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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr v.27 n.1 Ciudad de La Habana ene.-mar. 2011

 

PÁGINA CULTURAL

 

El libro de los pronósticos de Hipócrates

 

The book of Hippocrates prognoses

 

 

René Faustino Espinosa Álvarez,I José Antonio López EspinosaII

IEspecialista de II Grado en Medicina General Integral. Máster en Enfermedades Infecciosas. Profesor Auxiliar. Facultad de Ciencias Médicas "10 de Octubre". La Habana, Cuba.
II
Licenciado en Información Científico-Técnica. Investigador Auxiliar. Cátedra "Alexander und Wilhelm von Humboldt". Universidad de La Habana. La Habana, Cuba.

 

 

 


Hipócrates (460-377 antes de Cristo), considerado "el padre de la Medicina",1 dejó para la posteridad un abundante legado de conocimientos, de los que se han nutrido muchas generaciones de profesionales de la salud en diferentes períodos históricos. En esos conocimientos se han puesto de manifiesto tanto el valor como la trascendencia de sus enseñanzas.

En este trabajo se trata de demostrar el alcance de la obra hipocrática a partir del análisis de una parte de la bibliografía por él generada. A tal efecto se tomó como punto de referencia una colección de su abundante literatura, traducida del latín al español en la segunda mitad del siglo XVIII, y compilada en varios volúmenes bajo el título de Las obras de Hipócrates más selectas traducidas en castellano, por Don Andrés Piquér, médico de cámara de Su Majestad.2 Procede advertir que esta traducción se adelantó en el tiempo a la conocida llevada al inglés por el médico escocés Francis Adams (1796-1861) con el título de The Genuine Works of Hipócrates, que se publicó en 1849.3 El texto que ahora se presenta es el resultado de un análisis del contenido del primer tomo de la obra de Hipócrates traducida al castellano. Este análisis se concentró fundamentalmente en un aspecto tan importante para las ciencias de la salud como es el pronóstico de las enfermedades.

El primer aspecto digno de resaltar en esta obra se refiere a una sentencia hipocrática que tiene dos partes. La primera dice que "si el médico entiende los males que está padeciendo el enfermo y conoce los que han de venir durante su enfermedad, dirigirá con acierto la curación"; la otra advierte que "no pueden sanar todos los dolientes y, si pudieran los médicos lograr el restablecimiento de todos los que se ponen en sus manos, sería ello sin duda mucho mejor que el saber pronosticar".

Todo parece indicar que Hipócrates tenía razón al reconocer, en la primera parte de su sentencia, que la naturaleza constituye un factor fundamental en la conservación y el restablecimiento de la salud. Es hoy día bien conocido que el medio, como componente esencial de la naturaleza, ejerce gran influencia en este sentido, pues proporciona la materia y la energía necesaria para conservar la vida.4 De acuerdo con el primer principio de la termodinámica, que no es más que la ley de la conservación de la energía,5 el organismo humano genera calor y lo intercambia con el ambiente. Como se sabe, no se ha encontrado hasta ahora sistema alguno que lo incumpla.6

La segunda parte de la sentencia hipocrática deja ver la vigencia del principio según el cual el médico no puede curar todas las dolencias, y que, de poder lograrlo, ello sería mejor que emitir pronósticos acertados. Toda enfermedad tiene su causa y a la vez su cura, si bien en estos momentos no se vislumbra estrategia curativa para una gran parte de ellas.6 De ello se desprende que, a pesar de los más de 25 siglos transcurridos desde la época de Hipócrates, aún rige lo planteado por él al respecto.

En la obra de la referencia es asimismo llamativa la importancia capital que él otorgaba a síntomas clínicos como las calenturas, los sudores, los dolores de los hipocondrios y del vientre, los tumores, la hidropesía, los colores de la piel y de la orina, los parásitos, los humores, los esputos, los vómitos, etc.; así como al seguimiento diario de los enfermos en su domicilio y en el tiempo. En relación con ello subrayó la utilidad de observar la cara de los enfermos y la posición que adoptaban al dormir como indicio para poder pronosticar el curso de la enfermedad.

