobre socialismo histórico y discutirlo desde la ciencia y el marxismo.
Suscribir el paradigma marxista, o cualquier otro, es un acto deliberado de las personas que participan en los procesos sociales, en teoría y práctica. Una vez que se asume, es una obligación estudiarlo, dominarlo rigurosamente y desarrollarlo. Más daño ocasiona el marxista (del marxismo o de los marxismos) que no ha estudiado, que incluso aquellos neoclásicos consistentes y coherentes. Esos marxistas forman el gremio de los marxismos y los marxistas con epítetos. Ser marxista no es un modo de vida para suscribir una versión de marxismo funcional a una interpretación de ciencia convenientemente correcta; es entender, aplicar y desarrollar el paradigma en el tiempo histórico de vida, con coherencia entre teoría y práctica.
Un serio problema ha sido que los marxistas del marxismo y de los marxismos han permitido el secuestro de categorías, leyes y definiciones de la tradición marxista. La ofensiva teórica de la acumulación del capital, en su versión neoliberal, viene realizando con «éxito» un renombramiento de fenómenos y procesos; es como si se estuviera hablando de los mismos problemas, pero en otra lengua. Ha sido un proceso de alfabetización para las ciencias sociales desde la lógica del capital. Es esta una lengua silenciosamente ideológica y positivista, describe la realidad tal cual, logra ser atractiva por su descripción de parte de ella y, por lo tanto, es de rápida difusión.
1. EL MARXISMO COMO PARADIGMA DE CIENCIA
El marxismo como paradigma de ciencia es una construcción de ideas para pensar la sociedad de todos los días e intervenirla para transformarla, es un paradigma de ciencia social no neutral que integra fundamentos para interpretar y cambiar esa realidad. El marxismo es una construcción cultural y científica que conjuga el pensar y el hacer, exige reflexión crítica y acción revolucionaria. Entre algunos de los principales fundamentos del paradigma se pueden identificar:
Crítica.
Unidad de lo lógico e histórico.
Unidad objeto y el método.
Subversión de la realidad.
Lucha de clases.
Relación teoría práctica.
Totalidad.
La crítica significa la inversión de la determinación científica y las formas de manifestación de la realidad a través de determinaciones de totalidad. La unidad entre lo lógico y lo histórico no busca historiar las categorías, ni hacer un ordenamiento cronológico, ni aislar el análisis lógico del objeto estudiado. Significa analizar los hechos en su contextualización histórico-concreta y la historia, no como sucesión de hechos, sino a través de categorías y leyes que expliquen relaciones causales y sus manifestaciones como generalizaciones.
Por ello, subvertir la realidad significa interpretar la sociedad a través de la crítica para su transformación, como ruptura y superación de la lógica del capital; comprender la necesidad del cambio social, su dirección y el cómo hacerlo. Implica, además, entender también al marxismo como ideología de la transformación social. Así se puede subvertir la realidad, en la medida en que se diferencian los objetivos entre resistencia, reforma, conciliación y revolución; al asumir la recomposición del sujeto social portador de la transformación con un enfoque de totalidad (fundamento transversal del paradigma marxista de ciencia).
A pesar de que la totalidad significa integrar los fundamentos y sus partes, es muy contradictorio observar la desfragmentación que sufre el marxismo desde otros paradigmas y desde sus propios seguidores. Por su relevancia, se mencionan dos ejemplos donde es importante rescatar el análisis de totalidad en nuestros días:
La unidad entre filosofía, economía política y trasformación revolucionaria: el paradigma marxista es una propuesta integrada entre el análisis filosófico (dialéctico y materialista); el análisis desde la economía política (la creación de la riqueza social como relación social de producción y forma de desarrollo de las fuerzas productivas); y la transformación revolucionaria (como el reflejo de las contradicciones entre las clases y grupos sociales en los procesos de cambio social.
