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Revista Cubana de Medicina General Integral

versão impressa ISSN 0864-2125

Rev Cubana Med Gen Integr vol.27 no.4 Ciudad de La Habana oct.-dez. 2011

 

TRABAJO ORIGINAL

 

Necesidades de aprendizaje del especialista de Medicina General Integral, acerca de la conducta suicida

 

Learning needs of the specialist in Integral General Medicine on the suicidal behavior

 

 

MSc. Víctor Tadeo Pérez Martínez

Policlínico Docente "Ana Betancourt". La Habana, Cuba.

 

 


RESUMEN

Introducción: Las necesidades de aprendizaje o capacitación se dan a partir del contraste entre el desempeño ideal y el real, bien sea para un individuo o un grupo determinado. Constituyen el punto de partida para la búsqueda de una solución pedagógica que capacite y contribuya a la transformación cualitativa de los servicios de salud. Su oportuna identificación, es una herramienta de la educación permanente.
Objetivo: Identificar las necesidades de aprendizaje de los médicos que laboran en los equipos de atención primaria de salud, acerca de la conducta suicida, en tres policlínicos del municipio Playa.
Métodos: Se realizó la identificación de las necesidades de aprendizaje mediante un cuestionario escrito, que se aplicó de forma colectiva y anónima a 20 especialistas de Medicina General Integral, seleccionados al azar, que laboran en tres policlínicos del extremo Este, del municipio Playa.
Resultados: Se puntualizaron las deficiencias e insuficiencias de los conocimientos y habilidades profesionales acerca del comportamiento suicida, sobre todo en lo que se refiere a la perspectiva clínica de este complejo y multidimensional fenómeno.
Conclusiones: A pesar de que la conducta suicida constituye, en el primer nivel de atención, uno de los programas priorizados, en lo que a salud mental se refiere, la mayoría de los especialistas presenta dificultades en la atención integral de estos pacientes, lo cual constituye un riesgo poco explorado. En ocasiones, su evaluación adolece, de elementos de indagación y análisis, lo que afecta el adecuado seguimiento de estos.

Palabras clave: Necesidades, aprendizaje, conducta suicida.


ABSTRACT

Introduction: Learning needs or training appear from the contrast between the ideal and real performance whether for an subject or a determined group, being the start point for search of a educational solution training and contributing to qualitative transformation of health services. Its timely identification is a tool of the permanent education.
Objectives: To identify the learning needs of physicians working in the primary health care staffs on the suicidal behavior at three polyclinics of Playa municipality.
Methods: Authors identified the learning needs using a write questionnaire applied if a collective and anonymous way in 20 specialists of Integral General Medicine selected at random working in three polyclinics of the far East of Playa municipality.
Results: The deficiencies and insufficiencies of professional knowledges and abilities on the suicidal behavior, mainly in the clinical perspective of this complex and multidimensional phenomenon.
Conclusions: In spite the fact that suicidal behavior is in the first care level, one of the priority programs concerning the mental health, most of specialists have difficulties in the integral care of these patients, which is a low screened risk. Occasionally, its evaluation is lacking of investigation and analysis elements, affecting the appropriate follow-up of these patients.

Key words: Needs, learning, suicidal behavior.


 

 

INTRODUCCIÓN

Los estimados mundiales de causas de muerte, pronostican que el suicidio ascenderá en el 2020, a la décima causa de muerte en el mundo.1 Un comité de expertos de la Organización Mundial de la Salud en 1983, pronosticó un aumento de la depresión y el suicidio en diferentes culturas, debido al gran consumo de alcohol, drogas y a la variedad de fármacos; pero también motivado por las crisis de muchos sistemas de valores e ideas que han aumentado la desesperanza social, el derrumbe de los tradicionales mecanismos protectores de los grupos sociales que dejan a muchas personas expuestas a los efectos del desarraigo, la desintegración familiar y el aislamiento social, los rápidos cambios en el medio físico y social que originan en las personas estrés psicosocial agudo o prolongado, y el aumento de la expectativa de vida en la mayoría de los países.1

En los últimos años en el mundo, también se ha constatado un incremento en la tasa de suicidio en la población infanto- juvenil debido a un aumento de los trastornos depresivos entre los jóvenes, la mayor disponibilidad de armas de fuego y un aumento de la tasa de divorcio y de las separaciones, entre otras razones.2 Dicho incremento se ha visto compensado con la disminución de la tasa de suicido entre los ancianos, aunque todavía existen elevadas tasas en la senectud.

