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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.8 no.2 La Habana mayo.-ago. 2020  Epub 10-Ago-2020

 

Artículo Original

Rosa Luxemburgo: literatura en revolución

Rosa Luxemburg ‒ Literature in Revolution

Dolores Vilá Blanco1  * 
http://orcid.org/0000-0003-2911-8136

1Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

Rosa Luxemburgo fue una de las pensadoras marxistas más importantes del siglo xx, y al mismo tiempo, una de las más olvidadas y subvaloradas, particularmente en Cuba. Este ensayo se propone, en el centenario de su asesinato, analizar el valor literario de su obra, en especial de su correspondencia personal ‒sin fragmentar. Se aspira a presentar una propuesta de estudio de su vida y obra más totalizadora, más real y humana.

Palabras clave: cartas; crítica marxista; lirismo; prisión

ABSTRACT

Rosa Luxemburg was one of the most important Marxist thinkers of the 20th century, and at the same time, one of the most forgotten and undervalued, particularly in Cuba. This essay aims, on the centenary of her assassination, to analyze the literary value of her work, especially her unfragmented correspondence. The goal is to present a proposal for the study of her life and work that is more comprehensive, more real and humane.

Keywords: letters; marxist criticism; lyricism; prison

La tendencia más hermosa no puede suplir al genio sencillo y divino. Rosa Luxemburgo

Toda la literatura viva de Alemania no produce lágrimas como la de esa revolucionaria judía, ni nos deja con la respiración contenida, como después de leer la descripción de la piel del búfalo: «esta fue dilacerada». […] esa carta debía figurar, al lado de Goethe, en las enseñanzas de los estudiantes alemanes. Karl Kraus

¿Habrá pasado la hora de meditar sobre el legado libertario de Rosa Luxemburgo en su literatura? ¿Será posible hacerlo por sobre la ira que engendra lo inverosímil, de que a cien años de su asesinato su obra continúe desconocida, subvalorada y tapada?1 ¿Se logrará romper con los moldes en que la han encasillado, hasta convertirla en un ser irreal que se dibuja y desdibuja según los vaivenes del vulgo/marxismo y otras tendencias colindantes, alejada -inexistente‒ de lo que suponen son «nuestros modos, gustos, y creencias»?2

Este ensayo se propone presentar resultados de investigación acerca del valor literario de la obra -sin fragmentar‒de Rosa Luxemburgo, cuestión esta que ya ha sido resuelta hasta cierto punto en algunas latitudes, pero que en otras ni siquiera importa. Acompañan a este estudio extensas notas que no tienen otra intención que invitar al lector a comprobar la riqueza espiritual, el mundo interior sobre el que rara vez indagamos y que es esencial para romper el círculo de «certezas» vanas que se nos imponen o que asumimos simplistamente, en especial por el desconocimiento que sobre el legado de esta figura persiste y lo dispersa de sus fuentes. Para aproximarse a entender a Rosa Luxemburgo es preciso romper con todas las normas y estrecheces mentales que aprisionan a la imaginación científica y dar curso al modo en que vibraban sus motivos, a la fuerza y gentileza de sus impulsos, a la pasión, al fuego, a la idea, a la vida...

Se habla en este ensayo de revolución, pero de otra muy diferente a los entendimientos usuales. Esta versa sobre las complejidades inherentes al ser humano en sus cotidianidades, en su totalidad fecundante y escurridiza en ese hacerse y rehacerse en pos de su libertad. «La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente».3 Lo que para Luxemburgo era la revolución es, para quienes apreciamos su legado, ella misma. Su «¡fui, soy y seré!» (Luxemburgo, 2014, p. 412), que confirma y vaticina la búsqueda de libertad como proceso indetenible, es su recorrido personal por la vida, su propia revolución interna y externa puesta en función de lo que creía, en ese camino de ser fiel a sí misma que jamás abandonó junto a su máxima de contribuir, ya que estaba convencida de que su «penosa pintura no le hace falta a nadie, mientras que [sus] artículos sí que los necesita la gente».4

Esos matices propios que anidan compromiso y sensibilidad,5 inteligencia6 y humildad7 a raudales se encuentran dispersos y distinguibles a lo largo del estudio exhaustivo de su obra, de su vida, de esa lírica tan suya que pocos han sabido apreciar, que aflora de manera natural en cualquiera de sus escritos y que convence porque se siente tan nuestra, tan cercana... Son precisamente esas huellas las que nos permiten acercarnos a la intelección de esta figura donde el verbo palpita y alecciona, y la impresión viva de sus enfoques trasciende épocas y nos coloca ante un humanismo real, palpable, no usual dentro de su corriente de pensamiento.

En Luxemburgo «la palabra se hizo carne» (Luxemburgo, 2008, p. 349) y «solo el que se siente afectado y conmovido puede afectar y conmover a los demás» (p. 353). Así era/es ella, aun en la distancia de un siglo, y por sobre los «peritos jardineros» que la intentan deshojar, que seleccionan a diestra y siniestra los pétalos que «sobran» y le colocan artificialmente los que se le avienen en «coloraciones y formas», para presentárnosla casi como una rosa artificial. La cosmogonía de Luxemburgo se les hace ininteligible. Comienza de esta manera el proceso de fragmentación, de ocultismo, de violencia que equipara y nivela lo «potenciable» sin miramientos, sin distinciones, apegados a la brasa para no llegar a ninguna parte, porque a fin de cuentas, «el arte no explica contenidos filosóficos [ni de ningún tipo, afirma esta autora] sino que los hace sentir» (Vitier, 1961, p. 197).

La pasión era uno de sus rasgos distintivos. Se nos presenta con tanta fuerza como suavidad en esos giros, en ese mundo de creación que le es inherente, capaz de sobrepasar muros y barrotes de prisiones, mediocridades, egoísmos e intentos de quebrar sus alas, sin que por ello pierda ni un ápice de esa capacidad de disfrutar de la naturaleza, de la vida… porque «arte es huir de lo mezquino y afirmarse en lo grande, y olvidarse, enaltecerse y vivir» (Martí, 1953, t. II, p. 666).

No dejó Luxemburgo un cuerpo analítico acerca del arte -como algunos de sus «críticos» apuntan‒ y es que no era esa su intensión. Es más, sus misivas formaban parte de su mundo interior, personal, raras veces abierto; mientras su ensayística era imprescindible, por lo que nunca se enfocó en la dirección que luego se ha reconocido -escasamente‒ de valor literario.

Los que nos aproximamos a ella con la lupa de la totalidad conectiva, la sensibilidad a flor de piel y la voluntad de «aislar los fragmentos de la noche para apretar algo con las manos, en […] un combate sin término, entre lo que quería quitarle a la noche y lo que la noche me regalaba»,8 nos explicamos esa resistencia al entendimiento de su lirismo en su capacidad de retar con palabras, de desnudar con sus significados. Por tanto, lo insólito de sus imágenes y lo inefable que está en ella, que es ella en sí, no tiene cabida en las medianías -a veces no tan medianas‒ circundantes. Se generan opacidades que la cercenan hasta hoy como intríngulis de los modelos mentales imperantes.9 La cultura que constituye a Luxemburgo da forma a un mensaje literario de gran potencia que aparece en todos sus escritos e incluso en sus modestas pinturas, que solo compartía con sus más cercanos.

Las presiones sociales, lejos de derrumbar a Luxemburgo, provocaron lo contrario. Ella se refugiaba en ese universo de colores e imágenes que se expanden en lo pequeño y se avivan en lo grande. Siempre se sueña, se siente en libertad; su mundo interior en conciliábulo perenne con la naturaleza la ennoblece, la salva.10 Sus descripciones llegan a situarnos ante una Luxemburgo, pincel en mano, adentrándose en el cuadro que quiere regalar a su Hansen, a las imágenes que quiere compartir con él, solo con él. Existe el deseo de ver ese cuadro, pero ya su narrativa desborda acuarelas, gratifica. En 1908 narraba hasta sus peripecias para pintar y se mostraba pequeña y hecha un embrollo. El acto creativo de la pintura significaba para ella la paz. El 22 de agosto de ese año escribió en una carta a Kostia Zetkin (Luxemburgo, 2015):

Dudu querido, hoy por primera vez salí a pintar la naturaleza. Viajé a Schlachtensee y ardía de impaciencia. Por Dios ¡cuántas dificultades! Solo pude llevar una libreta de apuntes o sea, pintar sobre papel común y en el aire, pues era imposible arrastrar el caballete. Entonces, en una mano el block de apuntes y la paleta y en la otra ¡el pincel! Además tenía que estar sentada (sobre un banco) y por lo tanto no podía retroceder, para apreciar el efecto. Tuve que pintar en formato pequeño pero siento la necesidad de empezar con cuadros grandes, si no el pincel no tiene ningún peso. Para peor apenas pude dibujar durante una hora. Luego vino gente y tuve que irme. Pero basta de mostrar mi desconsuelo. Además, el agua del lago cambiaba a cada momento y también el cielo (hoy hay una tormenta). Al regreso a casa estaba a punto de llorar. Pero aprendí algo más. No tengo idea de cómo superar estas dificultades ¿cómo llevar el caballete y por lo menos una cartulina más grande? […] El cuadrito que hice hoy te lo mandaré mañana, pues creo que ya estará seco. Y esta vez ¡tiemblo que te desilusione! Pero debes ser severo y honrado contigo mismo y conmigo. (pp. 77-78)

Exuberante de entusiasmo, temblorosa de frustración, anhelando pintar cuadros más grandes y a la vez, comedimiento: así se la ve en su carta a Kostia. Todo esto irradia en unos segundos, en apenas un párrafo que se nos amontona como si hablara sin freno y obligara a volver a empezar. Estas faenas le urgen a su alma y terminan por hacernos reír imaginándola, pero también obligan a meditar sobre lo que hubiese podido lograr de haber dispuesto de tiempo, de un tiempo que nunca le alcanzó para sí, en esas recurrentes «incógnitas sociales». En una carta a Leo Jogiches (17 de julio de 1900; Luxemburgo, 2015) expresa:

Todo el tiempo tuve la esperanza que festejaríamos el día de mañana, juntos y aquí […] En el ínterin llegué a la conclusión que, al igual que todo el mundo, uno debe celebrar fiestas y feriados, porque ellos son momentos agradables en medio del trabajo rutinario. El ser humano recién entonces siente que realmente vive. Nosotros, ni una sola vez, hemos tenido «tiempo» porque tuvimos que pensar en otras cosas, en vez de un festejo conjunto. Verás que este es tu último cumpleaños al «viejo estilo». De ahora en adelante hemos de vivir «al nuevo estilo», es decir, como todo el mundo. (pp. 59-60)

Lo anterior fue escrito en momentos difíciles para ella, de los que no puede escapar y a los que solo se refiere al final de su carta.11 En ella se hace patente, enfermizo y doloroso el eterno dilema que atormenta y define al humano cuando se propone vivir con luz propia, en el controversial contrapunteo de los ambientes sociales donde existe. Pero no se puede «retroceder», so pena de dejar de ser lo que se es, y eso era impensable en Luxemburgo.