Los componentes del marxismo, por separado, no hubieran permitido a Marx proponer una teoría científica para la lucha de clases. La falta de totalidad, desde y hacia el marxismo, se expresa también desafortunadamente en los proyectos de investigación, los procesos de formación profesional y en los procesos de difusión del marxismo, entre otros (Pérez Soto, 2018d).
El debate entre economía política y economía: adicionalmente a la falta de integralidad de las partes del marxismo, la economía política marxista se enfrenta a una fractura adicional teórica, práctica e ideológica entre ella y una versión de la ciencia económica (Castaño, 2002).
La economía política marxista tiene una particular suerte de aparecer como una ciencia extraña para la economía convencional hoy hegemónica. Desde finales del siglo xix, comienza a desterrarse el término de economía política y, paralelamente, el replanteo del objeto y del método de análisis de la realidad. Se produce un viraje epistemológico en la ciencia económica y se asume una determinación aparencial, lógica y formal de la racionalidad positivista de la realidad (Castaño, 2002). El objeto y el método de estudio de la ciencia económica han sido secuestrados por la economía convencional, se han reducido, vulgarizado y simplificado a la administración eficiente de recursos escasos. La ciencia económica, desde el paradigma marxista, es una ciencia social no neutral, es economía política y estudia el desarrollo como crecimiento que coloca al hombre en el centro de sus objetivos.
2. EL MARXISMO Y LOS MARXISTAS
Desde el nacimiento de las ideas de Marx, sus seguidores han polemizado en teoría y en práctica sobre la sociedad deseada. La evolución de este debate ha sido testigo de dos importantes eventos: el desarrollo del imperialismo y el desarrollo del socialismo histórico.
Junto a la deconstrucción del sistema socialista, desde finales de los años ochenta y principios de los noventa, tomó fuerza la discusión sobre el marxismo, su «vigencia» y su «crisis». Quedó sentenciada, por la visión positivista, la «inviabilidad» del socialismo como imaginario histórico y se asoció a la ineficiencia e incapacidad de su basamento marxista. En nombre del marxismo se argumentaron y se justificaron políticas, teorías y prácticas muy alejadas de su esencia (Pérez Soto, 2018c).
Se perciben así diferentes denominaciones aplicadas indistintamente a los marxistas y/o los marxismos, tales como: marxianos, marxólogos, marxizantes, marxistas académicos; marxismo original, ortodoxo, construido, institucionalizado, oficial, verdadero, soviético, socialista, apologético, estalinista, entre otras.
La heterogeneidad de los seguidores de Marx (los denominados marxistas), sus encuentros y desencuentros a partir de los fundamentos del marxismo como paradigma de ciencia, convoca a reflexionar sobre la existencia del marxismo y/o los marxismos, así como los argumentos que se utilizan en cada caso. Detrás de ese debate, está también un posicionamiento de ciencia y de lucha de clases. Por eso, a continuación, se reflexiona sobre por qué el paradigma marxista contiene a los marxistas que piensan al marxismo y los marxismos (Lenin, 1985c).
El marxismo como paradigma de ciencia no entró en crisis con el llamado colapso del campo socialista. En crisis estuvieron, desde antes, algunos representantes de los marxistas y los marxismos de las instituciones, las personas, los políticos, los académicos que no entendieron el marxismo y/o lo utilizaron como modo y medio de vida, para explicar lo que se quería decir, lo que se hizo, o lo que se quería hacer; y, más grave aún, lo que se continuó haciendo para «resolver» la «crisis» con un marxismo de caricatura.
Los que asumían que el marxismo estaba en crisis reflejaban que no podían utilizarlo para entender la realidad, ni para pensarla. Precisamente, no podían hacerlo porque para ellos, su versión de marxismo funcionó como un dogma que justificaba voluntarismo, automatismo, extremismo, oportunismo y alejamiento de la realidad. Fue el viejo diagnóstico de la vulgarización entre teoría y práctica: si la realidad tiene problemas y no cabe en la teoría, es la teoría la responsable y viceversa.