Cuba no está ajena a esta realidad, el suicidio, en nuestro país, tradicionalmente se halla entre las diez primeras causas de muerte.1 El Programa Nacional de Prevención de la Conducta Suicida, que se inició desde 1989, de referencia obligada para los médicos de la familia, es reevaluado periódicamente, con el propósito de identificar aciertos y desaciertos, y hacerlo más útil y dinámico, mediante las necesarias transformaciones que deben ser conocidas por los profesionales del primer nivel de atención. Estos constituyen la puerta de entrada de muchos enfermos, y ocupan un lugar privilegiado en el manejo efectivo de la problemática del comportamiento suicida, pues conocen al paciente y su entorno social, laboral y familiar, lo cual les permite un seguimiento longitudinal, con los recursos disponibles para su rehabilitación y reinserción psicosocial, y además pueden reconocer dicha conducta, detectar al presunto suicida y ejecutar acciones de salud, de forma tal que pueda evitarse.

El desarrollo de nuestros profesionales, a partir de la determinación de las necesidades de aprendizaje, es indispensable para garantizar la calidad de los programas de superación profesional en cualquiera de sus variantes.3

En el sector de la salud, la identificación de necesidades de aprendizaje cobra mayor importancia desde la atención primaria hasta el nivel terciario, y la necesidad de búsqueda de nuevas vías de capacitación del personal, constituye una de las bases primordiales para la prestación de servicios de salud, que resulten apropiados para enfrentar las necesidades de la población.4,5

Las necesidades de aprendizaje se definen como la desviación real entre el desempeño práctico del individuo y el que el sistema de salud tiene previsto en esa función o puesto de trabajo, siempre que esta diferencia obedezca a falta de conocimientos, preparación o entrenamiento. Las técnicas que se emplean para elaborar la identificación de las necesidades de aprendizaje (INA) son muy variadas en dependencia de la oportunidad, la complejidad y el perfil de la investigación5 entre estas se encuentran la encuesta, la entrevista, la observación, discusiones de grupo, cuestionarios, entre otras. Por otra parte, ante un desempeño insatisfactorio, es importante identificar en qué medida es atribuible a un problema cognitivo. Esto puede determinarse, fundamentalmente, con la realización de exámenes o pruebas escritas, sobre todo cuando se trata de grupos grandes.

En la presente investigación nos proponemos indagar acerca de las necesidades de aprendizaje que poseen los especialistas de Medicina General Integral (MGI), del municipio Playa, con respecto a la conducta suicida, como herramienta imprescindible para el diseño de una estrategia que sirva como modelo educativo y responda a las necesidades de nuestra comunidad.

 

MÉTODOS

Se realizó un estudio de carácter exploratorio, descriptivo y de corte transversal, desplegado en la estrategia del Programa Nacional de Prevención de la Conducta Suicida, durante el 2010, con el propósito de identificar las necesidades de aprendizaje de los especialistas de MGI, del municipio Playa, acerca de la conducta suicida.

El universo de estudio estuvo constituido por 56 especialistas de MGI, que laboran como titulares o reservas, en los consultorios médicos de familia tipo 1, de los tres policlínicos implicados en la investigación, y que fueron escogidos a conveniencia del autor por la cercanía para el investigador, así como por la necesidad de cubrir tres áreas de salud contiguas, que ofrecieran cobertura asistencial a la totalidad de la población ubicada en una de las tres zonas en que topográficamente se subdivide el municipio Playa. Fueron escogidos los tres policlínicos ubicados en el extremo Este, del referido municipio capitalino.

