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Universidad de La Habana

versão On-line ISSN 0253-9276

UH  no.280 La Habana jul.-dez. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 


Miguel de Cervantes y José Martí

 


Miguel de Cervantes and José Martí

 

 


David Leyva González

Centro de Estudios Martianos, Cuba.

 

 

 


RESUMEN

Ha solido presentarse a José Martí como un Quijote latinoamericano. Y Martí tuvo al Quijote, y a la obra cervantina en general, como centro de muchas de sus referencias literarias para entender al mundo e intentar transformarlo. Vida y obra de Cervantes son referentes ineludibles para acercarse a vida y obra martianas.

PALABRAS CLAVE: Quijote, quijotismo, locura/cordura, literatura cubana.


ABSTRACT

José Martí has been usually presented as the Latin American Quixote. And Martí has the Quixote and all the Cervantin work in general, as the center of many of his literary references to understand the world and try to change it. Cervantes life and work are inevitable referents to approach Martí's life and work.

KEYWORDS: Quixote, quixotism, madness/sanity, Cuban literature.


 

 

Miguel de Cervantes no viajó a América, aunque intentó hacerlo después de su cautiverio en Argel. En cualquier caso no hubiera tenido fortuna, pues su honradez y genio habrían importunado en esta expansión colonial de España, llena de interés y deshumanización. Sin embargo, de haber viajado, el Quijote habría emergido de su mente de todas formas, pues era parte de la caricatura sabia de la propia existencia de Cervantes. Ese ya imposible Quijote americano habría sido una especie de Fray Bartolomé de las Casas, que arremetería sin éxito al azotador del indio, y que al entrar a un barracón trocase el momento como si descendiese al infierno; Dulcinea sería la fascinación de una princesa azteca; Sancho se atracaría de frutas tropicales; el palacio de los duques sería el de Hernán Cortés o el de Pizarro; los galeones serían monstruosas ballenas a derrotar; en vez de león desafiaría a un reluciente jaguar; Ginés de Pasamonte sería un pícaro marino sevillano; el sentimiento de desengaño aparecería luego de ver la avaricia de sus compatriotas y, finalmente, perdería su honra con un cruel encomendero enmascarado y retornaría ya como Quijano hacia España, e iría a la seca hacienda manchega a morir de tristeza.

Pero el Quijote, a pesar de ello, vino a nuestro continente escondido de los ojos de los jesuitas, en tiempos, como dice José Martí, en que "el ministril se llevaba preso a un criollo, porque leía el Quijote".(1) Y fue entonces cuando el idealismo del loco maravilloso cundió la cabeza de la raza americana: y llegó Simón Bolívar que era tan delgado como él; José Martí, que tenía su fuerza imaginativa; y en la segunda ola libertaria, apareció Ernesto Guevara, que confundía su mula con el costillar de Rocinante, y Fidel Castro que, con su barba, altura y pocas carnes de vejez, ha sido más Quijote que muchos otros héroes juntos.(2)

Ortega y Gasset apuntaba cómo, mientras el Renacimiento francés se expresaba con la gran boca de Gargantúa atracándose en un banquete, el Renacimiento español se visualizaba con el Lazarillo y el hidalgo pobre, que comen nerviosamente unos mendrugos de pan. Tanto la picaresca como el Quijote simbolizan los riesgos de la rigidez y la decadencia; son como grandísimas alertas para salvar la nación europea de más tamaño, pero a la vez, de más endebles cimientos. Y así fue como el imperio español cayó más por su propio peso que por el de las otras potencias emergentes.

