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On-line version ISSN 2411-9970

ARCIC vol.7  supl.1 La Habana  2018

 

Invitado

El periodismo cubano está signado por una concepción deformada de su hacer en la Revolución

Cuban Journalism is signed by a deformed conception of its job in the Revolution

Dra. Iraida Calzadilla Rodríguez1 

Dr. Roger Ricardo Luis2 

1Universidad de La Habana, Facultad de Comunicación. Cuba. Correo electrónico: profesorairaidacalzadilla@fcom.uh.cu

2Universidad de La Habana, Facultad de Comunicación. Cuba. Correo electrónico: ricardoluisroger@gmail.com

Entrevistado: Antonio Moltó Martorell

Síntesis: Antonio Moltó Martorell, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) hasta su fallecimiento en 2017, en el ejercicio de la profesión por más de medio siglo, fue un convencido de que el periodismo cubano es expresión de un compromiso revolucionario, militante, responsable con los destinos de su país. En toda coyuntura calificó al sector como muy leal, consecuente, firme. No obstante, reconoció que suele ser lineal y no aporta a la nación lo que hace falta. Entre los factores que abordó en esta entrevista, devenida homenaje post mortem, señaló falta de profesionalidad observada en algunos casos, propaganda política mal empleada, necesidad de reflejar la realidad del país desde una perspectiva crítica y argumentada, las relaciones con las fuentes de información casi siempre oficiales, y la lucha contra la burocracia, todo lo cual hoy lastra los nuevos enfoques con los que la prensa cubana debe acompañar el proceso de cambios que experimenta el país.

Antonio Moltó Martorell, presidente de la UPEC electo en el IX Congreso en julio de 2013, hasta su fallecimiento el 15 de agosto de 2017, fue un convencido de que el ejercicio del periodismo es, ante todo, un acto de profesión de fe y compromiso político y social.

Premio Nacional de Periodismo José Martí (2008), y Premio Nacional de la Radio (2016), ambos por la obra de la vida, Moltó devino radialista nato, de fibra y nervio, desde sus inicios en el Santiago de Cuba natal. En esa labor dejó una huella significativa en la emisora nacional Radio Rebelde, al formar parte de los equipos de realización de emblemáticos espacios informativos y de debate de la actualidad, como Haciendo radio (fue director general) y Hablando claro.

En 1999 resultó electo para integrar la dirección de la presidencia nacional de la organización, en la que ocupó la responsabilidad del frente de superación y formación de periodistas. Fidel Castro, al reconocer su trabajo, públicamente lo llamó el “Ministro de Educación de la UPEC”. Luego, fue director del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, hasta la designación para desempeñar la máxima representación gremial.

Como profundo conocedor del periodismo cubano por casi medio siglo y luchador incansable por su transformación, Antonio Moltó sabía las fortalezas y debilidades de la prensa socialista cubana y de ahí su claro convencimiento del desafío de abrazar con ideas renovadoras la nueva época y darle sustento con argumentos y permanentes debates públicos.

Sobre tales problemáticas comenta y analiza en esta entrevista, devenida homenaje post mortem al respetado colega, hombre de los que “aman y fundan”, estudioso de la obra de José Martí, referente ético orientador de su fecunda trayectoria profesional.

¿Cómo valora al periodismo cubano actual teniendo en cuenta sus funciones, nivel profesional de quienes lo ejercen y expresión final en los productos comunicativos?

Es expresión de un periodismo revolucionario, militante, comprometido con los destinos de la Revolución. Tenemos un sector muy leal, consecuente, firme, revolucionario, pero el sector y el periodismo cubano estuvo y está todavía hoy signado por una concepción deformada de su hacer en la Revolución.

A la Revolución no se le defiende repitiendo dócil el discurso de un ministro o el jefe de una institución, porque desde esa perspectiva informativa ha existido falta de integralidad, de coherencia, de enfoque sistemático, lo cual ha repercutido sobre el periodismo. Pero de alguna manera nosotros también somos responsables por no haber corregido nuestro discurso periodístico y no haber prevenido una de las misiones básicas del periodismo sobre problemas que se avecinaban.