Se confeccionó un listado con los 56 especialistas ya referidos, a los que se les asignó un número consecutivo; se seleccionaron al azar los 20 médicos que integraron la muestra.

Como método empírico se escogió el cuestionario (anexo), diseñado por el autor y aplicado a la manera de un examen o prueba escrita, por el personal calificado, con carácter anónimo, y previo consentimiento informado. Su estructura consta de 9 interrogantes, las 6 primeras se diseñaron como preguntas estructuradas, tipo test objetivo con respuestas alternativas de selección múltiple y de igualamiento o pareación, centradas en el estudio de la conducta suicida, fundamentalmente, desde la perspectiva clínica, haciendo énfasis en los factores psicológicos, la evaluación del riesgo suicida, entre otros aspectos. Las tres últimas son de respuestas breves o restringidas. Todas las preguntas se elaboraron de forma organizada y sistematizada, para obtener la información necesaria.

La información recogida se procesó manualmente, se utilizó el método de la estadística descriptiva. Los resultados se contrastaron con los elementos aportados por la bibliografía consultada acerca de la temática.

 

RESULTADOS

En relación con la pregunta 1 se constató que el 30 % de los encuestados señaló los incisos b y d como verdaderos, lo que constituye un error, ya que lo planteado en ambos ítems son falsas creencias o mitos populares acerca del suicidio. En los restantes incisos no se detectó errores.

En cuanto a los indicadores prodrómicos del acto suicida, reflejados en la pregunta 2, se constató que el 60 % de los encuestados los desconoce, al señalar, erróneamente, los incisos c, b y f que constituyen, en esta interrogante, distractores. El 40 % los señaló de manera incompleta, pues en la respuesta incluyó solo los incisos a y e. Fue significativo el hecho de que la totalidad de los médicos excluyó, erróneamente, a las fantasías de autodestrucción (inciso d), pues no las reconocen como pródromos de este acto autolesivo.

En cuanto a la pregunta 3, que hace alusión a las características generales de la persona con conducta suicida, fue muy acertado el hecho de que ninguno de los encuestados incluyera, en su respuesta, los incisos que constituyen distractores en dicha interrogantes (b y e). Sin embargo, fue notorio que el 100 % de los médicos excluyó el sentimiento de desesperanza, reconociendo solamente tres características en las personas suicidas, las señaladas en los incisos a, c y d, es decir, la totalidad de la muestra respondió acertadamente, pero de manera incompleta, dicha interrogante, al no considerar el inciso f.

La pregunta 4 relaciona los grupos poblacionales más vulnerables con algunas de las características que distingue al suicidio en cada uno de estos. Se constató que la totalidad de los encuestados domina la forma en que este comportamiento suele presentarse en las distintas etapas de la vida, pues no se detectaron enlaces fallidos.

En cuanto a la pregunta 5, que hace referencia a los aspectos a tomar en consideración durante la evaluación del paciente con intento suicida, se constató que a pesar de que la totalidad de los encuestados, no señaló ninguno de los incisos que constituyen distractores (incisos c, h, k, m), hecho que resulta muy acertado, el 100 % excluyó, erróneamente, en dicha evaluación, la presencia del plan suicida, así como el nivel motivacional del paciente para buscar ayuda en general, y tratamiento psiquiátrico en particular. Al no considerar los incisos a y g el conocimiento demostrado, sobre este importante aspecto, no resulta adecuado.

La pregunta 6 asocia la población diana con algunos de los factores predisponentes al suicidio. Se comprobó que el 100 % de la muestra correlacionó adecuadamente el factor que incide con mayor fuerza, en cada una de las etapas de la vida apuntadas en la columna A, haciéndola más vulnerable a este comportamiento autodestructivo. Se constató en los encuestados pleno dominio de este aspecto, ya que ningún enlace resultó fallido.