Lo peor no fue defender la idea de la «crisis del marxismo», lo más grave fue asumir una postura que se alejaba de las contradicciones de la realidad, que desconocía y desprestigiaba al paradigma, expropiando a la sociedad de una herramienta analítica capaz de interpretarla y transformarla (Pérez Soto, 2018c).
Se reprodujo y multiplicó una nueva especie sincrética de funcionarios, académicos, burócratas y seudorrevolucionarios que funcionaron como plurales eclécticos, repitiendo y apropiándose acríticamente de conceptos, categorías y eslóganes para intervenir la realidad, sin seguir, en todos los casos, la dirección del cambio social propuesto y necesario.
La idea de la «crisis del marxismo» fue abrazada por la izquierda, la derecha y la ambidiestra internacional. Sin dudas, la mayor responsabilidad la ha tenido la izquierda, por erigirse en la representante y dueña del marxismo y no tener, en todos los casos, la capacidad para hacerlo. En este punto, se podría señalar que la heterogeneidad de la izquierda se concreta en composición, formación académica, política, ideológica, clasista e imaginarios. Tampoco se debe descartar la izquierda funcional que abraza o rechaza al marxismo como paradigma de ciencia, sin estudiarlo, ni preocuparse por hacerlo.
El marxismo como paradigma de ciencia agrupa a los marxistas que, sin fundamentalismo de fe, estudian el marxismo originario y también su desarrollo por otros valiosos autores, escuelas y corrientes, los que en todas las épocas, siguen pensando las sociedades en su tiempo sin dejar de aplicar la crítica. Ser marxista implica suscribir la esencia del paradigma, interpretándolo ante las nuevas condiciones y desarrollando la apropiación crítica de sus fundamentos. El desarrollo del marxismo como paradigma supone el desarrollo de su propia heterogeneidad, diversidad y pluralidad (Lenin, 1985b).
Admitir la existencia de los marxismos como expresión de «pluralidad» y «democracia» dentro de la ciencia tiene profundas implicaciones teóricas, metodológicas, políticas e ideológicas para las fuerzas alternativas comprometidas con el cambio social. Puede ser muy cómodo para una izquierda «pragmática» aceptar la democracia en la ciencia a través de la pluralidad de los marxismos y el eclecticismo de los marxistas. Igualmente cómodo puede ser cerrar todas las posibles interpretaciones dentro del paradigma y asfixiarlo en nombre una ciencia «pura».
En los necesarios procesos de formación política, se difundió y defendió el marxismo de forma poco rigurosa. La calidad de su propagación con visiones manualezcas, simplificadoras, apologéticas, mecanicistas, con verdaderas herejías interpretativas de traducción de ideas (no solo de lengua) y con censuras, contribuyó a su distorsión y también a la proliferación de los marxistas de los marxismos. Fueron cruzadas de exterminio del marxismo crítico en teoría y en práctica (Castaño, 2002).
Los marxismos y sus representantes han servido para politizar el marxismo y utilizarlo como formas de adoctrinamiento, al anular el pensamiento crítico y justificar el voluntarismo. Su versión, en ocasiones, ha posibilitado híbridos de profesionales, políticos, hacedores de políticas y militantes que, en su posicionamiento «ideológico», aceptan el marxismo y -en su postura de ciencia- abrazan los marxismos (Lenin, 1985b),
Asumir la existencia de los marxismos es suscribir la atrofia, deformación y manipulación que se expresó a través de los voceros y representantes del marxismo oficialista, ideologizante y apologético. Este grupo de seguidores de la tradición marxista es considerado como los representantes de los marxistas de los marxismos. Por esto, hay una diferencia, nada ingenua, entre marxistas del marxismo y marxistas de los marxismos.