No echo culpas a los periodistas. No, de ninguna manera. Este sector, a diferencia de otros, ha sido insuficiente en el empleo diferenciado de su talento y es una de las cuestiones que ha agravado también al periodismo, así como el igualitarismo.

El periodismo que se está realizando suele ser lineal, no aporta a la nación lo que hace falta. En esto influye también el cuadro de la prensa, el dirigente, el nivel de empirismo de muchos de ellos, la desestimación por la actualización y la capacitación. A veces me espanto de ver los pocos directores que se capacitan y el clamor de los periodistas para que lo hagan, cuando reciben informaciones muy importantes o actualizaciones. Eso es una de las trabas hoy del periodismo.

Hay otros problemas: presentamos la realidad de un modo burocrático, esquemático, desabrido. A veces uno dice: ¿lo que decimos tendrá que ver con el cubano que somos? Y ya el modo que el cubano nos califica es: la prensa anda por un lado y la realidad anda por otro. Es un problema muy grave y estamos en vía de corregirlo porque se ha identificado, afortunadamente, y la máxima dirección del país, al menos los discursos del primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, así lo están abordando.

Y andamos en una enconada lucha contra la burocracia que hace oposición y deviene freno. Es ella un principal obstáculo, junto a la desidia, la ignorancia, el capricho, el prejuicio y la tontería de pensar que un medio de prensa debe ajustar su agenda temática a como la quiere la fuente, como se la imagina quien está del lado de la administración. Es muy difícil así conseguir el diálogo y el entendimiento.

Tiene que haber, al mismo tiempo que rectificamos el modelo económico, una rectificación en el empleo de la información. Ese es un problema de fondo de la sociedad cubana. También debe prevalecer un sentido de la responsabilidad como lo explica la resolución del Buró Político del Partido: que la responsabilidad descanse, fundamentalmente, en la dirección de los medios que, teniendo en cuenta su carácter de propiedad social, se correspondan sus intereses con los de la nación, la sociedad, intereses relacionados con nuestra soberanía, con independencia, cultura, con lo que significamos para nosotros y para el mundo. Esa responsabilidad no se puede relegar.

La sociedad cubana, sus funcionarios y el sistema de instituciones, se acostumbró a no rendir cuenta. Y la prensa cubana desistió de ese espacio, y se habituó a rendir cuenta cuando se hacía de forma oficial, formal. Solo en la medida que eso cambie, nosotros conseguiremos que haya participación de la gente, y ella sienta la necesidad de trabajar, de producir, de aportar y de seguir las políticas, porque las políticas van a beneficiar.

Uno de los mayores reclamos de la prensa es tener más apertura e independencia en el tratamiento y diversidad de los temas. En su consideración, ¿qué factores internos y externos influyen en la regulación informativa de los medios?

Factores externos, en primer lugar, la reposición de plaza sitiada. Una política de Estados Unidos que ha utilizado muy bien a la comunidad y ha sabido coquetear siempre con esa comunidad para mantenerla animada y unida en torno a un programa para “castigar” a la Revolución. En los últimos años eso ha tenido una dinámica de cambio interesante, quizás el descrédito mismo de políticas internas y de algunos personajes, líderes en la Florida y en Estados Unidos.

También, la misma permanencia de la Revolución a pesar de ese enfrentamiento tenaz y agresivo, y la visión distinta de esa comunidad hacia nosotros. Yo nunca dejo fuera esos factores porque muchas veces nuestras políticas para defendernos hacia adentro o hacia fuera pasan por, o están mediadas, por ese proceso.

Y en lo interno, un sistema de prensa que ha afrontado desarrollos y crecimientos para los cuales no estuvo de manera adecuada preparado el nivel de los cuadros en el aspecto profesional. Para ese impulso en los medios de comunicación, el país no tuvo respuesta de recursos humanos y potencial humano con calificación necesaria para asumirlos en su lenguaje, en su discurso, en su forma y en su contenido. Hubo empirismo, desconcierto en cuanto al empleo de los medios, más allá de que puedan existir para determinadas coyunturas; y todo, quieran o no, repercute en la calidad y efectividad de la prensa.

