INTRODUCCIÓN
El derecho que tienen los pueblos a estar informados es lo que hace que las bibliotecas desarrollen servicios de información asequibles para todos. Uno de estos servicios es el de Extensión Bibliotecaria, espacio que tiene la biblioteca para expandirse hacia la comunidad al permitir que aquellos usuarios que no acuden al local tengan acceso a sus servicios y documentos.
En Cuba, desde las primeras décadas del triunfo revolucionario se comienza una labor de reorganización de los servicios bibliotecarios en el territorio nacional proyectados hacia la comunidad. Se constituyen dos nuevos servicios: el Servicio de Extensión Bibliotecaria y el Servicio de Extensión Cultural,1 donde cada uno juega un papel primordial, dando riendas sueltas al acercamiento del bibliotecario con las personas que conviven en la región.
Tal como lo presenta Gómez Hernández, la extensión bibliotecaria no se limita a un acercamiento físico de la biblioteca, con ser éste fundamental para la calidad de vida de los residentes en zonas rurales, pequeñas poblaciones o el extrarradio suburbial de las grandes ciudades. Actualmente, englobaríamos en la extensión bibliotecaria todas las actuaciones para tratar de eliminar o mitigar las barreras económicas, sociales o culturales que impiden o dificultan el acceso a la información de ciertos grupos de población.2
De igual manera, Suaiden en su artículo “La dimensión humana de la información: biblioteca e inclusión social en la América Latina” señala que la biblioteca puede transformar la calidad de vida de las comunidades, repartiendo información adecuada con la rapidez que exigen los tiempos modernos. Dicho trabajo debe partir de un diagnóstico bien elaborado sobre las necesidades de información de la comunidad, para luego, con el auxilio de técnicas conducentes a la toma de decisiones, elaborar una planeación estratégica compatible con la realidad local.3
Con la presente revisión bibliográfica se desarrolla una aproximación histórica al servicio, a su origen y situación actual en las bibliotecas de Cuba.
DESARROLLO
Se realizó una revisión bibliográfica con el objetivo de hacer una aproximación histórica al servicio de extensión bibliotecaria, su origen y situación actual en las bibliotecas de Cuba. Se realizó una búsqueda exhaustiva con palabras claves relacionadas con la temática tales como: Servicios de bibliotecas y su historia, relaciones comunidad-institución, bibliotecas médicas, bibliotecas públicas
Para la realización del trabajo se revisaron revistas vinculadas con la información científica, la base de datos Scielo Cuba, diferentes blogs dedicados a los servicios bibliotecarios y páginas web sobre bibliotecas. Se organizó toda la información que se encontró para ordenar y conformar la información sobre el tema de análisis.
Las actividades de extensión en las bibliotecas son las encargadas de atraer a todo ese público que por diversas razones no asiste a estas, de esa forma permite que la cultura les llegue sin importar donde estén.
Para llegar a entender la evolución de este servicio a través del tiempo, hay que recurrir a los primeros intentos de ofrecer servicios bibliotecarios a lugares apartados. Estos datan de la antigüedad y se han presentado desde diferentes ópticas y perspectivas, por ejemplo, a través de la creación de clubes del libro o sociedades dedicadas a la lectura.4
Habría que ir hasta la Inglaterra del siglo XVIII para encontrar, en los clubs del libro y las sociedades de lectura, el primer embrión de lo que andando el tiempo serían los servicios móviles de biblioteca. Ya en el siglo XIX, y con fines meramente comerciales se establecieron en Inglaterra las "circulating libraries" (bibliotecas de préstamo), creadas por libreros, que permitían, mediante un abono anual o mensual, retirar libros para su lectura en casa.5
El surgimiento de los servicios móviles en el siglo XVIII viene muy a tono con una de las etapas más importantes de la historia del libro, el nacimiento del movimiento intelectual que se conoció como Ilustración. Es muy importante destacar que a partir de este siglo en Inglaterra se incrementó el placer por la lectura.
También es de principios del siglo XIX la peregrina idea, puesta en práctica por Samuel Brown en el condado de East Lathonian, en Escocia, de crear bibliotecas itinerantes. Las mismas consistían en pequeños lotes de unos cincuenta volúmenes que se establecieron en todos los pueblos y aldeas donde pudiera encontrarse una persona que se responsabilizara de los libros. La biblioteca se renovaba cada dos años y se quería crearlas en número suficiente para que cualquier ciudadano pudiera encontrar una a menos de milla y media de distancia de su residencia.5
Fue precisamente un hermano de Samuel, William Brown, quien poco tiempo después puso en marcha la misma iniciativa en Estados Unidos. A él se atribuye la autoría de un panfleto escrito hacia 1830 titulado "Memoria relativa a las Bibliotecas Itinerantes". Pocos años después de la publicación del folleto, otro artículo atribuido a Josiah Holbrook, un pedagogo aficionado, hablaba de un sistema de bibliotecas intercambiables situadas en puntos estratégicos que permitiera el encuentro periódico de los lectores y las obras. Apenas se encuentran más documentos escritos sobre estos rudimentarios sistemas de bibliotecas itinerantes concebidas fundamentalmente como fórmulas comerciales.5
Es interesante resaltar que si bien en realidad con el estreno de este nuevo servicio bibliotecario se pretendía difundir la lectura, siempre predominó el carácter comercial, además lo realizaban individuos que no tenían estudios bibliotecarios.