El marxismo como paradigma científico no es una ficción, contiene la crítica como esencia, la pluralidad y la heterogeneidad de los marxistas en el marxismo. Suscribirlo no implica fidelidad como un acto de fe, ni de cambio de lealtades entre Marx y sus discípulos. La aparente superación del marxismo no debe ser explicada por la existencia de los marxismos y sus epítetos. El marxismo sintetiza la propuesta iniciada por Marx para pensar críticamente la sociedad capitalista y su superación a través de la alternativa revolucionaria. Por esta razón, propone como paradigma de ciencia una ruptura epistemológica para pensar la sociedad y subvertirla. Es una matriz teórica, abierta, en desarrollo, en diálogo permanente en su interior y con el resto de los paradigmas; integra, a partir de sus fundamentos, la heterogeneidad de los marxistas dentro del marxismo (Pérez, 2018c).
3. MARXISMO Y SOCIALISMO
El debate sobre marxismo es también sobre el socialismo y las alternativas. En todos los tiempos, pensar en Marx ha sido el reconocimiento de la necesidad de emancipación y cambio social. La derrota del socialismo histórico significó para algunos decretar la muerte del marxismo y la inviabilidad del socialismo. En consecuencia, reivindicar hoy el imaginario socialista a más de cien años después, no debe hacerse como un suspiro romántico, nostálgico o utópico, sino como convicción científica, axiológica y revolucionaria, pensando en el socialismo como imaginario colectivo de construcción social para enfrentar al capitalismo, como imaginario individual de destrucción social global.
El socialismo es uno los conceptos que más se ha adulterado y falsificado en las ciencias y en las prácticas sociales. Ha sido secuestrado por las mafias teóricas, políticas e institucionales de todos los tiempos y de todos los paradigmas. Se ha utilizado para explicar lo que cada cual quiere explicar. En su nombre -y en el de su compañero de lucha: el marxismo- se han cometido y justificado interpretaciones y prácticas exactamente contrarias a lo que ellos significan (Pérez Soto, 2018a).
Uno de los mayores crímenes de la historia de la ciencia y de las sociedades sería dejar morir al imaginario socialista. Cada día es más importante hablar de sus errores y significar su obra, así como sus desafíos. Para ello, las evaluaciones del socialismo histórico deben hacerse con responsabilidad y rigor científico desde el marxismo.
En el 2020, seguir apostando por el socialismo como propuesta de desarrollo, por oposición y superación de lógica del capital, se sustenta por:
La importancia de entender la diferencia entre la necesidad del cambio social vs cómo hacer el cambio social: es necesario delimitar, en cada debate sobre alternativa social, qué cuestión está en el centro de la agenda, si se está debatiendo la necesidad del cambio social o cómo hacer ese cambio social. Pudiera parecer irrelevante tal demarcación, pero es esencial y tiene implicaciones para la lucha social por las diferencias entre reforma, resistencia, conciliación y revolución (Pérez Soto, 2018a).
La necesidad del cambio social es el resultado del desarrollo de la lógica del capital, sus contradicciones y fracasos. El cómo hacer el cambio social significa cómo construir una sociedad esencialmente diferente recolocando al hombre en el centro del desarrollo, significa avanzar en cómo construir el socialismo. En el debate de cómo hacer el cambio social, es importante conjugar el reto entre la alternativa necesaria y posible en el proceso y en el proyecto; de manera que, lo posible presente no contradiga lo necesario futuro del proyecto histórico. Lo posible actual no debe comprometer lo necesario causal y esencial del proceso de transformación monumental del imaginario socialista (Pérez Soto, 2018b).