En diferentes momentos históricos, dos modelos de prensa fueron fundamentales en Cuba: el norteamericano y el soviético. Ninguno de los dos dio resultado para nuestro contexto, pues el periodismo es expresión de cada sociedad concreta. ¿Qué rasgos generales usted atribuye a un modelo de prensa socialista? ¿Cómo se adecuaría a la realidad cubana?

En primer lugar, creo que son los mismos principios enarbolados desde la fundación del periodismo universal, aplicados a nuestra realidad. Cuando se quiebra el principio de la información, de la investigación, el sentido educador, el papel de la crítica, cuando se uniforma el mensaje, se estandariza, cuando solo se replica lo que dice otro y no se responde desde el propio discurso para analizar e interpretar la realidad con sentido periodístico, se están incumpliendo los preceptos más elementales del periodismo.

Si la información primera que consigue la gente no es mediante los medios, entonces usted casi se está anulando y convirtiendo en un espectador desde las gradas, cuando debe ser uno de los integrantes del club que juega.

Eso ha sucedido todavía hasta hoy. Necesitamos una prensa más participativa porque el socialismo es eso: una sociedad, un programa en construcción por todos, entre todos y por el bien de todos. Una prensa que no tenga prejuicios. Una prensa que no incomode porque esté aportando una opinión que difiera. Una prensa que abra la polémica, el discurso inteligente, que se abra a la nación y donde sus hijos se sientan representados. Una prensa que sepa y sea justa en el manejo de la política.

Hemos padecido de una intencionalidad demasiado explícita. Muchas veces cuando se lee algo, ya se sabe lo que viene detrás. Es un atentado a la comunicación. Añado la información dejada de cubrir, la cual busca la sociedad a su manera.

Si el socialismo es una obra en construcción por todos, la prensa precisa de encontrarse allí donde están las personas. Ir para investigar, informar, para educar, enseñar, y también, para acusar, llamar la atención. De eso hay mentes iluminadas en la historia de la prensa cubana, desde José Martí hasta nuestros días; pero tiene que ser una regularidad, un estilo, una norma de la prensa del socialismo, no un asunto coyuntural.

No es infrecuente que los mensajes periodísticos cubanos sean calificados de forma extrema: unos los idealizan y otros los estigmatizan. ¿Cuál es su visión respeto a esa polémica?

En lo de idealizar y estigmatizar es como nos ve un poco la burocracia. Sería injusto encasillar el periodismo cubano en esos dos espacios, conceptos, definiciones. Hay un ideal a defender, y sucede que no siempre empleamos el discurso elegante, a la altura de lo que la gente ya ha desarrollado con un nivel de instrucción y de cultura, y a veces lo hacemos de una manera aburrida, desagradable, reiterativa: decimos lo mismo siempre. El periodismo tiene que ser como la llama eterna, esa luz que siempre esté recordando un ideal, una utopía, es lo que buscamos. Y en el otro término, el de la estigmatización, lo usa la burocracia para calificar espacios críticos, duros, y cierra todas las puertas de la información.

El periodismo tiene que buscar mayor anchura, no puede quedarse en esquemas. Si a la hora de calificarlo o identificarlo llegamos a la conclusión de la existencia de esas dos categorías es porque en realidad hay mucha pobreza que analizar y pocas columnas para poner; eso es una realidad, dura, no lo digo en un tono patético, pero es una realidad muy dura. Es también de las enfermedades padecidas en el análisis de las situaciones.

Durante décadas se esperó por las publicaciones de la prensa para confirmar cualquier información. Internet cambió las reglas de juego poniendo el acceso al conocimiento más expedito, múltiple, diverso, y desplazó la primacía del periodista y su medio como emisores. Incluso, la agenda es casi personal al poderse colocar mensajes en blogs, Facebook, Twitter. ¿Considera que esa pluralidad pone en crisis la credibilidad y confiabilidad, particularmente en los medios cubanos, no siempre con respuestas rápidas a determinadas situaciones?