Otro resultado relevante fue el hecho de que la mitad de los encuestados no fue capaz de nombrar ninguna herramienta, que desde su consultorio médico de familia, y en su práctica laboral diaria, le permitiera evaluar en sus pacientes la desesperanza, la ideación e intento suicida, así como determinar el grado de riesgo. El restante 50 % nombró erróneamente estos instrumentos, al hacer alusión en la pregunta 7, a herramientas válidas para evaluar solamente la depresión como: la prueba de Zung Conde y la escala de depresión geriátrica (SDG).

En la pregunta 8, que explora los conocimientos relacionados con la primera ayuda psicológica, se comprobó que más de la mitad de los médicos completó desacertadamente, los incisos correspondientes a la persona, sitio y sesiones en que se brinda esta ayuda. En orden de frecuencia, los rubros que resultaron más afectados fueron b, c, a. En el caso del inciso d, aunque se exigió mencionar adecuadamente al menos dos objetivos, fue notorio que el 100 % de la muestra citó solo uno, es decir, este ítem fue respondido parcialmente por todos. El 40 % respondió que el objetivo es proporcionar soporte o apoyo al paciente, lo que constituye un acierto. El restante 60 % refirió que el objetivo es la resolución psicológica de la crisis que vivencia el paciente, lo cual es un error. Se constató un marcado desconocimiento sobre las características generales y los objetivos de la intervención en crisis de primer orden.

Por último, la respuesta a la pregunta 9, que explora las dificultades o limitaciones que enfrentan los médicos en su trabajo diario, con los pacientes que tienen una conducta suicida, se resume de la siguiente forma:

a) Pobre capacitación del personal sanitario o de salud en el manejo del paciente con comportamiento suicida (80 %).

b) Limitación de los recursos: Equipos de salud mental incompletos e inestabilidad de los integrantes de los equipos básicos de salud (70 %).

c) Mal funcionamiento del trabajo en equipo, con una pobre implicación del personal de enfermería y trabajador(a) social, fundamentalmente (50 %).

d) Posibilidades de dedicación escasas por falta de tiempo e interés del personal implicado (40 %).

e) Irregularidades o inconsistencias en el proceso de evaluación periódica de la atención y seguimiento de pacientes con intento suicida, y de sus familiares (30 %).

 

DISCUSIÓN

Las personas con conducta suicida pueden ser portadoras de mitos acerca del suicidio, los cuales constituyen el folklore y la mitología de este acto autodestructivo.1 El aspecto crítico que debe afrontar todo psiquiatra es que el suicidio sea un acto racional.6

Uno de los mitos o falsas creencias acerca del suicidio es el que plantea que todos los suicidas son enfermos mentales. Si bien, aproximadamente, el 10 % de los pacientes con esquizofrenia materializan el acto suicida, y la inmensa mayoría de los suicidios consumados (más del 90 %), se da en personas que presentan trastornos psiquiátricos en el momento de su muerte, fundamentalmente de carácter afectivo o alcoholismo, un pequeño porcentaje de suicidios se da en personas que han sufrido la pérdida de un ser querido, un desastre económico o la pérdida del estatus social.6 Existe también, una alta incidencia de suicidios en pacientes no psiquiátricos con enfermedades terminales.1 La persona en el momento de cometer el acto suicida, generalmente está alterada, atormentada y ambivalente. Este último es uno de los principales rasgos del suicidio, consiste en la presencia simultánea de fuertes sentimientos de vida y muerte, de odio y amor, hacia personas queridas en su contexto de relaciones sociofamiliares. Con mucha frecuencia, el acto suicida es la acción de una persona confundida que se siente desesperada y le falla el apoyo social. Cualquier persona que esté desesperanzada, desesperada, desilusionada y le fallen sus mecanismos de autorregulación, puede quitarse la vida.7