Cervantes, como Martí, tuvo ese impulso quijotesco de salir en pleno verano por los campos de Castilla en pos de la trascendencia. Ambos fortificaron su camino gracias a su procedencia humilde; sus vidas se enlazan en el conocimiento que lograron del hombre y porque no descuidaron el diálogo con Sancho Panza, que se identifica con cultura popular, pueblo, religiosidad abierta, visión colectiva y materialismo indispensable para la vida. Por ello, quizás, Manuel Pedro González hiciera esta atrevida generalización: "Porque José Martí es -después de Cervantes- el espíritu más ecuménico que la cultura hispana ha producido".(3)

Martí fue uno de los escritores del final decimonónico en América que más bebió de las letras españolas, en especial de las del Medioevo, el Renacimiento y el Barroco. Se mostró gran equilibrista en la cuerda de las influencias y a diferencia de otros escritores de América, se contuvo, sin negarlas tampoco, al vasallaje de las letras francesas, alemanas, inglesas e italianas. Por ello Juan Marinello sentenció que "Martí sabía que "la vida necesita raíces permanentes". Era demasiado sensible y demasiado avisado para beber con desgano frívolo la leche del Arcipreste y de Cervantes".(4)

Mirta Aguirre va más allá de esta enunciación y demuestra el parecido que existe entre las cuartetas de Cervantes con la fluidez y ritmo de muchas de las cuartetas de los Versos sencillos de José Martí, así como de poemas de La Edad de Oro.(5) Pero, quizás, la analogía más sorprendente que hiciera una personalidad cubana entre Martí y Cervantes, a través del personaje del Quijote, fue la realizada por Lezama Lima. Es conocida la impresión que tuvo en Lezama el Diario de Campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos, sobre todo, las palabras finales que dice que son "uno de los más misteriosos sonidos de palabras que están en nuestro idioma".(6) Pero la poetización lezamiana aumenta y llegó a decir, en otro momento, que la llegada a Cuba de Martí en 1895, después de casi veinte años de exilio, es análoga a la entrada del Quijote en la casa de los duques, pues ambos tienen la sensación de que todo ha sido hechizado para su llegada; sienten que el entorno les habla, que puertas imaginarias se han cerrado tras de sí y perciben con mayor nitidez la presencia ineluctable de la muerte.(7)

Cada genio anda con sus enemigos descubiertos o declarados: los dos, frutos de la envidia que el Bosco pintaba en los pecados capitales a través del perro que ansía con todas sus fuerzas el hueso con carne que come su dueño. En los años de cautiverio en Argel, la actitud del Manco de Lepanto fue no menos que heroica y conoció de la traición más lacerante que es la del propio compatriota. Este período se puede asociar al convulso momento de finales de 1894 y principios de 1895 vivido por Martí. Los dos hombres estaban en función de Moisés: Cervantes, en menor escala, pretendía escapar con un grupo de cautivos hacia España, que hace función aquí de tierra prometida, mientras Martí, en una clandestinidad similar, quería en tres barcos ir a su tierra prometida para libertarla (curiosamente uno de los barcos, para orgullo del Quijote, tenía por nombre Amadís).

Don Quijote le debe no poco al soldado que siguió a Juan de Austria y estuvo cautivo en Argel planeando increíbles fugas, al extremo que el historiador Haedo, según Nicolás de Benjumea, dice que "el cautiverio de Cervantes fue uno de los más terribles pero que su inventiva y ganas de alcanzar la libertad fueron tan grandes, que pensó hasta alzarse con la ciudad de Argel y entregarla a Felipe II, pues contaba con la fuerza de 20 mil cristianos presos".(8) Por otro lado, el Martí del exilio, que antes de partir de Cuba en 1879 había defendido el idealismo por encima del realismo en el arte en el Liceo de Guanabacoa, tuvo también que llenarse de fuerza quijotesca y, a puro carisma y talento, ganarse el prestigio entre viejos generales y unir patriotas dispersos para alcanzar la libertad de Cuba, que tomó forma, a sus ojos, de Dulcinea. Pero el Apóstol es de los más realistas lectores del Quijote y no cae gratuitamente en lo quijotesco; quizás, por ello, diga en una carta a Mercado: "Hermano mío.- Como Cervantes, con el pie en el estribo, pero, no como él, - en el estribo de la vida".(9)