Eso se evidenció en el debate profundo que hizo la sociedad previo al VI Congreso de Partido. Al buscar las causas distinguimos muchas, y ya las enunciamos. Pero hay que agregar a directivos acostumbrados a esperar las señas para actuar y no tomar iniciativas. Al no hacerlo, esos medios no tienen nada que ver con la vida.

También, un control que ha demostrado cierta ineficacia, con métodos que ahora no poseen todo su valor. Por ejemplo, si cada semana los medios asisten a una reunión donde se dan las prioridades informativas, todos después escriben de lo mismo. Si como medio de prensa se comprueba que el discurso se hace cada vez más aceptable cuando más se acerca al ideal de lo planteado por el otro y no a la idea social, entonces se está consiguiendo cualquier cosa y ello afecta la credibilidad.

Se suman problemas de profesionalidad, desidia, falta de combatividad, de empeño y hay, además, un sabor muy rico por parte de la burocracia porque esa es la prensa que quiere: una prensa que no indague. Cuando no divulga el periodista lo sucedido en un lugar, lo están comentando otros por las redes sociales. Más que secretismo, es una lesión grave, es una deformación profunda sobre el uso de los medios, es una actitud terrible, nada revolucionaria.

A la Revolución llegamos por un proceso de cambios conscientes, retratamos el problema, lo analizamos, tomamos conciencia de lo que debíamos hacer, nos organizamos, dimos la batalla por el cambio y después del cambio hemos cogido temor a los cambios mismos propuestos por la Revolución. Algunos con la idea de que en los países socialistas se perdió el control sobre los medios, creen que una manera de controlarlos es limitarlos en su expresión, papel y lugar.

Antes esbozó cierta desprofesionalización en el sector. Una de las grandes y sostenidas acciones de la UPEC es propiciar a sus miembros estudios de post grado.

Sí, hay desprofesionalización y es multicausal. En algunos casos, se debe a incompetencias de periodistas, facilidad, acomodamiento. A veces uno siente vergüenza ajena cuando lee, escucha o ve algo con mal acabado, con poca información que lo más que consigue es rechazo, desaprobación pública, revolucionaria, consciente.

El único modo de cambiar una realidad a nivel social es cuando se identifica desde el compromiso. No hablo de un periodismo loco que salga a decir tonterías sin probar, sin confirmar, de un periodismo incendiario, que esté en un extremo desconocido. Yo creo en el periodismo que habla de la familia, del pueblo, de la nación, de los destinos de la patria, de una Revolución con más de 50 años y está en uno de sus momentos más duros y difíciles.

Pero esa desprofesionalización incluye políticas mal aplicadas. No se puede abrir un medio de prensa con personas que no son periodistas. Es como abrir un hospital sin médicos y dar un curso de seis meses a una persona para operar los ojos, hacer una cirugía o asistir a un parto.

El periodismo no es el acto de un poeta frente a la máquina de escribir o uno escribiendo su novela o su trama, como la imagina. En el periodismo se cuenta un hecho y se pone en su objetividad y fidelidad. Se necesita un engranaje que alimente esa inteligencia y la rete.

Si se lo pedimos a los demás y hacemos de jueces para evaluar y a veces criticar duro la obra de otros, entonces cuidemos la obra propia. Son cosas de la profesionalidad, de la rutina, del papel de los dirigentes, de la necesidad de contar con la más alta calificación, y que sean periodistas todo el tiempo enseñando a sus colegas cómo hacer buen periodismo, que sean el guardián del medio de prensa, de su perfil editorial, de la prontitud de los temas, de la actualidad de los asuntos, de la necesidad de relacionar unas cosas con otras.

Hay quien cree que el periodismo es muy fácil. Fíjense si piensan así, que le quieren mandar el discurso al periodista: “No, periodista, no ponga eso, ponga esto otro; mándamelo para revisártelo”. Eso va unido a la desprofesionalización. Porque cuando hay profesionalidad, hay ética y hay respeto hacia la profesión. Entonces, no me puede nadie mandar a mí el contenido. Me proporcionan la información, pero yo construyo el contenido.