Otro mito, bastante difundido es el que refiere que todo el que se suicida es porque está deprimido. Aunque la psicodinámica del suicidio se parece a la depresión, y los trastornos del estado de ánimo constituyan la categoría diagnóstica más frecuente entre las personas que se suicidan (15-20 % de los pacientes con trastornos del estado de ánimo acaban consumando el suicidio, lo que convierte estos trastornos en una de las enfermedades médicas más letales), la mayoría de las personas que materializan este acto, no están deprimidas, ni la mayoría de los deprimidos se suicidan.1,6-7

Por último, otro mito popular al que haremos alusión, es el que plantea que el alcohol y el suicidio no se relacionan. Aproximadamente, el 25 % de las personas que se suicidan en Estados Unidos presenta alcoholismo.8,9 Además del riesgo subyacente de suicidio que comporta la dependencia del alcohol, la intoxicación alcohólica aguda, también aumenta el riesgo. El alcohol y las sustancias producen desinhibición y anulan las restricciones para el suicidio en una determinada persona con dependencia de sustancias, y por tanto, actúan como precipitante agudo del suicidio. La dependencia de sustancias, ya sea del alcohol o de drogas de abuso, aumenta hasta cinco veces, el riesgo de suicidio en un paciente.

Aunque el alcohol es la sustancia con mayor prevalencia en este grupo diagnóstico, la mayoría de los suicidios se presenta en aquellas personas que abusan de múltiples sustancias.8-10

Los mitos se consideran creencias de orden superior que pueden modificarse, lo que posibilita menor influencia negativa sobre las personas, un mejor conocimiento del problema de salud y mayor rango de efectividad de los mecanismos de autoeficacia que influyen, positivamente, en la búsqueda de soluciones y en que los voluntarios y agentes sanitarios, aprendan a identificar proveedores de apoyo, en el escenario comunitario, e indicios de recaída hacia procesos suicidas en las personas.1 Es por esto que resulta preocupante que el 30 % de los médicos encuestados, señalara como verdaderos, algunos de los principales mitos populares acerca del suicidio (incisos b y d), mostrando desconocimiento con respecto a estas falsas creencias, hecho que prácticamente, los inhabilita para participar de forma acertada, en el necesario proceso de transformación, del primer nivel de atención.

El individuo con conducta suicida, se mueve en un continuo rango que va desde la aparición del sentimiento de desesperanza, hasta la realización del intento. Este proceso psicológico es gradual y afecta variables salutogénicas relevantes de la personalidad del individuo, su resistencia psicológica y su autoestima, que dificultan el afrontamiento adaptativo y su bienestar. La desesperanza puede definirse como la sensación de imposibilidad absoluta de obtener una determinada cosa, o de que ocurra algo que pudiera cambiar la realidad existente, y es el mejor predictor del suicidio.11 En la adolescencia es un sentimiento clave para evaluar la cercanía del acto suicida, pues en el adolescente el proceso hasta el acto es prolongado e inestable, y se va estructurando lentamente en la interacción social con su familia, sus padres y la sociedad.2 Es también, un factor clave en la población esquizofrénica, pues algunos autores han observado que en dichos pacientes, la depresión secundaria que predispone al suicidio, se caracteriza por malestar psicológico y desesperanza, más que por un trastorno depresivo mayor con signos vegetativos. Por lo que, la desesperanza es un factor pronóstico de suicidio en todos los trastornos psiquiátricos.

El sentimiento de desesperanza dificulta que la persona pueda establecer vínculos afectivos significativos, y la sumerge en una situación de indefensión que origina la pérdida gradual y sostenida, de la actividad de la personalidad y de la autoestima. Los sentimientos de desesperanza sostenidos con ausencia de un proyecto de vida deseado, junto al desamparo, tienen un gran peso en el proceso que conduce al suicidio, pues aunque la depresión clínica no es siempre palpable, la carencia de perspectivas positivas de futuro (o la falta de salidas positivas a una situación dada) y la soledad, se han detectado, casi constantemente, en las entrevistas realizadas a las personas con intento suicida, lo que consolida la creencia sobre la presencia estable del autoesquema mal adaptativo, inadecuado, disfuncional de los suicidas, y de dificultades en la flexibilidad y riqueza de sus mecanismos autorreguladores.1,6,7