La necesidad de trascender el debate sobre el socialismo, los epítetos y los siglos: algunas denominaciones, epítetos, calificativos, adjetivos de las que ha sido objeto el concepto de socialismo histórico son: socialismo real, instantáneo, de vitrina, utópico, fracasado, factible, distributivo, democrático, maduro, científico, derrumbado, de siglos, y demás. Para aceptar la diversidad de formas de construcción de socialismo, a partir de una esencialidad, no hace falta recurrir a denominaciones y epítetos. No hay socialismo por siglos, ni socialismo de siglo, hay experiencias de construcción socialistas durante los siglos que desarrollan al imaginario socialista y expresan su esencialidad como expresiones concretas de la necesidad y del cómo hacer el cambio social (Pérez Soto, 2018c).
Una razón para seguir apostando por el socialismo como alternativa revolucionaria es la importancia de reflexionar sobre el socialismo como ciencia y la ciencia del socialismo, al recordar que, sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria. La teoría de la transición socialista está en construcción. Es imprescindible rescatar todo el debate, así como toda la experiencia del llamado socialismo histórico, ya sea por oposición y/o suscripción desde la crítica marxista es una necesidad. La agenda de investigación de la ciencia del socialismo tiene muchas tareas pendientes. A más de cien años después, es importante recordar que la construcción del socialismo debe basarse en el desarrollo de la investigación crítica de la sociedad capitalista contemporánea y de las experiencias de la transición socialistas (Pérez, 2018a).
4. EL MARXISMO EN LA ACTUALIDAD
Para reflexionar sobre el marxismo y la contemporaneidad, deben analizarse las siguientes interrogantes:
¿Cuál es el triple desafío para el marxismo en la contemporaneidad? El paradigma científico iniciado por Marx en el siglo xix tuvo como objetivo descubrir la ley fundamental de la acumulación capitalista para demostrar las relaciones de explotación y extrañamiento del hombre, así como, sus tendencias para subvertir el orden burgués establecido por la minoría, por otro con justicia social para la mayoría. El marxismo del siglo xx, en sus primeras décadas, tuvo que enfrentar el reto de desenvolverse capturando las mudanzas cualitativas de la sociedad capitalista contemporánea y las de la estructura social que lo acompañaba. El avance del siglo xx fue testigo de más de un ajuste del patrón de acumulación imperialista, ocurre el paso de una regulación monopolista privada a una monopolista estatal. Desde finales de los años sesenta aparece a una regulación monopolista estatal transnacionalizada, consolidada e instalada en la última década del siglo xx con el seudónimo de globalización y, en el siglo xxi, recibió el sobrenombre de neoliberal, rentista, parasitaria y neofascista (Pérez Soto, 2018c). Al mismo tiempo, en las primeras décadas del siglo xxi, el marxismo tuvo también que interpretar las nuevas condiciones para la posibilidad de la revolución social en países capitalistas subdesarrollados y concretar la utopía revolucionaria fundamentada en la visión marxista del cambio social. Se enfrentó, por tanto, a un duplo desafío: interpretar las mudanzas del capitalismo imperialista e interpretar las condiciones para subvertirlo a través de la transformación socialista. Tuvo entonces una compleja tarea en teoría y en práctica: continuar explicando la necesidad del cambio social del capitalismo imperialista y, paralelamente, interpretar y proponer cómo hacer el cambio social que implicaba la transformación desde el subdesarrollo y hacia el imaginario socialista.
¿Por qué se insiste en hablar de que las diferentes experiencias concretas de socialismo son responsables del fracaso de la humanidad y, junto con ella, el marxismo? ¿Por qué no explicar, desde el marxismo, que la lógica del capital es la responsable de los fracasos de la humanidad? Algo que ha dañado al marxismo y al imaginario socialista como proyecto colectivo ha sido la imputación al socialismo de los problemas globales de hoy, originados y agravados por el imperialismo. A las experiencias de construcción socialista se les exigió resolver, en pocos años, la herencia de deuda social, económica y humana que generó el capitalismo a lo largo de su existencia. El presente siglo hereda la deuda social acumulada bajo las etiquetas de diferentes generaciones de «objetivos de desarrollo», imposibles de cumplir, en la medida que continúe avanzando el capitalismo imperialista como relación social global de acumulación.