De otra parte, no se puede descategorizar a la prensa dándole señales de desconocimiento, ignorancia o desprecio. Se puede apagar todo en una nación, pero si se cierran los medios de prensa y no hay comunicación, qué va a pasar. ¿Cuál es el único modo de conocer un programa político y defenderlo?: a través de la comunicación.

Añado las malas políticas, las cuales nos han llevado a un deficiente empleo de las personas con más calificación. Ciertos diseños de agendas temáticas, de contenidos editoriales, desarrollados por medios de prensa en manos de personas inexpertas. Mira, en la política, los novatos no funcionan. Todo eso ha pasado y pasa en el periodismo, es un fenómeno consustancial a la falta de profesionalidad.

Y no puede desplazarse el tema del salario, el reconocimiento material a la obra del periodista. En cuanto al salario, da lo mismo ser un gran periodista que una persona con limitaciones; eso ha desestimulado mucho. Si el sueldo no alcanza para vivir del buen talento no aprovechado inteligente y con intención en sus medios de prensa, la persona se ve recargada por un pluriempleo.

Por eso digo: es multicausal. Es una combinación de muchas cosas, más la visión de las instituciones de que el periodismo es para divulgar. Ahí está el primer acto de desprofesionalización del periodismo: aceptar esa condición, aceptar esas reglas del juego más tiempo de lo debido.

Todo juega con todo: el profesionalismo y su efecto en la credibilidad, la eficacia de la prensa, la prontitud de nuestra labor. Estar en donde tenemos que estar y con la palabra necesaria. Busquemos Patria y hagamos un recorrido por sus números y cómo Martí manejó los temas y los contenidos, cómo recomendó cosas. Busquemos, incluso, en la trayectoria de Martí, las agendas temáticas propuestas para cada publicación que quiso fundar en Guatemala, en México, en Venezuela. Busquemos: en ellas nunca falta el oído pegado a la tierra, el interés y la voluntad de servir a intereses supremos.

En la prensa nacional unos temas aparecen o desaparecen o quedan inconclusos y nunca más se abordan. ¿Se trabaja por contingencias, coyunturas, o hay visión estratégica?

Hay medios de prensa que respeto mucho porque desarrollan una visión muy estratégica, de lugar, de la tierra, pegada a nuestra realidad. Ahora, el ruido que hace el trabajo de contingencia y de coyuntura es tan grande que opaca lo otro.

La contingencia en el periodismo cubano hace, incluso, que zonas geográficas del mundo desaparezcan. Eso es grave. El periodismo ha de ser universal, porque los intereses de las personas para comunicarse, por los saberes, es general. Primero lo suyo, lo local, lo nacional y el mundo. Uno vive en un mundo globalizado, cada vez más interconectado. La gente conoce cosas de cualquier parte y hace comparaciones. Y nosotros, además, somos un país abierto al que vienen muchas personas.

Eso es algo que debemos reparar, y con urgencia, para conseguir que si la política nacional es una, los medios la descentralicen mediante un acto de creación profesional. El mundo se va a parecer a la gran política, pero contado desde mi versión; y mi versión no tiene por qué ser igual, ni con títulos, fotografía y textos en todos los medios, respecto a temas trascendentales.

Afortunadamente, la academia también busca por esos lados. Nuestros futuros periodistas, másteres y doctores indagan sobre problemas esenciales de la comunicación. Ahora, hay mucha candidez, mucha ingenuidad, mucha falta de profesionalidad en el diseño de los contenidos y en las formas de significar las estrategias de comunicación. Si yo sé que un tema es obligado para todos los medios de prensa, debo empeñarme en dar una versión fresca, nueva, diferente del asunto. Llega el momento en que el receptor se cansa “de lo mismo”.

¿Falta un periodismo interpretativo en nuestros medios? ¿Cómo cree que contribuiría la participación de fuentes múltiples y diversas en el abordaje y comprensión de la complejidad social cubana?