Esa grandeza de espíritu, esa magia que emociona va más allá de sentirse feliz con «sus carboneros» o hacer sacrificios inimaginables por «sus polacos». Tiene que ver con su capacidad literaria de transportar por su ser más íntimo, permitir sobrevolar desde la vida «tranquila, como todo el mundo»12 que anhelaba con su amado Dziudziu, a «las relaciones misteriosas» que se establecen entre «quienes no se conocían ni veían»,13 o al milagro de que «en mi celda maloliente reinaba súbitamente un aroma de oscuras rosas rojas».14 Sus metáforas enaltecen, asombran e impulsan porque su literatura propone vivir en libertad, evadir la insensatez que pulula en los anales de la civilización. Luxemburgo busca salidas en sus encuentros y desencuentros para el mejoramiento, para la calidad y cualidad de vivir como autoconstrucción que se renueva. Infinidad de pasajes a lo largo de su narrativa llena de impresiones vivas y latentes, más allá de la percepción, dan forma a su mundo en expansión y efervescencia. Este se hace inabarcable y a su vez comprensible;15 asume y experimenta el vivir con sensibilidad, dignidad y civismo a prueba de todo.

Peter Nettl (1974) señala algunos puntos de vista en la biografía Rosa Luxemburgo que de una u otra manera se presentan en otros autores.16 Examina su producción literaria en prisión y se centra en su epistolario ‒más bien en una parte de este. El intercambio epistolar de Luxemburgo en prisión es sin duda profuso. Suplía sus necesidades de comunicación, de interlocutores válidos, truncadas por la condición de privación de libertad. Para un espíritu libre, inquieto, activo por excelencia ese era el modo de dar curso a su energía, a su vitalidad para que no la quebraran ni la invisibilizaran, como ya lo hacían estando libre.17

Ese mundo metafórico más desarrollado ‒si se quiere, pero no necesariamente así‒ en la soledad de su forzado aislamiento ha estado presente siempre. No apareció simplemente por esa situación, de lo que son evidencia otras cartas escritas mientras estuvo libre, como la del 20 de marzo de 1893, a Leo Jogiches Clarens.18

Luxemburgo no escribe cartas para ser adorada en la posteridad, no pasaba por su cabeza que podían ser publicadas, ya que no se consideraba alguien tan importante -lo ha dicho en sus misivas, «esta sensación de insignificancia me hace increíblemente feliz...» (nota 7). Para ella las cartas eran sinónimo de intimidad, un modo de hacer partícipe a sus más allegados de sus experiencias, vivencias, aprendizajes, su ayuda y hasta sus ofuscamientos19 con ellos. Eran sus amigos o compañeros los que insistían en ese intercambio, sustancialmente porque lo necesitaban. Luxemburgo no escribía cartas «todas hechas a la medida de la personalidad del recipiente», como afirmara Nettl (1974, p. 449), como si se reinventara para agradar o impresionar, «como si su personalidad política estuviera normalmente consolidada y conjunta tan solo por la presión de la vida» (p. 448). Esto es tan absurdo como inepto.

Tonos, énfasis, áreas de conversación, intimidades, preocupaciones, afinidades, entre otras muchas aristas que se pudiesen señalar, conforman los universos comunicacionales de los seres humanos. En Luxemburgo la distinción afectiva se hace patente por lo que trata, por sus desarrollos no solo en una carta, sino en la conectividad relacional que hay en todas ellas; incluso, si se quiere, hasta la totalidad del intercambio con figuras o personas concretas con las que sostuvo amistad por muchos años. Es decir, no se debe cortar un periodo, menos un momento, para emitir un juicio concluyente de su existencia y sus «habilidades» para utilizar y/o subyugar a los demás. Por eso el solo insinuar la intencionalidad como sierva de sus apetencias o ausencias para la posesión de sus amigas o amores es aberrante. No lo necesitaba. Sus impresiones eran de la más clara espontaneidad -casi una tempestad por momentos‒ en el cariño, en el despecho, en la ira, en la comprensión, en el consejo, en el argumento que da solidez a sus ideas; jamás como fingimiento.

Son varios los momentos que enfatizan las diferencias absolutas de juicio entre este artículo y el texto de Nettl (1974) respecto a las relaciones humanas de Luxemburgo. El investigador, en referencia a sus estancias en prisión, escribe:

Pero estaba determinada a vivir quizá más plenamente de lo que nunca viviera antes; y sus amigos se volvieron delegados que, prensados y moldeados, vivían la vida de ella por ella. […] siempre se trataba de su propia vida y no de la de los otros. (p. 489)

¿Qué hacía Rosa Luxemburgo en prisión? ¿Para qué arriesgaba su existencia, si de haberse dedicado a una vida académica o literaria, lejos del fragor revolucionario de aquella época, hubiese satisfecho las aspiraciones individualistas que le confiere Nettl? Si solo se trataba de su vida tenía el asunto resuelto, no precisaba salir a defender los derechos de nadie y menos morir por otros, a menos que ella o sus convicciones -cabe ya referirse a ello‒ fuesen las de una demente. A los que la ven, Luxemburgo deslumbra; a quienes la sienten, entusiasma y conmueve; a quienes le interesa ella en su totalidad y en su infinita imaginación científica y literaria, motiva.

Si se aprecian y admiran en sumo grado sus escritos de prisión, en sus tránsitos de madurez confluyente, es porque seguía «dando guerra». No hay vacío político. Desde prisión, como en libertad, escribió obras y artículos rebosantes de polémicas definitorias para los destinos del marxismo y de importancia decisiva para la revolución y el socialismo hasta hoy. Continuaba aprendiendo a través de lecturas de diversas áreas del saber que transversalizaban y enriquecían sus enfoques. Encantaba con sus originalidades, con el sortilegio de atrapar las imágenes en palabras que no se van, que se quedan para repensarlas. Deseaba seguir ahí para todos y por todos, empezando por ella misma en su completud e incompletud, como apremio que la reduce primero y la dispara en pos de nuevos cauces, que la derriba y la levanta, que se nos presenta indelimitable al examinar sus cartas.

En este punto del análisis es conveniente hacer una digresión acerca de las condiciones de las prisiones donde Luxemburgo estuvo. La peregrina idea de que ella escribiera tan copiosamente y relatara un mundo inconcebible para quienes disfrutaban de libertad, no podía ser porque sus condiciones fueran mejor que las de otro preso. De sus propias cartas, donde confluyen las narraciones más hermosas, podemos ver cómo se le escapan en algunos momentos esas circunstancias20 ‒jamás sus escritos se dedicaron a plañideras demostraciones de su situación. También se encuentran indicios en el epistolario de sus amigos entre sí, o en algunas notas editoriales que señalan cómo la vieron en la tribuna antes de su discurso de fundación del Partido Comunista Alemán, el 30 y 31 de diciembre de 1918 y el 1 de enero de 1919.

Los delegados habían observado con preocupación el esfuerzo tremendo que le costaba a su cuerpo exhausto sobreponerse a las consecuencias del prolongado encarcelamiento, la incesante excitación, la tensión nerviosa y las enfermedades, pero apenas comenzó a hablar, la inspiración obró maravillas y Rosa volvió a ser la de antes. Desapareció toda su debilidad física, volvió su energía y, por última vez, su temperamento apasionado y su brillante oratoria dejaron atónito al auditorio: lo convenció, atrapó, conmovió e inspiró. Fue, para todos los presentes, una experiencia inolvidable. (Luxemburgo, 2008, p. 414)

Luxemburgo nunca se fracciona. No fue, como supone Nettl, «la reclusa, la pensadora, la botánica y la crítica de literatura [que] emergían y se iban flotando». Tampoco considero acertadas sus apreciaciones sobre sus intenciones en cuanto a cómo escribía, a quiénes y hasta la naturaleza de sus relaciones amorosas, en particular con Hans Diefenbach.21

El objetivo de este ensayo no es demostrar que hay otra Luxemburgo, sino afirmar que esta es ella como ser humano, con esa gran cualidad de escritora, no solo política, sino literaria en general. Es imposible confirmar las intenciones de Luise Kaustky y su hijo Benedik cuando publicaron sus cartas de prisión,22 o las de Luxemburgo cuando las escribió, ni si la mendicidad de pensamiento de aquellos tiempos o los actuales la absolutizaban en un sentido -revolucionaria/violenta o manipuladora/ególatra‒ y necesitan edulcorarla después de asesinada al menos como amable/sensitiva. Lo cierto es que ella en su totalidad sobrevive y podemos leerla a plenitud, paladear sus valores literarios, no por lo que digan o piensen otros, sino en la imposibilidad de aprisionarla dentro de ningún molde, intencionalidad preconcebida o moralidad de ciénagas.

La obra de Nettl y sus motivaciones son importantes, cardinales, pero «el misterio del eco» lo pierde, al menos en esas páginas. Si la mirada literaria que ofrece esta autora es percibida como necesidad de una leyenda preferimos coincidir con Luxemburgo (2008): «El hecho de que en realidad no ocurrió carece de importancia. La mera existencia de tales leyendas, con las que los hombres adornan a sus héroes, es prueba suficiente de que tales “gestos vacíos” son indispensables para nuestro espíritu» (p. 360). Solo que en este punto de leyenda o no, está convencida de que «la fuente de su arte, el espíritu que lo anima: eso es lo decisivo» (p. 352), «porque cualquier cosa a que uno se entrega con tal intensidad echa fuertes raíces en uno mismo».23

En esta faena de valorar literatura/persona no pueden desconocerse las convicciones de Luxemburgo, aquellas que la impulsaban a salir a la calle a protestar por lo que consideraba justo, ir a los países donde el fragor de las luchas exigía compromisos y no entelequias ni teoricismos descarnados de toda enjundia humana -como es tan común en los demagogos de tribunas bien custodiadas. Luxemburgo daba la cara y proporcionaba sobradas muestras de cómo hacerlo libremente, por convicción, y lo escribía. Dejaba testimonio de una época que jamás podía sernos lejana en esos denuedos contra el olvido de lo primordial: «así por ese olvido de estampas esenciales hemos caído en lo cuantitativo de las influencias, superficial delicia de nuestros críticos, que prescinden del misterio del eco»,24 que solo aquilatan por la norma o los parámetros para agrandar, achicar o ningunear una figura, un hecho a conveniencia, moda o asnada.

La sociedad opresiva en que le tocó vivir, angustiosa en las interacciones con aquellos que decían intentar otro «mundo posible» sobre viejos rieles y voluntades absolutas, era desafiada por Luxemburgo con el intelecto y una praxis libertaria que confirma que «el que es capaz de crear, no está obligado a obedecer» (Martí, 1953, p. 922). Esa capacidad, anchura de espíritu y carácter le permitió hacerse y rehacerse en imágenes y plurales dimensiones conexas que se nos hacen vastas e inalcanzables porque nos transponen, nos arrastran por sus arcoíris de esperanzas hasta en los detalles más insignificantes.