El capitalismo, como propuesta de desarrollo, es un fracaso histórico impuesto a la gran mayoría que se traduce en hambre, pobreza, explotación, alineación, enajenación, migración, refugiados, corrupción, daño al medio ambiente, desnutrición, deuda al nacer y morir, hombres sin derechos, guerra, terrorismo y exterminio.
Al marxismo del siglo xxi se le agrega un tercer desafío: el de interpretar para transformar un capitalismo imperialista regresivo y contrarrevolucionario, donde la acumulación imperialista implica contradicciones globales sociales, ambientales, destrucción de fuerzas productivas, desempleo estructural y crisis estructural sistémica, alentadas por las contradicciones del capital en la recomposición de la geopolítica mundial.
CONSIDERACIONES FINALES
El marxismo como paradigma de ciencia y sus principales fundamentos son una propuesta para pensar la sociedad a través de un método, el cual implica una ruptura epistemológica por basarse en la crítica para la interpretación esencial de la realidad; pero no como ejercicio teórico, sino como búsqueda de causas con un enfoque de totalidad que exprese la articulación entre conocimiento ciencia y axiología para subvertirla.
La crítica, como arma analítica e ideológica en la contemporaneidad, contribuye al continuo desarrollo del pensamiento marxista y, como consecuencia, de la alternativa posible y necesaria, por ruptura y superación del capitalismo imperialista contemporáneo.
El marxismo crítico contiene coherencia entre método y objeto con una contextualización histórica, a partir de la unidad entre teoría y práctica como ciencia e ideología. En otras palabras, es una teoría científica que se expresa como teoría social, filosófica, política y económica. Es la ideología de la transformación social como utopía revolucionaria que asume una posición de clase y representa los intereses de la gran mayoría de los seres humanos.
La cuestión es responderse si es posible esclarecer los problemas nuevos del orden capitalista con el marxismo. La respuesta es positiva cuando se comparte que la propuesta de Marx contiene una matriz teórica, científica, metodológica e ideológica. Es un paradigma para subvertir la realidad.
Existen diferentes lecturas e interpretaciones de Marx que se pueden agrupar en un marxismo crítico y un marxismo positivista. Sus consecuencias en la aplicación en la realidad social son diferentes, porque toda lectura es un proceso de traducción individual y colectiva. En este trabajo se ha reflexionado sobre con cuál perspectiva epistemológica se debe leer a Marx y se considera suficiente referirse al marxismo y no a los marxismos. La diversidad de lecturas sobre el marxismo originario es parte de la realidad académica y no académica; para reivindicarlo no se debe asumir su pluralidad de todas sus interpretaciones y su legitimidad.
Las interpretaciones de la realidad, a las que no alcanzan los fundamentos del paradigma de ciencia que representa el marxismo, deben crear o encontrar el paradigma adecuado de refugio de sus ideas. Esto no niega la pluralidad y heterogeneidad del marxismo y de sus seguidores, ni significa asentir que toda la realidad contemporánea se puede explicar desde el marxismo originario, el cual contiene las bases, fundamentos y principios para el desarrollo del marxismo como teoría social.
No se trata de volver al marxismo cuando el capitalismo está en crisis o negarlo cuando el socialismo no avanza a los ritmos deseados. El marxismo contiene el desarrollo continuo de la crítica al capitalismo y de la nueva sociedad. No es solo la crítica a la sociedad capitalista, sino que también es un proyecto de nueva sociedad en constante crítica y una interpretación de la evolución histórica, política y social. El marxismo es una utopía revolucionaria y científica, una propuesta de futuro (Pérez Soto, 2018b).
Pensar en la necesidad del cambio social como ruptura y superación puede parecer una utopía, pero es más convincente que la del capital, porque el socialismo es una utopía científica y revolucionaria.