Creo que es esencial. Ha faltado en el periodismo cubano. Pero, ¿cómo podemos llamar la atención sobre procesos, problemas, episodios, asuntos, coyunturas, capítulos completos de la historia del país, sobre los que no sabemos nada porque los medios no han hablado nada?

¿Cómo es posible que uno se entere de la deuda externa en una coyuntura? ¿Cómo es posible que uno no se entere de lo mal que andamos en el plan de inversiones, de la falta de coherencia y coordinación? Cuando eso sale cuatro veces en la prensa -como un número hipotético-, cuando ese tipo de noticias caracteriza al periodismo, la sociedad toda se siente llamada al orden, sobre todo, los responsables de hacer las cosas realidad; porque las políticas aprobadas son para hacer mejor la calidad de vida del pueblo y para resolverle los problemas a la gente, no para complicárselos.

En eso la prensa es como una luz que va alumbrando la zona, descubriendo y mostrando lo bueno que sucede, pero también lo imperfecto de la obra humana. Es esencial. Hay ejemplos asistemáticos, no son una regularidad. Otro problema es la no reproducción de lo mejor del otro y parece como si fuéramos empeños distintos. ¿Por qué no se puede publicar en un periódico nacional un asunto publicado en otro, bueno y con gran repercusión? ¿No lo hacemos de medios extranjeros? ¿Por qué no con los nuestros?

La gran falta del periodismo cubano, el gran ausente, es el periodismo interpretativo como norma, como estilo, como traje, como el modo de calificar a ese ser humano que se llama como el órgano de prensa. El órgano de prensa es como un ser humano. Si siempre está contando boberías, la superficie, no le haces mucho caso, pero si expone cosas bien duras, piensas: déjame detenerme a razonar sobre lo que me explica.

Cuba dispone de una enorme potencialidad en centros de estudio, centros de análisis, especialistas de todo tipo. Sería bueno que nuestro diálogo con todos los públicos los incluyamos a ellos para, desde su dominio profundo del tema, desde el examen a fondo del problema, ayuden a que el periodismo interpretativo no pase solo por la práctica del oficio y la profesionalidad del periodista, sino también por la mirada de expertos. Y eso puede desatar y desarrollar la polémica necesaria. ¿Cuánto no le puede aportar al bienestar de la nación y a la salud de la nación? Mucho.

Entonces, ¿qué lugar otorgar a las fuentes? ¿Solo las institucionales portan credibilidad y confiabilidad? ¿Y cuál es el sentido de las no oficiales, numerosas veces verdaderas testimoniantes o protagonistas?

Muchos se acostumbraron a esperar la señal. Hoy se está pidiendo reafirmar el carácter institucional de los organismos como fuentes para la prensa; pero eso no excluye a la propia prensa, que también requiere de ocupar su lugar y reafirmarlo. Y para ello la prensa debe exigir. Nada le va a llegar por generación espontánea.

Las fuentes no institucionales son voces, colores, matices, lugares diferentes, misiones distintas. Eso que fue y es el encanto de una revolución. Una revolución es el acto de todas las voces a la vez que se identifican y reconocen.

Por eso he dicho que si saca la estadística de la cantidad de funcionarios entrevistados y con voz en los medios y se compara con la presencia de la voz de los ciudadanos comunes...

O la historia que tantas veces te marca, historias de vida, historias de pueblo. Y tú dices: ¡qué pena! Porque la multitud no está compuesta de personas sin rostro, sino porque cada quien tuvo o tiene su rostro, y cada quien tuvo o tiene su encanto y su lugar para el combate en una Revolución que se hizo grande. Cuando yo vi a mi padre, un trabajador de la construcción, en la Revolución, con responsabilidades, con qué entusiasmo, con qué gloria, con qué fervor hacía todo. Y todo eso se puede apagar cuando usted no reconoce a esa voz, cuando esa voz no está ahí. Hemos perdido el testimonio.

O salimos a defender la Revolución y lo hacemos con nuestras armas y las armas del pueblo, o dentro de algún tiempo hablaremos con tristeza de cómo perdimos lo esencial y perdimos el encanto de la comunicación con nuestro pueblo.