Así narraba Luxemburgo (2015) en una carta a Hans Diefenbach, el 23 de junio de 1917, un encuentro con un petirrojo mientras estaba en prisión ‒una de las más estrictas donde se había enfermado, aunque el referente casi se desvanece al leerla:

Más tranquila, volví al jardín. Allí tendría sorpresivamente otra hermosa vivencia, un petirrojo se sentó en el muro detrás de mí, deleitándome con su canto. Casi todos los pájaros están ocupados en asuntos familiares, solo de vez en cuando se oye un breve canto. Así sucedió hoy de repente con el petirrojo que me visitó un par de veces a principios de mayo. […] El petirrojo tiene una pequeña y suave vocecita que canta una extraña e íntima melodía que suena como un preludio, cual un trozo de la diana matutina. ¿Conoce Ud. el sonido lejano de las trompetas liberadoras en la escena de la cárcel en el «Fidelio», que por decirlo de alguna manera se ha escurrido de la noche? Así suena la canción del petirrojo cantada en tono suave y trémulo de infinita dulzura que suena veladamente como el recuerdo de un sueño perdido. Mi corazón literalmente se estremece cuando escucho ese canto e inmediatamente veo mi vida y el mundo bajo otra luz igual que al disfumarse las nubes, cayendo sobre la tierra un claro resplandor del sol. Hoy mi pecho sintió suavidad y ternura gracias a ese pequeño trino suave sobre el muro, que no duró más de medio minuto. (pp. 110-111)

Con anterioridad, en esa misma misiva, casi se le siente susurrar cuando escribe:

Hoy me siento tan aislada que quiero reanimarme un poco conversando con Ud. Hoy después del mediodía estaba leyendo diarios recostada en el sofá. [...] Un segundo después me quedé dormida sin darme cuenta y tuve un sueño maravilloso, de contenido indefinido pero muy vivaz. Solo recuerdo que alguien muy querido estaba junto a mí, le pasé el dedo por los labios y pregunté «¿de quién es esta boca?» El aludido contestó «es mía». «¡Ah, no!», grité riéndome, «¡esta boca me pertenece!». Tanta risa por esa locura me despertó y miré el reloj. Todavía eran las dos y media. Mi largo sueño había durado sólo un segundo, dejándome la sensación de una simpática vivencia. (p. 110)

En las cárceles por las que atravesó a lo largo de su vida o en las prisiones humanas de la cotidianidad, Luxemburgo necesitaba compartir sus visiones, sus sujetos metafóricos, y en cada uno de ellos hay símiles extremadamente originales. Con iguales vuelos nos presenta en la citada carta a Hans Diefenbach, de 13 de agosto de 1917, al pájaro del follaje jardinero y sus conversaciones con él:

Este pájaro es un bicho curioso. No canta una canción, una melodía como otros pájaros sino que es un tribuno popular de la gracia de Dios. Dirige sus discursos al jardín en voz alta y plena de excitación dramática, elevación y salto patéticos de tono. Plantea las cuestiones imposibles, se apresura en dar respuestas sin sentido, hace los planteamientos más audaces, rechaza acaloradamente afirmaciones que nadie hizo, arremete contra puertas abiertas y de súbito dice en forma triunfal: «¿No lo he dicho, no lo he dicho?» Advierte a todos quienes quieran o no oírlo: «¡Ya verán, ya verán!» (Porque tiene la inteligente costumbre de repetir dos veces cada chiste).

En síntesis, él llena incansablemente el jardín con sus disparates y uno en el silencio que reina cree ver intercambiar miradas y encoger los hombros a los otros pájaros durante estos discursos. Solo yo no me encojo de hombros sino que río feliz y exclamo a plena voz: «¡Dulce charlatán!». Desde luego, sé que sus discursos tontos tienen la más profunda sabiduría y que tiene razón en todo lo que dice. Como un segundo Erasmo de Rotterdam, él canta loas a la tontería consciente y da en el blanco. Creo que ya me conoce por la voz. Hoy, luego de varias semanas de silencio, empezó de nuevo con sus ruidos y se posó en el pequeño avellano cerca de mi ventana. Cuando lo saludé, alegremente: «dulce charlatán», me espetó como respuesta algo impertinente, que podría interpretarse más o menos así: «¡Tú eres una ignorante!»... Lo cual acepté con una risa agradecida y de súbito me curé de maldad, desdicha y enfermedad. Hänschen, ¡no estoy fantaseando acerca de esta charlatanería dramática! (pp. 130-132)

El valor literario de la totalidad de su obra es lo menos conocido de Luxemburgo, entre las muchas cosas que se desconocen. Es que parece que necesita decirse para entenderse, porque a falta de sensibilidad o concentración puede perderse ese mérito añadido que le es inherente y que tanto cautiva en sus peculiares revelaciones: «¿Conoce Ud. también el efecto especial de esos sonidos cuyo origen nos es desconocido?».25En ella los escapes a las largas noches y madrugadas en la oscuridad, una vez que se ha ordenado el silencio y se apagan obligadamente las luces por sus carceleros, llegaron a convertirse en un método para soportar la quietud tan opuesta a sus esencias y modo de existir. Se le afinaban el oído, el olfato y todos sus sentidos, casi como una propensión bíblica que luego narra en sus esplendores, en sus miedos y las esotéricas condenaciones que le anunciaban y que no lograba descifrar, pero que siempre evocaba hasta con la luz del día en sus recuerdos.

Aproximarse a la comprensión de quién era Rosa Luxemburgo en su totalidad prolífica, cómo era en lo público y lo privado,26 y qué papel desempeñó en absoluta identificación consigo misma, en el inaplazable proceso de «trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres»27 y serlo ella misma sin ínfulas de hondas huellas o moralismos discursivos, es un proceso que tensa, agota -por la preocupación de ser fiel a su espíritu. Pero al mismo tiempo reconforta y da paz, por la calidez humana y el incansable bregar de esta mujer en pos de sus convicciones, sus entregas y el tono de los finales,28 sus quimeras y sus ilusiones.29

¡Qué despeñaderos afectivos en lo interior tuvo que afrontar con las formas discriminatorias con que muchos de sus «camaradas de partido» la trataban!30 O cuando en diciembre de 1917, desde la prisión de Wronke, le contaba a Sophie Liebknecht, sus desesperanzas y sus sostenes.31 Su vida, en revolución interna y externa, era una cadena de sucesos dolorosos. Mirar de joven la existencia como si el tiempo fuera algo secundario pasó a ser aprecio, al pasar los años, por lo no vivido, lo perdido e irrecuperable. Encontramos en una de sus cartas a Hans Diefenbach, del verano de 1917, sus recapacitaciones más personales sobre el hecho de no haber asistido al lado de su padre hasta su muerte, por sus entregas a las labores partidistas:

Yo aprobaría que se trasladara ya mismo a Stuttgart para permanecer cerca de su padre. […] porque después uno se hace amargas recriminaciones por cada hora que ha estado ausente, sobre todo, con los más ancianos. Yo no tuve la dicha de haber podido hacerlo con mis padres. Tenía que liquidar permanentemente asuntos urgentes para la humanidad y hacer feliz al mundo. Recibí la noticia de la muerte de mi padre en Berlín y al regresar del Congreso Internacional de París […] Mientras tanto mi viejo padre no pudo esperarme y murió. Seguramente se dijo que no tenía sentido pues aunque esperara más, yo nunca «tendría tiempo» para él ni para mí. Naturalmente ahora sería más inteligente pero en general, uno se vuelve más inteligente cuando ya es demasiado tarde. (Luxemburgo, 2015, pp. 139-140)

Asistir a esos conflictos propios de quien vivió tan intensamente su corta existencia (48 años) es un privilegio para cualquiera, en especial para los cubanos, porque estamos en condiciones de poderlo ver de su propia mano. Ya no hay enigmas que nos la absoluticen, sus reflexiones más íntimas están a nuestro alcance. Su verbo político abrió nuevos horizontes de interrogación científica cuando apenas se la publicaba: «para un pueblo políticamente maduro, el sacrificio de sus derechos y vida pública, por temporario que sea, es tan imposible como para un ser humano sacrificar momentáneamente su derecho a respirar» (Luxemburgo, 2008b, p. 311).

Ya para entonces se empezó ‒en pequeña escala‒ a evitar el riesgo de que los colonizadores de voluntades e ilusiones volvieran a restituirse, ahora amparados en ancianos y raquíticos clericalismos, y extirparan la diversidad originaria que propulsan. Si con lo exiguo que se contaba esclareció ideas, revitalizó métodos y dio al traste con doctrinas prefabricadas que se pudieron imponer, hoy, en un mundo interconectado, la libertad de conocer más de ella o de quien nos motive se encuentra a la mano de cualquiera en esta faena inconmensurable de repensarnos el mundo, el país y a nosotros mismos, o simplemente por el placer de asistir a una grande de la literatura universal.

Probablemente quienes lean sus artículos periodísticos o ensayos se sientan arrastrados por la fuerza de sus argumentos, por la inteligente estructura demostrativa, por el abundante conocimiento de múltiples disciplinas -hasta de las llamadas ciencias duras‒32 que se entrelazan convincentemente y sorprenden cuando arribamos a sus conclusiones por la magistral conducción de sus ideas. Todo su desempeño autoral rebosa de cultura, de una que se disfruta por la sagacidad de su cometido. La distinguen virtudes como el inigualable manejo de la polémica, de la sátira mordaz, la precisión conclusiva, la sugerente exposición de ideas que no impone, que invita a analizar en absoluta libertad, y hasta sus digresiones que concurren al enriquecimiento de la problemática que maneja.

Una y otra vez, desde sus palabras, Luxemburgo abre puertas al diálogo, a la tolerancia de los puntos de vista diferentes, a una toma de decisiones libre de imperativos categóricos, porque en ellos descansa la sociedad viva en sus cotidianidades, en sus encuentros y desencuentros. Es la interacción vital la que emancipa, pues como diría Lezama Lima (2010a), «el hombre no solo germina sino también elige. […] al elegir damos comienzo a un nuevo germen» (p. 318). Hay una esencia constitutiva de todo su quehacer que hunde raíces en el propio desarrollo de la literatura universal.33 La crítica que crea, la creación crítica: esa es Rosa Luxemburgo, entre el laberinto mañanero del amor y la ira de las traiciones, entre la plenitud del universo que no le pueden arrebatar y el rigor de las prisiones que le merman la salud.

Toda la perspectiva de Luxemburgo conecta con esa máxima literaria. No es simple y chata política, economía, o socialismo lo que se encuentra en esos fragmentos dispersos en los que tanto le gustaba perderse para no llegar a ninguna parte -para Arrufat, «el hábito de recurrir a incompletas polaridades, como si fuéramos víctimas de una maquinaria mental dominadora e impositiva».34 Son todas las aristas de la existencia las que se transversalizan para el alcance de la novedad como no verdad, como incertidumbre que impele a la creación en sus completudes e incompletudes propias, como potencia que ama, piensa, duda y hace, que desafía… «Solo lo difícil es estimulante; solo la resistencia que nos reta, es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento, pero en realidad ¿qué es lo difícil?»35 ¿Será aquello que Luxemburgo le escribiera a Leo Jogiches, en 1897?: «Ya no sé cuál fuerza rige el hilo de mis pensamiento y mis palabras, mi pensamiento no trae mis sentimientos y las palabras al pensamiento».36 ¿O será el debate interior de todo autor -en especial en ella‒ entre la convicción de que «la palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla»37 y la búsqueda de las palabras precisas que revelen las honduras de la trama humana donde se existe? He ahí lances de comprensibilidad a dirimir en un compromiso leal y sincero entre la realidad -aparentemente irreal‒ y la palabra volátil, escurridiza, que raras veces toca las fibras de la sensibilidad que tensan el pensamiento y la voluntad de ser y de hacer sin generar dicotomías insalvables en sus decursos. ¿O, finalmente, «visión histórica, que es ese contrapunteo o tejido entregado por la imago, por la imagen participando en la historia»?38 La imaginación y la palabra en Luxemburgo lograron también aquello que Martí (1953) definió en El avisador cubano como lo esencial en el estilo del artista, que «más que en la forma, está en las condiciones personales que han de expresarse por ellas. El que ajuste su pensamiento a su forma, como una hoja de espada a la vaina, ese tiene estilo» (pp. 756-760).