En Gran Bretaña la primera biblioteca móvil comenzó a prestar servicios a través de la Biblioteca Perambulating de Warrington en 1859.6
Ya en 1893. Melvil Dewey7 desarrolla este recurso con el objetivo de llevar a las comunidades rurales las ventajas del libro. Inventó un sistema de envío de colecciones viajeras a todo el condado de New York que luego se extendió a otros condados.
A partir de 1895 hasta 1914, la bibliotecaria del estado de Wisconsin, Lutie E. Stearns, propició otro servicio de entrega de libros a domicilio, los que eran transportados por un automóvil y que, en poco tiempo, fue imitado por instituciones interesadas en la promoción de la lectura.8
En 1905, este tipo de servicio fue introducido en el condado de Washington, Maryland, por Mary Titcomb, primera bibliotecaria de la Washington County Free Library. Años más tarde, en 1918, se creó el primer bibliobús (Hibbing, Minesotta). Le siguieron Japón, en 1946; Bélgica, 1959; Pakistán, 1957 y una larga lista de países que se contagiaron con esta iniciativa que revolucionaría el mundo de las bibliotecas.9
Es de considerar que fue en ese momento con iniciativas expuestas por bibliotecarios como Melvil, Stearns, Titcomb cuando se comienzan a impulsar las actividades de extensión bibliotecaria fuera de la biblioteca.
Una iniciativa que asegura el que los grupos nómadas del desierto keniano tengan acceso a la lectura lo conforma el camello biblioteca móvil que recorre el desierto en Kenia, África. En Venezuela optan por desarrollar este tipo de servicios móviles a bordo de animales. Este proyecto se encuentra incluido en el programa Red de Escuelas Rurales Emprendedoras. En tanto en Tailandia, existe una biblioteca elefante. En este caso los elefantes sirven de medio de transporte y cargan información y material educativo hasta 46 villas distantes. Este proyecto recibió el premio a la alfabetización de la UNESCO en el año 2002.10
En España, al igual que en el Reino Unido o EEUU, el precedente de las bibliotecas móviles, servicio principal de la extensión bibliotecaria, hay que buscarlo en los primeros intentos de poner en marcha las bibliotecas circulantes o bibliotecas viajeras. Consistía en cajas de madera diseñadas para contener de 100 a 200 volúmenes, que se enviaban a puntos aislados de la geografía peninsular, las que debían permanecer dos años en cada pueblo.11
Con el pasar de los años, España es de los países que se mantienen fieles al servicio de bibliobús, conserva su vigencia y se mantienen atentos a los cambios sociales que suceden y que se convierten en nuevas necesidades informativas de los usuarios. Son capaces de interactuar con las redes sociales, para ellos este servicio sigue siendo el único modo de ofrecer un buen servicio de biblioteca a las zonas intrincadas.
En Sudamérica el máximo referente en este tipo de actividades extensionistas es encabezado por Luis Soriano, profesor de literatura quien desde hace algunos años es el creador del proyecto social Biblioburro reconocido nacional e internacionalmente.12
Es notorio señalar que durante muchos años el servicio extensionista a nivel mundial era identificado únicamente con las maletas viajeras y las bibliotecas móviles, y no se evidencia información que demuestre que realizaran otro tipo de actividades.
En Cuba este servicio comenzó de forma incipiente en el año 1954 con el recorrido de un bibliobús en el municipio Los Palacios, Pinar del Río.13 Es importante señalar que antes de 1959, la situación con la educación, en sentido general presentaba grandes deficiencias y por consiguiente, lo mismo sucedía con las bibliotecas.
Emilio Setién en su artículo El desarrollo de la Biblioteca Nacional durante 75 años y su influencia en el movimiento bibliotecario del país refiere que en Cuba en 1951 existían unas 483 bibliotecas de las cuales 108 eran públicas, así mismo expresó que de esas 108 existentes, trece no llegaban a los 1000 volúmenes después de más de veinte años de creadas y doce no alcanzaban esa cifra después de diez años de existencia,14 que demuestra que antes del triunfo revolucionario no se podía desarrollar prácticamente el servicio de extensión bibliotecaria.
No es hasta noviembre de 1954 que se crea mediante decreto la Organización Nacional de Bibliotecas Ambulantes y Populares (ONBAP).15 La misma se constituye un intento de creación de un sistema de bibliotecas que tendría a su cargo la organización de bibliotecas públicas.