También, nosotros hemos llevado a la rutina productiva de los medios un concepto burocrático de que hablan las voces acreditadas -entre comillas-, y no considerar como voz acreditada a quien desde la misma fábrica, desde el rincón más humilde, puede aportar una visión totalizadora y profundísima de lo que pasa en su fábrica. Qué manera tan triste a veces de reflejar o comentar las asambleas de servicio -ya de eso nadie habla- o las asambleas de rendición de cuenta del delegado. Algunas son muy malas, pésimas, no debieran suceder, pero incluso, eso debe ser dicho, porque también es un acto de expresión burocrática. Pero hay debates muy ricos y eso nos lo perdemos, se lo pierde el medio y se lo pierde la sociedad misma.

Entonces, a la hora de escribir la historia y cuando nuestros historiadores vayan a los periódicos a buscar esas voces, a analizar cómo el pueblo identificó las carencias, las penurias, las faltas, los errores; cómo el pueblo enjuició los errores de sus gobernantes, de sus dirigentes; cómo el pueblo enjuició o enriqueció el curso de la rectificación de procesos, qué van a encontrar.

Decir que ocho millones de personas participaron en el debate y la discusión de los Lineamientos y que uno solo tuvo algún desacuerdo, a ese uno solo yo no le he visto la cara todavía. Ahí es cuando el medio necesita crecerse y decir: ahora voy a ponerme en la cresta de mi pueblo y voy a dar su tamaño y su gallardía y su compromiso, que es lo que sostiene a la Revolución; porque si fuera por las instituciones, qué pobre seríamos, pobrísimos.

¿Cuánto pesa en la labor de la prensa cubana la propaganda política?

Bueno, debiera pesar más, si fuera propaganda política buena. Muchos tenemos que estudiar qué cosa es el concepto de propaganda política. Y muchos, además, revisar los errores que hemos cometido en el manejo de la propaganda, de la visión consignista de la realidad, de la visión simplona de reproducir ideas y preceptos muy bien concebidos en tu cabeza, pero no tienen nada que ver con lo que piensa el otro.

Hay que conocer el sentido de la oportunidad. La propaganda deja de ser política cuando no es oportuna, cuando no es útil, cuando no está al lado de ti. La idea no conocida, no se defiende, no puede defenderse. Pero la idea que voy a conocer y me van a transmitir, me la deben transmitir con altura, con elegancia, con respeto; y brindándome espacio para recrearla, aportarle, siendo fiel con los principios, con los que me están planteando, pero les voy a aportar. Ese es el acto de la propaganda política.

Los tiempos demandan con urgencia del análisis científico del problema. Es necesario que quienes nos vinculamos con ello volvamos a los estudios, a las tesis principales, para examinar cómo se reafirman; solo que la manera de comunicar y de exponer está cambiando, mucho más con el desarrollo impetuoso de las nuevas tecnologías informáticas y el impacto en las redes sociales y en miles y millones de persona realizando propaganda política a su manera.

¿Cómo incorporarse y cómo hacerlo? Ese es un gran reto del socialismo cubano: ¿cómo presentarnos al mundo?, ¿cómo presentar al mundo ante nosotros mismos?, y ¿cómo defender la obra de la revolución? Uno de los grandes problemas es el déficit que tenemos para defendernos de nosotros mismos. Y seguimos manejando resortes, asuntos, procedimientos de la comunicación que están agotados.

Asomémonos a la modernidad, a cómo influye el mensaje subliminal, a una industria mundial de infoentretenimiento, donde se introduce la visión de cómo debe ser la persona, lo que se precisa inyectar en su cerebrito para desmovilizarla y convertirla en un ente inconsciente refugiado en el culto al yo, “porque total: el mundo está tan malo que no puedo hacer nada para que se arregle”.

El sentido instrumentalista ha hecho daño a la prensa para crecer en su función, no solo reproductora sino productora de sentido simbólico de la sociedad.

El periodismo instrumentalista nos ha hecho mucho daño y todavía hoy nos lacera. Es como una cadena, una cosa que arrastramos y pesa mucho. Pongo una simplificación: prevalece que los medios son solo para divulgar.