En la literatura, como en la vida, es la creación o la cualidad de lo nuevo lo que define. «La inspiración no acepta más que una ley: la falta de toda ley, la independencia». 39 Una producción libre, no pautada desde fuera de su connatura, ni indicada o dictada por nadie -por sabio o enciclopédico que sea o se considere‒, ya que no es simplemente el alcance de lo «distinto» al que apelan las medianías por los atuendos con que se presenten o se le arropen en todos los cambios de vestuario con que operen. Ello genera un marasmo de confusiones ‒o pérdida de la brújula‒40 que Luxemburgo combatió y hasta ridiculizó por los absurdos discursivos en que se amparaban.

La libertad individual que es condición para la libertad de todos y el respeto a la vida del planeta en cualquiera de sus formas de existencia eran los bienes más preciados de Rosa Luxemburgo.41 Todo ese despliegue culto no era en ella una impostura para abrirse paso, escalar, legitimarse o ser aclamada por multitudes, sino que era su manera de ser en conducta, en afectos, en sus lealtades sin fronteras. Y ambas, libertad y respeto a la vida, se abren espacio en su literatura a través de la corriente de pensamiento que consideró se lo permitía,42 ya que desde su percepción le daba respuestas posibles a un mundo alcanzado por la faena de cada uno, de todos. Así pensó y lo defendió en polémicas trascendentales y con lírica contundente.

La libertad es voz recurrente en Luxemburgo, es convicción, es ella misma. Es eco de generaciones resumidas en sus palabras, cual bálsamo y fusta de lo posible por «imposible». Es eje, enigma e indefinición, por más que se quiera probar lo contrario. La libertad no es un gran relato, palabra pomposa, huera, vocinglera, sino atributo inacabado e inalcanzado ‒porque es búsqueda perenne‒, aquella que se ha reiterado, argüido y prosperado a lo largo de los anales de su conformación, la cual compone por adición la base de toda conexión humana.

Anhela la libertad sin cortapisas, sin subordinación o parcelación en esas absurdas, fatigosas y afligidas disquisiciones en que existimos y que llegan a derivar incluso entre qué es lo primario, ¿el individuo o la sociedad o viceversa? «¡Pueblo mío, tan joven, no sabes ordenar!».43 O, para mayor desamparo, ¿quién se ha de subordinar primero para el «futuro edulcorante»? «¡País mío, tan joven, no sabes definir!» Esto anula de manera prosaica toda perspectiva de convivencia social integradora y autointegradora. «¡Pueblo mío, divinamente retórico, no sabes relatar! Como la luz o la infancia aún no tienes rostro». Duele saber que no alcanzará esa libertad hasta que no se despoje de las dependencias, de las imitaciones, de los posibilismos que sus administraciones políticas han impuesto, han concertado en conciliábulos internos y externos.

En Luxemburgo la libertad, como expresión de todo su quehacer, cohesiona. Su oratoria, su ensayística polémica y sus cartas ‒narraciones de introspección‒ revelan un mundo de creación que debate y nunca se deja vencer, porque la creación es su fuego, su ánima impoluta y la crítica que cava la tumba del dogma servil.44

Cuando Jörn Schütrumpf (2011), en «Entre el amor y la ira: Rosa Luxemburgo», se refería a sus cualidades literarias, y en consecuencia personales, destacaba: «Pronto encontró la forma de expresión adecuada para su obra escrita: la polémica. A la distancia de cien años es legítimo afirmar que Rosa Luxemburgo entró en la literatura mundial como una de las polemistas más brillantes». No solo nadie en su tiempo se podía comparar con ella, «sus trabajos, escritos la mayoría como temas de actualidad, han conservado una frescura extraordinaria por su carácter esencial polémico». Lo que Kurt Tucholsky lograría para la sátira política del siglo xx, «Rosa Luxemburgo lo consiguió con una mano aparentemente más ligera, pero al fin muy disciplinada, en el campo de la discusión política» (Schütrumpf, 2011, pp. 17-18).

El proverbial lirismo de Luxemburgo es desplegado ampliamente en sus cartas, que provocan el deseo de saber más, que estrujan y sacan sonrisas, que elevan por lo humanamente sublimes, que sacuden, que dan paz, que hacen pensar. Apuntan César Danilo y Bruno Nicolau (2011):

No es de extrañar que Karl Kraus, el «guardián» de la lengua alemana, cuando lee la conmovedora carta de Rosa sobre los búfalos escriba un artículo impresionante que dice: «Toda la literatura viva de Alemania no produce lágrimas como la de esa revolucionaria judía, ni nos deja con la respiración contenida, como después de leer la descripción de la piel del búfalo: “esta fue dilacerada”.» Él considera que esa carta debía figurar, al lado de Goethe, en las enseñanzas de los estudiantes alemanes. (pp. 109-110)

En esa carta el lirismo hermana a la autora con los búfalos en la impotencia, la indefensión, el dolor y la nostalgia, porque han perdido la libertad, los han desarraigado y los han desprovisto de su humanidad. Sus torturadores, sus carceleros son gente común, gente como cualquiera de nosotros investidos del poder que le otorgan las instituciones, y las degradaciones morales a que conllevan los ambientes carcelarios en sociedades donde impera el reino de lo oficial, del absoluto.45

En esos micromundos carcelarios, como en la sociedad donde imperan las desigualdades capaces de generar círculos existenciales abismalmente diferentes, puede verse pasar la guerra ante nosotros, aun cuando ni estemos cerca de ella. La opresión y lo peor del ser humano afloran en cualquier momento y pulverizan el espíritu que encuentren, y es que «la mayoría de las deformaciones heterogéneas del alma son fenómenos de masas» (Luxemburgo, 2008, p. 356), donde confluyen todos, víctimas y victimarios, en una lid interminable en el plano individual con las indefensiones que se experimentan. «Todo un pueblo puede morir de luz como morir de peste» (Piñera, 2011, p. 37).

La carnicería se extendió en Breslau, aquel día de diciembre y muchísimos más. La sangre del búfalo y las lágrimas de Luxemburgo se mezclaron al mismo tiempo, porque las lágrimas y la sangre tienen ese don común de hermanarse en el interior y en el exterior aunque no puedan verse. Entre tanto, las presas que compartían prisión con Luxemburgo continuaron afanándose por terminar sus duras faenas -no podían hacer otra cosa‒, y la risa de un soldado continuó dilatándose mientras disfrutaba ante el espectáculo de poder, daño y sumisión que era capaz de desatar y que nadie podía detener, porque como él había voceado a quien lo amonestaba: «Nadie tiene piedad de nosotros, las personas, tampoco» (Luxemburgo, 2011, p. 69). Los holocaustos -no ha habido uno solo‒ se renuevan y la partícula humana o cualquier ser en el planeta sigue a merced de los torturadores individuales o sociales, según sea el caso. Los alaridos interiores se multiplican, se mezclan, se sienten en miradas, en roces y se escriben. El desgarramiento interior no tiene épocas ni latitudes.

Leer a Luxemburgo es un recorrido por fibras humanas que se rompen, se autorrenuevan y se autorreconstruyen, que encuentran los asideros precisos y urgentes para nunca dejar de ser. Además, los nervios esenciales de su meditar, sus ejes conectivos, afloran nítidamente por todos sus afluentes, por lo que no pueden ser alterados por mucho que lo intenten.46 De ahí que podamos comprender por qué Luxemburgo ha sido tapada, invisibilizada y hasta vilipendiada en muchas partes del mundo, incluyendo Cuba, lo que da respuesta a las múltiples interrogantes con que se inició este ensayo. Walter Jens, citado por Schütrumpf (2011), escribía:

Creo que hay pocos escritores en la historia de la literatura mundial, como es el caso de Rosa Luxemburgo, que en sus cartas hayan llevado al máximo el análisis del Yo empatándolo con una máxima exploración confiable del mundo exterior… cuya miseria social ella toca en el punto medular, al describir el sufrimiento de un búfalo rumano. El grado de humanidad en nuestra sociedad podrá medirse también, por el grado en el que honremos la herencia de Rosa Luxemburgo. (p. 64)

El amor de Luxemburgo a las plantas, a los animales, su ternura infinita que comprende, asiente y cuida, se presenta en sus cartas con una simpatía desbordante por todo lo que aún en prisión puede hacer por ellos. No hay fronteras para el cuidado del otro.47 La prisión le aporta enseñanzas. Procura hacer lo que le gusta y sus narraciones dejan de lado las opacidades que les son inseparables a esos entornos, ya que ha logrado sembrar sus «no me olvides» y otras variedades de plantas que le llevan. No es migración de sentidos, es la reconstrucción de ellos en circunstancias más aciagas, y por eso tan inverosímiles, al contrastar las descripciones reales que por momentos se deslizan en sus relatos y aquellas en las que su vista realza lo que quiere ver, compartir, lo logrado en su cantero, lo que la calma.48

No dispuso Luxemburgo de tiempo suficiente para el despliegue de sus aptitudes en la crítica literaria, pero dejó su prólogo a la obra de Vladimir Korolenko, una pieza de indudable valor en cuanto a crítica cultural marxista. Nada tiene que ver ese prólogo con bastante de lo que ha abundado en los «socialismos» aún en el poder. Su obra es crítica viviente a lo que acontece hoy en esas sociedades y en buena parte del mundo. El análisis de Luxemburgo respecto a la indolencia social, a la ausencia o pérdida de responsabilidad colectiva comparte conectores identitarios en cuanto a la supremacía del oficialismo en cualquier variante y sus secuelas a largo plazo, cuestión que explica con lujo de detalles.49

La acelerada expansión de la indiferencia -especialmente en los socialismos conocidos‒ en lugar de responsabilidad individual y social, su empoderamiento en costumbres, hábitos y en la reproducción de la vida en general y la pérdida de todo atisbo del «espíritu corrosivo, doloroso, pero a la vez creativo de la responsabilidad social» se ensamblan con las crisis de credibilidad y las desilusiones. Cuando esta situación se generaliza termina por abducir el cuerpo social, con lo cual corrobora su inherencia a cualquier sociedad donde existan desigualdades. Conjuntamente se presentan otros conectores asociados a la delegación de sus libertades civiles, de sus derechos y del poder que les compete.