Por todo esto, resulta inadmisible que la totalidad de la muestra, excluyera en la pregunta 3, el sentimiento de desesperanza como una de las características generales de las personas con conducta suicida. Es muy importante que se evalúe, en cada paciente con riesgo suicida, en la sesión de trabajo inicial, la desesperanza. La propia autoevaluación de su capacidad de solucionar sus problemas predice este sentimiento, o se puede indagar acerca de si la persona tiene esperanza con respecto al futuro, y para lograrlo se considera de gran utilidad clínica el uso de la escala de desesperanza de Beck (Beçk Hopelessness Scale), puesto que este identificó la desesperanza como variable central de la tentativa de suicidio. En esta misma sesión, es también necesario evaluar la ideación e intento suicida, para esto recomendamos utilizar la escala de ideación suicida (Scale for Suicidal Ideation) y la escala de tentativa suicida (Suicide Intent Scale), ambas también desarrolladas por Beck, así como determinar el grado de riesgo, para lo cual están validados una serie de instrumentos cuantitativos entre los que se destacan: el cuestionario de riesgo suicida (CIR), la "Guía de entrevista clínica diagnóstica para pacientes con riesgo o intento suicida" y la escala de riesgo suicida, entre otros.

Dada la amplia variedad de herramientas disponibles para estos fines, resultó alarmante que los médicos encuestados no fueran capaces de mencionar correctamente en la pregunta 7, ninguno de estos instrumentos, haciendo evidente su total desconocimiento, lo que traduce el hecho de que en el primer nivel de atención, no se explora de forma adecuada y sistemática, el riesgo suicida. Tampoco el sentimiento de desesperanza, la ideación e intento suicida, son evaluados con la calidad requerida. También es preocupante que la mitad de los encuestados citara, erróneamente, herramientas válidas para evaluar solo la depresión, pues recordemos que no necesariamente el individuo más deprimido es el más desesperanzado.

Además de la desesperanza, la culpabilidad como componente afectivo de la desesperación, la agresión y la violencia, son importantes factores para entender el suicidio. Otros factores psicológicos de la conducta suicida son: la rebeldía, el descontrol de impulsos, la ansiedad, la cólera y el miedo. La humillación y la vergüenza son dos factores que en ocasiones, subyacen al suicidio. Los factores estresantes que predisponen al suicidio coinciden con las fases de desarrollo del ciclo vital.

Tres factores estresantes predominan en los adolescentes y adultos jóvenes, estos son: los conflictos interpersonales, la separación y el rechazo. Los problemas económicos son el principal factor para el grupo de edades comprendidas entre 40 y 60 años, sin desdeñar los tres anteriores en la etapa media de la vida. En pacientes de más de 60 años, y fundamentalmente en los longevos, las enfermedades médicas desempeñan un papel cada vez más significativo (Feijoó Y. Comportamiento de los factores predisponentes de la conducta suicida en un área de salud. Trabajo presentado en la XIII Jornada Científica del policlínico "Ana Betancourt"; 2006).

Las fantasías de autodestrucción y deseos de muerte, constituyen un indicador prodrómico del acto suicida.1 La presencia de fantasías de dormirse y no despertar, son señales de peligro para el comportamiento suicida. En estudios realizados se analizaron las fantasías de los suicidas de 6 a 12 años de edad, y se encontraron las siguientes características comunes: 1. Creencia de que la muerte es continuación de la vida, 2. Sentimientos de haber sido privados de necesidades importantes, especialmente, en el campo de las relaciones interpersonales, 3. Percepción de la muerte como un estado atractivo, unida a una severa ansiedad.1-2 En el adolescente, una de las características que resalta por su relevancia, como causante de depresión y predictora de la conducta suicida, es la tendencia a la fantasía. El adolescente tiene una conceptualización realista de la muerte como cesación definitiva de las actividades corporales, por tanto sus fantasías autodestructivas tienen más en cuenta el efecto que van a crear en el otro, sobre todo piensa que con el suicidio o su intento, está afirmando su identidad personal no reconocida, o por lo menos en los niveles en que él se sentiría satisfecho.1-2