El socialismo representa un valor y en su defensa hay que ser más inteligentes, más listos, más avispados, más cultos, más profesionales, más realistas. No podemos ser timoratos, ni cobardes, ni dudar de lo que defendemos. Y cuando se comete un error en la percepción de alguna realidad, rectificarlo, porque la vida es así. El periodismo es un acto compartido. Los medios de prensa nuestros responden a una doctrina, a una línea, a una proyección, a ciertas políticas, y algunas veces esas políticas y su aplicación han sido incorrectas.

Por ejemplo, si dices: todo lo que se vaya a escribir sobre tal cuestión va a ser consultado por una comisión nacional, privas de autoridad al director del medio de prensa. Es como si dijeras al director de una empresa que cuando ingrese tal cosa, “tienes que llamar al Ministerio”.

Confío en que se va a rectificar. Pero repito, se va a rectificar no solo porque tengamos la voluntad suprema, la dirección del país, de cambiar, sino porque el pueblo está planteando los cambios. El pueblo, desde su protagonismo, presiona en tal dirección. El pueblo es el poder, el verdadero poder.

En 2007 se aprobó una resolución sobre la prensa y la obligatoriedad de las fuentes a dar información, sin embargo, continúan las restricciones. La percepción de los periodistas es que los decisores de políticas informativas no actúan todo lo enérgico que se debiera. ¿No hay entonces una dicotomía entre la letra y el hacer?

Sí, pero no lo veo así. Yo no lo veo como que las personas incumplen y se les deja incumplir. Lo asumo como un gran proceso político, donde el cambio de mentalidad incluye también modificar ese concepto y la idea arraigada en el sistema de instituciones nacionales de que ellos mandan sobre la prensa.

Ahí es donde veo el cambio, en la medida en que se salve, preserve y confirme la autoridad del medio de prensa, del periodista y del periodismo en la defensa de las políticas nacionales, para decir lo nuevo, lo bueno y lo malo, y también para saber callar cuando sea necesario, pues los periodistas tenemos un sentido de libertad con responsabilidad. Pero no lo veo como una dicotomía.

No se puede perder la perspectiva de que estamos en uno de los momentos más difíciles de la nación cubana. La situación económica lo condiciona todo. Hay una alta sensibilidad en todas partes: del pueblo, del gobierno, de la máxima dirección política. Todo el mundo pendiente frente a la gravedad de los problemas que afrontamos.

El secretismo no viene de quien limpia el parque en la esquina, viene de las instituciones. Si es un secretismo ubicado en el poder, desalojarlo obliga a un cambio de mentalidad, pero este, a su vez, se produce por otras evoluciones. Esas son las reglas del juego. Yo establezco un cambio en las reglas del juego; yo digo: a la prensa corresponden estas funciones.

¿Pero es la prensa sola? No. Papel del Estado, papel del Partido, papel de los medios y papel de las instituciones. El concepto de la democracia, la propaganda, la comunicación, cómo juegan en ello las organizaciones. Porque hay informaciones que se pueden tratar a través de las organizaciones y los medios de prensa no participar. Usar, emplear todos los recursos de la Revolución para comunicarse con las masas, a través de los grandes medios o de medios locales. Y a veces las aplicaciones van asociadas a raseros totales, y esos raseros totales producen silencios totales.

Yo tengo la esperanza, la firme convicción, de que hoy más que nunca el tema se estudia porque es conocido por la dirección del país. Nada de lo expresado por Raúl Castro es casual, ninguna cosa anda suelta. Opino humildemente: mi país vive una profunda crisis, pero es una crisis gobernada y conducida para bien de los cubanos y sería mejor todavía que en la corrección de esa crisis participáramos todos los cubanos, ideando su sistema de prensa y una mejor comunicación y una más revolucionaria comunicación.

Recibido: 14 de Septiembre de 2018; Aprobado: 26 de Octubre de 2018

Dra. Iraida Calzadilla Rodríguez: Entrevistadora

Dr. Roger Ricardo Luis: Entrevistador

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