Cuando las prácticas estructurales, organizativas y funcionales de cualquier país reiteran y/o imponen horizontes predeterminados, preimaginados, los ciudadanos tienden a burlarlos, a construir los propios y realizarlos aun si arriesgan su vida. En ese punto definitorio, la lucha por la existencia cotidiana se impone, y con ello se multiplican las máscaras hasta casi no ser accesible el rostro propio, aumentan de grosor los velos para huir y/o ignorar los ambientes sociales y las anteojeras que impiden la mirada lateral de los caballos se modernizan hasta virtualmente perder la noción y el sentido común del entorno.

Íntimamente vinculado al entendimiento de la crítica social en la literatura para el realce de la responsabilidad colectiva en el individuo concreto, apremia destacar que Luxemburgo no vulgariza la literatura rusa, ni ninguna otra con compromiso ideológico alguno.50 «Es necesario que debajo de las letras sangre un alma», decía Martí.51 Ese perfil de ruptura con los órdenes establecidos y sus oficialismos, sean cuales fuesen, y esa literatura que ya en ensayos o artículos polémicos por excelsitud, y en sus cartas que desbordan humanismo desde lo más interno, se ensamblan directamente con la quinta era imaginaria de Lezama Lima,52 porque con sus representantes comienza la reacción y el sacudimiento en gran escala, por sobre los resultados de sus batallas. Esa práctica crítica que penetra en las llamadas «zonas oscuras o marginales» de la sociedad jamás desaparece en la refundación del arte y la literatura al presente.53

Ni Lezama, ni Martí, ni Rosa Luxemburgo hablan de culto a la pobreza o al victimismo banal y vocinglero que tanto agobia a fuerza de repetirse, en especial en el discurso oficial y sus medios de comunicación. Esta idea se replica en «altavoces» individuales que ni siquiera saben de qué hablan, en esas desconexiones del sinsentido que alucina producidas por la recurrente falta de memoria histórica activa, actuante. El viraje literario de crítica social al que se refieren los escritores, en el que ellos mismos están insertos, aquel que amplía horizontes y se adentra en las realidades descarnadas, que desentraña valores en lo pequeño y hasta en lo desahuciado, que no voltea el rostro por lo doloroso de la escena que observa y luego recrea, que instituye nuevos arquetipos sociales no permitidos y/o aceptados por la pompa gubernamental y la moral servil es una crítica abierta al estado de cosas imperantes, al oficialismo y a toda forma de encinchar a los seres humanos en moldes preconcebidos.

Donde tales aspectos existan y persistan con «nuevos» atuendos, la crítica literaria -sin apellidos adicionales‒ tendrá que abrirse paso. Lo ha hecho a riesgo de vida al develar realidades, por lo que resonará en las letras, en cualquiera de las variantes del arte, ya que los sujetos metafóricos y las imágenes críticas participan e impulsan procesos en pos de nuevas visiones.54 Para Luxemburgo, las imágenes críticas y los sujetos metafóricos abren espacios de conocimiento profundos de las sociedades y sus necesidades.55 Las circunstancias históricas recrean y subsumen a todos sus participantes, las «bondades y maldades» tan manoseadas y casi sin asideros actúan en simbiosis y condicionan la existencia, sus desigualdades y los contradictorios entendimientos de ellas.56

Toda su literatura está impregnada de un aroma peculiar, gestado en esa capacidad de transrelacionar, de transgredir todo lo aprehendido y vivido, ya sea para explicar un problema social en sus cotidianidades más complejas desde la literatura o el arte, o para que sus imágenes tengan el nutriente humano universal que hoy conmueve y que en ella brota de manera natural en sus estallidos más profundos. La cultura que desborda le permite moverse con soltura ante cualquier libro, pintura, pieza musical o autor del que se trate. Su amor a la lectura57 casi se convierte en obsesión cuando no encuentra el libro que busca, o cuando en una fiesta llega a sus manos algo nuevo. Compartir criterios sobre lo que lee, escucha o ha alcanzado a ver es un apremio constante, en especial si lo hace del brazo de amigos o amores. Aflora la crítica puntual, con un gusto que sin ser refinado es preciso, en especial en la justeza de lo que entiende por arte.58

La literatura en Luxemburgo es modo de ser, que siempre pulsa e impele a pensar, a actuar. Es cauce por donde corre aceleradamente, es «río, que se está yendo siempre… ¡Y no se va!» (Loynaz, 2002a, p. 77). Ella persevera sin despojarse de sus dudas, que al final la fortalecen, porque es humana en ese fluir y confluir de la diversidad existencial. Ya en los transcursos amorosos, de amistades o faenas revolucionarias ‒que hay que saber leer, nunca seleccionar‒, las dudas, inseguridades y reflexividad extrema están en ella,59 en su congoja, en su propia fuerza para que no fuesen percibidas. Así se sobrepone, las vence y rara vez las confesaba a sus entrañables.60

En la literatura su existencia y su obrar toman cuerpo, encontraron su propia entidad universal. Solo un miope al analizar su epistolario se detiene en momentos ya de pleno amor u ofuscamiento, para tildarla de soberbia, manipuladora o dulzona. En la totalidad de sus escritos -no desmembrados encontramos el epítome de «cuando la ola viene impetuosa sobre la roca… ¿La acaricia o la golpea?» (Loynaz, 2002a, p. 57), que reta para no caer en esos baladíes absurdos. Por eso no es posible fragmentar su legado, cercenarlo indiscriminadamente para entenderlo. Esos procesos disociadores han constituido el cisma de su entendimiento. Solo desde una perspectiva que unifique y transrelacione podemos alcanzar proximidades, pues siempre será enigma a descifrar. A fin de cuentas, en lo humano y lo divino «el agua del río va huyendo de sí misma. Tiene miedo de su eternidad» (Loynaz, 2002a, p. 86).

Su vida y lo que ha acontecido hasta hoy con su legado hacen pensar que no hace falta una bala para quebrar la presencia -aunque la asesinaran. La sensación de inexistencia es más perspicaz en ese desmembramiento de la mente, por sobre la de los propios cuerpos quebrantados. Ella fue y es la intrusa, la incómoda, la hereje. No sabemos si sus afanes científicos y libertarios alguna vez tomen cuerpo, tengan vida. Lo que sí sabemos es que «nos despiertan, inspiran y liberan» (Luxemburgo, 2008, p. 352).

El legado de Luxemburgo deambula por el mundo más vital que nunca. Por eso se escribe este ensayo en el centenario de su asesinato, para que sus palabras lleguen a los más, a los que se les ha privado su conocimiento. Solo entonces sus mensajes libertarios sin mandarse llegan a viva voz.

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Notas aclaratorias

11«Rosa es un personaje que sufrió un “tapado” político. […] No fue borrada pero sí “tapada”. Así se tapó a Rosa, con los atributos emblemáticos para una revolucionaria errada pero heroica» (Alonso, 2001, pp. 163-164).

22Rememorando a Dulce María Loynaz (2002b, pp. 7-8): «un personaje irreal, imposible de encajar en nuestros moldes, en nuestros modos, en nuestros gustos, y hasta en nuestras creencias. […] No se me oculta que este huésped intruso, esta recién venida inesperada, por su sola presencia, aun sin moverla mucho, aun sin tocarla, me hace arrostrar grandes peligros; hasta el peligro de lo inverosímil, de la ira que acarrea lo inverosímil en nuestra época, en que hay que vivir y morir… de realidad».

33«La libertad solo para los que apoyan al gobierno, solo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. […] No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial». «La Revolución rusa» (Luxemburgo, 2008, p. 400).

44En una carta a Kostja Zetkin, el 22 de agosto de 1908, escribió: «Podría vivir dos años solo entregada a la pintura. Me absorbería. Sólo aprender pintando y ¡preguntándote! Pero esos son sueños alocados, no puedo hacerlo». El día 21 de agosto también le había escrito: «Niuniu amadísimo, tu carta de ayer sobre mi cuadrito me ha hecho tan feliz y me ha animado tanto que ayer mismo he empezado a pintar otro. Ocupa todo mi ser hasta tal punto, que apenas puedo comer. Hasta tal punto llega mi impaciencia, para podértelo enviar. […] el hecho de que todavía pinte es exclusivamente culpa tuya, ya que solo tú me das fuerza para semejante osadía» (Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 31).

55«Pronto te volvería a hacer reír, a pesar de que tus cartas se me antojan muy tristes… Has perdido momentáneamente la ilusión por la música y por todo, tu cabeza está llena de preocupaciones por la malograda Historia Universal y tu corazón plagado de lamentos. Todos los que me escriben se quejan y lamentan de igual modo. Y yo no encuentro nada más ridículo que eso. ¿No comprendes que la penuria general es demasiado grande como para quejarse de ella?» (Carta a Luise Kautsky, el 26 de enero de 1917. Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 27).

66«Mehring tiene harta razón cuando dice que Luxemburgo era la más genial discípula de Carlos Marx» (Zetkin, 2019, s. p.). De igual manera, Lukács destaca: «Marx define claramente, ya a comienzos de los años cincuenta, lo esencial de la revolución proletaria, en oposición a la revolución burguesa. Y entonces Rosa Luxemburgo, su discípula autónoma, genial y fiel, le sigue en esta definición […] ella fue la primera en ver, con una clarividencia profética, lo esencial de la historia, y todo lo que se desprende de este conocimiento para las acciones del proletariado. […] fue ella la primera que percibió correctamente el imperialismo como última etapa del capitalismo, y las consecuencias necesarias de este: la guerra mundial y la revolución mundial; ella fue la que descubrió la primera y única arma eficaz a emplear contra los peligros del imperialismo: los movimientos de masas revolucionarios». (Lukács, 2014, pp. 138, 131, énfasis de la autora).

77«Créeme, el tiempo que yo ‒como otros‒ paso ahora entre rejas no es tiempo perdido. Pienso que hay que vivir como uno lo considera justo, sin excesos de mañas ni quebraderos de cabeza, sin querer que te paguen en metálico cada cosa que haces. Al final las cosas terminarán saliendo. Y si no es así, me da exactamente igual; me alegra tanto la vida... y cada mañana examino detalladamente cómo están los capullos de todos mis arbustos, cada día visito una mariquita roja con dos puntos negros en la espalda... observo las nubes, en su continuo cambio, cada vez más hermosas, y en general no me siento más importante que esa mariquita. Y esta sensación de insignificancia me hace increíblemente feliz...» (Carta a Luise Kautsky, el 26 de enero de 1917. Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 27).

88«Los fragmentos de la noche» (Lezama Lima, 2002, pp. 66-67).

99«No estoy satisfecha con la manera en que se suelen escribir los artículos en el partido. Todo es tan convencional, tan seco, tan estereotipado… Sé que el mundo es diferente, y otros tiempos precisan de otras canciones. Nuestras mamarrachadas no suelen ser una canción, sino un zurrido insulso y bronco, como el sonido de la rueda de una máquina. Creo que ello se debe a que por lo general la gente, cuando los escribe, tiende a olvidar que hay que recogerse y sentir la importancia y verdad de lo escrito. Pienso que cada vez, cada día en cada artículo, habría que revivir la cuestión, sentirla profundamente, sólo así se encontraran palabras frescas, de corazón a corazón» (Luxemburgo, 1898, p. 8, énfasis de la autora).