En enero de 1890, Martí analiza la novela Un yanqui de Connecticut en la Corte del Rey Arturo, de Mark Twain, a partir de la estrecha relación de esta con la novela de Cervantes. Se invierte en la novela de Twain el sentido de la incongruencia, en vez de ser el Quijote idealista en choque constante con la materia y lo real, el yanqui será el materialista norteamericano, en un mundo donde se cree en la magia de Merlín y se hiperbolizan las hazañas de Sir Lancelot. Pero Martí siente que el móvil inicial es el mismo y que ambos textos cumplen sus propósitos, pues tanto perjudicaron a la humanidad el estancamiento idealista español como el futurismo pragmático norteamericano, aunque el Quijote no puede encasillarse solo en España porque cumple una misión más universal y trascendente.

Para julio de 1880 Martí asocia el Caballero de la Triste Figura con los personajes literarios Bouvard y Pécuchet: los últimos protagonistas de la inconclusa y postrera novela de Gustave Flaubert. Pero la relación que establece tiene un carácter burgués y existencialista, de hecho, asume la obra Bouvard et Pécuchet como la novela que "mató"(10) a Flaubert.

Existen dos tipos de burguesía: una, como dice el cubano en su breve crónica, que emplea "el noble regalo de la vida solamente como un instrumento de hacer dinero"(11) (esta burguesía, según él, era la que odiaba Flaubert con todas sus fuerzas), y otra, de un egoísmo más moderado, de sensibilidad cultivada en el conocimiento de las artes y cuna de una intelectualidad fascinante. Ese tipo de burguesía es a la que Flaubert hace sucumbir como Quijote en su novela, crucificada en el vacío existencial por la mediocridad y arrogancia de la otra. Las justificaciones quijotescas deben haber llamado mucho la atención de Martí. Esos enemigos ocultos, esos encantadores de fuerza extraña que se le anteponen al hombre y lo hacen caer en tierra constantemente, están relacionados con su visión del ser humano como Sísifo y su sentido estoico de la vida.

Una imagen deudora de Cervantes -y también relacionada con esa caballería del hombre que, a su tiempo, cae ineluctablemente, sin saber a ciencia cierta cuáles son sus reales enemigos- se encuentra en la poesía de Martí, pero esta vez referida a su propia existencia:

He vivido: me he muerto: y en mi andante
Fosa sigo viviendo: una armadura
Del hierro montaraz del siglo octavo

[...]

He vivido: al deber juré mis armas
Y ni una vez el sol dobló las cuestas
Sin que mi lidia y mi victoria viere:(12)

Pero el Martí más quijotizado hay que buscarlo en la juventud, en el diario de su viaje a Guatemala en 1878, que escribiera para enviarlo a los hermanos Valdés Domínguez, lo que no es extraño ni alarmante, pues el Quijote está emparentado con la juventud de Cervantes. El joven Martí, a la expectativa de aventuras, estuvo en el viaje provisto con disímiles armas, y al parecer se sintió algo anacrónico como Quijote cuando dijo: "Burlándose estará de mí el arriero que me ha visto armado de todas armas. A bien que este corvo machete, que más tunde que corta, es suyo, y yo lo hallé cruzado a la siniestra de la silla".(13)

La obra de Cervantes llegó incluso a introducirse en la vida cotidiana del cubano. Y así nos dijo que para armarse caballero moderno en Nueva York había que ir a los restaurantes de Delmónico que hacían la función de las ventas-castillos del Quijote;(14) tildó, además, como Altisidoras, a unas damas parisienses que se hacían llamar las "reidoras" y que por juego se pusieron ellas mismas a galantear y servir a los caballeros.(15) En los barrios pobres de Nueva York, observó a chicuelos descalzos que "empinan por turno una botella de cerveza, y hacen burla a un Rinconete de diez años, que pasa ebrio y tambaleando, mal sujeto del brazo por un Cortadillo balbuciente",(16) mientras que en su visión poética de la naturaleza, puede que en su visita a los montes Catskill, dijo así de un insecto que parece ser el violento Mantis religiosa: "Un don Quijote de los insectos: gris, recto como un canutillo, fino como una hebra de hilo, muy alto de la cabeza, montado sobre ocho patas, como sobre zancos. Andar digno".(17)