En virtud de las observaciones de esta ilustre figura se puede suponer que tal era la estrategia seguida en su época desde el punto de vista semiológico. En la actualidad, los datos clínicos están estrechamente vinculados a los cambios estructurales y funcionales que se producen en la célula debido a alteraciones bioquímicas y biofísicas.7 De esto se puede inferir la existencia de puntos de convergencia entre la práctica médica antes de nuestra era, muy bien expresada en el pensamiento hipocrático, y el modus operandi de los profesionales de la salud de la época actual. Resulta admirable que Hipócrates pensara de esta manera aun cuando en su tiempo no existían los adelantos científicos hoy día disponibles. Procede imaginar su quehacer de haber contado con los recursos diagnósticos actuales (laboratorio clínico, imagenología, anatomía patológica); los terapéuticos, ya sea los producidos por la industria farmacéutica (antibióticos, antiinflamatorios y analgésicos), o también los obtenidos directamente de la naturaleza (medicina herbolaria, homeopatía, magnetoterapia, acupuntura) y los tecnológicos como el termómetro, el esfigmomanómetro, el estetoscopio, el microscopio óptico y electrónico, etcétera.

Otro aspecto digno de mención, detectado en la obra que aquí se analiza, es la reiteración con la que Hipócrates usaba los términos enfermedades crónicas y enfermedades agudas. Cuando se lee y estudia cualquier libro de medicina interna actual, es notable la regularidad con la que se hace la clasificación evolutiva de las enfermedades en agudas y crónicas. Así se ve, por ejemplo, la abundancia de referencias respecto a la insuficiencia arterial aguda y crónica, a la bronquitis aguda y crónica, a la insuficiencia respiratoria aguda y crónica, o a la sacrolumbalgia aguda y crónica, cuando se trata de estructuras; y también al dolor agudo y crónico, al síndrome febril agudo y crónico, al edema agudo y crónico, y a la enfermedad diarreica aguda o crónica, cuando se hace alusión a los síntomas clínicos.8,9 Los elementos antes expresados inducen a pensar que, con independencia de si fue él o no el iniciador del método clínico, no hay lugar para dudar que Hipócrates fue uno de sus precursores.

Sus enseñanzas y escritos, utilizados por afamados médicos posteriores a su época como Galeno, Cornelio Celso, Sydenham, Hoffman, Boerhave y otros muchos, se han mantenido en el tiempo y se han recreado y perfeccionado para beneficio de la salud y la vida humana. De ahí la motivación para describir aquí, de forma breve, el resultado del análisis de una obra poco conocida que, de paso, se trata por este conducto de sacar de la sombra marcada por el tiempo.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Lugones Botell M. Hipócrates. Rev Cubana Med Gen Integr. 1990;6(3):461-2.

2. Piquér A. Las obras de Hipócrates más selectas traducidas en castellano. T1. Madrid: Juanchin de Ibarra. Impresor de Cámara de su Majestad; 1769.

3. Adams F. News. Nature. 1942;150:286-7.

4. Toledo Curbelo GJ. Fundamentos de salud pública T1. La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2004. p. 49-56.

5. Remizov A. Física médica y biológica. Moscú: Editorial MIR; 1987. p. 229-33.

6. Espinosa Álvarez RF, Novoa Blanco JF, Montero García JL. Las ciencias médicas a las puertas del siglo XXI. Rev Cubana Med Gen Integr. 1997;13(3):292-7.

7. Mathe G, Richet G. Prefacio. En: Semiología Médica y Propedéutica Clínica. Barcelona: Editorial JIMS; 1969.

8. Goldman L, Bennett JC. Tratado de Medicina Interna. 16 ed. Madrid: Editorial McGraw Hill Interamericana; 2002.

9. Beers MH, Porter RS, Jones TV, Kaplan JL, Berkwits M. El manual Merck de diagnóstico y tratamiento. 11 ed. Madrid: Elsevier; 2007.

 

 

Recibido: 6 de mayo de 2010.
Aprobado: 6 de mayo de 2010.

 

 

René Faustino Espinosa Álvarez. Facultad de Ciencias Médicas "10 de Octubre". La Habana, Cuba. Correo electrónico: reneespinosa@infomed.sld.cu

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