1111«Mis nervios están muy tensos. De noche, por la tensión apenas logro dormir unas horas, y en el día los estados de ánimo, esperanzas y desalientos, se suceden unos a otros y me persiguen como nubes en el cielo» (Luxemburgo, 2015, pp. 78-79).

1212«El párrafo de tu carta en el cual escribes que aún somos jóvenes y que hemos de lograr el arreglo de nuestra vida personal me ha causado especial felicidad [...] Una pequeña casa, un par de muebles, una biblioteca, un trabajo tranquilo y regular, pasear juntos, de vez en cuando ir a la ópera, un pequeño, muy pequeño círculo de relaciones a quienes se pueda invitar de vez en cuando a cenar… ¿y quizás también un bebito? ¿Será posible algún día? […] ¿tendré alguna vez un hijo? Nuestra casa tiene que ser tranquila y pacífica, como la de todos». (Carta a Leo Jogiches, Berlín, 6 de marzo de 1899. Luxemburgo, 2015, p. 35).

1313«A las nueve de la noche, cuando apagaban la luz, quiérase o no, me acostaba pero no podía conciliar el sueño. Algunos minutos después de las nueve empezaba regularmente, en medio de la tranquilidad nocturna, el llorisqueo de un niño de 2 a 3 años […] Y se oía una juvenil voz femenina, impregnada de la frescura del aire de la calle: “¿Por qué no duermes?”. A lo cual seguían siempre tres palmadas que hacían presumir el apetitoso calor de la cama y la parte palmeada del pequeño cuerpo infantil. Y, ¡oh maravilla! los tres pequeños golpecitos solucionaban como por arte de magia todas las dificultades y los intrincados problemas de su existencia. Esta escena se repetía tan regularmente cada noche, que pasó a ser parte de mi existencia. […] Créame, Hänschen, este viejo método de resolver problemas existenciales provocó milagros en mi alma a través de los golpes en la cola del muchachito. Mis nervios se relajaban de inmediato y casi siempre me dormía al mismo tiempo que él. Nunca pude saber de cuál de las ventanas con geranios, de cuál de las piecitas, se comunicaban conmigo estos hilos. A la luz del día, todas las casas que abarcaba mi mirada, eran por igual grises, sobrias y firmemente cerradas, diciéndome: “Nosotros no sabemos nada”. Recién en la oscuridad nocturna y a través de la brisa veraniega se establecían relaciones misteriosas entre quienes no se conocían ni veían». (Carta a Hans Diefenbach, Wronke, 29 de junio de 1917. Luxemburgo, 2015, pp. 120-122).

1414«Primero se oía una voz bronca de hombre, que tenía algo de grito y de amonestación. Y como respuesta el canto de una muchacha de cerca de 8 años que evidentemente, mientras brincaba cantaba una canción infantil. Al mismo tiempo, sonaba su risa argentina cual campana. Debía ser algún portero cansado y malhumorado que llamaba a su hijita para que fuera a dormir. La pequeña no quería obedecer, y dejaba que la voz de bajo de su padre la llamara mientras saltaba y corría como una mariposa, burlándose del padre que se hacía el severo, con una canción alegre. Se podía ver flotar en el aire la corta falta y las finas piernitas. En el ritmo de la canción infantil y en la risa sonora, había tantas ganas victoriosas y despreocupadas de vivir que todo el oscuro y húmedo edificio de la Jefatura de Policía, se envolvía en un manto de niebla plateada y en mi celda maloliente reinaba súbitamente un aroma de oscuras rosas rojas... De todos los lugares se recoge un poco de felicidad desde la calle que nos dice que la vida siempre es hermosa y rica». (Carta a Hans Diefenbach, Wronke, 29 de junio de 1917. Luxemburgo, 2015, pp. 123-122).

1515Como decía Lezama (2010b): «Es la forma en devenir en que un paisaje va hacia un sentido, una interpretación o una sencilla hermenéutica, para ir después hacia su reconstrucción, […] que es su visión histórica» (p. 5).

1616«Era como si todo hubiera de crecer ahora para llenar el vacío político, y en el proceso se separaran las partes que componían su personalidad. Rosa la reclusa, la pensadora, la botánica y la crítica de literatura emergían y se iban flotando como prolongaciones de Rosa la mujer». (Nettl, 1974, pp. 448-449, énfasis de la autora).

1717En su «Anticrítica» de 1915 Luxemburgo describe lo que aconteció y deja, además de ciencia, una pieza de narrativa literaria de increíble validez: «La publicación de mi libro ha aparecido enlazada con episodios que hay que calificar, por lo menos, de desusados. La “crítica” de la Acumulación [del capital] publicada en el Vorwarts de 16 de febrero de 1913 es, por su tono y contenido, algo verdaderamente extraño, aun para lectores poco versados en la materia. Tanto más extraño cuanto que la obra criticada encierra un carácter puramente teórico, no polemiza contra ninguno de los marxistas vivos y se mantiene dentro de la más estricta objetividad. Pero si eso no fuese bastante, se inició una especie de acción judicial contra cuantos se atrevieron a emitir una opinión favorable acerca del libro, acción en la que el citado órgano central en la prensa -en la cual no habría, además, ni dos redactores que hubiesen leído mi libro‒ se distinguió por su fogoso celo. Y presenciábamos un acontecimiento sin precedentes y bastante cómico, además: la redacción en pleno de un periódico político, se puso en pie para emitir un fallo colectivo acerca de una obra puramente teórica y consagrada a un problema no poco complicado de ciencia abstracta, negando toda competencia en materia de economía política a hombres como Franz Mehring y K. Kautski, para considerar como “entendidos” solamente a aquellos que echaban por tierra el libro. Que yo recuerde, ninguna publicación de las del partido había disfrutado jamás de este trato desde que el partido existe, y no son maravillas, por cierto, todo lo que vienen publicando, desde hace algunos años, las editoriales socialdemócratas. Lo insólito de todo esto revela bien a las claras que mi obra ha tocado en lo vivo a ciertos sentimientos apasionados que no son precisamente la “ciencia pura”» (Luxemburgo, 1970, pp. 415-416; énfasis original).

1818«Desde la mañana, por primera vez, el día se presentó grisáceo. No hay indicios de lluvia. El cielo está cubierto con nubes de diferente tamaño y semeja un profundo mar tormentoso. El lago centellea y su superficie parece de color acerado. El aire es suave, fresco y lleno del aroma del pasto y de los manzanos. Alrededor reina el silencio, los pájaros trinan continuamente como en un sueño. Yo estoy sentada en la pradera, cerca de la casa, debajo de un árbol, cerca del caminito que viene de la fuente. El pasto crece exuberante, abundan las flores, especialmente las grandes de color amarillo. Encima de ellas zumban las abejas en cantidades tales, que a mi alrededor hay un zumbido permanente. Huele a miel. De vez en cuando, vuela un gran zumbador por encima de ellas. Me siento triste y a la vez experimento un gran bienestar en el alma, porque me gusta este tiempo tan tranquilo, pleno de sol. Lástima que me incita más bien a soñar que a trabajar» (Luxemburgo, 2015, pp. 19-20).

1919En una carta a Mathilde Wrum, del 28 de diciembre de 1916, escribía: «Querida Tilde: Quiero responder inmediatamente a tu carta de navidad, porque todavía soy presa de la rabia que me inspiró. Sí, tu carta me puso fuera de mí, porque aunque breve, cada línea mostraba claramente hasta qué punto te encuentras prisionera de tu medio; ese tono plañidero, ese lamentar las “decepciones” que has sufrido -según tú por culpa de los demás‒; ¡en lugar de mirarte por una vez en el espejo para ver la perfecta imagen de todo el misterio de la humanidad! […] trate usted de seguir siendo humana. Lo principal es ser humano y eso significa ser fuerte y lúcido y de buen ánimo […] Ser humano significa poner la propia vida en la balanza del destino si es necesario, alegrarse por cada día bueno y cada nube bella […] El mundo es tan bello a pesar de tantas miserias, y aún sería mucho más bello sino tuviera tontos y cobardes». (Nettl, 1974, pp. 482-483; comillas y énfasis del original).

2020«Mi estadía de un mes y medio allí [Alexanderplatz], me dejó canas y debilitó mis nervios, son cosas de las que nunca me repondré» (Carta a Hans Diefenbach, Wronke, 29 de junio de 1917; Luxemburgo, 2015, pp. 122-123). «El alejamiento de Wronke es duro, en todo sentido. […] Pero la alegría volverá porque soy portadora de ella en cantidades inagotables. Primero, debo poner mi cuerpo en orden, lo que hasta ahora no he logrado. Mi estómago se rebeló hace una semana y media, y tuve que guardar cama durante una semana. Tomo sopas y me aplican compresas calientes. La causa me es desconocida, posiblemente son los nervios que reaccionan de modo abrupto, ante el empeoramiento de las condiciones de vida» (Carta a Hans Diefenbach, Breslau, 13 de agosto de 1917; Luxemburgo, 2015, pp. 135-136).

2121Véanse, entre otras, las pp. 448-449, 489-492, en Nettl, 1974.

2222«Muchas de las cartas de Rosa desde la prisión fueron publicadas como un acto de piedad. Estaban destinadas a mostrar que la roja revolucionaria, la entusiasta propagandista de violencia y destrucción, era en realidad una mujer amable muy sensitiva […] Lo que Luise Kaustky y su hijo Benedikt hicieron fue decirnos: escojan -entre la Rosa pública y la privada‒ […] La verdad es que esas cartas no tenían nada de espontáneo. […] Frases y pensamientos las recorren como inspiraciones súbitas, pero son materia prima, cebo, no fines en sí. Cada sílaba tiene su objeto» (Nettl, 1974, p. 492).

2323«Qué feliz estoy de haberme entregado hace tres años a la botánica con mi usual intensa absorción, con toda mi alma; tanto que el mundo entero, el partido y mi trabajo desaparecieron y una sola ansia tenía: errar por los campos primaverales, llenarme los brazos de plantas y después de seleccionarlas en la casa, ponerlas en mis libros. Pasé toda la primavera como enfebrecida. ¡Cómo sufría cuando me hallaba frente a una nueva planta y durante largo tiempo no acertaba a reconocerla ni clasificarla correctamente! El esfuerzo me agotaba a tal punto que Gertrud solía amenazarme con llevarse las plantas de plano. Pero ahora estoy en este mundo verde. Lo he capturado, al asalto y con devoción; porque cualquier cosa a que uno se entrega con tal intensidad echa fuertes raíces en uno mismo». (Carta a Hans Diefenbach, Wronke, 30 de marzo de 1917. Nettl, 1974, p. 485).

2424Lezama Lima, 2010c, p. 51.

2525«Esto lo he probado en todas las cárceles. Por ejemplo, en Zwickau, todas las noches, puntualmente a las dos, me despertaban patos que vivían en algún lago en la vecindad, con un fuerte “¡cua-cua-cua-cua!”. Cuando es grito me despertaba, en medio de la absoluta oscuridad y acostada sobre el duro colchón, siempre demoraba algunos segundos en darme cuenta dónde estaba. La sensación opresiva de la celda, la entonación especial del “cua-cua”... y el hecho de no saber dónde se hallaban los patos y que solo los escuchaba en la noche, daba a sus gritos un sentido misterioso y significativo. Me parecía siempre alguna sabia sentencia que repetida cada noche encerraba algo irrevocable desde el principio del mundo, como alguna sabia regla sacerdotal: […] Dado que nunca pude descifrar el sentido de esta sabiduría de las aves y solo tuve una vaga idea que me producía cada vez una rara inquietud en el corazón. Y mucho tiempo después de escucharlos, me revolvía con angustia en mi cama» (Carta a Hans Diefenbach, Wronke, 29 de junio de 1917. Luxemburgo, 2015, pp. 118-120).