Las fantasías y actitudes del paciente en relación con la muerte y el acto de morir, son muy importantes en la motivación del suicidio, exista o no depresión, pues este, en su mente, considera su amenaza de muerte como una represalia con la intención de modificar en algo la situación que le produce dolor psicológico. Mientras más primitivas sean las fantasías, es mayor el riesgo de suicidio. El relativo primitivismo de las fantasías, se relaciona con el pobre desarrollo de la estructura de la personalidad y las dificultades para el control de impulsos. (De la Vega T. Estudio epidemiológico de la conducta suicida. Trabajo presentado en la Jornada Científica de Medicina Familiar, municipio Playa; 2007).

Por todo esto es que resulta preocupante, que la totalidad de los encuestados no identifique a las fantasías de autodestrucción como un indicador prodrómico del acto suicida. Por otra parte, el contenido, precisión y primitivismo de las fantasías de autodestrucción, son factores relevantes en el manejo terapéutico de los pacientes suicidas por el personal especializado, conjuntamente con los planes suicidas.

Mientras más preciso sea el plan de suicidio de una persona, es decir, si deja instrucciones detalladas acerca de su última voluntad, si tiene un escenario específico en término de método, tiempo, lugar, etc., mayor será el riesgo y mayor preocupación causará. Sin embargo, la ausencia de planes no es razón para ignorar las tendencias suicidas. El médico necesita identificar el grado de desarrollo del plan suicida y evaluar su determinación para llevarlo a cabo, por ejemplo, el impacto que tendría en sus familiares y seres queridos. Tres elementos han de considerarse en relación con el plan suicida: la especificidad de los detalles, la letalidad del método a emplear y la eficacia de los métodos. Cuando una persona explica un método de suicidio con gran número de detalles, esto indica que ha empleado mucho tiempo y esfuerzo planeándolo, por lo que está muy interesado en su ejecución. Cuando los detalles del plan son bizarros indican la posibilidad de que el paciente esté funcionando a un nivel psicótico, y los psicóticos con ideas suicidas tienen un alto riesgo. (Cuéllar C, Pérez V. Empleo del remedio de rescate en pacientes con intento suicida. Trabajo presentado en la Jornada Científica de Medicina Familiar, municipio Playa; 2005).

Por todo esto, también resultó preocupante que la totalidad de los encuestados no señaló el plan suicida, como un elemento que debe considerarse en la evaluación del paciente con intento suicida.

Un problema que se observa con frecuencia en la persona que sobrevive al intento, o en la familia que sobrevive al suicidio de uno de sus integrantes, es la tendencia al aislamiento social a partir de los fuertes sentimientos de subvaloración, culpa y hostilidad. Esta situación produce en el sobreviviente y sus familiares, la pérdida de un conjunto de habilidades que les permiten afrontar adecuadamente determinadas interacciones sociales, y dicho afrontamiento se hará más efectivo con la adquisición de determinadas competencias para afrontar las exigencias de las interacciones interpersonales y sociales,6,7 por esto es tan importante la rehabilitación psicosocial del paciente con intento suicida. Es necesario indagar acerca del nivel motivacional del paciente para buscar ayuda en general, y tratamiento psiquiátrico en particular, y con respecto a las redes de apoyo y recursos adaptativos de que dispone, por lo que resulta inadmisible que la totalidad de los encuestados, excluyera en su respuesta a la pregunta 5, este importante aspecto en la evaluación del paciente con intento suicida.