En 1959 comienzan a materializarse los principales anhelos del movimiento bibliotecario cubano y se inicia un período de desarrollo impulsado por la valiosa experiencia de la Dra. María Teresa Freire de Andrade, quien puso en práctica una estructura encaminada a contar con departamentos especializados destinados a la recopilación, organización y estudio de libros y documentos relacionados con la historia, la literatura, la información de ciencia y técnica, etc.16
Es así que entonces, el Departamento de Circulante y Extensión Bibliotecaria desempeñó una enorme labor porque se crearon minibibliotecas en los centros laborales llevaron el préstamo de libros a barrios que no contaban con bibliotecas públicas. Las colecciones que integraban estas minibibliotecas procedían de la Biblioteca Nacional y se renovaban continuamente por las diferentes provincias.17
Este departamento trabajó de manera sistemática contra el analfabetismo técnico, provocado por la carencia de hábitos de lectura. Uno de sus más importantes objetivos fue captar lectores en aquella parte de la población que, por diferentes motivos, se veía imposibilitada de frecuentar la biblioteca; les ofrecía, con la rapidez y profundidad necesarias, informaciones exactas y de interés. Las bibliotecas viajeras o bibliobús (transportes adaptados con estantería abierta) recorrieron el país y llegaron a barrios y poblaciones donde era muy difícil el acceso a los libros. Fueron significativos los de la región de Cienfuegos (1962), Camagüey (1963), Santa Clara (1964) y Trinidad (1965).17
Granma es uno de las provincias pilares de Cuba en cuanto a bibliotecas móviles. El 20 de octubre de 2008 se inauguró el Bibliobús de Granma, de esa manera se había conseguido complementar los servicios bibliotecarios de esta provincia suroriental cubana con otro que fuera capaz de llegar a los lugares de más difícil acceso.18
Las modalidades de extensión bibliotecaria en el Plan Turquino, Sancti Spíritus se han generalizado a mil 258 comunidades en Cuba. La biblioteca se convierte en un vínculo imprescindible entre estos poblados y la cultura desde la creación de hábitos sanos, pues se realizan diferentes maneras de extensión dirigidas a programas priorizados, como son drogas, discapacitados, enfermedades de transmisión sexual y embarazo en la adolescencia.19
La primera biblioteca médica de la que se tiene referencia en nuestro país data de 1848, cuando se creó la Junta Superior de Sanidad. Dicha institución se reorganizó en 1990 en la Secretaría de Sanidad con donaciones de médicos eminentes de la época y, más tarde, en 1934, se convirtió en la biblioteca del Instituto Finlay. En 1923 se fundó la biblioteca de la escuela de medicina de La universidad de La Habana por un grupo de miembros de la Asociación de Estudiantes de Medicina con la colaboración de algunos profesores de dicha Facultad.20
La Biblioteca Médica Nacional desde hace muchos años incluye el trabajo del bibliotecario con la comunidad, ya sean pacientes de una institución de salud o receptores de una política de prevención de salud (Proyecto Comunitario BiblioSIDA) así como actividades relacionadas con la Promoción de la Cultura (Proyecto¨Lo Real Maravilloso¨ que incluye actividades como: Campaña a favor de la lectura, exhibición de pinturas y fotografías, muestras de documentos científicos, cine- debates, tertulias literarias, club martiano “Para Un Amigo Sincero”).21
Con el surgimiento de los policlínicos de atención primaria, sus bibliotecas tratan de interrelacionar salud- atención primaria-información. De esa manera se desarrollan actividades de extensión bibliotecaria que tiene en cuenta los problemas de salud de la población. Tal es el caso del proyecto ITS-VIH/SIDA que desarrolla Cienfuegos y que fundamenta su trabajo en la prevención, promoción y orientación, de igual manera sucede con el proyecto comunitario “No hacen falta alas”, de la misma provincia y que se direcciona en tres dimensiones con acciones organizativas, promocionales y culturales.22
Algo parecido sucede en el policlínico docente California, ubicado en el municipio San Miguel del Padrón, con una biblioteca que mediante la extensión bibliotecaria se encarga de realizar actividades de promoción de la lectura, promoción de la salud mediante la proyección de videos, planificación de conferencias sobre problemáticas importantes de salud, campañas promocionales para prevenir aspectos negativos que estén influyendo en determinada población, encuentros con psicólogos, sociólogos, sexólogos y promotores de salud, formación de promotores de salud que ayudan a cambiar la actitud de la población hacia algunas enfermedades y eleven el nivel de sus conocimientos.23
Si bien en la provincia el servicio de extensión bibliotecaria se realiza de manera frecuente en las diferentes bibliotecas, ya sean públicas, de educación o médicas, no existen evidencias en los diversos recursos informativos utilizados que demuestren su realización.
Es evidente la evolución de este servicio en estos tiempos en que se logra combinar el préstamo de libros con charlas educativas, muestras de pinturas, talleres, con un sinfín de actividades que hacen que se vincule aún más la comunidad a las bibliotecas.
CONCLUSIONES
Tras este andar por la evolución del servicio de extensión bibliotecaria notamos que se desarrolla y fortalece con el pasar de los años, pero su función social permanece hasta nuestros días, al permitir a los usuarios de las bibliotecas información, desarrollo y cultura.
Podemos hablar de servicios de extensión bibliotecaria tanto de permanencia como de cambio, dos características que lo colocan en la avanzada de los servicios bibliotecarios.
El servicio de extensión bibliotecaria es la mejor vía de acceso que tienen los pobladores para acceder a la información.