2626«¡Oh, cuánto la comprendo, si para Ud. cada bella melodía, cada flor, cada día de primavera, cada noche de luna significa una nostalgia y una seducción por lo más bello que el mundo puede ofrecer! ¡Cuánto comprendo que Ud. esté enamorada “del amor”! También para mí era (¿o es?...) el amor en sí, siempre más importante y más sagrado que el objeto que lo incita. Y eso es porque él permite ver al mundo como un cuento destellante, porque extrae del hombre lo más elevado y bello, porque eleva lo más vulgar y bajo, engarzándolo como brillantes...» (Carta a Sofía Liebknecht, 1917. Luxemburgo, 2015, p. 14).

2727Martí, 1953, p. 1209.

2828«Me duele muchísimo escribírtelo, pero ¿qué puedo hacer? Debo decirte que tu manera de ser me ha causado últimamente un gran dolor. Simplemente no puedo soportar la falta de sinceridad y claridad en tus relaciones conmigo. Por lo tanto, ¡adiós! Solo quisiera agregar que he amado mucho a Niuniu. Era mi pequeño muchacho, ardiente, extraordinariamente sensible y suave. Si tú lo encuentras alguna vez en el país donde lo secuestraron puedes decírselo». (Carta a Kostia Zetkin, Weisenbach (Murgtal), 15 de agosto de 1912. Luxemburgo, 2015, p. 97). En ella existen «dos elementos básicos de la naturaleza femenina: bondad y orgullo», que se hacen explícitos: «“El carácter de una mujer no se evidencia donde empieza sino donde termina el amor.” Esto fue expresado por Rosa Luxemburgo, horrorizada al leer que la Sra. von Stein se comportaba como una mujerzuela vociferante cuando Goethe rompió sus relaciones con ella» (Prólogo de Annelies Laschitza, en Luxemburgo, 2015, p. 6).

2929«Sonjuschka queridísima, mantenga, a pesar de todo, la calma y la alegría. Así es la vida, así hay que tomarla, con valentía, sin temor y con una sonrisa -a pesar de todo» (Carta a Sophie Liebknecht, Wronke, diciembre de 1917. Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 29).

3030«¡Amado! La falta de tus noticias me dejó melancólica. ¡Recién hoy de mañana llegó tu carta! Estaba a punto de tomar decisiones erróneas... Aquí Rosenfeld y otros piensan que podría ser detenida de un momento a otro y que por ahora renuncie a hablar en asambleas. Lo hago por mis polacos, hasta el encuentro en Viena. La dirección del partido y la fracción están furiosos conmigo y la cosa les ha parecido fatal. Schulz me lanzó una filípica por mi actitud irresponsable. La dirección del partido me trató como a una criminal. Después, me sentí tan mal que Rosenfeld tuvo gran trabajo para reanimarme. ¡Si pudiera verte ahora!» (Carta a Paul Levi, Berlín, Südende, mayo de 1914. Luxemburgo, 2015, p. 105).

3131«Pero yo ahora estoy por supuesto enferma, de modo que todo me consterna sobremanera. ¿Sabe usted?, a veces tengo la sensación de que no soy una persona, sino cualquier pájaro u otro animal que ha adquirido forma humana; interiormente me siento en un trocito de jardín como este, o en el campo, entre abejorros y hierba, mucho más en mi ambiente que en un congreso del partido. A usted le puedo decir todo esto: No pensará así de entrada que se trata de traición al socialismo. Usted sabe que yo moriré no obstante en mi puesto: en una batalla callejera o en la cárcel. Pero mi yo más profundo pertenece más a mi carbonero que a mis “camaradas”...» (Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 29).

3232Además de sus estudios políticos, económicos y sociales, Rosa Luxemburgo se interesó por la ornitología y la botánica. A su herbario le dedicó todo su amor y dedicación. Así desplegaba su entusiasmo: «Mi agradecimiento más especial por sus flores. No se imagina el bien que me hace con ellas. Y es que puedo dedicarme de nuevo a la botánica, mi pasión, que me brinda el mayor descanso» (Carta a Mathilde Jacob, el 9 de abril de 1915, Berlín. Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 17).

3333Para Lezama Lima (2010b) significa: «Eso hacía ya desusado y anacrónico el tema de las generaciones […] pues las generaciones tienen que partir de su creación, no de un voluntarioso anti, de un combatir a, en proyección matinal de adivinación de futuro Las generaciones no se forman en la voluntad de quererlo distinto, que es en apariencia, sino en el ser de la creación, de ente concurrente de lo verdaderamente novedoso. […] Un saber crítico, que era al mismo tiempo y quizás por lo mismo muy creador». (p. 78)

3434«Quedan fuera modos de interacción, zonas intermedias decisivas donde tales polaridades, en apariencias absolutas, se comunican y corresponden. Me doy a imaginar una época en la que seamos capaces de realizar conjunciones transformando estas categorías duales en algo complejo, en una fluencia, un continuum. ¿Será posible?» (Arrufat, 2005, pp. 15-16).

3535«Mitos y cansancio clásico», Lezama Lima,2010b, p. 5.

3636Luxemburgo, 2015, p. 30. Con anterioridad en esa misma misiva citaba a Adam Mickiewicz en «Dziady». Los antepasados: «Si se ajustara el idioma a la voz, la voz a los pensamientos, dónde el rayo del pensamiento atraparía a la palabra» (Luxemburgo, 2015, p. 29).

3737«Cuando se habla en nombre del país, -o se dice lo que de veras dice el país, o se calla […] O se habla lo que está en el país, o se deja al país que hable» («Ciegos y desleales», Martí, 1953, pp. 400-401).

3838«Mitos y cansancio clásico», Lezama Lima, 2010b, p. 5.

3939«La cadena de hierro», Martí, 1953, p. 683.

4040Cuando Lezama Lima (2010b) reprochaba a los «críticos y maestros» de todos los tiempos, en «Sumas críticas del americano», señalaba: «No sabían si se enfrentaban con acciones o reacciones artísticas, no sabían si combatían lo nuevo disfrazados de viejos, o si reaccionaban frente a un formalismo caducado con un realismo que exhalaba vahos pestíferos de tumba, podrida fiebre de los ocasos». (p. 78)

4141«Hay que echar abajo un mundo, pero cada lágrima derramada, a pesar de que podía haber sido enjugada, es una denuncia; un hombre que por las prisas de su actuar, que por puro descuido aplasta a un gusano, comete con ello un crimen» (Die rote Fahne, La Bandera Roja, del 18 de noviembre de 1918. Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 20).

4242En la obra de Marx ella decía «entrever un mundo totalmente nuevo, que nos abre perspectivas infinitas para el pensamiento independiente, que le da a nuestro espíritu alas para volar audazmente hacia regiones inexploradas» («Estancamiento y progreso del marxismo», Luxemburgo, 2008, p. 115).

4343Todas las citas de este párrafo son de Piñera, 2011, pp. 30 y 37.

4444«Una crítica que sea creadora, es decir, que engendre en el espectador un acto naciente, un centro de simpatía irradiante, tiene que partir del animismo de lo cohesivo. En esos islotes de lo temporal expresivo, buscar la nueva especie que surge de lo logrado, pero no como entelequia, sino con sus mismas razones oscuras, sus frustraciones. Tiene así la crítica, logrado ese nuevo espíritu de lo cohesivo, que volverse hacia ese oscuro creador, hacia esa frustración que engendró un nuevo conocimiento, partiendo del error de lo no logrado» («Homenaje a René Portocarrero», Lezama Lima, 2010a, p. 274, énfasis del original).

4545«Cuando estaban siendo descargados, y uno, el que estaba sangrando, miraba alrededor con una expresión con su cara negra y sus grandes ojos tiernos, como un niño con los ojos hinchados de llorar. Era claramente la expresión de un niño que ha sido duramente castigado y no sabe para qué, por qué motivo, que no sabe cómo escapar de la tortura y la violencia brutal… Yo estaba parada frente a él, el animal me miró, se me salieron las lágrimas -eran sus lágrimas, no es posible estremecerse con más dolor ante el sufrimiento del hermano más querido, que yo en mi impotencia ante ese sufrimiento silencioso. ¡Qué lejos, qué inalcanzables, perdidas, libres, suculentas, verdes praderas! Qué diferente brillaba ahí el sol, soplaba el viento, qué distintos eran los hermosos sonidos de los pájaros o el melódico grito de los pastores. Y aquí, en esta ciudad extraña y lúgubre, el establo asfixiante, el heno enmohecido que provoca asco, mezclado con la paja en descomposición, las personas extrañas y horribles, y los golpes, la sangre que corre por la herida fresca… Mi pobre búfalo, mi pobre amado hermano, estamos aquí los dos, tan impotentes y embrutecidos y somos uno solo en el dolor, en la impotencia, en la nostalgia. […] Y toda la suntuosa guerra pasó ante mis ojos» (Carta a Sophie Liebknecht, Breslau, el 24 de diciembre de 1917. Luxemburgo, 2011, pp. 68-70).

4646«Quiero empezar recordando que una reflexión colectiva en torno a esta figura no resulta fácil entre nosotros, y ello por algo muy simple: es casi una perfecta desconocida en nuestro ambiente intelectual. Ella clasifica entre esas figuras del marxismo que he denominado “incomodas”. Demasiado comunista para que la derecha burguesa intente apropiarse de ella o la derecha “comunistoide” pueda tildarla de agente del imperialismo, pero, a la vez, demasiado hereje como para que los déspotas no ilustrados del socialismo cuartelario allende el Elba hubieran podido exhibirla demasiado. […] Podemos hacer una afirmación amarga: para casi todos los cubanos por debajo de los 40 años, la figura de la polaco-alemana Rosa Luxemburgo es una referencia tan exótica y distante como la del schnaps prusiano o el sauerkraut de Sajonia» (Acanda, 2001, p. 70).

4747«Mi querida, querida Mathilde: […] Hoy vinieron gran cantidad de mariposas y abejorros, pero no encontraron ni una sola florecilla en el jardín. - Por eso saqué afuera la maceta de cineraria en flor que me regaló Martha. Tenía que haber visto cómo se abalanzaron los bichitos sobre ella. No podían chupar lo suficiente del polvo dorado. Hoy ha sido también la primera vez en mi vida que he visto un pájaro esplendoroso: el escribano cerillo. Permanecí sentada e inmóvil, de modo que él pudiera acercarse dando saltitos para que lo pudiera observar detalladamente. ¡Todo lo que estoy conociendo aquí en Wronke! De veras, Mathilde, aquí estoy acumulando un montón de conocimientos nuevos, no tardo en leer sobre todo ello y me siento realmente enriquecida» (Carta a Mathilde Jacob, el 3 de mayo de 1917. Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 25).