La intervención en crisis de primer orden o primera ayuda psicológica, implica ayuda inmediata al paciente, y casi siempre, requiere solo una sesión. Fundamentalmente, proporciona apoyo, reduce la mortalidad y vincula al individuo con otros enlaces o recursos de ayuda, pero nunca tiene como objetivo finalizar la resolución psicológica de la crisis, por lo que la puede y debe brindar, en el sitio y momento en que se origina a cualquier persona que perciba la necesidad: amigos, vecinos, maestros, familiares. Es una intervención breve, su duración dependerá de la gravedad de la desorganización o desorden emocional de la persona en crisis, y de la capacidad del que brinda la ayuda. Lo más importante es escuchar atentamente a la persona en crisis y facilitar su desahogo, nunca abandonarlo, ni hacerlo objeto de burla, hay que demostrarle comprensión, al mismo tiempo que se le ayuda a encontrar soluciones diferentes al suicidio. En la ayuda psicológica es importante establecer un primer contacto, en el cual se refleje aceptación, lo que permitirá conocer la dimensión del problema y evaluar el riesgo suicida, para asumir una conducta responsable y oportuna.2 Sin embargo, se constató, en más de la mitad de la muestra, un desconocimiento acerca de las características generales y objetivos de la intervención en crisis de primer orden.

El suicidio constituye un fenómeno multidimensional y complejo, que ha sido estudiado desde diferentes perspectivas, tales como la filosófica, la sociológica y la epidemiológica. La presente investigación, sin abandonar estos aspectos, se centró en el comportamiento suicida desde la perspectiva clínica, pues el papel del especialista de Medicina General Integral consiste, fundamentalmente, en el reconocimiento y manejo integral de este comportamiento autolesivo, para que pueda evitarse. En la conducta suicida debemos valorar las ideas, las amenazas suicidas con expresiones verbales o escritas, el gesto suicida, es decir, la amenaza con los medios disponibles, el intento de autoeliminación y el hecho consumado.

La valoración del riesgo de suicidio es una de las tareas clínicas más complejas y difíciles en la práctica profesional. La valoración global del riesgo suicida a corto plazo de un paciente, es de gran importancia para elaborar el plan de tratamiento clínico. Mediante un cuidado razonable, competente, en la valoración del riesgo suicida, es posible anticiparse al problema y predecir la puesta en práctica del suicidio. Se comprobó que a pesar de que la conducta suicida constituye en el primer nivel de atención, uno de los programas priorizados, en lo que a salud mental se refiere, la mayoría de los especialistas presentó dificultades en la atención integral de estos pacientes, persistiendo como un comportamiento cuyo riesgo es habitualmente poco explorado, y su evaluación adolece, en ocasiones, de elementos de obligatoria indagación y análisis, lo que afecta su calidad y el adecuado seguimiento.

 

RECOMENDACIONES

Elaborar una propuesta de intervención educativa a manera de curso de superación, acerca del comportamiento suicida, en el primer nivel de atención, como herramienta para suplir modestamente, el déficit en los conocimientos y habilidades de los médicos que integran los equipos básicos de salud, del municipio Playa.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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7. Pérez V, Lorenzo Z. Comportamiento del sistema de redes de apoyo social en familias que sufren la conducta suicida. Rev. Cubana de Med. Gen. Integr. 2005;20(5-6):1-3.

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10. Hurtado Martínez M. Cuando el camino no se ve. Santiago de Cuba: Editorial Oriente; 2005. p. 49-56.

11. Martínez Pérez V, Chávez Arcia N. Comportamiento de los factores biosociales en la depresión del adulto mayor. Rev Cubana de Med Gen. Integr. 2008;24(3):2-3.

 

 

Recibido: 27 de enero de 2011.
Aprobado: 20 de junio
de 2011.

 

 

Víctor Tadeo Pérez Martínez. Policlínico Docente "Ana Betancourt". 5ta. Avenida, esquina 16, Miramar, municipio Playa. La Habana, Cuba. Correo electrónico: victorperez@infomed.sld.cu

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