Martí, incluso, sintió especial estimación por aquellos hombres que, contemporáneos a él, mostraron una actitud idealista de la vida y que en sus respectivos oficios él vio como a Quijotes. Tal es el caso de Schliemann, el descubridor de las ruinas de Troya, que, según él, se enamoró de ellas "como don Alonso Quijano de Dulcinea" y aprovechó este suceso para establecer el vínculo entre Homero y Cervantes, la Iliada y Don Quijote y, especialmente, entre la locura de Áyax y la locura del Caballero de la Triste Figura.

Otro de estos hombres fue Henry Bergh, que Martí llamó "manchego de raza pura",(18) y hasta en su silueta lo vio cual Quijote, al retratarlo "alto y flaco, de mucho corazón y no poco saber".(19) Este inusitado personaje fue algo así como el creador de las sociedades para la protección de los animales y, con leyes que aprendió en Inglaterra, fue a Norteamérica para enfrentarse a los cocheros que gustaban del látigo, a los peleadores de perros, de gallos y hasta de ratas. Dijo Martí que, mientras vivió, muchos se burlaron de él, sobre todo en los periódicos, y no pocas fueron sus rencillas con carniceros, cocheros y apostadores. Pero a la hora de la muerte, su vida quedó como un poema de acciones, que para el cubano era más meritorio que un poema de letras.

Todos conocemos que la afición literaria de Cervantes lo llevó a extremos alucinatorios como su Coloquio de los perros, su Licenciado Vidriera, su don Quijote y su inserto personaje Cardenio. Y en ese espectro de personajes cervantinos que coquetean con la locura gustaba Martí de un "loco" menor que interactuaba con perros.

En el texto que escribe el cubano a la muerte de Julián del Casal, expresó que ya estaba en fruto en América la hora de su genuina literatura y de sus propias ideas políticas, y justificó esto diciendo:

"Lo hinchado cansó, y la política hueca y rudimentaria, y aquella falsa lozanía de las letras que recuerda los perros aventados del loco de Cervantes".(20) Y en uno de sus análisis políticos aseveró: "El que excede en riqueza, excederá en pobreza. Los países que crecen por merced de condiciones accidentales, y leyes antilógicas que las aprovechan, -enflaquecen de súbito luego como los perros del loco de Cervantes".(21)

Con estas asociaciones Martí se muestra un minucioso lector del escritor español, pues no está hablando aquí de los dos perros de la famosa novela ejemplar, que por cierto, más que de locos tenía el uno de pícaro y el otro de preceptor equilibrado, sino que se trata de una intertextualidad más lejana, referida a dos historias de locos y de perros que inserta Cervantes en el prólogo al lector de la Segunda parte del Quijote:

Había en Sevilla un loco que dio en el más gracioso disparate y tema que dio loco en el mundo, y fue que hizo un cañuto de caña puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perro en la calle, o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota; y en teniéndole de esta suerte, le daba dos palmaditas en la barriga y le soltaba, diciendo a los circunstantes, que siempre eran muchos: "¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?". ¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?(22)

Por otra parte, el propio Martí fue visto o tildado como "loco" en el transcurso de su vida. Antes de su segunda deportación de Cuba excedió en atrevimiento, que es como la pérdida de noción del peligro, la audacia que lo medido y racional no conciben, y en un discurso sobre el músico Albertini motivó esta exclamación del general Blanco, que estaba en ese instante al frente de la Isla: "Quiero no recordar lo que he oído y no concebí nunca se dijera delante de mí, representante del Gobierno español: voy a pensar que Martí es un loco... pero un loco peligroso".(23) Jorge Mañach, en su ya clásica biografía refleja el nerviosismo no solo de la caligrafía, sino de la propia personalidad del Apóstol, y refiriéndose a un momento álgido y decisivo como los días del fracaso de la Fernandina, escribe:

Lo encuentran esa noche en una habitación del hotel Travelers, donde se ha registrado con nombre supuesto. Enrique Loynaz y Tomás Collazo le acompañan. Lívido, con los ojos desorbitados, Martí se pasea como un loco por la pequeña habitación. A cada momento se detiene y, alzando los brazos, solloza: "¡Yo no tengo la culpa! ¡Yo no tengo la culpa!".(24)

Esta imagen de Martí como loco en el exilio, atando los hilos de la conspiración, parte del propio epistolario del cubano, pues en varias cartas, como la que enviara al señor Manuel Barranco, en mayo de 1894, se distingue la febril labor de aquellos días cruciales: "Ya sabe que todo depende de nosotros, que pondré actividad de loco en el empleo de mi razón, y que he empezado a recoger los hilos".(25)
Lo cierto es que la locura de Martí es de las más hermosas y raras locuras que existen, pues se volvió un obstinado y genial idealista. Ocupó su existencia en entrever un destino último del hombre en el bien y en no conformarse con la realidad cercana sino con el sacrificio para una belleza futura. Por ello, en las anotaciones que hiciera para la polémica entre realismo e idealismo en el Liceo de Guanabacoa, escribió: "No sé si soy un loco, puesto que soy un idealista tan completo",(26) o como en tono intimista dijera a su amigo Manuel Mercado: "porque yo soy aquel loco incorregible que cree en la bondad de los hombres y en la sencillez y naturalidad de la grandeza".(27)

El propio drama del poema martiano "El padre suizo" muestra ese extremo de locura del hombre. El desesperado emigrante que tira al pozo a sus tres hijos pequeños y detrás a su propio cuerpo. "Amoroso loco" le llamó Martí, que quiere librar a sus hijos de "la carga dura de la vida sin fe, sin patria, torva. Vida sin fin seguro y cauce abierto".(28) Los hijos, como cayeron antes al vacío del pozo, le sirven de estrellas-guías a este demente terrible que ha sido vencido por la vida. Su locura es bello poema y a la vez funesta imagen: ha sido egoísta, ha sacrificado a sus seres queridos y a la vez los ha salvado de la amargura de la existencia en tierra extraña. Al igual que en Cervantes, la propia locura ha permitido enriquecer el reino de la ambivalencia, pues si don Quijote es loco sabio, si mezcla sus disparates con su aleccionadora mirada del mundo, Martí va establecer también un criterio de demencia ambivalente donde, a la vez que es estado favorable para la creación -entendiendo "locura" también como excesiva audacia, se está en cercanía a la libertad y se ve más allá respecto del resto de los mortales-, es un estado peligroso donde el egoísmo y la excentricidad se ensanchan, al punto de emerger un fanatismo trágico, que acelera la muerte y trastrueca los ciclos naturales de la vida.

Las figuras de Martí y Cervantes se han juntado en este estudio desde el crecimiento a partir de un estrato humilde que los hizo no perder la sencillez del hombre y les permitió a la vez ascender a elevadas cimas del intelecto. Cervantes, más original y sintético, hizo el retablo humano -con su comicidad y tristeza, con su ilusión y caída- a través de una gigantesca novela; Martí, más abarcador y poeta, bautizó por inmersión a su literatura en todos los ríos convulsos de la época; como Abraham, la brindó en sacrificio a la divinidad "Patria". El retablo ejemplar que él dejó para el hombre no es otro que la propia mixtura de su poema de vida y de letras.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