4848«Hänschen, ¡Ud. no se imagina qué azul estaba hoy el cielo! […] Esta hora vespertina tiene una atracción muy particular. El sol aún calentaba y sus rayos oblicuos quemaban cual beso en la nuca y las mejillas. Un leve airecillo movía los arbustos como una promesa susurrante anunciando la pronta frescura que relevaba al calor diurno. En el cielo, que era de un azul fulgurante y tembloroso, había un par de nubles blancas y apiladas. Una media luna pálida nadaba fantasmagórica entre ellas. Las golondrinas empezaban su nocturno vuelo, cortaban con sus puntiagudas alas la seda azul del espacio, volaban gorjeando de aquí para allá, escapándose con sus tijeretas a alturas vertiginosas Yo permanecía con mi regadera goteante en la mano y la cabeza en alto, sintiendo una infinita nostalgia y deseo de sumergirme allí en la húmeda, titilante inmensidad azul para bañarme en ella, chapotear, impregnarme de espuma, disolverme y desaparecer» (Carta a Hans Diefenbach, Wronke, 29 de junio de 1917. Luxemburgo, 2015, pp. 124-125).

4949«El padre de Korolenko se responsabilizaba únicamente por sus actividades. Esa sensación de responsabilidad social que corroe las entrañas le era ajena. […] Bajo el azote del oficialismo, los que servían con lealtad sabían que debían inclinarse como ante un huracán, […] era una visión del mundo formada en un solo molde, una especie de equilibrio imperturbable de la conciencia. El autoanálisis no socavaba sus convicciones íntimas, no conocía ese profundo conflicto interior que acompaña el sentimiento de responsabilidad personal por el orden social existente. […] mientras la misma no se conmueve el poder del absolutismo es, en verdad, enorme. […] Esa actitud hacia la sociedad que le permite a uno liberarse del autoanálisis corrosivo y de la discordia interna, […] es compatible con los más variados sistemas sociales y políticos. Hasta se la puede encontrar en las sociedades modernas» («El espíritu de la literatura rusa: la vida de Korolenko». Luxemburgo, 2008, pp. 349-350).

5050«Nada sería más erróneo, desde luego, que considerar la literatura rusa un arte tendencioso en un sentido grosero, ni pintar a todos los poetas rusos como revolucionarios, o siquiera progresistas. Los esquemas tales como “revolucionario” y “progresista” tienen poco significado en el terreno del arte. […] en el verdadero artista la fórmula social que propone tiene una importancia secundaria; la fuente de su arte, el espíritu que lo anima: eso es lo decisivo» («El espíritu de la literatura rusa: la vida de Korolenko». Luxemburgo, 2008, p. 352).

5151Escenas norteamericanas: 1884, carta al director de la Nación, Nueva York, 27 de noviembre de 1884 (Martí, 1953, p. 1576). En esa misma carta afirma: «Esos literatos de librería son como los segundones de la literatura, y como la luz de los espejos. […] con arte sumo, lo que se afecta pensar y sentir, y lo que se piensa y se siente. […] De impresiones viven las letras, más que de expresiones».

5252«No basta que la imagen actúe sobre lo temporal histórico, para que se engendre una era imaginaria, es decir, para que el reino poético se instaure. Ni tan solo que la causalidad metafórica llegue a hacerse viviente, […] sino que esas eras imaginarias tienen que surgir en grandes fondos temporales, ya milenios, ya situaciones excepcionales, que se hacen arquetípicas, que se congelan, donde la imagen las puede apresar al repetirse. En los milenios, exigidos por una cultura, donde la imagen actúa sobre determinadas circunstancias excepcionales, al convertirse el hecho en una viviente causalidad metafórica, es donde se sitúan esas eras imaginarias» («A partir de la poesía», Lezama Lima, 2010a, pp. 32-33, énfasis del original).

5353Discernía Lezama, en conjunción con Rosa, sobre los nuevos arquetipos sociales que se gestan: «contra la era de la falsa riqueza, está el haber traído de nuevo el espíritu de la pobreza irradiante, del pobre sobreabundante por los dones del espíritu. […] el estilo de la pobreza, en una fulguración, donde la realidad y la imagen están perennemente a la altura del hombre pobre» («A partir de la poesía», Lezama Lima, 2010a, p. 37, énfasis del original).

5454En tal itinerario Lezama Lima demostraba «que la valoración de los enlaces históricos y de la estimación crítica, tenía que ir forzosamente a un nuevo planteamiento, […] Cómo se ha obtenido esa revolución, esa rotación de tres entidades para integrar una nueva visión, […] Lo que ha impulsado a esas entidades, ya naturales o imaginaria, es la intervención del sujeto metafórico, que por su fuerza revulsiva, puso todo el lienzo en marcha, pues, en realidad, el sujeto metafórico actúa para producir la metamorfosis hacia la nueva visión. […] Pudiéramos tal vez decir que ese sujeto metafórico actúa como el factor temporal, que impide que las entidades naturales e imaginarias se queden gelées en su estéril llanura» («Mitos y cansancio clásico», Lezama Lima, 2010b, pp. 9-8, en orden de aparición).

5555«Si el efecto ha de perdurar, si la sociedad ha de ser educada, se requiere algo más que talento. Se requiere poesía, carácter, personalidad, atributos profundamente ligados a una concepción del mundo […] Es esta simpatía casi dolorosa la que inspira sus descripciones de esplendoroso colorido; es la búsqueda incesante, el cavilar sobre los problemas de la sociedad lo que le permite observar artísticamente la enormidad y la complejidad interna de la estructura social, y exponerla en inmensas obras de arte» («El espíritu de la literatura rusa: la vida de Korolenko». Luxemburgo, 2008, p. 354).

5656«La observación de Korolenko contiene, en verdad, un elemento importante de higiene social: la felicidad hace a la gente espiritualmente pura y saludable, así como la luz del sol sobre el mar abierto desinfecta el agua. Además, en condiciones sociales anormales ‒y todas las condiciones sociales basadas en la desigualdad lo son‒ la mayoría de las deformaciones heterogéneas del alma son fenómenos de masas. La opresión permanente, la inseguridad, la injusticia, la pobreza y la dependencia, al igual que la división del trabajo que provoca la especialización unilateral, moldean a la gente de determinada manera. […] todos son igualmente productos y víctimas de sus circunstancias» («El espíritu de la literatura rusa: la vida de Korolenko». Luxemburgo, 2008, p. 356).

5757«¡Imagínate que los Schoenlanks me enviaron catorce tomos de la edición de lujo de Goethe! Junto con los tuyos, se forma una biblioteca y la dueña de la casa tendrá que darme una nueva estantería, además de las dos que ya tengo. ¡Cuánto me alegro de que hayas elegido a Rodbertus, es mi economista más apreciado a quien puedo leer cien veces seguidas, con idéntica satisfacción! ¡Y además el diccionario! Esto supera mis deseos más audaces. Tengo la impresión de haber recibido no un libro, sino una propiedad, algo así como una casa o una parcela de tierra. ¿Sabes? Si juntamos todos los libros, tendremos una hermosa biblioteca y en el caso que nos instalemos como la gente, deberemos comprarnos un armario cerrado con vidrios» (Carta a Leo Jogiches, Berlín, 6 de marzo de 1899. Luxemburgo, 2015, p. 32). En otra carta a Jogiches, de 17 de julio de 1900, escribe: «Sueño, por ejemplo, entre otras cosas, que en los momentos libres nos podamos dedicar al estudio de historia del arte que me atrae poderosamente en los últimos tiempos. Eso sería un placer, ¿no es así? Una vez terminado el trabajo serio ¡leer juntos la historia del arte, visitar galerías y concurrir a la ópera!» (p. 60). También en una carta a Mathilde Jacob, el 7 de enero 1917, apunta: «¿Cuándo podré estar con usted y Mimí en Südende, para volver a leerles a Goethe? La abrazo a usted y a Mimí en terrible añoranza» (Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 25).

5858«Quiero ser, como siempre, honesta: sentí que el libro era simpático y bueno pero más panfleto que novela. No lo considero obra de arte. Respecto a eso, soy una implacable crítica, pues la tendencia más hermosa no puede suplir al genio sencillo y divino. Romain Rolland no es para mí un desconocido, Hänschen. De él he leído Juan Cristóbal en París, en una traducción alemana. Pero quisiera gustosamente leer más de él en francés, lo que sería una satisfacción para mí y tal vez encontraría algo más en otras obras que en esa. Pero, ¿qué le parece el libro de Hauptmann Locura en Cristo, que le envié? ¿Aún no lo ha leído? Esto sería ahora, dado su estado de ánimo, un verdadero tesoro. Si ya lo leyó, ruego que me envíe rápidamente su opinión» (Carta a Hans Diefenbach, prisión de Breslau, 27 de agosto de 1917. Luxemburgo, 2015, p. 141).

5959«Pero ¿qué puedo hacer? No puedo dominar mi conducta. No sé por qué no soy capaz de comprender la situación. No soy capaz de sacar conclusiones. No soy capaz de tomar una determinación sobre ti. Actúo intuitivamente en cada momento. Si mi alma está plena de amor y dolor, me lanzo en tus brazos y si me ofendes con tu frialdad, mi corazón se parte y te odio al punto de poder matarte» (Carta a Leo Jogiches, de 16 de julio de 1897, Suiza. Luxemburgo, 2015, pp. 26-27).

6060«¿Recuerdas que entonces no precisamos del mundo, siempre y cuando estuviéramos juntos? ¡Al contrario! Temo el menor contacto con otra persona extraña. ¿Recuerdas la última vez en Weggis? […] Estaba enferma, en cama, y escribí muy nerviosa. Tú fuiste tan bueno y amoroso, me tranquilizabas, me besabas y me decías con tu agradable voz que aún escucho: “Ciucka, tranquilízate, todo se arreglará”. No lo he de olvidar jamás» (Carta a Leo Jogiches, Berlín, 6 de marzo de 1899. Luxemburgo, 2015, pp. 36-37).

Notas aclaratorias

1010«¿Ha podido observar cuán hermoso y rico es el color gris? Tiene algo distinguido y reservado y muchas posibilidades. ¡Qué maravillosos son los tonos grises sobre el fondo azul del cielo! Delante de mí susurran los álamos del jardín, sus hojas trepidan y fulguran al sol con un estremecimiento voluptuoso. En estas horas en las cuales estaba sumergida en sueños grises y azules, tuve la sensación de percibir el paso de milenios […] Otra vez el día fue de una indescriptible belleza. Inmensas nubes de formas fantásticas posaban encima del azul mate que se percibía detrás de ellas. Las nubes estaban bordeadas por la luz solar y mantenían su expresivo gris en el centro que jugaba con todos los matices desde un hálito plateado y endeble, hasta el tormentoso tono oscuro». (Carta a Hans Diefenbach, Breslau, 13 de agosto de 1917. Luxemburgo, 2015, pp. 133-132).

Recibido: 14 de Enero de 2020; Aprobado: 03 de Febrero de 2020

*Autor para la correspondencia. dvila@ffh.uh.cu

La autora declara que no existen conflictos de intereses.

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