AGUIRRE, MIRTA: "Cervantes y los Versos sencillos de Martí", La lírica castellana hasta los Siglos de Oro, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1985, t. II, pp. 150-152.
"Caballero de los ideales humanos", Bohemia, vol. 51, n.o 5, La Habana, febrero, 1959, p. 167.
CERVANTES, MIGUEL DE: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1994.
DÍAZ DE BENJUMEA, NICOLÁS: La verdad sobre el Quijote, Gaspar Editores, Madrid, 1878.
GONZÁLEZ, MANUEL PEDRO: "El espíritu más ecuménico", Anuario del Centro de Estudios Martianos, n.o 26, La Habana, 2003, p. 185.
LEZAMA LIMA, JOSÉ: "La dignidad de la poesía", Tratados en La Habana, Obras completas, Aguilar, México D. F., 1977, t. II, pp. 768-770.
LEZAMA LIMA, JOSÉ: "Secularidad de José Martí", Imagen y posibilidad, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981, pp.
MAÑACH, JORGE: Martí, el Apóstol, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001.
MARINELLO, JUAN: "Españolidad literaria en José Martí", Dieciocho ensayos martianos, Editora Política, La Habana, 1980, pp.
MARTÍ, JOSÉ: Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

 

 


RECIBIDO: 6/3/2015
ACEPTADO: 6/5/2015

 

 

 

David Leyva González. Centro de Estudios Martianos, Cuba. Correo electrónico: davidl@josemarti.co.cu

 

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. José Martí: Obras completas, t. 8, p. 114.

2. En la revista Bohemia apareció en 1959 una nota titulada "Caballero de los ideales humanos" que registra lo siguiente:
Entre los numerosos homenajes que ha recibido Fidel Castro hay uno que debe haberlo conmovido profundamente. Se trata del que le rindieron los exiliados españoles supervivientes de los campos de concentración de Alemania, residentes en la Argentina. Por boca del escritor y militar español José Rendueles, el líder de la Revolución cubana escuchó palabras de conmovido aliento, provenientes de los combatientes que por toda América han sido los primeros en respaldar y defender la causa de Cuba. Una hermosa placa de bronce le fue entregada. La placa tenía la efigie del genio en quien nos reconocemos todos los hombres del mundo hispánico: la de Miguel de Cervantes. La inscripción reza así: "A Fidel Castro, Caballero de los Ideales Humanos y Libertador de su Pueblo". En su elocuente brevedad, el mensaje de los exiliados españoles rendía el más adecuado homenaje al cubano que encarna en estos momentos todas las esperanzas de su Patria.

3. Manuel Pedro González: "El espíritu más ecuménico", p. 185.

4. Juan Marinello: "Españolidad literaria en José Martí", p. 48.

5. Cfr. Mirta Aguirre: "Cervantes y los Versos sencillos de Martí".

6. José Lezama Lima: "Secularidad de José Martí", p. 197.

7. José Lezama Lima: "La dignidad de la poesía", p. 769.

8. Nicolás Díaz de Benjumea: La verdad sobre el Quijote, p. 86.

9. José Martí: Ob. cit., t. 20, p. 38.

10. Ibídem, t. 15, p. 210.

11. Ibídem, t. 15, p. 209.

12. Ibídem, t. 16, pp. 173-174.

13. Ibídem, t. 19, p. 49.

14. Cfr. Ibídem, t. 9, p. 43.

15. Cfr. Ibídem, t. 15, p. 264.

16. Ibídem, t. 10, p. 60.

17. Ibídem, t. 22, p. 278.

18. Ibídem, t. 13, pp. 331-332.

19. Ibídem, t. 13, p. 331.

20. Ibídem, t. 5, p. 221.

21. Ibídem, t. 9, p. 149.

22. Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 12.

23. Apud "Guía de las Obras completas", en José Martí, ob. cit., p. 195.

24. Jorge Mañach: Martí, el Apóstol, p. 230.

25. José Martí: Ob. cit., t. 3, p. 183.

26. Ibídem, t. 19, p. 428.

27. Ibídem, t. 20, p. 74.

28. Ibídem, t. 16, p. 150.

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